Trabajó informalmente como costurera desde que iba al secundario y una oportunidad le cambió la vida: “Alguien confió en mí”
Cuanto tenía 13 años, Liliana Barrera volvía de la escuela y se ponía a coser junto a su madre; desde entonces, siempre se dedicó al rubro; un microcrédito le permitió cumplir el sueño de tener su propia marca
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Liliana Barrera tiene 54 años y se dedica a la costura hace tanto tiempo que ya no necesita usar moldes para cortar la tela. Nacida y criada en Ricardo Rojas, en un barrio vulnerable de Tigre, empezó a trabajar en el taller de su madre –que luego heredó– cuando era adolescente. Sin embargo, no fue hasta 2011 que, gracias a un microcrédito que le financió una ONG, pudo cumplir el sueño de tener su propia marca de ropa: Amasol.
Al entrar a su taller, llaman la atención tres maniquíes con vestidos de fiesta hechos por Liliana. Uno es verde y el otro tan blanco que parece un vestido de novia. El último tiene unas flores cosidas en la parte superior que son del mismo tono de rosa del vestido, y que Liliana enseña a hacer en los cursos que da. Son para sus hijas: Agustina (30), Máxima (18) y Sol (15), las tres mujeres detrás del nombre de su emprendimiento.
“Descansás un ratito y después a trabajar”, le decía su madre a Liliana cuando volvía del secundario, desde los 13 años. En esa época, tenía un taller que funcionaba como un negocio familiar. Ella la ayudaba a confeccionar los pedidos y su papá realizaba las entregas. Ya más afianzada en el oficio, su madre empezó a derivarle trabajos particulares y, años más tarde, finalmente heredó el taller. Sin embargo, ser tallerista y venderles ropa al por mayor a feriantes y fabricantes no la llenaba: quería algo más, algo que tuviera su impronta y donde pudiera desplegar su propia creatividad.
En 2011, Liliana recibió el empujón financiero y emocional que necesitaba para poner un emprendimiento de accesorios, una idea que hace tiempo venía dando vueltas en su cabeza. A través del programa “Emprende” de la ONG Mujeres 2000, accedió a un microcrédito a una tasa accesible que le permitió comprar los insumos necesarios para lanzar su negocio de fabricación y venta de accesorios.
“El crédito fue más que solo la plata. Significó que alguien confió en mí, y que iba a poder demostrar de lo que era capaz. Yo quería tener mi propia marca para que reconocieran mi trabajo y mi esfuerzo. Ahora soy mi propia jefa y puedo mantener mi casa”, cuenta emocionada.
Liliana ya emplea a otra mujer del barrio, se ilusiona con dar más oportunidades y además trabaja en conjunto con una exalumna que se dedica a la sublimación. Si bien arrancó fabricando accesorios, ahora hace ropa deportiva para colegios parroquiales, clubes y empresas, y confecciona vestidos de 15 a pedido.
Las mujeres, con menos acceso a créditos
Según datos del BID, las mujeres tienen menos acceso al financiamiento. Un informe de mayo de 2020 indica que en Argentina solo el 20,5% de las empresas lideradas por mujeres utiliza créditos bancarios para financiar su inversión, mientras que en las lideradas por hombres el número asciende a 42,9%. En el caso de Liliana, quien nunca tuvo un trabajo formal ni fue cliente de algún banco, acercarse a uno a pedir un crédito ni siquiera se le presentó como una opción. “Ni a mí ni a ninguna mujer del barrio”, aclara.
Como parte del programa, la costurera tuvo que realizar un curso sobre gestión de emprendimientos. “Qué importante era para nosotras (las alumnas del curso) el diploma de cuando terminábamos. Es hermoso tener un reconocimiento de que terminaste algo”, expresa orgullosa Liliana, que tiene su certificado exhibido en un mueble de su taller.
Y es que resalta un problema que tienen muchas mujeres: no poder comprometerse a largo plazo por tener que cuidar a sus hijos. Es por eso que en sus cursos, lo primero que les enseña a sus alumnas es a usar la máquina de coser: “En cualquier curso de modista las primeras clases las dedican a hacer moldes. Pero mi idea es que aprendan a usar la máquina. Así, en caso de no poder continuar el curso, tienen la posibilidad de entrar a trabajar a algún taller”.
“Las familias de los barrios populares, y particularmente las mujeres, no pueden acceder a créditos bancarios porque les piden un montón de requisitos, como un trabajo en blanco, con los que no pueden cumplir. Mediante los microcréditos, las emprendedoras pueden acceder a un crédito de un monto menor al que le ofrecerían en un banco, pero con una tasa de interés y requisitos accesibles”, explica Belén Burgstaller, directora ejecutiva de Mujeres 2000.
“Me gusta empoderar a las mujeres”
“Lo que más disfruto es dar clases. Me gusta enseñar lo que aprendí porque es algo que me nace. Es lindo ver que algunas alumnas crecen hasta más que yo”, revela Liliana. En 2017, fue beneficiaria de otro programa de la ONG, “Familias en obra”. Esa vez, accedió a un crédito que usó para remodelar la casa de su madre, que había muerto hace poco, para convertirla en un espacio en el que, junto con otras mujeres, daban cursos de costura, estética y hasta repostería.
“En realidad, lo que más me gusta es empoderar mujeres, animarlas a que emprendan. Tener un negocio propio te permite tener tu propia plata y también poder combinar mejor el trabajo con la crianza de tus hijos, para no tener que descuidar por completo ninguna”, explica la emprendedora. Si bien tuvo que cerrar su pequeño centro de formación por la pandemia, hoy sigue dando cursos de costura en su taller, coordinados y financiados (a través de una empresa) por la misma organización.
Para Liliana, el mayor desafío a la hora de emprender es el de ser capaz de ponerle valor al propio trabajo. Es por eso que destaca el potencial que tienen las comunidades de mujeres para apoyarse mutuamente: “A veces cuando una tiene la autoestima baja es difícil ponerle al producto un precio que refleje el esfuerzo realizado. Por eso, intento inculcarles a mis alumnas que se den valor a ellas mismas, convencerlas de que nosotras podemos progresar y de que no tenemos por qué depender de alguien”.
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Mujeres 2000 es una ONG que trabaja en barrios vulnerables de la zona norte del Gran Buenos Aires, impulsando iniciativas propias de mujeres, jóvenes y familias que favorezcan el desarrollo de su potencial.
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