Con una beca y una tutoría personalizada, el 83% de los chicos y chicas terminaron el colegio en la cantidad de años ideal; a nivel nacional, eso lo logra apenas el 13%; la mayoría de los estudiantes viven en barrios vulnerables y son los primeros de la familia en ir a la universidad
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¿Y si estudio arquitectura?”, le preguntó Iara Medina a su mamá hace un tiempo, después de varios encuentros con su tutora. En pocos días se graduará de Maestra Mayor de Obras en la Técnica N°1, de Ensenada, y se convertirá en la primera graduada de su familia que termina la escuela secundaria.
Pero Iara no llegará sola a recibir su diploma. Además de su familia, la acompañará Gabriela Muchenik, su tutora de la fundación Reciduca, como lo hizo durante los últimos dos años. “Yo me sentía un poco varada. ¿Será que no estoy preparada para estudiar y trabajar? ¿Me dará la cabeza?”, se preguntaba Iara en esos encuentros con su tutora, a quien le confió que nunca había pensado en seguir una carrera universitaria. “Gaby me alentó, me mostró las virtudes que tengo y me sacó el miedo”, añade.
Este plan de acompañamiento que da la fundación ocurre en los últimos dos años de la secundaria. Lo hacen a través de varios talleres que dan a contraturno en las escuelas, que eligen porque atienden a chicos y chicas que viven en contextos de extrema vulnerabilidad. Ese apoyo individualizado y grupal apunta a que no abandonen los estudios. Pero además se apuntala con un taller de desarrollo personal que les permite a los chicos y chicas sumar herramientas socioemocionales para proyectar su futuro y mejorar la forma de vincularse con los otros.
La primera de la familia en terminar la secundaria
Iara tiene cinco hermanos. Los tres mayores abandonaron la escuela y ella vive con su mamá y sus dos hermanos menores en una pequeña casa, muy cerca de la escuela. Iara comienza su día muy temprano y lo termina muy tarde. Después de desayunar unos mates con su mamá, ordena la casa, muchas veces prepara el almuerzo para ella y sus hermanos. Después, parten a la escuela. Las clases de ella terminan cerca de las 10 de la noche, “pero me esperan para cenar”, dice Iara emocionada.
“Mi mamá me impulsó mucho a ir a esta escuela porque quería que tuviera un título técnico para poder trabajar. Y la tutora me ayudó a confiar en mí y lograrlo”, dice Iara, resaltando el trabajo que Reciduca hace desde hace 21 años. En todo ese tiempo han apoyado con tutorías a unos 5000 jóvenes como ella, en 24 escuelas de 12 localidades del conurbano bonaerense y la ciudad de Buenos Aires.
De acuerdo a un relevamiento realizado por la fundación, el 82% de los alumnos que forman parte de sus programas, egresaron en tiempo y forma, a diferencia del 13% que registra en promedio en todo el país el último informe del Observatorio Argentinos por la Educación, de agosto de este año.
Para reforzar el trabajo de acompañamiento, el programa incluye una beca para que los estudiantes puedan costear gastos corrientes, como útiles, fotocopias o materiales de trabajo, o el pago de una línea de celular o comidas. También, hacen un curso de empleabilidad en donde, además de adquirir habilidades para una primera entrevista de trabajo y redactar su CV, reciben asesoramiento para administrar bien el dinero.
“Aprendí a desenvolverme”
Cristian Arias cursa con el mismo grupo de Iara y también se gradúa en estos días. Los talleres de desarrollo personal lo ayudaron mucho a superar su timidez y a contactarse con los demás: “Aprendí a desenvolverme bien en el aula, a preguntar más, a comunicarme mejor con mis compañeros y a respetar las opiniones de los otros”. Vive con su abuela y trabaja desde los 14 años. Fue repositor de supermercado, cuidador de ancianos y, cuando puede, busca nuevos ingresos: “Hice algunas changas, pero con los horarios de la escuela era complicado”, aclara.
Como Iara, Cristian también será el primer egresado de su familia y se inscribió en la Universidad Nacional de La Plata para estudiar Psicología. “Muchas veces hay una cuestión de mandato que está instalado culturalmente en una comunidad y, en el caso de esta escuela de Ensenada, es ingresar a las fuerzas de seguridad por la ilusión de una prosperidad económica”, explica Gabriela Muchenik, psicóloga y tutora de ambos. En el espacio de orientación vocacional, ella les abre opciones de carreras y muchos, aunque se entusiasman, optan por seguir con el plan de ingresar a la Prefectura o a la Policía.
Nicolás Federico es el Director Ejecutivo de la fundación y habla de lo que hace con mucho amor. Es licenciado en Comunicación, especializado en organizaciones sin fines de lucro, y le gusta trabajar en equipo, dejar espacios para que los demás sean autónomos. “La misión de la fundación es que no abandonen la escuela, Todo es un soporte para eso”, remarca desde el principio. Lo acompaña un consejo asesor educativo formado por profesionales de la educación retirados y en ejercicio.
El programa agrupa a 18 tutores de escuelas, 5 tutores universitarios y 5 terciarios, todos ellos profesionales que reciben una remuneración por su trabajo. Los tutores están liderados por coordinadoras pedagógicas con las cuales se reúnen semanalmente para compartir los resultados de sus prácticas y planificar las clases.
“Buscamos que cada tutor viva cerca de la zona de trabajo para que conozcan las poblaciones de estudiantes a las que acompañarán”, explica Federico. Las escuelas que acompaña Reciduca están en San Fernando, Malvinas Argentinas, Merlo, Ensenada, Morón, Pilar, San Miguel, Vicente López, Zárate, San Isidro, Morón y Ciudad de Buenos Aires. El 92% de los alumnos convocados elige participar del programa y el 86% de los 635 jóvenes que empezaron en 2022 lo terminaron este año.
“Hasta que no entro en tu clase, estoy en la calle”
“La transformación de la educación tiene que ver con crear un buen vínculo con los chicos porque así están más abiertos a aprender. Yo utilizo mucho el círculo de la palabra, los llamo por su nombre, les pregunto por sus vidas y eso los hace sentir mejor”, dice Carolina Panadeiros, tutora de Reciduca en la Técnica N°4, de San Martín.
Es profesora universitaria especializada en Ciencias y daba talleres de primeros auxilios en barrios populares. A pesar de esta experiencia, la conmueve mucho trabajar tan cerca de estudiantes que vienen de situaciones de extrema pobreza, problemas de depresión, consumos problemáticos y con mucha soledad. “Hasta que no entro en tu clase, estoy en la calle”, le dijo un alumno y ella decidió implementar verse un rato antes del encuentro en la escuela, hacer una merienda y quedarse un rato después. “Esto me sirvió para conocerlos mucho más y poder ayudarlos”, dice Panadeiros.
Mathías Ibarra asiente lo que dice su tutora en la escuela técnica de San Martín en donde se está graduando como técnico electromecánico. Ya se inscribió en la Universidad Tecnológica Nacional para la carrera de Ingeniería Mecánica, gracias a la confianza en sí mismo que le dieron en estos años. “Cuando Reciduca llegó a la escuela, dudé en inscribirme porque pensé que iba a ser mucha carga horaria, pero mi mamá me insistió porque veía que sería una oportunidad para desarrollar mis habilidades, tener un apoyo económico y conocer mejor a mis compañeros”, recuerda Mathías.
Vive en Loma Hermosa, con sus padres y un hermano. Como todos los demás estudiantes, valora mucho el proceso de desarrollo personal, en el que encontró herramientas para valorarse a sí mismo y a sus compañeros. “Este programa es distinto a los métodos tradicionales de enseñanza, busca que crezcamos y nos integremos entre todos, sin la necesidad de evaluarnos y condicionarnos con un número, para determinar quién es mejor”, añade Mathías.
Las tutorías potencian los aprendizajes
Como resultado de seis experiencias de tutorías, impulsadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Iberoamérica, el organismo publicó un estudio, cuyas conclusiones subrayan que los alumnos “no sólo recuperan los aprendizajes alcanzados, sino también la amistad, la cercanía y la relación educativa que se fortaleció en el tiempo compartido.”
“Las investigaciones demuestran que todos aquellos estudiantes que han pasado por tutorías mejoran en sus aprendizajes porque construyen una relación con sus tutores y ese vínculo colabora mucho”, señala Graciela Cappelletti, doctora en Educación y coautora del trabajo de investigación en el que también se destaca que “las tutorías ayudan a alcanzar buenas calificaciones, pero lo que mejora muchísimo el rendimiento de los estudiantes es aprender a organizar sus tareas y administrar sus tiempos”.
Karen Torres es una de las egresadas que aprovecha el programa Primer Empleo. Vive en José C. Paz y egresó en 2022 de la Técnica Nuestra Señora del Valle de Muñiz, de San Miguel. “En el taller de mi último año, aprendí a armar mi CV y estoy trabajando en una empresa con la que me contactó Reciduca. Ya estoy efectiva y cada vez que se cumple un mes, lo festejo con mis compañeros”, dice Karen y agrega que se inscribió en la Universidad de José C.Paz para estudiar Producción Audiovisual el año próximo.
“Me anoté para estudiar a la noche porque quiero hacer horario completo en el trabajo. Ya tengo analizado cómo haré y vi que llego justo con el colectivo que me deja a dos cuadras de la facultad”, dice entusiasmada y destaca que los talleres le dieron confianza en sí misma y valor para hacer cosas que no se animaba: “Hacían lo posible para que no nos bajemos de la beca, nos incentivaron mucho”.
Para llevar adelante este programa, la fundación reúne fondos de distintas fuentes que provienen de eventos propios, donantes particulares y servicios de reciclado que brindan a empresas. Pero el 46% provienen de donantes corporativos que sostienen financieramente las becas escolares y universitarias.
Los “estudiantes Reciduca”, como los llaman internamente en la fundación, se inscriben en el Programa Egresados y Empleos, con el apoyo financiero de varias empresas. En 2023, un total de 52 chicos recibieron una beca, que, además de un apoyo económico, es un incentivo para no abandonar los estudios, ya que una de las principales condiciones para recibirla es mantener la regularidad y aprobar dos o tres materias por cuatrimestre, de acuerdo a la carrera. Los estudiantes tienen encuentros mensuales con sus tutores a quienes les comparten sus logros y dificultades y reciben fuerte apoyo emocional de ellos cuando los resultados no son los esperados.
Un 58% de los egresados que participaron del programa de Reciduca se encuentra trabajando frente al 47% del promedio nacional, de acuerdo a un informe de la OCDE de noviembre de 2022. A su vez, 5 de cada 10 egresados Reciduca estudian una carrera universitaria o terciaria, mientras sólo el 41% de los jóvenes argentinos lo hacen, según se desprende del mismo informe.
“Tuve mi primer empleo gracias a este programa. Pero yo quería estudiar así que me inscribí para las becas universitarias y me acompañaron durante toda la carrera.”, dice Brenda Medán, de 25 años. Es una de los cinco graduados universitarios y terciarios que llegaron al final de la carrera acompañados por Reciduca. Se recibió de contadora en la UBA.
“La etapa de la pandemia fue la más difícil porque si no rendís bien dos materias por cuatrimestre, se te corta la beca. El tener a mi tutora me ayudaba mucho, más allá de lo académico, porque podía hablar de mi estado de ánimo y lo que pasaba en mi casa. Sin ella, no habría podido recibirme. Muchas veces sentía que no daba más”, dice Brenda.
Trabajó y estudió al mismo tiempo, porque “el dinero de la beca me alcanzaba para pagarme todo lo de la facultad y los costos de estudiar, pero yo me quería independizar”, agrega. El 29% de los becarios de Reciduca estudian y trabajan, algo que sólo alcanza al 13% de la población entre 16 y 24 años en Argentina, de acuerdo al informe de la OCDE. Brenda tiene una bebé de pocos meses, trabaja y ahora es “tutora par”, es decir, tutoras que acompañan a tutoras.
“Quiero devolverles un poco de lo que me dieron”, dice y agrega que le sirvió mucho que la guiaran cuando estaba en la facultad. “Cuando no venís de un hogar de profesionales, no sabés cómo manejarte por primera vez en una universidad: los exámenes, los profesores, las fotocopias. Todo es nuevo. Por eso, ahora yo ayudo a otras de acuerdo a mi experiencia”.
Hoy hay 52 jóvenes participando del programa de becas universitarias. En estos años, sólo el 6% ha llegado a concluir sus estudios universitarios. “Son pocos los egresados universitarios porque les cuesta un montón sostener la carrera, es complicado porque, en el medio, tienen que salir a trabajar”, explica Nicolás Federico.
Pero, año a año, son cada vez más los que se inscriben en las becas y los resultados se pueden apreciar a largo plazo, por la duración de las carreras. Las empresas donantes anunciaron que aumentarán sus cupos para 2024 porque apuestan cada vez más a este modelo de inclusión .
“Soy la primera y única profesional de la familia. Mi mamá es portera y terminó el secundario de grande. Mi papá es mecánico y sólo terminó el primario. Estar acompañada fue fundamental y yo voy a hacer lo mismo con los chicos que empiezan porque quiero que lleguen todos”.
Cómo colaborar
Hay varias formas de apoyar el programa de tutorías y becas de Reciduca:
- Empresas: apadrinar escuelas, ofrecer espacios para prácticas educativas, brindar capacitaciones para inserción laboral o contratar jóvenes a través del Servicio de Empleo.
- Donaciones: como padrino o madrina de un estudiante o colaborando directamente con la suma que puedas.
- Voluntarios: donando su tiempo y habilidades para acompañar la misión de la fundación.