Unicef advierte que los chicos son los más golpeados por la crisis económica
"Los grandes cenamos mate cocido, si hay comida que sea para los chicos"; "El año pasado eran 50 familias las que venían al basural a buscar comida, ahora hay cerca de 150"; "Me cuesta concentrarme en la escuela porque la panza me hace ruido"; "Pobreza es enfermar y no poder comprar las medicinas". Los que hablan son madres y padres que así cuentan la dificultad para alimentar a sus hijos, y los propios chicos, que describen lo que sienten y ven en sus casas. Son algunos de los testimonios incluidos en el informe "Efectos de la situación económica en las niñas, niños y adolescentes en Argentina", elaborado por Unicef para echar luz sobre cómo golpea la crisis a los menores.
"Uno sabe que cuando el papá o la mamá no tienen trabajo, cuando se vive en un entorno de hacinamiento, la plata no alcanza o la comida escasea, las situaciones no son fáciles. Pero el tema es que los chicos lo están viviendo con mucho estrés, con angustia y preocupación", explica Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo, de Unicef. "Aparece el miedo a la violencia, y desaparecen lo lúdico y los valores que uno asocia a la niñez. Esto es lo más fuerte y lo que más impacta", subraya.
Entre las principales conclusiones del informe, se destaca que los niños enfrentan un cuadro de empeoramiento general en la calidad de su dieta, menor acceso a medicamentos, mayor exposición a situaciones de violencia (familiar e institucional) y maltrato.
Las principales problemáticas en las familias en situación de vulnerabilidad son el desempleo y la precarización del mercado trabajo, junto a un déficit habitacional y una precipitada pérdida del poder adquisitivo. Por eso, para Waisgrais surge otro resultado preocupante: "Muchos chicos manifestaron que intentan colaborar con la supervivencia en el hogar y esto genera otro grave problema: el trabajo infantil, la mendicidad y la venta callejera, con consecuencias en sus posibilidades de ejercer su derecho a la educación y al ocio".
Además, a partir de los testimonios recogidos, Unicef señaló que el desempleo y las preocupaciones de los jefes y jefas del hogar incrementan el riesgo de abusos y maltrato hacia los niños, niñas y adolescentes, y que el clima anímico en los hogares tiende a ser negativo, "lo que requiere prestar particular atención a las intervenciones de protección integral y acompañamiento a las familias".
El trabajo de campo se realizó durante octubre del 2018 en cuatro barrios o asentamientos de centros urbanos de distintas provincias del país, en el norte, sur, centro y conurbano de Buenos Aires. La información provino de discusiones guiadas con madres y padres, talleres con los chicos y chicas, entrevistas en profundidad a miembros y trabajadores de la comunidad, visitas etnográficas en hogares, observaciones de campo y recorridas a espacios públicos de los barrios.
Otro de los hallazgos es que las niñas y los niños identifican un empeoramiento de la calidad de vida en el hogar y su comunidad. En su opinión, "hay más problemas que antes", ya sea porque "alcanza menos la plata" y "está todo más caro", y porque los adultos les comparten las dificultades, por ejemplo, en el acceso a los alimentos, pero también a los medicamentos, turnos médicos y otros servicios públicos.
Según Waisgrais, el tema alimentario es uno de los puntos más críticos. "No hay solo hay un cambio en la composición de la dieta, a base casi exclusivamente de harina y azúcar, porque la carne está desaparecida, sino que aparecen sus consecuencias, que son la obesidad y el sobrepeso por malnutrición".
A partir de los relatos obtenidos, el estudio resalta que en el último año se han incrementado las restricciones en el consumo de alimentos tanto en cantidad como en calidad. Algunas familias saltean comidas, se suprimen los almuerzos o cenas grupales de fin de semana, se cocina una única vez por día, los adultos a veces no comen para dejarles los platos a los más chicos o asisten a comedores. También se señaló una reducción del consumo de alimentos con proteínas de origen animal, sobre todo carne vacuna y lácteos, a raíz del aumento de precios.
Respecto a la salud, específicamente en la zona Sur del país se observaron enfermedades vinculadas a los déficits habitacionales en materia de calefacción y aislación térmica, como cuadros respiratorios y migrañas crónicas. En el último año se han enfrentado mayores dificultades para combatir estas afecciones, por ejemplo, a la hora dar continuidad a los tratamientos crónicos debido a un menor suministro de medicamentos, la suba de precio y los problemas para conseguir un turno de consulta médica.
Todos los lugares estudiados registraron una disminución de la capacidad de cobertura estatal debido a los recortes de gasto público y a la reducción del personal en salud. Los agentes estatales relataron sentirse actualmente colapsados por el aumento de la demanda y desprovistos de herramientas de intervención, fruto del recorte en la cantidad de medicamentos, la provisión de vacunas gratuitas, el mantenimiento de los equipos y el instrumental médico.
En materia educativa, un aspecto destacado es el abandono escolar, específicamente en las transiciones del nivel primario al secundario. Uno de los motivos de esta deserción, según lo señalado por los educadores entrevistados, es que las adolescentes asumen responsabilidades de cuidado de hermanos e hijos, acompañamiento a adultos mayores y, sobre todo entre los varones, incorporación al mercado de trabajo. "Si bien lo presumíamos, claramente hay una diferencia de género. Aparece muy fuerte el tema de las niñas, incluso a edades muy jóvenes, al cuidado de sus hermanitos o del hogar, una situación compleja que tiene que ver con una política pública del cuidado", especifica Waisgrais.
Los últimos datos analizados por Unicef muestran que un 42% de los niños, niñas y adolescentes están bajo la línea de pobreza (5,5 millones) y un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos. Al mismo tiempo, el 48% sufren al menos una privación en sus derechos básicos y fundamentales.
No se trata, por supuesto, de algo nuevo. "Es una deuda estructural con la infancia y la adolescencia que nos interpela como sociedad y requiere del compromiso de las máximas autoridades del Poder Ejecutivo, acuerdos a largo plazo que involucren a todos los actores políticos y el acompañamiento de una sociedad civil movilizada", enfatizan desde Unicef.
Los especialistas coinciden en que la infancia es el momento más oportuno para romper el ciclo de la pobreza o impedir que comience. Y que frente al aumento en la necesidad de prestaciones y apoyos sociales en salud, nutrición, educación, cuidado y protección, es indispensable mantener y expandir el gasto público destinado a niños, niñas y adolescentes, para amortiguar los shocks económicos en los hogares más vulnerables.
Waisgrais destaca que los testimonios recabados por Unicef demuestran la importancia de que las políticas públicas y los sistemas de protección social se refuercen, tanto en momentos de contracción económica como en otros de recuperación.
"Nuestro mensaje para las clases políticas y la sociedad es que entendemos las restricciones fiscales, entendemos que hay que pensar un modelo de país sustentable, pero que no puede tener recortes en el presupuesto destinado a la niñez", resume Waisgrais. En este sentido, precisó que "si hay una política que aparece exitosa en este contexto es la Asignación Universal por Hijo (AUH), que obviamente está afectada por el poder adquisitivo, más allá del último aumento que se queda corto". Para el referente de Unicef, esa asignación "tiene que ser reforzada y llegar a todos los chicos, porque hay miles de niños que todavía no tienen acceso". Desde su mirada, no caben dudas: "Acá no hay discusión fiscal, hay que invertir más en la AUH porque sabemos que tiene un impacto muy positivo, la gente lo utiliza bien, reduce la indigencia".