“Vienen los hijos de familias que están enfrentadas”: cómo funciona el jardín que busca evitar que el destino de muchos chicos sea la cárcel
Al espacio, ubicado en un barrio popular de San Martín, asisten 55 niños de entre 1 y 4 años; su objetivo es combatir la falta de oportunidades y ofrecer otra perspectiva de futuro desde la primera infancia; también funciona como merendero y primaria para adultos, y cuenta con un dispositivo de acceso a la Justicia
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La razón por la que el único jardín maternal comunitario del Barrio Sarmiento, en San Martín, se llama Jardín de la Montaña es tan simple que duele. En ese terreno en el que ahora hay varias salas para chicos de 1 a 4 años, una cocina con olor a comida casera, un patio con árboles autóctonos y hasta una huerta, hace diez años había, literalmente, una montaña. Una montaña de basura.
La montaña sigue estando, a la vista de todos, frente al jardín. Sólo una calle la separa de este espacio que, de lunes a viernes, recibe a 55 niños y niñas de entre 1 y 4 años. La escasa presencia del Estado en este barrio vulnerable en el que viven unas 2000 personas hace que el Jardín de la Montaña sea muchas más cosas además de jardín: merendero, olla popular, Centro de Acceso a la Justicia (CAJ), espacio de apoyo escolar y de asesoramiento para trámites migratorios, y hasta primaria para adultos.
“Todo arrancó con un merendero improvisado dentro de una carpa, hace como diez años. También ofrecíamos apoyo escolar”, explica Mario Cruz, docente y presidente de la asociación civil Los Amigos, la organización de la que depende, formalmente, el jardín y que, integrada por vecinas y vecinos del barrio, fue el motor de la transformación hace una década.
Cuando se le pregunta qué fue lo que los motivó a fundar un jardín maternal, su respuesta es contundente: “El fracaso. Empezamos a ver que los chicos más grandecitos que venían al merendero terminaban, unos años más tarde, presos. Pero el merendero no contaba con los recursos para atacar el problema una vez que se había desencadenado. Así que entendimos que la estrategia tenía que ser la prevención. Teníamos que arrancar antes”, explica.
El jardín comenzó a funcionar, formalmente, en 2017. La jornada se inicia a las 13, cuando el plantel de nueve docentes comienza a recibir a las niñas y los niños por la puerta principal. Enseguida viene el almuerzo. “Recibimos todo tipo de situaciones. A veces, los chicos llegan recién levantados, sin desayunar”, reconoce Ana de Mendonça, la coordinadora del lugar. Antes de irse a sus casas, a las 16.45, los chicos reciben la merienda y se van con una vianda.
Es probable que mucho de lo que hoy significa el Jardín de la Montaña en el Barrio Sarmiento sea aquello que a Mario le hubiera gustado encontrar de chico en algún espacio barrial. Se crió en Don Torcuato, en el seno de una familia trabajadora. La rebeldía adolescente lo encontró justo cuando su papá fue despedido de manera abrupta de la empresa para la que había trabajado durante treinta años. “Sentí que no había valor en el trabajo o el esfuerzo. Dejé los estudios. Me descarrilé”, se sincera.
Tiempo después terminó preso y condenado a diez años por robo. Los últimos cuatro años los pasó en el penal N° 48 de San Martín. Allí terminó la secundaria y comenzó Sociología en el Centro Universitario San Martín (CUSAM), un espacio educativo generado por la UNSAM en el interior de esa unidad penitenciaria. Sólo le falta la tesis para recibirse.
Una vez que cumplió su condena, Mario prefirió no volver a Don Torcuato. Alquiló una pieza en el Barrio Sarmiento y se propuso trabajar con los vecinos con un objetivo claro: evitar que historias como la suya fueran el único camino posible para los adolescentes y jóvenes del barrio.
“Gracias a la Sociología empecé a hacerme preguntas. Quise saber por qué el destino de los pibes de los barrios populares es, en muchos casos, la cárcel”, dice. La respuesta que encontró, es compleja, pero se puede condensar en una frase: falta de oportunidades desde que son chicos.
“Cuando les preguntás a los chicos y chicas qué quieren ser de grandes, se quedan callados. No pueden ni verbalizar lo que sueñan, porque sienten que entre ese sueño y la posibilidad concreta de realizarlo, el camino es demasiado largo. Todo queda muy lejos para ellos”, acota, a su lado Ana.
El Jardín de la Montaña también es eso: un espacio en el que los chicos dan sus primeros pasos imaginando sin límites y en un espacio seguro. “Aquí vienen los hijos de familias que están enfrentadas en el barrio. Vienen los hijos de personas que están privadas de su libertad y también hijos de policías”, enumera Mario. Es probable que la principal razón por la que el jardín es sostenido por todas las familias es el fuerte hincapié que hacen en la convivencia. “Somos un punto de encuentro para la comunidad”, concluye.
Más información:
Quienes deseen colaborar con El Jardín de la Montaña pueden escribir a asociacioncivillosamigos@gmail.com, o llamar al 11 3949 4671.