Un tiburón a prueba de cualquier obstáculo
Este joven de 30 años tiene una lesión medular que impide el desarrollo muscular de las piernas; de chico le recomendaron que hiciera natación, sin saber que iba a participar en 4 Juegos Paralímpicos y vivir de esa disciplina
Con la modestia de aquellos que lucharon mucho por llegar lejos, a Ariel Quassi no le gusta reconocer que llegó a ser el número uno del ranking mundial. "Es muy circunstancial el tema del ranking, llegué a estar primero, pero fue por cosas de la vida, cuestiones sobre en qué tipo de torneos y en qué momento del año competís. Para mí, mi mejor puesto, el que mantuve en promedio, fue quinto, y en este momento estoy sexto."
Con su gran tórax, tan característico de los nadadores profesionales que pasan largas horas del día entrenando, Ariel Quassi recorre los pasillos de la sede del Club Atlético Independiente saludando a todos los que se lo cruzan. Es que él no sólo le ha traído al club cientos de medallas, sino que también es de esas personas que uno no puede evitar querer saludar. Es humilde, perseverante, exigente casi hasta la terquedad consigo mismo, es lo que muchos deportistas querrían llegar a ser: un ganador.
Ariel tiene una lesión medular, una discapacidad que afecta y atrofia principalmente los músculos voluntarios de las piernas, impidiendo que se desarrollen normalmente y no tengan mucha fuerza. "Es como que mi espina se angosta en un punto y se genera un cuello de botella donde no puede pasar bien toda la información", explica con simpleza. Sin embargo, no siempre se supo qué era lo que sucedía con sus piernas. "Cuando nací y empecé a crecer se dieron cuenta de que mis músculos no se estaban desarrollando bien, pero los médicos desconocían cuál era mi problema. Sabían que era alguna discapacidad, pero no podían diagnosticarla. Recién nos enteramos de qué era lo que tenía cuando a los 6 años mis papás me llevaron a Estados Unidos y después de unos estudios, los especialistas descubrieron que era una atrofia medular, aunque ya era tarde para saber cómo se había originado", recuerda Ariel.
Pese a que la medicina local no había podido dar en el clavo más temprano con la condición de Ariel, afortunadamente, los médicos argentinos le recomendaron a sus padres que estimularan el desarrollo de los músculos de su hijo llevándolo a una pileta y con clases de natación.
Así fue que, obedientes, Norma y Marcelo Quassi lo llevaron a la pileta del Club Don Bosco de Bernal, cuando tenía sólo 2 años. En ese club aprendió a nadar y se enamoró del deporte. "Desde los 7 hasta los 11 hice natación y competí en torneos promocionales con equipos convencionales. A los 11 me fui al Club Sporting de Wilde, donde comencé a entrenar con más continuidad, y dos años después me pasé al Club Mitre de Avellaneda, donde el entrenamiento era más intensivo. Si bien entrenaba con el grupo avanzado de los chicos sin discapacidades, con el mayor nivel de exigencia, en las competencias se empezaban a notar las diferencias en el rendimiento y ahí, a los 14, me propusieron participar en el movimiento paralímpico."
Para poder competir, antes hay que someterse a una evaluación donde se clasifica a los competidores por su nivel de capacidad motora. "Allí ven tu funcionabilidad motora y depende del valor que te dé la prueba física, te agrupan en el nivel en el que deberías estar, para que la competencia sea lo más pareja posible. Hay diez niveles, yo estoy en el nivel cinco", explica Ariel.
La propuesta surgió después de haber ingresado en el Club Mitre, gracias a un contacto de su entonces entrenador Gerardo Bonfanti, que tuvo que insistir un poco. "En 1997 hicimos la prueba y a los dos o tres meses me llamaron para un torneo nacional en San Jorge, Santa Fe. Llegué algo desorientado, pero así y todo me llevé cinco medallas, y me convocaron para la Copa América de ese mismo año. Ahí sí que de verdad no entendía nada", cuenta entre risas. Ariel corría con algo de ventaja: para ese momento, quienes competían en la disciplina, usualmente, nadaban como hobby, en sus tiempos libres. "Eran personas relativamente grandes, que se dedicaban a nadar y que además competían. Yo tenia 14 años, había hecho prácticamente todo el proceso de cualquier nadador y estaba entrenando con mucha continuidad." En aquella primera competencia alcanzó el primer puesto en 100 metros de pecho, el segundo puesto en los 100 metros de espalda y libre, los 50 metros libres y las postas 4 x 50 combinado, lo que fomentó que aparecieran más jóvenes que habían hecho el mismo proceso que él.
"Junto a mí aparecieron cuatro chicos más, entre ellos Guillermo Marro, un nadador de River que hoy es uno de mis mejores amigos y eso le trajo un gran atractivo al movimiento paralímpico argentino."
Tras el éxito ocurrido en Santa Fe, Ariel comenzó a entrenar a doble turno. Una mañana antes de ir al colegio, cuando llegó a la pileta del Club Mitre para entrenar como todos los días, se sorprendió al ver que había gente filmando con mucho interés a un evidente nadador aficionado. Lo que no sabía es que ese día su vida y su carrera profesional cambiarían para siempre. "Pregunté qué estaba pasando y me dijeron que estaban filmando un programa para el cable. Yo me metí en la pileta y empecé a entrenar con normalidad, y de a poco, el tipo al que estaban filmando se acercó a mí sin levantar la cabeza. Cuando llegó a mi lado, vi que se trataba de Julián Weich. Al principio no lo podía creer, no entendía qué estaba haciendo él ahí. Me explicó que alguien había mandado una carta (una profesora mía del secundario, Alejandra Rodoni, con quien permanezco en contacto) y que iban a pagarnos el viaje a mí y a siete chicos más que tampoco podían costear el viaje, para que pudiéramos ir a competir al Panamericano de México 99", recuerda con una sonrisa Ariel, y aclara: "Como no teníamos auspiciantes ni apoyo del gobierno, sin la ayuda de Sorpresa y ½ no hubiésemos podido ir".
Luego de una excelente performance en México, en noviembre del 99, se ubicó en el puesto número 8 del ranking mundial, y fue citado junto a su amigo Guillermo Marro para participar en los primeros Juegos Paralímpicos de su carrera, que se desarrollarían al año siguiente en Sydney. "Guille y yo éramos los más chicos de la disciplina, y para nosotros estar ahí era como estar en Disney. Todo era mágico, estábamos eufóricos y queríamos hablar y conocer a todos los deportistas que se nos cruzaban, pero al ser unos completos desconocidos en el ámbito del deporte mundial, nadie nos prestaba mucha atención", recuerda entre risas y vergüenza Ariel Quassi.
"Me tocó nadar el primer día de esos Juegos. Había 17 mil personas mirando en las tribunas, yo no sabia si reírme o llorar, era algo muy fuerte. A los 11 años le había dicho a mis compañeros del colegio que cuando fuese grande iba a ser nadador profesional, pero no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Y sin embargo ahí estaba, por competir delante de esas tribunas llenas de gente y las cámaras de televisión de todo el mundo. Era un sueño hecho realidad", sintetiza casi poéticamente Ariel.
Tras su buen desempeño en los Juegos Paralímpicos de 2000 en Sydney, Australia, Ariel viajó a Europa a correr y comenzó a despegar su carrera como nadador profesional. Logró el título de campeón del premundial 2001, finalista en el campeonato mundial de natación de 2002 y múltiple medallista panamericano en Mar del Plata 2003. A tan sólo un año de los siguientes Juegos Paralímpicos, los ojos del mundo y de la Argentina comenzaban a posarse en Ariel y su denodado esfuerzo. "Tuve que tomar una de las decisiones más importantes y drásticas de mi vida. Mi nivel era bueno, pero tenía que ir más allá si quería llegar a los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004; necesitaba entrenar con una infraestructura más profesional. Dejé el Club Mitre y a mi entrenador y amigo, Gerardo Bonfanti, para comenzar a entrenar en el Club Independiente y un equipo de profesionales formado por Edith Arraspide (mi entrenadora), Néstor Durán (preparador físico) y mi doctor, Enrique Pradal. Con este equipo, mi nivel de entrenamiento se volvió intensivo completamente."
Afortunadamente, los resultados no tardaron demasiado en hacerse notar y para el Mundial de Natación que se disputó en 2006 en Durban, Sudáfrica, fue finalista y consiguió el quinto puesto en el ranking mundial. Incluso un año más tarde logró mejorar ese lugar, alcanzando el cuarto puesto luego de romper un récord mundial en la modalidad de pecho en pileta corta.
Los últimos Juegos en los que participó hasta el momento fueron los que se realizaron en Londres 2012, a los que llegó cansado y no pudo ingresar en las finales (quedó noveno). "Decidí que mis objetivos los voy estableciendo al plazo de un año. Lo único que espero poder cumplir a largo plazo es poder participar de los Juegos Paraolímpicos de 2016, que son en Río de Janeiro, y va a ser la única posibilidad para que mi familia pueda verme competir en unos Juegos."
Cuando Ariel Quassi cuenta que a los 11 años miró a sus amigos a los ojos y les dijo casi con inocencia yo voy a vivir de la natación, uno le cree, ya que sólo se puede llegar tan lejos con determinación, pasión y entrega absoluta.
"Siento que tengo más para dar, pero me asusta que ese sentimiento (de tener más)no sea real, sino que sea mi auto exigencia, que me obliga seguir, y no me deje ver cuándo es el momento de retirarme decorosamente". Ariel es joven y ese miedo, ese bendito miedo, quizás sea lo que lo motive a ser mejor.
Corta biografía de una larga vida
Ariel Marcelo Quassi
Profesión: nadador profesional
ONG: Club Atlético Independiente
Edad: 30 años
Logros: participó en 4 Juegos Paralímpicos y tiene 199 medallas (141 oros- 34 platas-24 bronces) ganadas en sólo 14 años