Una madre a cargo de una familia muy numerosa

Sandra Dayan es el alma del Hogar de Adolescentes de la entidad Pronat’s. Empezó en 2006 como voluntaria y hoy se ocupa de brindarle la mejor calidad de vida a los chicos durante su estadía en la institución

5 de enero de 2013

Actualizado el 17 de julio de 2020

Transcurría 2006 y Sandra Dayan, que había sido maestra toda su vida, hacia un año que había dejado la docencia. Un mail en el que pedían voluntarios para dar apoyo escolar en un hogar de niños la animó y como sentía que le faltaba hacer lo que le gustaba, se acercó. "Primero una vez por semana, luego dos y me fui quedando", relata, casi siete años después.

"La mayoría de los chicos estaba en situación de calle y yo los ayudaba con la escuela primaria", recuerda, pero de a poco comenzó a hacer más cosas dentro del hogar y a tener más funciones. Cuando se quiso dar cuenta era una pieza fundamental de la organización. Ya no podía irse.

Aunque hoy su cargo sea coordinadora de relaciones institucionales, ella se define más como polirrubro porque todos los días es un trabajo aparte tratar de meterse de lleno en sus funciones específicas. Apenas llega, todos los chicos la llaman, la consultan, le piden cosas o simplemente la abrazan como a una madre o una hermana que vuelve a casa. Es una rutina que se repite todos los días.

Esa naturalidad y el cariño que tiene Sandra en el trato con los chicos es lo que caracteriza al lugar, que no parece un hogar de niños, sino más bien la casa de una familia numerosa. "Yo trato que el hogar se constituya una huella, una marca; y que no haya sido indiferente su paso por acá. Lo que intentamos hacer día a día es trabajar en la crianza, que no es algo tangible, pero que luego de un tiempo se nota", dice la responsable de este sitio.

Sin embargo, esta experiencia es totalmente distinta a las de su época como maestra e incluso como madre. "El hogar me permitió conectarme con la infancia desde un lugar totalmente distinto. Es una mirada más integral", explica, mientras trata de coordinar la presencia de un mago para el festejo de fin de año y uno de los chicos le pide su celular para llamar a su mamá.

Actualmente la Asociación Civil Pro Niños y Adolescentes (Pronat’s) tiene tres hogares en los que atienden niños desde los primeros días de vida hasta los 18 años, aproximadamente: dos están en Villa Pueyrredón y son para adolescentes mujeres y varones; el otro se encuentra en Boedo, donde viven los bebes y niños más pequeños.

En cada uno hay capacidad para 25 chicos que llegan derivados por la Dirección de Niñez de la ciudad porque no pueden permanecer con sus familias, y la tarea es tratar de reparar las situaciones que causaron esa separación para que puedan volver a una vida normal en el menor tiempo posible. No buscan logros imposibles, sino tratar de modificar positivamente la vida de los chicos.

"En algunas ocasiones es posible que vuelvan con sus familias. Es el trabajo más intenso que hacemos. Pero siempre tratamos de pensar la mejor estrategia para el bienestar de cada chico y a eso nos dedicamos, porque todos vienen con cuadros de abandono, maltrato y vulnerabilidad", expresa. Otra opción puede ser la adopción y para los adolescentes, la posibilidad de dejar el hogar con un proyecto de vida autónomo luego de cumplir la mayoría de edad.

"Cuando ingresa un chico lo primero que nos preguntamos es cómo va a salir. Nos preocupamos porque el tiempo de institucionalización sea lo más breve que se pueda. Con los recursos que tenemos tratamos de armar una estrategia, un plan a seguir con los chicos. No queremos que estén acá sólo pasando el tiempo", continúa.

En ese sentido, sus estadísticas son elocuentes: sólo el año último lograron nueve adopciones, otras tantas revinculaciones familiares y cuatro autovalidamientos, es decir, adolescentes que pudieron armar su proyecto de vida independiente. "Dos chicos que estuvieron mucho tiempo con nosotros, este año egresaron autónomamente. Se alquilaron un departamento, aunque vienen todos los días de visita", comenta y los justifica como si fueran hijos que acaban de independizarse.

Pero hasta que logran que alguna de estas opciones pueda concretarse, los hogares son el presente de los niños y jóvenes. "A pesar de ser una institución, intentamos que sea lo más parecido a una familia que se pueda. Con la dinámica de una casa y con algunos acuerdos mínimos para que funcione la convivencia. Tratamos de acompañarlos, de restituir los límites, que a veces son muy difusos porque nuestra población son chicos que muchas veces estuvieron en la calle o tienen alguna dificultad cognitiva", explica.

De todos modos, más allá de la contención emocional, también hay una fuerte dedicación a la escolaridad y a la salud. Sandra se encarga de buscar cuál es la mejor escuela para cada chico. "Trabajamos muy mancomunadamente con las escuelas porque muchas veces los chicos tienen escolaridades muy accidentadas y tenemos que buscar la mejor opción", asegura.

Equipo en red

Para que los hogares puedan cumplir su misión hay un trabajo en equipo no sólo con el personal y los voluntarios de la institución. "Necesitamos mucho de los demás y por eso trabajamos en red. Tratamos de articular mucho", afirma convencida Sandra, que todos los días busca recursos en otras organizaciones y estructuras públicas para poder ayudar a cada niño en su necesidad concreta.

"Tratamos de que los chicos también se relacionen con el afuera, con sus compañeros de escuela y amiguitos, que vayan a sus casas a merendar o vengan a hacer los deberes al hogar", prosigue Sandra en este intento para que puedan llevar una vida lo más parecida posible a la de cualquier otro.

Puertas adentro de la institución, además de un equipo técnico, compuesto por psicólogos, psiquiatras y asistentes sociales, hay otro convivencial, donde sus integrantes están todo el día junto a los chicos y aunque no viven con ellos, siempre en cada hogar hay dos adultos responsables, las 24 horas.

"Son la primera oreja que tiene el chico y los ayudan con los deberes de la escuela y con los hábitos, que muchas veces hay que recomponer porque no los tienen internalizados. Los convivientes son fundamentales porque son los más próximos a la crianza", asegura.

También hay muchos voluntarios, que desde hace mucho tiempo colaboran y ya son parte del equipo. "Cuando pensamos en ellos, también pensamos en ampliarle la red afectiva a los chicos. Si pueden contar en este mundo con personas con las que han construido un vínculo afectivo, en hora buena. Eso te queda, es para la vida."

Sandra muchas veces cumple esa función también. Ella charla con los chicos, los abraza, pero los reta también. Nunca sabe a qué hora llega o se va, pero aun así trata de diferenciarlo de su vida particular, donde hay una familia con dos hijos de 20 y 23 años que la esperan.

"Los límites son complicados, pero intentamos que sea un trabajo y eso hace que sea más sano. Nosotros lo que queremos es que el chico pueda salir, no que se quede. Si empezamos a mezclar los tantos se complica", sostiene, aunque reconoce que no siempre es fácil tener esa claridad.

"La primera vez que un chico se fue porque abandonaba el tratamiento se me vino el mundo abajo. Después fui aprendiendo que esos abandonos son parte de un proceso y que no siempre son definitivos. Cuando un chico se va en adopción también te da un poco de tristeza, pero la verdad es que la alegría de saber que va a ser criado en una familia supera ampliamente la tristeza. Yo creo que tenemos que aprender a soltar a tiempo. ¿Qué más queremos que se vayan con una familia? Si alguno de estos chicos logra tener una vida diferente, mi trabajo ya vale la pena", agrega.

Proyecciones

En este año que apenas comienza, los desafíos para los hogares de la Asociación Civil Pro Niños y Adolescentes son varios.

Como siempre, la idea es continuar intensificando su labor y para este año esperan poder llegar o superar el número de egresos exitosos logrados en 2012.

"Tenemos un par de egresos que ya están por concretarse", comenta entusiasmada Sandra, mientras hace números para ver si pueden irse unos días de vacaciones con los chicos en febrero antes de volver a la escuela y que algunos de ellos comiencen la secundaria.

También este año continuarán los múltiples talleres de arte y los de capacitación laboral, fundamentales para lograr que los chicos más grandes, que no pueden vincularse con una familia, puedan encarar el egreso autónomo.

Pero sobre todo seguirán con una costumbre que lograron afianzar en 2012: festejar todos los meses los cumpleaños con una fiesta. Desde el año último un grupo de voluntarios se encarga especialmente de que todos los meses haya una fiesta temática en la que se juntan todos los hogares, como en la mayoría de las actividades de recreación que realizan, para que los chicos puedan celebrar y pasar un buen momento.

Colaboraciones

Los hogares de Pronat’s necesitan de la colaboración de particulares para poder llevar a cabo su misión a diario.

Permanentemente necesitan alimentos secos, como harina, arroz, fideos, aceite y puré de tomates, además de leche larga vida y maternizada. También son necesarios artículos de limpieza (lavandina, detergente, jabón en polvo baja espuma, desinfectantes) y los de higiene personal como pañales, desodorante, dentífrico, cepillos de dientes, jabón de tocador, champú y crema de enjuague.

Por último, útiles escolares, ropa y calzado también son necesarios, sobre todo para los próximos meses cuando los chicos tengan que volver a clases.

Biografía

Sandra Dayan

Profesión : docente
ONG : Asociación Civil Pro Niños y Adolescentes
Página web : www.hogarbsas.org.ar
Área de acción : coordina tres hogares de niños y adolescentes que esperan volver con su familia o ser adoptados.

Estado de situación

19,2%

Con hambre

Esta es la cifra de niños de hasta 17 años que padece inseguridad alimentaria.
57%

En hogares por maltrato

Este es el porcentaje de menores de hasta 18 años que ingresa a hogares por motivos vinculados con la violencia, el maltrato o el abuso sexual.
43,5%

Déficit en salud

De los niños de hasta 17 años tiene déficit de cobertura de salud.
42%

Vive en situación de pobreza