Está en Escobar y aloja a 17 personas; Mercedes (101) retomó el secundario, Nélida (83) aprendió a escribir cartas, Graciana (93) estudia cocina y Elva (71) empezó a nadar; la mayoría de ellas llegaron porque sufrieron maltrato, no tenían un lugar para vivir o se encuentran absolutamente solas
- 8 minutos de lectura'
“¿Qué te queda pendiente?”, le preguntaron a Mercedes Fernández unos meses atrás. Con 101 años recién cumplidos, respondió: “Me gustaría terminar el secundario”. Elva, de 71 años, también tuvo que responder la misma pregunta: “Quiero volver a nadar”, dijo, “como lo hacía cuando era chica”. Nélida, de 83, pidió aprender a escribir. “Me encantaría poder mandarle una carta a mi familia”, contó y explicó que de niña tuvo que abandonar el colegio. Graciana, de 93, les habló de su amor por la cocina: “Me gustaría ser chef”.
Mercedes fue la primera a quien le hicieron esa pregunta y la primera a la que empezaron a cumplirle su sueño. Las cuatro viven en el hogar Eva Perón, gestionado por la Municipalidad de Escobar, donde desde este año se propusieron cumplirle un sueño, un deseo pendiente, a cada una de las 17 mujeres que viven en ese hogar para adultas mayores.
Hasta el año pasado y desde 2018, Mercedes deambuló por las calles de Escobar. No es que no tuviese dónde dormir, pero tras la muerte de su marido, prefirió la calle antes que una casa llena de recuerdos que la entristecían. Hasta que llegó al hogar, la hicieron sentir que importaba y la ayudaron a trabajar el duelo. Gracias a eso se permitió pensar en su presente y su futuro. “Acá volví a nacer y le encontré sentido a mi vida, me di cuenta de que no todo está perdido, sino que tenemos que encontrar personas que nos escuchen”, dice.
Las mujeres que viven en el hogar tienen entre 71 y 101 años y están ahí porque necesitan una red de contención tras vivir situaciones de mucha vulnerabilidad: perdieron familiares, sufrieron maltrato físico, necesitan cuidados especiales o no tienen un lugar para vivir. Como muchas de las mujeres que viven en el hogar, en Argentina uno de cada cuatro adultos mayores de 60 años vive en condiciones de pobreza. En el caso de las personas mayores de 75 años, se da en una de cada cinco. Los datos surgen de un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina y la Fundación Navarro Viola.
Dos de las artífices de la idea de cumplir el sueño de las mujeres son Noelia Alegre Pivar, directora del hogar, y Elizabeth Villanueva, la trabajadora social. Ellas decidieron sumar la escucha como una tarea central en el hogar: “Empezamos a escucharlas a ellas. Les pedimos que nos cuenten sus deseos más profundos. Y cuando nos ponemos a trabajar en que puedan cumplirlos intentamos demostrar que los adultos mayores son tan capaces de lograr lo que se proponen como cualquiera”, explica Noelia y cuenta que en el hogar, las mujeres están al cuidado de un equipo compuesto por enfermeros, psicólogos y nutricionistas, entre otros profesionales. También participan de talleres y van al cine.
“Al principio me costó mucho adaptarme”, reconoce Mercedes en referencia a que en varias oportunidades abandonó el hogar. Y continúa: “Pensaba que si entraba no me iban a dejar salir, pero nos manejamos con mucha libertad”.
“Este hogar cumple sueños. Hay muchas mujeres grandes acá y estamos muy bien”, asegura Mercedes. Cuando era muy jovencita y vivía en la ciudad santafesina de Venado Tuerto, tuvo dejar el secundario porque quedó embarazada. Al mismo tiempo, conoció a Antonio, con quien se mudó a Buenos Aires y compartió su vida hasta que falleció hace cinco años. Su única hija murió cuando tenía cuatro años a causa de una enfermedad.
Fue el dolor por la muerte de su marido lo que llevó a Mercedes a dejarlo todo: se fue de su casa, que un tiempo después fue ocupada por un grupo de personas. Ella pasaba el día caminando por las calles de Escobar y la noche el hospital local, el Enrique Erill, donde había fallecido su marido. En ese hospital fue donde le hablaron del hogar.
“Mercedes relegó mucho de su vida para dedicarse a su familia, así que cuando llegó, le preguntamos qué quería”, cuenta Noelia. Ahora, no solo asiste a la secundaria CENS 451 los lunes, martes y jueves, sino que también volvió a cantar tango, una pasión que había dejado cuando se casó. “Voy despacio pero para mí el sueño está cumplido: cantó y voy al colegio. Es volver a vivir”, asegura Mercedes.
“Había dejado de nadar hace 65 años”
En el hogar, las familias son un pilar fundamental: “Decimos que es un hogar y no un geriátrico porque la idea no es que las personas abandonen a sus adultas mayores acá, sino que mantengan el contacto frecuente y las hagan sentirse queridas y escuchadas”, indica Noelia.
Sin embargo, tienen algunas excepciones. Ese es el caso de Elva. “Llegó porque su vecina denunció que su sobrina la agredía e incluso se estaba quedando sin visión por los golpes que recibía”, recuerda la directora de la institución. Cuando le preguntaron sobre su vida antes y si había algo que deseaba hacer, no lo dudo: “Quiero volver a nadar”, respondió. A sus 22 años, cuando vivía en la provincia de Jujuy, tomaba clases de natación y competía.
“Tuve que dejar de hacerlo cuando conseguí un trabajo como empleada doméstica en Córdoba. Me fui sola, sin mi familia, y nunca pude retomar esas clases que amaba”, cuenta Elva, que hoy cobra la jubilación mínima, de 87 mil pesos más un bono de 37 mil, gracias a que su último empleador la ayudó a gestionarla.
Hoy va a nadar a la pileta municipal todos los martes. Noelia asegura que “no es la misma persona que ingresó porque hoy es mucho más feliz”.
“Pude escribir mi primera cartita”
Nélida lleva dos años en el hogar. Cuando llegó no sabía leer ni escribir. Como fue madre muy joven, nunca pudo ir al colegio. Ahora, con 83 años, decidió que quería aprender a hacerlo. “Quería escribirle una carta a Nicolás, mi nieto, para decirle lo mucho que lo quiero a él y a toda la familia”, explica. Después de varias clases con una maestra alfabetizadora, le escribió una primera “cartita” en la que le contó cómo vivía y que en el hogar la cuidaban mucho. “Nunca tuve la posibilidad de educarme y acá me la están dando. Lo que siempre quise era aprender, escribir me da mucha ilusión”, afirma.
Graciana, tiene 93 años y hace un año que llegó al hogar después de lo que describe como los “días más horribles” de su vida: sin familia y luego de que su marido falleciera, un grupo de personas le prometió que iba a ayudarla cuando en realidad solo querían cobrar el dinero que recibe por su jubilación. “Se quedaron con mis cosas y me tenían encerrada hasta que un día, pude escapar”, relata Graciana. Cuando huyó, un hombre en la calle la llevó con la policía.
“Al principio no le creían y pensaron que como era mayor estaba inventando o estaba confundida, por suerte intervino una trabajadora social que la ayudó a llegar acá”, cuenta Noelia.
Graciana siempre quiso cocinar y cuando le preguntaron cuál era su sueño pendiente ella respondió que quería ser “chef” y así, la ayudaron a que tomara clases de cocina. Hoy, todas las mañanas, se levanta con ganas de amasar. En sus clases aprendió a hacer tallarines y algo de pastelería, lo que la fascinó porque le recordó a su marido que era policía y cuando volvía de trabajar siempre le llevaba algo dulce. “Lamento que haya sido recién ahora pero estoy muy contenta de haber podido hacer lo que más quería. Siento que después de lo que sufrí, se me vuelve a reconocer como persona”, dice.
“Cuando hay una política pública que funciona y una red de contención, es posible que los adultos mayores adquieran herramientas para aportar bienestar y calidad de vida. Solo hay que encontrar la manera. Nosotros trabajamos para que ellas se sientan escuchadas. Y esperamos que esta idea se contagie a otros hogares”, explica Noelia.
Tanto Mercedes como Elva, Nélida y Graciana reconocen que sin el Hogar, en donde encontraron personas que las escucharon cuando nadie más lo hacía, no se sentirían así de felices y acompañadas. “Yo estuve en la calle y tuve muchas barreras, gente que me decía que estudiar era una tontería y que tenía otras cosas que resolver primero. Pero acá no me dicen que mis sueños son pavadas. Es importante que nos escuchen”, dice Mercedes.
Más información
- Para comunicarse con el el hogar Eva Perón, hay que llamar al 0348-4422653.