Trabajo infantil y pandemia: preocupa el impacto en los adolescentes
Marcelo tiene 15 años y vive en Lomas del Mirador. Antes de la pandemia y a pesar de ser menor de edad, ya trabajaba: hacía deliverys de pizzas y empanadas con su bicicleta. Desde que se declaró el aislamiento obligatorio sumó responsabilidades y su continuidad escolar pende de un hilo. Cuando su mamá se va a trabajar tiene que cuidar a sus dos hermanitos, no tiene tiempo para hacer la tarea ni estar con sus amigos. En el Día Mundial contra el Trabajo Infantil los especialistas advierten que, en la Argentina, el aumento del trabajo adolescente urbano puede ser una de las principales consecuencias de la crisis por la emergencia sanitaria.
Son miles los chicos y las chicas que todos los días realizan en sus hogares actividades como limpiar, lavar, planchar, hacer la comida, cuidar hermanos y hacer compras, juntar agua o buscar leña; o que se desempeñan como empleado o aprendiz en distintos rubros. Desde la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), alertan que esta práctica no solo no disminuyó en cuarentena (por enfocarse, en muchos casos, en rubros esenciales como la industria de los alimentos), sino que corre el riesgo de recrudecerse por el impacto económico.
En 2019, el 14,7% de los niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años que viven en zonas urbanas, realizaban trabajos domésticos intensivos o actividades económicas. Pero si se pone la lupa en los adolescentes, el porcentaje de aquellos con algún tipo de trabajo trepa al 28,7% (mientras que en los niños y niñas es de 8,3%). En todos los casos, se vulneran derechos elementales como al estudio, a descansar de forma adecuada o a jugar; y, en muchos, se pone en riesgo su salud. Los números se desprenden del informe "Condiciones de vida de las infancias prepandemia Covid-19. Evolución de las privaciones de derechos 2010-2019", que el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA al que LA NACION accedió en exclusiva.
Ianina Tuñón, investigadora responsable del ODSA, sostiene que un fenómeno que se dio hace un año atrás y que es "altamente probable" que en este contexto se profundice es "la incorporación de los chicos de los sectores medios que durante la crisis en el gobierno anterior se sumaron al mundo del trabajo, ayudando a sus padres en comercios o emprendimientos familiares". Ese aumento podría darse, según la especialista, de forma más probable que en los sectores más marginados.
Según detalla, son chicos de sectores medios que en general entran y salen del mercado de trabajo, que tienen mucha movilidad. Sin embargo, las estadísticas muestran que muchos, en momentos de crisis, ingresan como mano de obra secundaria a trabajos con sus propios padres.
Es muy probable que, por la crisis actual, más chicos de los sectores medios comiencen a trabajar
Así lo muestran las cifras de la evolución de los últimos años. Mientras que en 2017, el 10,4% de los chicos, chicas y adolescentes de clase media trabajaban; en 2018, el porcentaje subió a 18,5% y el año pasado bajó al 13,4%. "Es probable que volvamos a ver ese fenómeno de aumento. Los sectores medios van a tener que salir a defender lo que tienen y probablemente lo hagan con mano secundaria de sus propios hogares, como la de los niños y las mujeres", sostiene Tuñón.
El trabajo infantil tiene una tolerancia social alta. Está nauralizado e invisibilizado
Por otra parte, Gustavo Ponce, especialista en trabajo infantil y forzoso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en la Argentina, alerta acerca de cómo, en general, el trabajo infantil "tiene una tolerancia social muy alta". Y ejemplifica: "Si vos tenés una persona trabajando en el campo y su hijo está arriba del tractor, te va a decir que no está trabajando, sino que está colaborando con el hogar, lo mismo si la mayor de sus hijas le prepara todos los días la comida a los hermanos. Está naturalizado, invisibilizado. Eso nos preocupa porque no se puede cambiar algo que no se ve como un problema".
Vinculadas a esas valoraciones positivas, enfatiza que hay mitos como la creencia de que el trabajo infantil aleja a los chicos de las drogas e inculca una cultura de la responsabilidad. "La evidencia muestra todo lo contrario. Los chicos que ingresan tempranamente al mercado laboral lo que tienen es una dificultad grande en su trayectoria escolar, un impacto negativo en su salud y en otros derechos", resume Ponce.
Sin pausa
Bajo la campaña "El mundo se detuvo, el trabajo infantil y adolescente no", la Conaeti busca visibilizar una realidad que no logró frenar ni la pandemia. Martín De Nicola, coordinador de este organismo, explica que consideran trabajo infantil a aquel que involucra a niños y niñas de entre 5 y 15 años, mientras entre los 16 y 17 es trabajo adolescente, permitido por la legislación argentina siempre y cuando sea con condiciones de protección que en muchísimos casos no se respetan.
En este sentido, los ministerios de Desarrollo Social de la Nación y de Trabajo junto con la Senaf y las principales confederaciones laborales del país firmaron ayer a la tarde un acta compromiso que busca promover la erradicación del trabajo infantil y la protección del trabajo adolescente, sobre todo "pensando en atenuar el impacto del Covid-19 sobre la familia trabajadora".
De Nicola no duda acerca del posible impacto que tendrá la crisis en los sectores más vulnerables respecto al trabajo infantil y adolescente no protegido. "Ambos están muy ligados a las condiciones de vulnerabilidad y el contexto del coronavirus genera más vulnerabilidad", subraya.
Lo que hay que tener en cuenta, entre otras cuestiones, es la carga psicológica, la responsabilidad que se le asigna a estos chicos y chicas que por su edad no puede procesar
Por otro lado, considera que las tareas domésticas intensivas se encuentran entre las más invisibilizadas. "Lo que hay que tener en cuenta, entre otras cuestiones, es la carga psicológica, la responsabilidad que se le asigna a estos chicos y chicas que por su edad no puede procesar", apunta el responsable de la Conaeti. Y aclara: "No hablamos de niños que ayudan a poner la mesa antes de cenar, sino que, por ejemplo, le cocinan todos los días al abuelo o sus hermanitos y que de ellos depende que la comida esté preparada".
Respecto al impacto del trabajo infantil en la trayectoria escolar de los adolescentes, las cifras evidencian que es enorme. Tuñón explica que mientras que en ese grupo etáreo el 34% suele tener déficit educativo (no va a la escuela o presenta sobreedad), en el caso de quienes trabajan el porcentaje sube a 43%. "No necesariamente el trabajo infantil hace que los chicos dejen la escuela, sino que también pasa al revés. Los dos procesos se dan de manera conjunta", señala la especialista. Respecto al contexto actual, agrega: "La cuarentena va a desalentar que muchos adolescentes pobres vuelvan a la secundaria. Puede ser que inicialmente salgan a acompañar a los padres en los trabajos más precarios, como los changarines, pero hay que ver cuánto se sostiene".
La familia de Marcelo es monoparental y de clase media trabajadora. Va a 4º año del secundario en una escuela pública y, ahora, con la educación a distancia entrega los trabajos a destiempo y se conecta a clases cuando puede. No es que no quiera. No tiene tiempo. El año pasado, el joven estuvo a punto de dejar la escuela, pero sus docentes lo sostuvieron para que pudiera pasar de año. Cuando en marzo empezó a trabajar más tiempo, sus horarios se ajustaron. Además, con la cuarentena se incrementaron sus responsabilidades hogareñas, con sus hermanitos las 24 horas en la casa. "A veces me parece que tengo bastantes responsabilidades", admite Marcelo, sin dimensionar del todo su peso.
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