A través de la fotografía, un arquitecto transformó la vida de personas sin hogar y editó tres libros con sus imágenes
Hace 17 años, Jorge Mazzinghi creo un proyecto conectando la fotografía con las escenas cotidianas de la Ciudad desde la mirada de personas en situación de calle
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El Club de Pescadores en Costanera Norte, fotografiado en 2004 por Alberto Luis, de 53 años. Un gato negro en primer plano, en la plaza Barrientos, Recoleta. El cambio de guardia de los granaderos, que marchan detrás de un hombre de camisa y corbata.
En cada postal se descubre un momento de la Ciudad de Buenos Aires retratada como nunca, justamente a través de los ojos de personas en situación de calle. Escenas quizás ignoradas por los transeúntes, con sus costumbres, gestos y lugares que se reflejan en Calle, el proyecto fotográfico que comenzó hace 17 años, como una idea azarosa del arquitecto Jorge Mazzinghi.
Él hizo visible lo que muchas veces es invisible, personas que viven en la calle y que, en algunos casos, necesitan una oportunidad, aunque no logren pedirla. Comenzó entregándoles cámaras fotográficas descartables a aquellos a los se cruzaba más seguido, y les propuso registrar las vivencias de su vida íntima de la ciudad.
Y creó su propio lado B, el de un arquitecto de casas y edificios importantes que colabora en proyectos sociales y que, con 49 años (y desde hace 17 y en voz baja), impulsó Calle, que cambió la vida de muchos. “Mi objetivo no es erradicar el hambre del mundo, sino simplemente lograr un proyecto a microescala para una comunidad que está en la delgada línea para reinsertarse, que tengan autoestima y un propósito. Hay una activación”.
“Primero, lo vi desde el lado urbano y de la arquitectura, observando cómo generaban sus viviendas, sus casas en la calle con cartones, con nylon, con ingenio. Empecé a trabajar con la gente que vivía enfrente de casa, en una plaza, para que fotografiaran sus “propias casas”. Después fue mutando a algo más fotográfico, se entusiasmaron y empezaron a registrar situaciones cotidianas. Ahí el trabajo se hizo más artístico, de una manera más poética”.
A los 15 días las devolvían. Mazzinghi revelaba las películas y hacía copias de las fotos. Al principio algunas no regresaron, pero las que sí lo hicieron le mostraron imágenes que lo sorprendieron. Desde entonces se entregaron 366 cámaras descartables y se revelaron 4656 fotos.
Una calesita que gira en Boedo, fotografiada en 2022 por Adrián Brarda. La escalera al cielo de la escuela Bernasconi. El tiempo que no pasa para un Peugeot 404, en una calle de Parque Patricios. Un lustrabotas en la peatonal Florida.
Imágenes que se compartían en las reuniones en plazas, iglesias y en cualquier espacio público cambiaron la dinámica. En esa instancia, el arquitecto les entregaba una copia de las fotos, conversaban y compartían experiencias entre ellos, los que vivían una misma forma de vulnerabilidad. “A veces era difícil y tedioso el vínculo, porque no todos están en la misma situación. Hasta que se solidificó una suerte de interrelación. Al principio me quedaba con los negativos, sin saber qué hacer con todo eso”.
El proyecto tomó otra forma cuando se involucró con comedores públicos y hogares, que le permitió formar un “staff” más estable de fotógrafos callejeros. Aumentaba el interés, se sumaron talleres y exposiciones. En 2023 estuvieron en BAphoto, y este año contarán con un espacio propio.
Mientras Calle crecía, también crecía la carrera de Mazzinghi, que abrió un estudio boutique con su socio Joaquín Sánchez, mientras que, paralelamente, se involucraba en proyectos sociales: fue por dos años director de mejoramiento de la Villa 31, donde hizo un proyecto con Clorindo Testa, ademas del plan de una escuela de boxeo para una fundación.
“Se fue acoplando más gente y hacíamos pequeñas muestras en lugares públicos o en un hall –dice–. Eran fotos únicas de personas en una situación muy particular, vulnerables, sin trabajo y con problemas familiares. Se suele pensar que la gente de la calle está en el último eslabón de la cadena social, pero me encontré con muchos con capacidades intelectuales activas. En los hogares la población es diferente, porque tienen contención, comida y una cama para dormir”.
En un hogar de Parque Patricios se vinculó con 10 entusiasmados fotógrafos de las calles. Ahora ellos se organizan, eligen las imágenes y hasta gestionan su página de Instagram @proyectocalleba. Reemplazaron las cámaras descartables por sus propios celulares que, aunque no cuentan con una tecnología óptima, alcanza para su objetivo. Con ese impulso, Mazzinghi ahora proyecta llevar la experiencia a Montevideo y los Estados Unidos.
Durante la pandemia el arquitecto se había encontrado frente a todo el material en su casa. “Tengo que hacer algo con esto”, se dijo y, mientras ponía orden, imaginó convertirlo en un libro. Así nacieron los tres tomos diseñados por Alejandro Ros que conservan la esencia del proyecto con tapas duras de cartón corrugado y que, en lugar de páginas, contiene 40 postales. Se consiguen en Malba, en la Fundacion Proa y en algunas librerías.
Imágenes únicas de la Ciudad desde los ojos de fotógrafos que viven sus calles. Para mirar y mirarse.
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