La violencia de género y el machismo son conductas que se aprenden. Te acercamos las recomendaciones de los especialistas y organizaciones para prevenirla desde la infancia y la adolescencia
- 7 minutos de lectura'
Aunque algunos puedan pensar lo contrario, el machismo y la violencia son conductas que se aprenden de modelos familiares, sociales y culturales. Nada en nuestro sexo biológico o en nuestra genética nos condiciona para actuar de una determinada manera. Por eso mismo, y ante la triste evidencia de que las tareas de prevención de la violencia de género entre jóvenes y adultos no son lo suficientemente eficaces, cada vez más especialistas y organizaciones señalan la importancia de comenzar a prevenir desde la infancia y la adolescencia.
CÓMO PREVENIR LA VIOLENCIA DESDE LOS PRIMEROS AÑOS:
Con los más chicos:
En los primeros años de vida, el abordaje no hace centro en la violencia como tal sino en aquellas conductas que se van naturalizando y ubican a niños y niñas en roles estereotipados: para los varones, la dominación y la violencia; para las niñas, el cuidado y la sumisión. El objetivo es ampliar el universo de roles posibles independientemente del sexo biológico con el que se haya nacido. Y, por añadidura, ir desterrando la idea de que "ser varón" o "ser mujer", implican necesariamente encarnar determinadas posiciones o comportarse, pensar y sentir de determinada manera.
- Utilizar lenguaje no sexista. Lo que no se nombra no existe. Esto, trasladado al género, implica que el hecho de que las mujeres no tengan una representación simbólica en la lengua contribuye a su invisibilización. Hay que tener especial cuidado con los adjetivos que empleamos al referirnos a ellos. "Si, por ejemplo, les decimos a los varones que tienen que ser valientes o que no lloren, les estamos dando un mensaje con un fuerte mandato social", explica Cristina Gómez, coordinadora de Políticas Educativas y Producción Editorial del INADI.
- Incluir todo tipo de juguetes. Hay que desarraigar los estereotipos en los juegos y evitar elegir solo juguetes y colores que reproducen los roles de varón y mujer en nuestra sociedad. "Cuando un niño de 2 años toma un muñeco y juega a que lo cuida, pero viene un adulto y se lo saca y le da una pelota o una pistola de juguete, lo que le está diciendo es que cuidar no es asunto suyo", sostiene Ricardo Gorodisch, psiquiatra, psicoanalista y presidente de la fundación Kaleidos.
- Compartir las tareas domésticas y de cuidado de niñas y niños. Enseñar desde el ejemplo. Los hogares son un espacio clave en donde se construyen y reproducen concepciones machistas, por eso es muy importante tener en cuenta que los niños y niñas aprenden mucho más de lo que ven que de los que les decimos. Gómez sostiene que muchos de los contenidos estipulados en los programas de Educación Sexual Integral (ESI) pueden ser abordados por las familias. "Se puede trabajar a través de juegos, de colores, de historias, y también a través de los roles que encarnan en el hogar los adultos cuidadores con las tareas de cuidado, por ejemplo", señala. Desde los primeros años, recomienda no imponer mandatos en ninguna de las actividades que realicen los niños.
- Leer cuentos, historias o ver películas que empoderen tanto a niñas y niños. Desde el Inadi, explican que mucha de la literatura infantil ha contribuido a reforzar los estereotipos de género. Por eso, recomiendan acercarles historias donde las mujeres tomen protagonismo por sí mismas, donde los hombres no sean superhérores que vienen a rescatarlas, donde todas las profesiones puedan ser realizadas por cualquier persona, donde las mujeres no estén en lugar de dependencia con relación al varón.
En la adolescencia:
A medida que los chicos crecen, los problemas se complejizan. En la etapa adolescente, la violencia suele ser más manifiesta y allí es necesario el trabajo para erradicarla, así como también concientizar acerca de los estereotipos de género, los mitos sobre el sexo y el amor, el rechazo hacia la diversidad sexual y los noviazgos violentos.
- Hablar sobre los vínculos saludables. "Cuando ya, por edad, se van acercando a los últimos años de primaria, podemos empezar a hablar con ellos sobre los vínculos saludables y la prevención de los noviazgos violentos, que es un tema fundamental durante la adolescencia", explica Gómez. Con ella coincide Gorodisch, que explica que la fundación Kaleidos, lanzó hace pocas semanas el Deconstructor, una trivia interactiva que apunta a desterrar mitos y estereotipos que suelen estar presentes en los vínculos adolescentes.
- No transmitir modelos de relación violentos. La internalización de las características y modalidades de relación establecidas dentro de una familia van a ir construyendo la personalidad de los chicos y las chicas, influyendo en aspectos de su vida como la elección de la pareja, la expresión de las emociones, entre otros. Alejandra Vázquez, psicóloga, especialista en violencia familiar e integrante de Surcos Asociación Civil, explica que si se aprende que la violencia es la única forma posible de resolver problemas interpersonales, la interrelación con personas de otros y nuevos ámbitos tendrán como base esta premisa. Sin embargo, aclara que no siempre se reproducen los modelos de vinculación de los progenitores "debido a la influencia de múltiples factores compensatorios como, por ejemplo, la influencia de una persona externa a la familia que mostró una modalidad de relación a través del afecto".
- Desnaturalizar situaciones y que aprendan a ponerse en el lugar del otro. La prevención primaria tiene que estar dirigida a problematizar y desnaturalizar las concepciones estereotipadas de las relaciones y las cuestiones de género. Trabajar para promover habilidades sociales tales como la empatía, la asertividad y la expresión de emociones. "Aunque es cierto que en los últimos cinco años, con la ola verde, se lograron grandes cambios sobre todo en el empoderamiento de las chicas, en general el nivel de violencia y maltrato entre chicos y chicas sigue siendo terrible. En ese sentido, la ESI podría ser una gran herramienta porque más allá de hablar de métodos anticonceptivos, trabaja estas cuestiones, pero se aplica en pocas escuelas", considera Gorodisch.
- Trabajar todo lo que implica dar el consentimiento. Según los especialistas, pasarse las claves de celular y controlarse es bastante más frecuente de lo que nos gustaría ver en las relaciones de pareja entre los adolescentes, aunque la mayoría de las veces son los varones los que controlan a las chicas. "La mayoría de las chicas saben de métodos anticonceptivos pero el profiláctico no se usa porque ellos presionan para tener relaciones sexuales sin protección como una forma de marcar la posesión: ‘Total, sos mía’, dicen. En algunos casos, incluso, las chicas dejan la escuela por pedido de su pareja, que no quiere que vea a otros chicos. Sabemos que siete de cada 10 embarazos no son buscados. Por lo general no se trata de desconocimiento de los métodos anticonceptivos, sino de que las chicas están en posición de objeto y no pueden decidir", ejemplifica Gorodisch.
- Hablar sobre estos temas apuntando a que sean capaces de conectarse desde lo emocional. Es clave lograr el involucramiento y compromiso de chicos y chicas. "Que la violencia de género es mala ya lo sabemos. Para trabajar en prevención, hay que lograr no solo que encaren los temas, sino que los vivencien, desarrollando dinámicas apropiadas para que las emociones que deben irrumpir lo hagan de manera cuidada, y que esa vivencia logre cambiar el pensamiento. El desafío es claro: lograr que las chicas cuestionen su posición de objeto en las relaciones y los varones se cuestión el rol de machitos para poder cambiar", concluye Gorodisch.
Podés acceder al Deconstructor y otros recursos de la Fundación Kaleidos desde aquí.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de violencia de género”, una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como también testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, y contó con la curaduría de Alejandra Vázquez, psicóloga y especialista en violencia familiar de la asociación civil Surcos.