Un centro de estimulación temprana donde los chicos prematuros superan los diagnósticos médicos
"Lo importante es entender que un diagnóstico médico no es el punto final, sino un punto de partida. Siempre le digo a las madres: 'No hay que dar nada por sentado, hay que secarse las lágrimas y empezar'", asegura Cristina Exeni, directora de la organización Vivir y Amar con Esperanza (Vyace). Esta docente salteña de 55 años la fundó en 2001 con el objetivo de promover el desarrollo de niños, jóvenes y adultos con algún tipo de discapacidad, ya sea física o intelectual, en la localidad de Salvador Mazza, a pocos kilómetros de la frontera con Bolivia.
Vyace funciona como una escuela y centro de tratamiento, donde cerca de 76 personas, en su mayoría de entre tres meses y 18 años, participan diariamente y de forma gratuita de terapias alternativas y talleres con el fin de mejorar su calidad de vida y lograr una real inserción en la sociedad. Algunas de estas son fisioterapia, kinesiología, danza, música, cocina y oficios.
Con esto, se busca que estén permanentemente expuestos a diferentes estímulos, ya sea a través de sonidos, imágenes o sabores. "Los chicos con discapacidad tienen la misma capacidad de aprender que cualquier persona, solamente hay que usar otras herramientas de enseñanza", explica Cristina.
Cristina decidió crear Vyace a partir de su historia personal. Su hijo Alejandro, nació prematuro a los cinco meses, pesando tan solo 800 gramos y prácticamente sin retinas en los ojos. Los médicos le dijeron que tampoco iba a poder caminar ni hablar. En contra de estos pronósticos, al poco tiempo balbuceaba y daba sus primeros pasos. "Sin embargo, le quedaron secuelas neuronales que no le permitían ir a las escuelas convencionales. Hace 23 años la educación inclusiva era distinta. Prácticamente no existía", destaca la docente.
Decidida a no quedarse con los brazos cruzados y cambiar esta realidad, se reunió con amigas docentes y otras madres de la localidad cuyos hijos atravesaban dificultades similares para proponerles hacer una institución de educación inclusiva. De esa forma, en febrero de 2001 y rodeados de un contexto muy vulnerable, Vyace dio sus primeros pasos, reciclando el edificio abandonando donde solía estar el hospital del pueblo.
"Hacíamos malabares; Poníamos nuestras cosas, uno donaba una computadora, otro su escritorio. Los domingos vendíamos masitas, hacíamos rifas, tratábamos de conseguir padrinos. Si alguno tenía un amigo, familiar o conocido pintor o electricista, nos daba una mano", cuenta Exeni.
Finalmente, el consulado de Francia en Salta se interesó en el proyecto y los apoyó económicamente hasta 2004, cuando, gracias a la ley de prestaciones básicas, pudieron conseguir recursos para seguir brindado un servicio gratuito. Actualmente, tienen un convenio con Incluir Salud, sumada la ayuda de varios donantes.
Hoy Vyace cuenta con un equipo de 30 personas, profesionales y voluntarios, que trabajan para mejorar la calidad de vida de sus "alumnos". "Yo los llamo así porque no los veo como pacientes, sino como personas a las que ayudamos a progresar", sostiene.
Cecilia Cuellar, mamá de Sebastián, uno de los alumnos de Cristina, recuerda que los médicos no le dieron un buen pronóstico sobre la futura vida de su hijo prematuro. "Me dijeron que no iba a caminar, escuchar, ver o hablar. Pero lo trajimos desde chico a la familia Vyace y el progreso es enorme. Tiene todo acá, fonoaudióloga, neurólogo y traumatólogo. Y el psicólogo me ayuda a mí", aclara riendo Cecilia.
Cristina cuenta orgullosa que mucho de sus alumnos que recibieron estimulación temprana, pudieron estudiar en escuelas convencionales. "Otros lamentablemente no pueden, pero a ellos les enseñamos diferentes oficios, para que el día de mañana puedan trabajar y ser independientes", agrega.
Desde Vyace se hace hincapié en las virtudes que tienen todas las personas, sin importar las condiciones con las que hayan nacido. "No hay que mirarlos con lástima ni sacar juicios finales. Uno tiene que darse cuenta que tienen limitaciones, pero al mismo tiempo un potencial enorme", afirma Cristina. Luego, concluye: "Mi hijo Alejandro, hoy con 23, me enseñó a mirar con el corazón. Y mis otros 75 hijos nos empujan día a día a abrir este espacio para que tengan un futuro mejor".
Cómo colaborar:
- Antes de retomar las clases, Vyace necesita útiles escolares, mesas y sillas para sus aulas e instrumentos musicales. Si querés ayudar a Cristina, escribile a un mail a: crisexeni@hotmail.com