Si tuviese que ponerle coordenadas al lugar donde el rap empezó a tomar forma en su cabeza –y el freestyle a escapársele por la boca–, Wendy Zoe diría que fue en un hotel en Santa Rosa, en el Valle de Calamuchita, entre sierras cordobesas y tradiciones alemanas. Tendría 13 años y había ido de vacaciones con su mamá y su pareja, los dos adictos a la cocaína.
"Allá lejos, no tenían con qué drogarse: se volvieron locos, se empezaron a matar y yo pensaba: ‘¿qué hago acá?’ No tenía con quién hablar", recuerda Wendy. Cuando se encerró en el cuarto para esquivar la violencia, todo el rap que le había ido sembrando su primo Nicolás, las batallas de gallos, los videos del movimiento under Halabalusa reproducidos infinitas veces en su celular, hicieron el resto. "Caminaba agarrándome la cabeza: me puse muy nerviosa, quería parar todo y no podía. Se me fue de las manos y empecé a freestalear, a soltar, en palabras que no tenía a quién decirle, ese sentimiento raro que tenía adentro", cuenta la joven.
Hoy, a los 18 años, el lugar donde además de encontrar contención su carrera como artista crece y sigue tomando forma, también tiene ubicación en el mapa: es el sello discográfico Suena Eh!, sobre la avenida Tomkinson, ese límite de asfalto entre las casonas con pileta de Beccar, una de las localidades más prósperas de la zona norte de Buenos Aires, y la villa La Cava, donde según el Registro Nacional de Barrios Populares viven aproximadamente 3000 familias sin conexión formal de servicios.
Suena Eh! nació vinculado a Prójimo, la agencia escuela de publicidad creada siete años atrás, en el corazón de La Cava, por el publicitario Gonzalo Vidal Meyrelles, y su objetivo es potenciar la voz de los artistas de los barrios. Además, se propone tender puentes a través de la música y el arte entre distintos sectores sociales; derribar prejuicios y dar oportunidades en contextos donde escasean.
"Buscamos encontrar talentos para poder potenciarlos y demostrarles que hay una salida con la música", resume Oscar Domínguez, productor musical del sello. Y agrega: "Como estos chicos viven en barrios como La Cava, traen una realidad muy cruda. Hay varios que tuvieron problemáticas con las drogas, pero cuando empiezan a grabar se sienten contenidos por nosotros y por la misma música, que no solo llena ese vacío sino que se convierte en algo mucho más grande".
En el sello –que tiene un estudio de grabación propio–, conviven artistas, productores, creativos y una fuerte conciencia social. Además de acompañar a los chicos y chicas en su formación –en el año y dos meses que tienen de vida, ya produjeron el trabajo de unos 30– Suena Eh! se convirtió en una "jinglera" donde se hacen canciones para publicidades de marcas, incluso varias internacionales. Así, fusionan el talento de los artistas barriales con el profesionalismo de sus clientes.
"La música y la danza fueron como una válvula de escape para salir un poco de todo lo malo, porque yo sufrí muchísimas cosas de chica, hasta hoy en día me acuerdo y no lo puedo creer –admite Wendy– Tengo una carpeta desde los 15 años, me pongo a ver todas las letras y se me pone la piel de gallina. Digo: ‘wow, todo lo que pasó esta nena’".
Tenía ocho meses cuando su mamá la dejó con su abuela para que la criara. "Mi mamá iba a buscar dinero y volvía. Vivíamos en una casa bien, linda, pero adentro era la cosa: había muchas drogas, conflictos y agresión", detalla la joven mientras camina por los pasillos de La Cava. Es alta, delgada y tiene una cara iluminada por una belleza limpia y una sonrisa de dientes blanquísimos. Va vestida con ropa de una importante marca deportiva, que la eligió para protagonizar una de sus campañas. "Trabajar con marcas fue una locura, algo que nunca imaginé, pero es una locura real", asegura Wendy.
Suena Eh! es un lugar donde escuchan a los artistas del barrio, donde pueden venir a grabar sus canciones, donde además hay una familia. Porque somos 30 y cuando te sentís mal, siempre están
Se acuerda de cómo cuando llegó de aquel viaje a Córdoba todavía eran pocas las mujeres en el barrio que rapeaban y ella se fue ganando su espacio. La danza –baila distintos estilos, desde danza jazz a contemporánea y dancehall- vino después.
"A los 13 años fue cuando pasó todo muy rápido, de golpe. Uno de mis tíos, Facundo, quería que yo me empiece a drogar, a vender drogas, me mostraba armas y me decía: ‘de acá a dos años, sino tenes un auto sos una boluda, hiciste las cosas mal’. Fue una locura estar creciendo y de repente que te quieran meter eso y vos sabiendo lo que está bien y lo que está mal", dice Wendy. Se corre el flequillo de la cara, suspira, sigue: "Después, venía a mí pero con otra intención. Decía que me amaba, que yo era algo fuerte para él, que le causaba una sensación de amor, sexo, noviazgo, cuando era mi tío y yo tenía 13 años. Fui creciendo en ese vínculo horrendo y pedía a gritos, desesperadamente, salir de ahí".
La música fue su salvavidas en el infierno."Todos nos merecemos que nos pasen cosas buenas, un pensamiento que hace años atrás no lo tenía: no salía de mi cama, era una chica re deprimida. Gracias al rap y la danza hoy puedo ser otra una persona. Y también gracias a los seres de luz que te vas encontrando en el camino", relata.
Para las más chiquitas de La Cava, Wendy se convirtió en una referente. Empezaron a buscarla pidiéndole "¡tirate un rap!" o "¡bailate algo!". Ella empezó a juntarlas por las tardes en las canchitas para enseñarles a bailar y crear un espacio seguro, de contención. "Lo que más me interesa es que me cuenten sus cosas, que tengan confianza en mí y podamos afrontarlas juntas. Que cuando estén mal sepan que no se tienen que quedar tiradas, llorando, sino que se tienen que levantar, ponerse una música y exorcizar: sacar todo afuera. Me gustaría que el día de mañana estén bailando y no se vayan por otros malos caminos", asegura Wendy.
"El mensaje que les quiero dar a los jóvenes es que se amen a ellos mismos, que guerreen por dentro contra esas cosas que dicen que no pueden. Sí, es posible, todo es posible. Mientras uno tenga amor propio va a poder con todo", Wendy Zoe.
Detrás de las letras
En el año que lleva de trabajo, Suena Eh! ya produjo a 30 artistas que hacen desde beatbox, trap y rap, hasta reggaeton, cumbia, folclore, rock o música electrónica. El abanico es tan amplio como las historias detrás de las letras.
"A nosotros nos motiva la oportunidad que les podemos dar a los chicos y las chicas. Es increíble ver cómo un joven viene y, sin haber escrito nunca una canción, se da cuenta que lo puede lograr", sostiene Oscar.
Cuando un nuevo talento llega a Suena Eh!, lo primero que busca el equipo, cuenta Oscar, es "hacerlo sentir como un artista". "Les mostramos el método de componer que usamos y hablamos mucho sobre los techos, porque creemos que para poder crecer no tienen que ponerse topes de absolutamente nada –detalla– Aunque el talento que tengan sea gigante, no tienen que quedarse ahí, pensando que ya aprendieron todo, porque ese es el peor techo que pueden tener".
"Siempre soñé ser una artista, desde chiquita, cuando supe que vivía en mí, que lo tenía acá, en la panza, húmedo, y después le tiré cerillos y fui prendiendo la llama. Ahí fue cuando dije: quiero vivir de esto, quiero que el mundo vea lo que hago y conozca mi historia. Pero más que nada, me gustaría estar con mi familia unida, con mi madre lejos de la droga y con mi hermana", Wendy Zoe.
Actualmente, Wendy vive a pocas cuadras de La Cava y, casi todos los días, pasar por Suena Eh!. Mientras sube las escaleras de la discográfica, asegura: "Para mí la música tiene el poder de todo: si estás triste y te pones un tema alegre, se te va a cambiar eso. Muchas veces me pregunto si yo podría vivir sin música y la respuesta es clarísima: es que no".