Usan 1000 millones de ostras para limpiar el puerto de Nueva York
La mayoría de los neoyorquinos no se atrevería por nada del mundo a comer un pescado del puerto de Nueva York. Pero no siempre fue así. Cuando los europeos colonizaron la zona, la leyenda cuenta que el agua de la bahía era clara y los mariscos eran tan abundantes, que se llenaban canastos enteros cuando los recolectaban. La mayoría, eran ostras.
De hecho, había tanta cantidad que se vendían en las esquinas como se venden hoy los hotdogs. Pero todo eso cambió debido a la captura excesiva, a las actividades de dragado del puerto y a la contaminación del agua. Los arrecifes de ostras desaparecieron y el puerto quedó grabado en la mente de los habitantes de la ciudad como una zona prohibida.
Actualmente, un equipo de estudiantes de secundaria, científicos y voluntarios está trabajando para cambiar esa realidad. "Restaurando mil millones de ostras, esperamos reinsertar el puerto en la conciencia de los neoyorquinos", dice Pete Malinowski, director ejecutivo del Billion Oyster Project (proyecto Mil Millones de Ostras), cuyo objetivo es restablecer los arrecifes de ostras en el puerto.
Las ostras son más que un aperitivo popular. Sus arrecifes sirven de hábitat para una gran variedad de especies acuáticas; rompen las fuertes mareas que se generan con las tormentas y que de otra forma devastarían la costa; y, además, ayudan a limpiar el agua.
"No se pierde con las ostras. Siempre se gana", resume Gulnihal Ozbay, un investigador de la Universidad Estatal de Delaware que se especializa en la restauración del hábitat marino.
Gran parte de la contaminación que azota el puerto en la actualidad proviene de los desbordamientos de aguas residuales, que se producen cuando fuertes lluvias rebalsan el sistema de cloacas de la ciudad, volcando agua residual en aquella zona.
Las aguas residuales contienen mucho nitrógeno, un nutriente esencial para las plantas y los animales. Pero demasiado nitrógeno desencadena la proliferación de algas, que aspiran el oxígeno del agua, creando las llamadas "zonas muertas".
¿El antídoto? Ostras, responde Malinowski y Ozbay. Como eficientes animales que se alimentan por filtración, eliminan el nitrógeno y lo incorporan en sus conchas y tejidos. Cerca de los arrecifes de ostras, el agua es a menudo más clara.
Las ostras no habían desaparecido por completo cuando comenzó el Billion Oyster Project en 2014. Pero las que quedaban eran pocas, se encontraban lejos unas de las otras y se estima que no habrían estado en muchos arrecifes.
Esto es importante porque las ostras son desovadoras por difusión, lo que significa que liberan huevos y esperma en la columna de agua donde se forman las larvas. Esas "ostras bebés" tienen que encontrar algo a lo que aferrarse, y prefieren las conchas de las adultas. Dentro del proyecto Billion Oyster, esas últimas provienen de restaurantes de la ciudad. Los estudiantes de la New York Harbor School en Governors Island crían ostras y las guían a través de su desarrollo antes de colocar en el puerto grupos enteros que crecieron juntas.
El proyecto espera haber colocado mil millones de ostras en el puerto para 2035. Es probable que incluso en ese entonces aun no sea seguro comerlas, pero la iniciativa se centra en la restauración a largo plazo. A pesar de ello, confiesa Malinowski, es probable que esas ostras no hagan una gran diferencia en la contaminación del puerto, principalmente porque el agua atraviesa toda la región. Si el agua del puerto estuviera quieta, explica, mil millones de ostras podrían filtrarla aproximadamente cada tres días.
Sin embargo, el Billion Oyster Project está usando este esfuerzo para educar a la próxima generación de neoyorquinos sobre el puerto y para estimular su interés en restaurarlo y protegerlo.
"El mayor beneficio, creo, es la participación de los estudiantes en la creación de un grupo de personas que se preocupan por la situación", dice John Waldman, biólogo del Queens College y autor de Heartbeats in the Muck: La historia, la vida marina y el medio ambiente del puerto de Nueva York.
"El espíritu de los niños y los maestros es palpable", asegura Waldman, que no forma parte del proyecto. "Están tan metidos en esto. Es maravilloso verlos".
Para Kaya Aras, estudiante de último año de la Harbor School, el puerto había sido durante mucho tiempo un lugar que había que evitar. Pero después de trabajar en el proyecto, lo ve de otra manera. "Habiendo visto de primera mano lo que hacen las ostras, espero que algún día vuelva a ser lo que era durante la época colonial", sostiene.
El puerto ya está más limpio y más vibrante de lo que algunos podrían pensar, subraya Waldman. A pocos kilómetros del centro de Manhattan, incluso se avistaron ballenas en los últimos años. Las lecturas del sonar del río Hudson revelaron el verano pasado la presencia de un esturión de 4,2 metros de largo nadando en sus profundidades.
"Hay un verdadero atraso en cuanto a la conciencia del estado actual del puerto", opina Waldman, y agrega: "Pero, con proyectos como éste, la corriente está cambiando de dirección".
- La autora es periodista de The Christian Science Monitor (Estados Unidos). Este artículo se publica como parte de Earth Beats, una iniciativa internacional y colaborativa que reúne a 18 medios de comunicación de todo el mundo para centrarse en soluciones a los desechos y la contaminación.
Eva Botkin-Kowacki