A finales del siglo XIX, una banda de inmigrantes secuestró el primer cadáver en la Argentina y cambió la historia
La Buenos Aires de 1881 es el escenario de uno de los casos policiales más fascinantes de nuestro país que narra Daniel Balmaceda
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La cita en el Cementerio de la Recoleta no es azarosa. El mítico escenario elegido por Daniel Balmaceda tiene gran protagonismo en Los caballeros de la noche (Sudamericana), su primer libro de narrativa histórica. Un caso policial que tiene todos los condimentos para convertirse en un clásico. Un grupo de inmigrantes europeos conformaron una banda delictiva en Buenos Aires a finales del siglo XIX. Los caballeros de la noche, así se hicieron llamar, fueron los primeros secuestradores de cadáveres de la Argentina.
“Eran tiempos de cambios en toda la ciudad –dice el autor entusiasmado por el desafío que le generó esta tarea–. La historia transcurre en la Buenos Aires de 1881, durante la presidencia de Julio Argentino Roca, en medio de una vorágine de cambios en la pujante ciudad que se consagró como la Capital Federal de la República Argentina. Muchos fueron los cambios que sacudieron la ciudad en estos tiempos. El cementerio, por ejemplo. Cuando uno ingresa [al peristilo] vemos en el piso tres fechas con números dorados, 1822 [año de creación del cementerio], 1881 [fecha de su primera remodelación] y 2003 [otra remodelación]. La del 81, la que aparece en la novela, es el momento clave de la renovación del Cementerio del Norte [tal como se lo conocía. El ingeniero francés Próspero Catelin fue el encargado del proyecto y el que lo llamó de esa manera] que cargaba con años de descuido. El frente del cementerio como lo conocemos fue construido en esos años”.
Dicen que la iniciativa buscaba dotarlo de un pórtico monumental sostenido por cuatro columnas dóricas, calles internas empedradas y una elegante capilla.
–La novela lleva por título el nombre del grupo que se convirtió en la primera banda de secuestradores de cadáveres del país, personajes que ya habías visitado en Historias insólitas de la historia argentina
–Es cierto, ya había dado con esta historia en ese entonces [2008, cuando incluyó el relato de Historias insólitas...] y me resultó fascinante. Autodenominarse Los caballeros de la noche, ya la elección del nombre es genial. Eran muy creativos. Ellos actuaban de noche, durante el día aparentaban ser seres “normales”. Cada “caballero” debía mantener su empleo diurno para alejar cualquier duda o sospecha. Por la noche se convertían en miembros de esta banda y actuaban en las horas de mayor impunidad. El grupo mantenía su anonimato.
La historia comienza en Brujas, 1853, en aquella ciudad el protagonista del relato trepa el muro del emblemático castillo Tilleghem de Saint Michel. Un robo, la huida y el desembarco en la efervescente Buenos Aires de 1880. “La ciudad, en constante ebullición, era en ese entonces el caldo de cultivo ideal para la formación de una de las asociaciones criminales más insólitas que se haya conocido: Los caballeros de la noche”, asevera Balmaceda.
“En 1875, Alphonse Kerckhove desembarcó en Buenos Aires. Traía consigo el propósito de dejar atrás un pasado sombrío en Bélgica. Aunque resignó ciertos excesos, no abandonó todos los lujos de su clase social. Su porte señorial y el dominio del francés –más prestigioso comercialmente que el inglés en aquellos días– le sirvieron para posicionarse. Se convirtió en un respetado corredor de una variada gama de mercaderías, con un enfoque especial en las drogas –describe el autor al personaje clave del relato–. Asentado en Buenos Aires, en 1880 contrajo matrimonio con Carmen Pizarro, agraciada andaluza, en la flor de sus diecisiete años, cuya presencia colmaba de felicidad sus días. Junto a la madre de Carmen formaron un hogar. La pasión de Alphonse por el juego comenzaba a socavar su fortuna, una lucha que reflejaba la vulnerabilidad de muchos inmigrantes de la época. Fue entonces cuando tomó la decisión de regresar al oscuro terreno del delito y del dinero mal habido. El invierno de 1880 había marcado un encuentro decisivo. En una sencilla reunión social, Alphonse Kerckhove de Peñaranda conoció a Florentino Muñiz, el socio perfecto para sus futuras empresas”.
–El anonimato, señalás, era un pilar fundamental para la organización. Los integrantes se identificaban por números y se comunicaban mediante cartas dirigidas a apartados postales específicos, fieles al riguroso octavo precepto de su código: “Misterio, secreto y silencio, en todo, por todo y con todos”.
–Como los de La casa de papel, que a los miembros del grupo se los conoce por los nombres de las ciudades, Berlín, Tokio, Río….
–O como los personajes de Perros de la calle (1992), de Quentin Tarantino, que la banda estaba conformada por los señores de los colores: Mr. White, Mr. Pink, Mr. Orange, Mr. Brown...
–Es cierto, los caballeros eran unos adelantados [ríe] ellos buscaron el anonimato a través de los números. Fueron dos inmigrantes, un belga y un español, que decidieron formar esta banda para realizar delitos, en la que no se permitían argentinos. Reclutaron a franceses, griegos, italianos... De día uno era mozo, cartero... y a la noche se transformaban.
–Resulta también curioso los números elegidos
–Querían mostrar que eran una sociedad compuesta por mucha gente. Los jefes establecieron que la serie comenzaría por 4007 y continuaría con 4014, 4021, 4028, iban de 7 en 7. Al comienzo pensaban en robar joyerías, esos eran sus planes. Hasta que llegó la noticia de Estados Unidos sobre el secuestro de un cadáver de un millonario. Una noticia que los impactó. A los pocos días murió la mujer más rica de la Argentina: Doña Inés Indart Igarzábal de Dorrego. Así comenzó toda la planificación para robar el cuerpo del cementerio de la Recoleta.
–En plena remodelación del cementerio, lo que claramente facilitó el plan.
–Aprovecharon las obras en construcción en el lugar, que fue uno de los tempranos proyectos impulsados por el primer intendente de la Capital Federal, Torcuato de Alvear. El grupo organizó una gran logística. Fueron al entierro de Doña Inés para individualizar el cajón, fue un trabajo de mucha inteligencia.
“Con la llegada del cortejo de la señora Dorrego, la construcción se paralizó en un respetuoso silencio. Los obreros suspendieron su labor y se mantuvieron de pie, con las boinas en las manos. La familia trasladó a pulso el lujoso ataúd de jacarandá hasta la bóveda que, por su altura y ornamentos, se destacaba entre las demás. El féretro fue depositado en el subsuelo. En medio de este mar de duelo, casi imperceptibles entre la multitud, los delincuentes observaban con atención, calculadores y distantes –describe Daniel Balmaceda en las páginas de la novela–. La primera conclusión a la que llegaron fue que no iban a retirar el cajón del cementerio. Simplemente lo esconderían en otra bóveda y lo regresarían con facilidad una vez cobrado el rescate”.
La historia caló fuertemente en Balmaceda. “Por eso quise ir más allá de lo que había escrito en su oportunidad y así avancé con la lectura de los diarios de la época, los locales, los de Uruguay, Brasil, Chile, Panamá, México, Estados Unidos, España, Bélgica –enumera–, además de los testimonios en los expedientes judiciales, preservados en el Archivo General de la Nación [más de mil páginas manuscritas] todo eso me permitió ir más allá. Es una de las grandes historias policiales de Argentina, no por lo sangriento sino por su organización y las características que marcaron época [hasta ese momento, el Código Penal no contemplaba el secuestro de cadáveres como delito] en un país que tenía una naciente institución policial. Ni bien conocí el caso, me sentí atraído por los elementos fascinantes que lo rodeaban. Fue el defensor Rafael Calzada que explicó que el Código Penal no había previsto “el caso de que un sepulcro pudiera ser violado” [Años después, debido a este hecho, se incorporó al Código Penal Argentino en el artículo 171 la siguiente frase: “Sufrirá prisión de dos a seis años, el que sustrajere un cadáver para hacerse pagar su devolución”. A partir del Proyecto de 1906, el “secuestro de cadáveres” pasó a ocupar ese lugar que hoy conserva en el Código Penal]. El caso de los caballeros de la noche generó todas estas modificaciones y pasaron a la historia como los primeros secuestradores de un cadáver en la Argentina.
Considerado como uno de los divulgadores de historia más importante de la Argentina, Daniel Balmaceda busca romper con lo que supuestamente se sabe. Su búsqueda es la de abrir puertas, llamar la atención y lo hizo abrazando aquella idea de Félix Luna: “Cualquier objeto o cualquier situación es historia”. Por lo que sus libros se valen de cartas, diarios personales, memorias, noticias, curiosidades, detalles cotidianos. Eso es lo que uno encuentra en títulos como Historias inesperadas de la historia argentina, Romances de escritores argentinos, Estrellas del pasado, Qué tenían puesto, El apasionante origen de las palabras, Grandes historias de la cocina argentina, Historias de la Belle Époque Argentina, entre otros títulos. Los caballeros de la noche no es la excepción.
–¿En qué momento de la investigación o de la escritura misma decidiste que esta sería una narrativa histórica, que ibas a tomar todos los elementos reales y darles un estilo diferente al de tus libros anteriores?
–Durante un viaje a España visité muchas librerías y me sorprendió el interés por la narrativa histórica, que está lejos de toda esa novela vieja llena de accesorios, acá se vale de datos reales para construir el relato. Y sinceramente era un estilo que no había tenido en cuenta y que me dio la posibilidad de posicionarme lejos de los extremos que plantean la ficción y la no ficción. Elegí narrar los hechos sin alejarme de lo que realmente pasó, solo narrándolo de otra manera, como se suele decir “dándole más color”, pero sin inventar los hechos ni los personajes. Leí a muchos autores argentinos y extranjeros. Intenté que las recreaciones de las escenas fueran lo más vividas posible. Cada bar, cada calle y cada persona que aparece mencionada está documentada en los expedientes. En una novela esto podría llegar a ser justamente un condimento, pero las situaciones que narro, hasta las más inverosímiles, existieron. En el proceso fui y vine, del ensayo a la novela, de la novela al ensayo, donde me sentía más cómodo. Pero no podía avanzar. Hasta que encontré en este mundo, en el de la narrativa histórica, en el que conviven un poco la ficción y la no ficción. Nunca me había pasado, que un libro tuviera dos, tres ensayos previos descartados.
–Una prueba palpable del intenso trabajo de investigación que te llevo cinco, seis años…
–Sí, muchos años de trabajo… la recopilación de información me demandó inclusive más tiempo porque, como te decía, algunos de los accesos a la información estaban complicados. Así que se armó con mucha paciencia y en el transcurso de este tiempo fui sacando otros libros, trabajando en otros textos. Cuando uno está investigando, está alerta a lo que aparece. Uno trabaja en varios temas a la vez. Por eso siempre me resulta muy estimulante recibir con muy buena predisposición, de lectores y de amigos, temas, curiosidades. Yo ya estoy trabajando en los próximos cinco libros.
–Es muy interesante la forma en la que se entusiasman los lectores, archivistas, que te ofrecen materiales, historias, documentos.
–Cartas, diarios, memorias, muchas historias salen a la luz porque una familia las comparte. Muchos lectores y muchos amigos me hacen llegar cartas que consideran que pueden sumar, aportar algún dato, cuadernos, anotaciones. Para las investigaciones suelo internarme en las bibliotecas, en los archivos, revisando diarios de la época; todo despierta curiosidad. Cuando estoy en una investigación aparecen otros temas, es mi forma de trabajo, que luego seguiré explorando, ya sea por una publicidad, por una noticia corta, por una carta, por una receta de cocina, por una mención en un diario personal. Estoy atento. Es algo que tengo en mí. Tuve la suerte que mis abuelos me contaran historias, sus vivencias, eso despertó mi interés y también despertó mi atención, mi curiosidad por escuchar. Estoy atento a lo que se dice, a esas frases que se repiten, que se modifican que pocas veces sabemos de dónde vienen. Sus cambios. Es inagotable. Uno puede acercarse a las historias desde diferentes puntos. En este caso, para Los caballeros de la noche, los encargados de documentación del Archivo General de la Nación, del Museo de la policía me ayudaron, me ofrecieron ese plus, que le da algo diferente a la novela... Es muy lindo contagiar ese interés en otros, que los lleva a buscar, lo que hace que se conviertan en colaboradores fundamentales.
–En el epílogo de Los caballeros de la noche agradecés el consejo de Juan Sasturain: “Leé el expediente, dos veces si querés. Luego, mételo en un cajón y dejá que tu imaginación te guíe”.
–Fue muy importante, me ayudó a que pudiera avanzar con la historia y a no quedarme estancado.
–La acción de la novela tiene como marco histórico la presidencia de Julio Argentino Roca: “En la plenitud de sus treinta y siete primaveras, creó la Policía de la Capital. El mando, cargado de frescura y ambición, fue confiado a Marcos Paz, quien compartía no solo la edad con Roca sino también lazos de sangre, pues eran primos hermanos”.
–La elección de Marcos Paz es muy interesante y se da, como bien decís, en el marco de la primera presidencia de Roca que, justamente venía con los antecedentes de Sarmiento y Avellaneda en lo que se refiere a una construcción institucional muy fuerte. Las circunstancias coyunturales llevaron a Roca a la creación de la Capital Federal lo que generó una serie de modificaciones muy importantes como la conformación de una nueva policía para el distrito. Otro detalle en esta administración es que Roca se apoyaba en funcionarios jóvenes lo que le dio un aire fresco y renovado a la política. Y esto dio sus frutos. Fue muy productivo. Había mucho entusiasmo, creían en el proyecto. En ese entonces nuestra policía miraba mucho a Europa, Marcos Paz admiraba a Scotland Yard [la prestigiosa policía Metropolitana de Londres]. En aquel entonces se estaba dando un gran desarrollo en los sistemas de investigación, en el tratamiento de los presos, en la renovación de las cárceles. Por eso fue tan importante dar con los expedientes que estuvieron un tiempo largo protegidos, inaccesibles. Recuerdo el día que me llamaron y me dijeron que los podía leer…no tenía noción de la cantidad de material, del tamaño, cuando vi qué tenían tantas páginas pensé ¡cuánto trabajo me va a dar todo esto! y a la vez, ¡cuánto placer! porque ya sospechaba de toda la información que iba a encontrar para poder viajar a esa Buenos Aires del pasado. Pude profundizar en la historia de este grupo, porque lo que se había contado era que se trataba de una banda, integrada por inmigrantes, que había robado un cadáver…pero quise avanzar un poco más sobre estos hombres, sobre el contexto social, sobre su llegada, explorar la explosión demográfica, sobre la policía de la ciudad que recién se estaba armando…el campo se amplió mucho. Es una Buenos Aires que cambió definitivamente…en su forma de comer, de hablar, en las costumbres…Fue un proceso que lo modificó todo. Estos dos hombres, el belga y el español, tejieron una trama sin precedentes en la historia y los orígenes del hampa en la Argentina.
–Eran tiempos de una Buenos Aires que, como bien señalás : “albergaba un mundo subterráneo regido por la pobreza, la falta de una educación adecuada, la codicia y la pasión por el lujo”.
–Era una capital que no paraba de crecer con la llegada de inmigrantes que buscaban trabajo para luego poder traer a sus familias. En la ciudad había muchos rincones oscuros, esto se ve en la historia de muchos otros países en pleno auge demográfico. Burdeles, casas de juego...
“Más de tres mil mujeres, atrapadas en las redes de la explotación, veían pasar sus días y noches entre las paredes de esos establecimientos –aporta Balmaceda–, mientras que un número igual vagaba por las calles buscando desesperadamente alguna forma de subsistencia”.
Marcos Paz entendió que se enfrentaba a un nuevo concepto de criminalidad y “por eso miraba mucho a Europa, para entender a los extranjeros que estaban llegando –analiza– . Paz da con este mundo subterráneo; muchos de los burdeles y de las casas de apuestas estaban ocultas en fachadas como cafés, hoteles... "
“En el centro de la portada del diario LA NACION se leía en letras destacadas: Los Caballeros de la Noche. Robo del cadáver de la Sra. de Dorrego. Conato de hurto de dos millones de pesos. Activísimas pesquisas policiales. Captura de los criminales. Encuentro del cadáver. Digna comportación de la Policía –destaca Balmaceda en las páginas del libro recién publicado–. Dos extensas columnas daban cuenta del accionar de los uniformados en el cementerio, en el Palacio Miró, en la Estación Central y en el pueblo de Belgrano. El texto revelaba, en un solo párrafo, la identidad del belga detenido, llamado Pegnarand, que, según se especulaba, había sido quien había escrito la carta dirigida a doña Felisa. Otro matutino, La Prensa, también se ocupó del tema, aunque sin la espectacularidad de su competidor. Dedicó un amplio espacio y brindó la identificación correcta de los dos delincuentes capturados”.
–No se trata de spoilear, pero el buen accionar del equipo conformado por Marcos Paz fue clave para que los caballeros no lograran su objetivo.
–Sí, por supuesto, porque la planificación fue muy buena, hay que decir que los caballeros lo hicieron bastante bien y que Paz supo cómo manejarlo. Que la familia haya decidido ir a la policía, que Felisa Dorrego haya tomado esa decisión, a pesar de las amenazas recibidas en la carta, hizo que Paz tomara el caso como una puesta a prueba de su reputación.
“Sabemos que Doña Inés de Dorego, al morir, dejó a sus queridas hijas una fortuna colosal. Sabemos que esas hijas la lloran y la veneran, habiendo sido ella con ellas, madre amante y cariñosa; y que esas hijas, por todo el oro del mundo, no consentirían ver estos restos sagrados ultrajados y tirados al viento en tierras profanas y desconocidas (...) En caso de no conformarse con nuestro pedido y rehusar de abonarnos en el término indicado dicha cantidad es de nuestro deber hacer presente, Iº: que en represalia de su mala voluntad y obstinación con nosotros, nos veríamos obligados a sacar de la caja donde reposan los restos venerado de su Señora Madre, doña Inés de Dorego, y después de ultrajarlos y reducirlos a cenizas, tirarlos a los cuatro vientos, sin que nunca nadie sepa, ni dónde ni cómo”.
–La carta es la pieza clave [en el libro se reproduce completa] para dar con los caballeros.
–Analizaron la carta y llegaron a la conclusión de que su autor era extranjero y con una sólida educación, posiblemente francés, belga o suizo por la incapacidad de pronunciar la erre, lo que se evidenciaba en la carta en las menciones del apellido “Dorego”, en vez de Dorrego. Así que armó un importante operativo con un gran equipo para atraparlos, entre los que se encontraba el abuelo de Jorge Luis Borges, Isidoro Acevedo [Cueto, Suffern, Segovia, Cernadas, Acevedo y Paz tienen un majestuoso monumento en el actual Departamento Central de Policía]. Un operativo de película para seguir la entrega en posta que incluye una persecución en tren, saltos por los vagones. Cuando escribía este momento, supe que si lo hacía de otra manera no lo iban a creer...
–La realidad supera la ficción
–[ríe] Siempre, por lo menos fue así con los caballeros.
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