Violencia adolescente: a qué señales estar atentos y cómo trabajar en la prevención
Desde las peleas grupales hasta los actos de vandalismo, los hechos de violencia protagonizados por jóvenes son frecuentes y suelen recrudecer durante el verano; las sugerencias de los especialistas para intervenir a tiempo
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En las últimas semanas fueron varios los hechos de violencia protagonizados por adolescentes que llegaron a los medios, desde el vandalismo en actos de fin de curso escolar hasta batallas campales en plazas. De cara al verano, una época especialmente crítica, las y los especialistas subrayan que es fundamental estar atentos a las señales de alerta y trabajar en la prevención.
En primer lugar, subrayan que para poder detectar cualquier señal que puede indicarnos que los jóvenes están siendo violentos con otros, es clave la presencia. En resumen: para detectar, hay que estar. De lo contrario, se corre el riesgo de no llegar a tiempo. “Nadie se encuentra de un día para el otro con un hijo violento que no dio señales”, advierte María Zysman, psicopedagoga y fundadora de Libres de Bullying. Además, enfatiza que todas las personas adultas jugamos un papel central en identificar posibles indicios de comportamientos violentos: no solo en nuestras casas, sino como docentes o referentes significativos en la vida de las chicas y los chicos.
Algunas cuestiones a las que debe prestarse atención es cuando los chicos:
- Nunca se responsabilizan de sus actos o le echan la culpa siempre a otros.
- Se desconoce a sus amigos, dónde suelen estar o qué hacen en su tiempo libre.
- No controlan sus impulsos o llegan a su casa con los nudillos colorados o lastimados. También puede ocurrir que lo hagan con la ropa desordenada o con manchas de sangre.
- Ejercen liderazgos negativos en los grupos de amigos. Esto se puede observar cuando los invitan a la casa, en el pool al colegio o a alguna actividad deportiva, por ejemplo.
- Tienen un mal manejo del enojo. Suelen resolver los conflictos de forma agresiva en vez de buscar otras alternativas. Por eso, es importante prestar atención a cómo encaran esos desafíos dentro de la casa: por ejemplo, si suelen revolear cosas o ser poco tolerantes a los demás y a los límites.
- Presentan alexitimia, es decir, la dificultad de poner en palabras las emociones. “Son chicos que tienden más al paso a la acción, son más impulsivos, tienen dificultad en sus habilidades sociales y se van al polo más agresivo para resolver un problema. Tienen una modalidad de relación violenta, necesidad de dominio y poder por sobre los demás. Son más transgresores, tienen dificultad para seguir normas y falta de empatía”, explica Lucrecia Morgan, psicóloga clínica y directora del Equipo Anti Bullying Argentina (ABA).
- Tienen cambios bruscos en la conducta o conductas destructivas. “Cuando uno se encuentra con un hijo al cual desconoce, es una señal de alerta. A veces hay padres muy negadores. Pero siempre recomiendo que cualquier cambio en la conducta de un hijo es algo para abrir los ojos”, dice Zysman.
- Consumen en exceso sustancias como alcohol. Sobre este punto, Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas, aclara: “Es importante desmitificar que el alcohol produce violencia: lo que hace es desinhibir pero nadie que no sea violento lo será por tomar alcohol.”
- Desafían permanente a la autoridad. Si bien es totalmente esperable que los adolescentes desafíen las normas de convivencia, cuando no pueden acatar ninguna, por ejemplo en el colegio, es un signo de alerta.
- Pertenecen a familias con modelos relacionales violentos o donde hay poca comunicación. “A veces hay castigos físicos severos dentro de la misma casa o no hay lugar para el diálogo. Eso es un factor de riesgo, además de que exista un feedback negativo constante, una desaprobación que va dañando el autoestima”, señala Morgan.
Cómo prevenir
Hay algo fundamental a tener en cuenta: la prevención empieza desde los primeros años. Es un trabajo “de hormiga”, durante toda la vida de las chicas y los chicos, que allanará el camino una vez que se llegue a una etapa crítica como la adolescencia. “Necesitamos madres y padres que estén disponibles, que tengan tiempo. Son los adultos los responsables de detectar, diagnosticar y derivar”, señala Morgan.
En esa línea, María Pía del Castillo, directora ejecutiva de Fundación Padres, suma: “Nos caracterizamos por ser una sociedad poco previsora. Nos cuesta entender que la prevención en la adolescencia empieza desde que los chicos son bebés, cuando ponemos límites, cuando encontramos tiempo para compartir, cuando desarrollamos la autoestima: eso es prevenir el consumo o la violencia en la adolescencia”.
Estas son algunas herramientas que pueden ayudar:
- Asumir nuestra responsabilidad como personas adultas. En general, todas las referentes consultadas coinciden en que las chicas y los chicos que llegan a la consulta son las víctimas de las prácticas violentas (sean las que sean), y no quienes agreden. Morgan, se lamenta: “Casi nunca pasa que lleguen mails de madres o padres preocupados porque sus hijos agreden a otros, es algo casi inédito. No vemos que consulten por estos temas y sería fundamental que puedan tener un espacio de orientación a padres, porque a veces también hace falta que tengan más recursos y herramientas para acompañar el cambio de sus hijos. Asumir esa responsabilidad implica estar disponible”.
- No buscar justificaciones ni minimizar la violencia. Nunca validarla o premiarla con frases como “hijo de tigre”. Tolerar actos como el bullying o peleas grupales, es como darles a los chicos una palmadita en la espalda y decirles: “sí, adelante, esto te sirve”. “Tampoco debemos justificar permanente que la culpa está en el afuera, sino tratar de tener una mirada clara y ver qué le está pasando a la niña, niño o adolescente. Si caemos en el simplismo de ‘la culpa la tiene la maestra, el club, o sus amigos que son los más lieros’, no ayudamos a nuestros hijos”, reflexiona Ongini.
- Entender que la violencia legitimada solo lleva a más violencia. No naturalizar conductas de riesgo y romper con la creencia de “sino lo hacen ahora, lo van a hacer después”. “Eso es un mito. No es verdad que tengan que pasar por conductas de riesgo para crecer y ser adultos”, advierte la psiquiatra del Hospital Clínicas. Los rituales de iniciación en algunos clubes que implican prácticas de avasallamiento sobre el cuerpo del otro son, para ella, un ejemplo de prácticas violentas legitimadas por los adultos.
- Trabajar en la educación emocional y desarrollar habilidades sociales. Ayudarlos a ver de qué otras formas pueden mantener sus relaciones que no sea a costa de la agresión, la intimidación o el poder sobre el otro. Mostrarles que hay otras formas de relación posible y ubicarlos en roles más asertivos. “Es muy importante que los adultos puedan enseñarles formas de resolver conflictos de una manera más adaptativa, más pacífica, brindándole la oportunidad de correrse de ese rol de agresor”, señala Morgan.
- Ayudarlos a manejar su enojo, buscando métodos alternativos a la violencia. Por ejemplo, incentivándolos a pensar: “En esta situación, ¿qué otras dos cosas distintas a lo que hiciste podrías haber hecho?”.
- Conocerlos y respetarlos. Lo más importante durante la etapa de la adolescencia es darles espacio, pero no perder el contacto. Estar al tanto de lo que piensan, lo que quieren, lo que les gusta. “La cuestión de la autoafirmación guiada, contenida, será la clave de esta época en la que comenzarán a cruzarse con tentaciones para ponerse a prueba. Un chico que hace bullying, por ejemplo, es un chico que necesita autoafirmarse desde la agresividad”, señala Ongini.
- Tener en cuenta que las chicas y los chicos nos ven y nos copian. “No alcanza con decir cómo hay que portarse, hay que representarlo desde el ejemplo. Por eso, modelos abusivos o falta de comunicación dentro de las familias también son factores de riesgo”, señala Morgan. Y ejemplifica: “Si yo le digo a mi hijo: ‘No está bien que te enojes y revolees tu muñeco’, pero cada vez que me enojo tiro la cartera, el mensaje es muy confuso”.
- Repensar qué modelos de éxito estamos avalando. Por ejemplo, no promover que el estar “fuera de la ley” tiene sus beneficios, como el no pagar los impuestos o pasar un semáforo en rojo.
- Responsabilizarlos de sus actos. Que aprendan a hacerse cargo de sus acciones y de sus palabras. Morgan advierte que muchas veces los chicos niegan las responsabilidades con frases como “todos lo hacen”. “No caigamos en esa trampa de la disolución de la responsabilidad que genera el fenómeno grupal. En cuestiones de violencia, uno tiene el 100% de la responsabilidad, esté con cinco, diez o quince personas”, señala.
- Que las chicas y los chicos sepan que cuentan siempre con nosotros, los adultos. Debemos ser siempre la primera opción a la cual recurrir ante una situación comprometida, sea la que sea. Para eso, primero hay que trabajar en nosotros mismos y desarmar herramientas violentas que tenemos como madres y padres.
- Generar espacios de diálogo no formales. Zysman recomienda que en vez de sentarlos “a hablar”, se abra el escenario de otra manera. Saber qué música escuchan, cuáles son sus ídolos, qué las películas les gusta, abre puertas a la conversación. La psicopedagoga agrega que algo que está viendo con frecuencia este año es una mayor dificultad de las chicas y los chicos para hablar. “Siempre subrayamos que cuando no se puede hablar, la conducta, el cuerpo o el desborde, expresa. Notamos que los adolescentes y los niños están faltos de ese entrenamiento que es la expresión o conversación verbal de lo que les pasa”, señala.
- Fortalecer la empatía. Es como un músculo, “se fortalece si se practica”, dice Morgan. Una manera de hacerlo es animarse a preguntarle a los hijos cómo se sentirían ellos en el lugar de la persona que sufre la agresión.
- Que puedan escuchar su propio “no”. Una de las cosas fundamentales para trabajar con los adolescentes es, para Ongini, que escuchen su propio “no” y puedan diferenciarse de las conductas del grupo que muchas veces, para poder ser y pertenecer, aparecen como mandatarias.
- Indagar en las causas de la violencia. Para Candelaria Irazusta, psicóloga infantojuvenil e integrante del Equipo ABA, necesitamos salir de las lecturas superficiales y de los estereotipos sociales de los “buenos” y “malos” que “nos inhabilitan a escuchar qué hay del otro lado un chico que nos está pidiendo ayuda”. “Entender un pedido de ayuda no es sinónimo de justificar una conducta agresiva”, señala. Y agrega: “El hecho de que sean situaciones repetitivas más allá del establecimiento educativo lleva a que tiene que haber un cuestionamiento más social. El trabajo preventivo que tiene que ser silencioso, permanente y sistemático desde nivel inicial sobre todo ahora donde hay tantos factores de riesgo a nivel social y familiar”.
- Consultar con un profesional. En muchas circunstancias, es necesario pedir ayuda profesional para ayudar a las chicas y los chicos. Se sugiere buscar a quienes están especializados en la atención a niñas, niños y adolescentes.
Más información
Fundación Padres: A partir del 5 de enero y durante todo el mes, llevarán adelante una serie de acciones de prevención en la costa bonaerense que contará con un programa de radio emitido desde el balneario Ufo Point de Pinamar. Además, se atenderán consultas en los paradores y se ofrecerá charlas de orientación a padres, siguiendo con la campaña “Menores ni una gota”, impulsada junto a la Federación Argentina de Destilados y Aperitivos (FADA). El programa de radio será todos los días de semana, de 14 a 16. Para otras actividades, seguir las redes de Fundación Padres.