Viaje al interior del Chaco más postergado
La pobreza, el trabajo infantil y la falta de oferta educativa llevan a que algunas zonas tengan el 11% de su población iletrada
Puede ser por timidez que no respondan, pero también por vergüenza. La directora Ester Svoboda, de la escuela rural N° 781 de Tres Isletas, Chaco, pregunta: "¿Ustedes ayudan a sus hijos con la tarea?" Se genera un silencio incómodo. Tres de las siete madres presentes en la reunión de padres no se sienten capaces de hacerlo porque no saben leer ni escribir.
Esta situación no es atípica en la zona de Tres Isletas, que padece un 8% de analfabetismo entre su población, cuadriplicando la media nacional del 2%. Como tampoco lo es en el departamento vecino de General Güemes, al noroeste, que tiene el peor índice de 11%, ya que una de cada diez personas mayor de 10 años es analfabeta, según datos de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
Esta problemática golpea de forma desigual e injusta en el país y se agudiza de forma local. Por eso La Nacion viajó hasta allí para conocer de cerca la temática.
Allí conoció a Luisa Orúe, que tiene nueve hijos y es una de las madres presentes en la reunión. A ella le cuesta expresarse como al resto de los presentes. Uno de sus hijos, Lucas, dejó la escuela en 3er. grado, convirtiéndose en un analfabeto más. "Lucas trabaja en la venta de carbón con su primo, que como no fue al colegio no se maneja con las sumas ni las restas, y tampoco puede leer. Se le complica mucho", cuenta Orúe, que tiene otros doce sobrinos que no fueron a la escuela.
Chaco es la provincia de la Argentina que peor nota tiene en este sentido (más de 5% de analfabetismo) y los entrevistados durante el recorrido por las escuelas N° 528, N° 529 y la N° 1020 son la imagen viva de que la pobreza más cruda es la culpable de la falta de educación básica. El trabajo infantil y la falta de oferta educativa de nivel inicial y secundario son otros dos obstáculos que, aseguran, entorpece la enseñanza.
Está amaneciendo y a lo largo de un camino de tierra en las afueras de Tres Isletas -que en partes se convierte en un gran arenal y se torna intransitable los días de lluvia- empiezan a salir chicos de entre los montes de arbustos y algarrobo blanco para asistir a clase. Cargando sus pequeñas mochilas caminan por esos senderos kilométricos y agrietados que por su poca accesibilidad han bautizado a la zona como impenetrable .
Llegar a clase se presenta como la primera dificultad para estos chicos que a veces caminan hasta 15 kilómetros. Conseguir una bicicleta o una moto allí es un lujo de pocos. La nafta es cara y puede llevarse mensualmente lo equivalente a una Asignación Universal por Hijo (AUH), alrededor de 200 pesos. Aunque no esté permitido hay docentes que, para evitar que sus alumnos falten culpa de las distancias, pasan a buscarlos por sus casas, e incluso algunos hacen más de un viaje. Porque ante esta realidad, algunos docentes comprometidos, además de enseñar, hacen tareas de asistencialismo y solidaridad.
La escuela N° 528 de Tres Isletas, que contiene a 56 alumnos, irrumpe en este horizonte vacío y pelado. Allí, donde se enseña a varios grados de forma simultánea, se logran ver dos computadoras muy viejas que no funcionan. Internet no existe. En la galería hay una estantería con unos pocos títulos de libros infantiles.
Raúl Martínez se presenta a sí mismo como "director, barrendero, portero, docente, lo que se necesite...", y cuenta que "ponemos los libros allí para ver si con eso incentivamos la lectura de los chicos. En el campo la gente es iletrada porque no hay carteles, no hay computadoras, la mayoría no ve televisión y no contamos con una biblioteca rural", dice Martínez.
¿Panzas llenas?
A las 6 Martínez pone la olla sobre el fuego y prepara el desayuno de sus alumnos, que consiste en un mate cocido negro con pan. Esta tarea se la toma muy en serio, ya que sabe que algunos no tienen la posibilidad de desayunar en sus casas. Ante la realidad económica de las familias, las escuelas proveen del desayuno y el almuerzo. "Que los chicos tengan la panza llena no significa que estén nutridos", asegura el director.
Un diagnóstico de salud ad honórem realizado en la zona por la doctora Marisa Castillo reafirma sus dichos. Según este estudio, realizado sobre 120 chicos, el 34% presenta algún grado de desnutrición.
Como si esto fuera poco, la escuela no tiene agua. "El problema no es de la escuela solamente, ninguno de nosotros tiene agua para los animales, infraestructura, y tampoco hay inversión del Estado. Por eso los jóvenes se van", dice Leonardo Marcotic, uno de los padres de la escuela que es alto, fornido y de ojos claros. Un pozo comunitario de agua sería una solución al problema pero cuesta alrededor de 12.000 pesos, algo inaccesible para ellos.
Elsa Añazco es la directora de otra escuelita rural en Tres Isletas, no muy lejos de allí. Con un manojo de llaves abre las puertas de la escuela y muestra las paredes llenas de humedad de las dos salas donde asisten todos los ciclos de primaria. Muestra con ironía que si bien cuentan con un tanque de agua no tienen cañerías, y la electricidad es otra promesa que no llega. A unos metros de esta edificación hay un cuartito con dos letrinas llenas de moscas en estado lamentable. Añazco repite como si fuera una tarea titánica no fácil de lograr: "Yo quiero que los chicos aprendan a leer y escribir".
Más al norte de la provincia hay otro establecimiento que también es fiel reflejo de las necesidades de las familias de sus alumnos. En el anexo de la escuela N° 1020 -en Misión Nueva Pompeya, departamento de General Güemes, casi al límite con Formosa-, la imagen lastima como una flecha para los espectadores. Dos niños de la veintena que ingresan a clase están descalzos. Y hay otros con sus alpargatas agujereadas, con su ropa sucia o rota dejando en evidencia hasta qué punto llegan sus privaciones.
Los chicos de esta escuela -la mayoría de ojos negros que miran al suelo, como escondiendo algún sufrimiento o pesadumbre-, que son un total de 30, se amontonan en los 17 bancos que hay. "Faltan también útiles y textos de lectura", se queja Julián Ramallo, docente en esta sala donde simultáneamente se les da clase a todo el ciclo primario y algunos niños de jardín de infantes que asisten como oyentes ante la falta de establecimientos en la zona.
La pequeña sala tiene techo de cinc con canaletas y un tubo de plástico que baja desde allí arriba hasta un aljibe para juntar agua de lluvia, ya que ésta es la única solución posible ante la escasez de este bien tan preciado. La escuela se encuentra en el paraje Polenom, donde sus caminos sinuosos de monte y llenos de tierra parecerían bloquear los caminos a fuerza de tanta naturaleza. Hay casas de adobe donde viven familias wichis con hijos de edad escolar. Se hace muy difícil hablar con ellos, porque no comprenden el español y menos aún si se les habla rápido. Solamente con ayuda de un traductor uno puede robarle unas cuantas confesiones a esta gente que sonríe poco por timidez y también para no mostrar su sonrisa desdentada. Gabriel Palacios, referente del paraje, repite con amargura que necesitan agua. Alrededor suyo hay tierra seca y resquebrajada acostumbrada al golpe de sol y los 45°C del verano.
"Hay familias que tienen que caminar entre cinco y siete kilómetros para cinco litros de agua", dice el hermano marista Miguel Schönfeld, que asiste a la comunidad aborigen.
Trabajo infantil
La situación económica de los hogares que empuja a los niños desde temprana edad a trabajar y abandonar la escuela es otra de las razones del alfabetismo en el Impenetrable chaqueño. "No es que sean malos padres, sino que necesitan de los hijos para solventar problemas básicos", dice Silvia Pérez, ex directora de la escuela N° 781 de Tres Isletas y ahora encargada de la cooperadora de la escuela. Porque "al fondo de todo está la pobreza", completa Martínez.
Si bien la cosecha de algodón ahora se reemplazó por la de soja, aún hay niños y adolescentes trabajando en la fabricación de carbón, aserraderos, recolección manual de maíz o como amas de casa cuidando a sus hermanos. Pérez recuerda que en su época de docente "después de la escuela pasaba el camión para llevar a los niños a las cosechas, de febrero a mayo. Esto era algo muy triste de ver".
Más escuelas
Otra de las mayores quejas de los padres es la falta de escuelas secundarias cerca del lugar donde viven, pues mandar un hijo al pueblo cercano puede significar un alto costo, muchas veces inalcanzable. No obstante, muchos adolescentes, que sí pueden costearlo, también dicen que no soportan el desarraigo que sienten al dejar a sus familias.
Como respuesta a esta problemática, Diulio Martínez, director de Escuelas Rurales del Chaco que depende del Ministerio de Educación provincial responde: "En los últimos tres años creamos 73 escuelas secundarias en el ámbito rural. Esto permitió la matriculación de 6000 jóvenes que antes no tenían ninguna posibilidad de seguir estudiando. Este año pusimos en funcionamiento otras siete escuelas más".
Una de las escuelas que está pidiendo sumarse a esa lista es la N° 528 de Tres Isletas, porque los alumnos abandonan una vez terminado la primaria por razones económicas.
Eso es lo que le pasó a Valeria Vilma, ex alumna de la escuela, que explica con humildad que ahora se encarga de las tareas del hogar . Ella dice que le hubiera gustado estudiar y que dos de sus hermanos también debieron abandonar.
Daniel Farías, subsecretario de Educación provincial del Chaco, afirma que las dos dificultades que afrontan las escuelas son el desarrollo pedagógico y la infraestructura escolar. "El analfabetismo lo estamos solucionando a través de la implementación del programa de Cuba Yo sí puedo ", que consiste en el traslado de parte del contenido pedagógico a soporte tecnológico como es la proyección de DVD y videos educativos en la televisión. Con respecto a la queja de los docentes por la falta de libros dice: "En poco tiempo estaremos repartiendo netbooks que cuentan con 45 programas didácticos. Con esto se terminaron las excusas", comenta Farías.
En bicicletas, a pie, en moto o a caballo: lo importante es, a pesar de todas las dificultades, sin importar cómo, llegar a clase.
En primer lugar y aunque suene obvio, las escuelas siguen siendo el instrumento principal para una buena educación. En localidades donde la pobreza es mayúscula la escuela es mucho más que un lugar de enseñanza, es un lugar de contención social. Cuando se trata de escuelas rurales el sinónimo es problemas de infraestructura. Sin infraestructura es muy complejo pedir calidad educativa (así como sin alimento es imposible que los alumnos puedan aprender).
En segundo término son fundamentales directores y docentes bien capacitados, confiando en sus capacidades y ayudándolos a dirigir. Un directivo de escuela líder contagia y conforma equipos de docentes líderes, y entre ambos contagian a la comunidad de padres, que son fundamentales para que el proyecto de la escuela sea exitoso.
En tercer lugar es necesaria la universalización de la escuela inicial o jardín de infantes. Esto está en la ley nacional (y muchas provinciales), pero en la práctica no se cumple integralmente. Si los chicos comienzan su educación a partir de los 3 o 4 años van a tener mucho más estimulo de aprender y van a hacer una primaria con mayor éxito, lo cual redundará en mejorar los índices del secundario.
En cuarto lugar la calidad del aprendizaje (es decir, la búsqueda de impacto de una buena educación). Ese es nuestro plan de llegada. Pero para tener buena calidad necesitamos buenos resultados, constante medición, no solamente de los alumnos, sino también de los docentes y las escuelas, y así poder estimularlas, premiarlas y seguir su desarrollo.
Sumemos a estas propuestas la ampliación de la jornada escolar. Necesitamos más educación y formas de enseñar modernas que seduzcan a los alumnos. La jornada es corta, los alumnos se ausentan en forma alarmante, muchos docentes faltan. Si necesitamos mejorar, necesitamos más y mejor educación.
Y por último proponemos un gran compromiso de responsabilidad de la sociedad civil toda con la educación. La obligatoriedad de la primaria y secundaria debería conducirnos a no tolerar un niño o adolescente en la calle en época escolar.
Educar con miras a 2050
Hace diez años, la escuela N° 781 de Tres Isletas era otra. En vez de sillas tenían troncos de madera en las aulas y los actuales sanitarios eran dos letrinas compartidos por 70 chicos y adolescentes. Pero eso quedó en el pasado y hoy pueden mostrar con orgullo todos los logros que consiguieron -gracias al apoyo de la ONG Educar 2050-, y que hoy los coloca como modelo a seguir en la zona.
Además de las obras de desarrollo escolar incorporaron en el 2008 el nivel inicial, y al año siguiente, el ciclo secundario, que le dio la posibilidad a muchos chicos a continuar sus estudios y no abandonar la escuela.
En lo que respecta a capacitación docente, la ONG puso a disposición de la escuela -al igual que a otras 50 de la zona-, un programa de fortalecimiento de gestión, centrado en la capacitación para directivos a cargo de la Universidad de San Andrés.
A partir de todos estos cambios, la escuela floreció y le dio un empujón a toda la comunidad. Fue así que los padres, apoyados por la ONG, se comprometieron en la construcción de un pozo de agua, la incorporación de apoyo escolar y otros proyectos.
La labor de los maristas
La escuela Cacique Supaz es como un faro de esperanza en el paraje El Sapo de Misión Nueva Pompeya. Contra todos los pronósticos y a pesar de que las familias de sus alumnos son de muy bajo nivel socioeconómico, y casi el 95% pertenece a la comunidad wichi, el acompañamiento de la Congregación Provincia Maristas del Sur junto a la Fundación Maristas están dando sus frutos para retener en la escuela a sus alumnos.
La institución que es pública de gestión privada es intercultural bilingüe, brindando a los alumnos la posibilidad de "no perder su lengua materna wichi y aprender el castellano para desenvolverse con facilidad en la vida diaria", explica Héctor Palavecino, que se convirtió este año en el primer director aborigen de la escuela. Desde que asumió la dirección se anotaron el doble de alumnos en primer grado en comparación con el año anterior.
En este último tiempo incorporaron jardín de infantes y desde 2012, los tres primeros años de la secundaria permitiendo a 80 chicos continuar con sus estudios.
Voy con Vos
Voy con Vos es otra ONG conformada por jóvenes que trabajan en el Lote 20 y 42 de Tres Isletas, Chaco, con su foco principal puesto en la educación como herramienta de batalla para superar la pobreza. Brindan becas a jóvenes de comunidades rurales para que puedan realizar estudios secundarios o terciarios en el pueblo más cercano.
Además se ocupan del mantenimiento de las escuelas rurales y desde 2011 acompañan a la comunidad Pampa Sena en su proyecto de tener un secundario rural propio.
Como colaborar
Educar 2050
Fundación Marista
Provincia Marista Cruz del Sur
Voy con Vos
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