Viaja más de 1000 km para apoyar a los jóvenes de un paraje rural santiagueño
"La educación es la clave que te permite crecer en todo sentido. Nosotros creemos que lo hay que lograr es igualar las oportunidades de acceso a ella, sin importar el contexto". Esto responde Nicole Fusilier cuando se le pregunta por el trabajo que hace la organización que dirige, Una Sola Familia, con los niños y jóvenes del paraje rural Árbol Blanco, en Santiago del Estero.
La historia de esta comunidad de apenas 130 habitantes y Una Sola Familia comienza en 2009 cuando, todavía siendo alumna del Colegio Moorlands, Nicole viajó junto a sus compañeros de clase por primera vez a esta localidad ubicada en el norte santiagueño. Allí se encontraron con un paraje que no contaba con electricidad, agua ni sistema de transporte público, además de no tener una escuela secundaria, por lo que la mayoría de los jóvenes no terminaban sus estudios.
"Luego de conocer una realidad tan dura y distinta a la nuestra, nos fue imposible quedarnos indiferentes. Decidimos continuar yendo de forma independiente", cuenta la abogada de 26 años. Así fue como un año después fundó, junto a Santiago Lohfeldt, la organización y empezaron a coordinar visitas anuales. "Al principio éramos un grupo de jóvenes que destinábamos nuestros días libres en Semana Santa para visitar el paraje. Pero no teníamos un objetivo concreto. Cuando nos dimos cuenta de esto, decidimos idear diferentes proyectos", asegura Fusilier.
Actualmente, viajan tres veces al año desde Buenos Aires para poder supervisar los distintos programas que organizan junto a los padres de Árbol Blanco. La visita más importante es en Semana Santa, cuando viajan en una combi alrededor de 20 voluntarios. Durante ese fin de semana organizan una feria americana y un torneo de fútbol, donde participan equipos de diferentes parajes. Con todo lo recaudado, costean parte de las actividades.
Desde Una Sola Familia aseguran que el principal problema en Árbol Blanco es la repitencia y la deserción escolar, dado que hay una gran desigualdad académica entre los chicos de la comunidad y los egresados de otras escuelas primarias, factor que influye en el abandono de sus estudios. Por esta razón cuentan con dos profesores particulares que viajan una vez por semana para ayudar a los chicos que asisten al primario y, de esta forma, buscan reforzar sus estudios.
El segundo inconveniente para la educación de los jóvenes es que la localidad no tiene un secundario y se ven obligados a trasladarse a un pueblo que está a más de 20 kilómetros. "Como si esto fuese poco, no tienen ni un colectivo que los lleve, por lo que tienen que caminar o conseguir de casualidad alguien que los alcance. La mayoría de las familias se dedican a la agricultura de autosustento y no tienen vehículos", agrega Nicole.
Frente a esta realidad, el año pasado desarrollaron y pusieron en práctica un programa de becas en el que los donantes, a través de un aporte mensual, apadrinan a diferentes estudiantes para que puedan vivir durante la semana en una residencia cercana a la escuela.
Actualmente, 15 jóvenes de Árbol Blanco son beneficiados por el programa y el pasado diciembre tuvieron a su primer graduado. "Estamos muy orgullosos, porque es un chico huérfano con una vida muy complicada. Ahora está buscando la forma de seguir una carrera universitaria", destaca.
Entre los próximos objetivos de la organización, está conseguir más padrinos y poder reconstruir la salita médica del paraje, que tiene peligro de derrumbe. "Esta última decisión la tomamos junto a los padres del paraje. Hoy trabajamos sobre las necesidades de la comunidad y no solamente sobre las necesidades que nosotros consideramos que tienen", explica. Nicole concluye: "Por eso charlamos todo con ellos y generamos ese sentido de comunidad. A pesar de la distancia y las diferencias de realidades, nos apoyamos, nos queremos y trabajamos como si fuésemos una misma familia".