Usan Instagram para desmitificar la mirada sobre la parálisis cerebral
Inspirados en Christy Brown, un grupo de nueve jóvenes difunden sus relatos cotidianos y, en primera persona, sobre el amor, el trabajo, la familia y los sueños
"Hace 32 años que la parálisis y yo convivimos. Y como en toda convivencia, tuvimos nuestros momentos de llevarnos bien y otros de preferir no habernos conocido. Hoy pienso que seguramente no sería la misma sin ella", así se expresaba Agustina Menéndez Behety (34), en 2016, con motivo del Día de la Parálisis Cerebral y en su cuenta de Facebook.
La joven agregaba que esa condición le "enseñó a que no es necesario ser igual a los demás para ser feliz" y soñaba: "Ojalá algún día no se mire a la discapacidad desde la disminución, sino a partir de la riqueza de la diversidad y de todo lo que alguien con ella puede enseñar".
Gracias a ese posteo que se volvió viral, Kiki, como le dicen a Agustina, se puso en contacto con otras personas que, al igual que ella, tenían parálisis o encefalopatía crónica no evolutiva (ECNE), una afección encefálica permanente que provoca un desorden del movimiento, la postura y el tono muscular.
Luego de varios encuentros y salidas informales, el grupo decidió inaugurar un canal de expresión en las redes sociales, al que bautizaron Nuestro Pie Izquierdo, inspirándose en el nombre de la película que cuenta la historia de Christy Brown, quien tenía parálisis cerebral y se convirtió en un reconocido artista y escritor.
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A través de relatos cotidianos y en primera persona, estos nueve jóvenes, de entre 23 y 37 años, buscan quebrar barreras y naturalizar la discapacidad. "Queremos demostrar que antes de ser discapacitados somos simplemente nosotros mismos: estudiantes, profesionales, con vidas sociales, proyectos y familias. Podemos mucho más de lo que dice ese diagnóstico que compartimos y de lo que muchas veces cree la sociedad en la que vivimos", subraya Kiki, que trabaja en publicidad.
Nadia Maggi (36) es otra de las integrantes del grupo. Cineasta e ingeniera en alimentos, esposa y mamá de Delfina, busca darle una vuelta de tuerca al concepto de la discapacidad: "Queremos mostrar una mirada distinta de cómo es vivir con esto. Que sea menos dramático, más inclusivo y, sobre todo, natural. Nosotros tenemos algo visible, pero discapacidades tiene todo el mundo: psicológicas, sociales", opina.
Para Juan Cruz Agote (28), muchas veces los impedimentos están en el afuera: "Si, por ejemplo, tardo más en escribir a mano, quizá se puede solucionar si me dejaran usar una computadora en el colegio o en la universidad. Sin embargo hay lugares donde no se tiene la voluntad de permitir esta excepción".
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Múltiples desafíos
Los jóvenes coinciden en que esta condición crónica les dejó huellas en su forma de ser y hacer. Llevan marcado a fuego intentar, hacer las cosas por sus propios medios y la inagotable capacidad de superación. "Somos muy exigentes y siempre buscamos las herramientas para hacer todo de la mejor manera posible. A veces también cansa ser así, porque en realidad todos no podemos algo", confiesa Nadia.
Juan agrega: "Algunas de las cosas que aprendí en la vida son que al mundo le cuesta esperar, que la calle es un caos y que la vereda va a estar rota. Para animarme a hacer las cosas que me cuestan solo, trato de pensar primero que nadie me va a ayudar, por más que después haya gente que sí te ayuda".
Ninguno de ellos la tuvo fácil. Juan, por ejemplo, nació prematuro a las 28 semanas y paso 72 días en incubadora, donde sobrevivió a la meningitis y dos septicemias. Pero, además, atravesó tres operaciones y utiliza bastones para caminar. Divertido, pujante y muy sociable, hoy es licenciado en Comunicación y tiene una maestría en Marketing.
Si de desafíos se trata, Nadia cuenta que el más importante en su vida lo representa su hija de un año y medio. "Para mí fue la consagración total, quizá porque en la adolescencia me pregunté si iba a poder tener un hijo". Y cuenta algunos periplos en su camino de la maternidad: "Me daba terror levantarme con ella siendo tan chiquitita y que se me fuera a caer. Hasta que un día me animé a hacerlo sola y vi que sí podía".
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En el caso de Kiki, los mayores retos llegaron de la mano de la adolescencia. Es la menor de seis hermanos y vivió una infancia muy estimulada: "Fueron ellos los que un día le dijeron a mi mamá que tenían una sorpresa, y me largaron a caminar sola por un pasillo en el que di mi primer paso. También hicieron que aprendiera a leer antes de cumplir los cinco años".
La joven agrega: "Esos tratos tan iguales, tan sin lástima y tan deseosos de que yo diera siempre mi 100% permitieron que no fuera muy consciente de mi condición durante mi infancia. ¡Hasta tal punto que me anoté para correr una carrera y en un concurso de baile!".
La historia cambió cuando, al dejar la niñez, se topó con una realidad un poco más dura: "Esa burbuja en la que vivía explotó para sumergirme en el mundo real, en el que iba a tener que demostrar que era mucho más que un diagnóstico", admite.
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En esta etapa de cambios llegaron las primeras citas: "Cuando salía con alguien por primera vez sentía que le tenía que contar de antemano lo que tengo. Hay veces que por el solo hecho de movernos distinto somos descartados, sin siquiera darnos la posibilidad de demostrar que somos inteligentes y divertidos, o que tenemos un sinfín de otras cualidades de las cuales la gente se pierde por no traspasar la primera barrera: la de lo estético, la del envase".
A todos sus novios, Kiki los conoció gracias a la tecnología, incluso a su marido: "El año pasado me casé con Benjamín, que todos los días me saca mil sonrisas, que me acepta como soy y con el que quiero recorrer todo lo que falta. Esta es mi historia. Y aunque arrancó con el pie izquierdo, hoy el izquierdo es el preferido de mis pies".
Más información
"Correr los límites", "Mi compañero, el bastón", "El cuerpo tiene memoria" y "Mi nacimiento" son algunos de los nombres de los relatos que pueden encontrarse en el Instagram de este grupo de nueve amigos. - Nuestro Pie Izquierdo (@nuestropieizquierdo)