Hasta hace diez meses, María Eugenia Contreras no tenía voz. Solo seguía las instrucciones que le daban en un sinfín de días rutinarios. Hoy tiene sueños chicos y grandes. Entre los chicos está juntar plata vendiendo pulseras o pan rallado en el barrio para comprarse un celular y un parlante para escuchar los grandes éxitos de Sandro, su ídolo. Pero cuando sueña en grande se imagina viajando algún día a Disney para conocer a Mickey o siendo jugadora titular de fútbol en River.
"Acá estoy mejor", dice Eugenia, mientras se acomoda un mechón de pelo fucsia, que combina con sus uñas pintadas de violeta. Tiene 20 años y una discapacidad intelectual leve, y está sentada en su cama entre peluches en Neuquén capital. Su felicidad es bastante reciente. Tuvo que sobreponerse a un toda una vida de violencia, abandonos y una vulneración total de derechos.
Su infancia estuvo cargada de gritos, golpes y neglicencias por parte de sus padres, y de reiteradas visitas al hospital. Su mamá tiene una discapacidad intelectual profunda y su papá abusaba de ella –, lo que hizo que terminara a los 14 años en un hogar. Ahí tampoco la pasó bien porque se convirtió en el saco de los golpes de algunas de sus compañeras.
Recién en noviembre de 2018, la provincia logró armar un dispositivo que permite que Eugenia viva en un departamento con los apoyos que necesita (seis acompañantes se turnan para que nunca esté sola). Gracias a una articulación positiva entre el Estado, el sector social y una red de personas que la hicieron parte de su familia y la cuidan, logró tener su lugar, ganar en autonomía y aprender algo nuevo todos los días.
Su historia de superación es el sexto capítulo de Redes Invisibles, un proyecto que busca mostrar la importancia de que personas e instituciones superen los prejuicios y sirvan de apoyo para que los jóvenes de menos recursos puedan salir adelante.
"En su caso tener una red de apoyo es lo que le permite seguir soñando. Conozco otras situaciones en donde la familia no está y ahí nos replanteamos en donde estuvo el Estado, la escuela, el club y la Iglesia para llegar hasta ahí. Cada persona que está en un hogar es una deuda social que muestra que todo falló", sintetiza Daniela Carrera, presidenta de Neuquen Deporte y Discapacidad (Neu.De.Dis).
Eugenia rompe todos lo prejuicios sociales de la discapacidad. Que son "pobrecitos", que "no pueden estudiar", que "nunca van a poder vivir solos". Su recorrido demuestra que la autonomía es algo que se va tallando a la medida de cada persona con discapacidad y que es necesario trabajar en su inclusión educativa y laboral para que puedan vivir plenamente e insertarse en la sociedad.
Todo lo hace con pasión desenfrenada: baila cumbia hasta el cansancio, canta sus temas favoritos a los gritos, abraza con fuerza y le encanta ser arquera cuando juega al fútbol. "Mis programas preferidos en la tele son la Doctora Juguetes y Topa", dice. Pero hoy también tiene proyectos, aprendió a ocuparse de su higiene personal, de las tareas de limpieza de su casa y se anima a ir a comprar sola al kiosco de la equina.
No quiere hablar de su infancia ni de por qué la Justicia decidió que lo mejor para ella era arrancarla de los brazos de sus padres y mandarla, a ella y a su hermano Esteban, a un hogar de menores. Rara vez la mandaban a la escuela y su mamá nunca pudo cuidarla. Era una huérfana en vida. "No tengo papá", dice Eugenia, tomando la decisión de borrar en vida a ese hombre que tanto mal le hizo. Actualmente su mamá también vive con una acompañante, y se encuentran cada quince días en un shopping a almorzar. A Esteban, nunca lo volvió a ver.
No hay testigos de cuán desgarrador tuvieron que ser sus primeros años de vida para que Eugenia llegara al hogar en tal grado de abandono. "Me comentaron que cuando ella llegó era como un animalito, que no sabía hablar y se manejaba en cuatro patas", explica Mariela Parada, una de sus acompañantes que conoció a Eugenia en el Hogar Amancay.
En el hogar Eugenia fue adquiriendo algunas rutinas, a pararse derecha y empezó a vincularse con otros. Pero este ámbito también significaría una amenaza para ella: al ser la única adolescente con discapacidad las otras chicas la ignoraban, se aprovechaban de ella y le hacían bullying. Vivía apagada. "En el hogar no hacía nada, me la pasaba mirando tele. En general las chicas me querían pero a veces algunas no y me pegaban, me robaban las cosas y ponían la música fuerte para dormir", cuenta Eugenia.
Muchas de sus compañeras de hogar eran adolescentes que habían estado en situación de calle, que habían tenido vivencias difíciles y con situaciones económicas complicadas. Y Eugenia estaba metida en medio de ellas, con un discapacidad intelectual. "Ella es una chica buena, no sabe pelear y sufría golpes de las otras chicas. Le costaba expresarse, cuando opinaba de algo le decían "vos no sabés hablar" y ella se sentía rechazada, inhibida", explica Parada.
En Amancay – además de a Mariela - también conoció a María Oliva – "la Tía Mari" – que en ese momento se ocupaba de las tareas de la cocina. Por cuestiones personales, enseguida empatizó con ella. "Mi hija también era especial y la perdí hace 7 años. Por eso yo empecé a trabajar, llegué al hogar y estaba Eugenia que usaba la misma traffic e iba a la misma escuela que mi hija. Y tenía que ser", resume Oliva. Hoy, Eugenia es parte de su familia, pasa las fiestas con ellos, algunas vacaciones y tiene un cuarto para ella en su casa.
Eugenia es una explosión de alegría que contagia a cualquiera que esté cerca y también una esponja que absorbe todo el cariño que puede. Para Parada, ella en el fondo siempre está buscando una nueva familia. "Ella se apega a las personas. Siempre está buscando una mamá, un papá o un hermano. Si vos le brindás un espacio en tu casa, enseguida te asigna un rol familiar. La escuchás hablar y ella quiere que Marcos sea su papá y Mari es algo que ella adora", agrega.
Marcos Montero, su mujer Doris y sus hijos son otro eslabón en la vida de Eugenia. La conocieron por casualidad cuando todavía estaba en el hogar, mientras Doris estuvo internada por un ACV en Neuquén y nunca más perdieron contacto. "Hablar de familia es algo muy grande y chico a la vez, porque solamente uno sabe lo que pasa en ese círculo. Y dentro de ese núcleo está Eugenia, a la que mi hijo Facundo llama su "hermana perdida". A mí me dice papá. Es algo hermoso porque sin quererlo tenemos una hija más. Nosotros siempre quisimos tener una nena más con mi señora. Luego de su ACV no pudimos y fue como que llegó ella y fue algo hermoso", explica Montero.
Su hijo Facundo tiene síndrome de Asperger y gracias a la experiencia de su crianza, desarrollaron más herramientas para vincularse con Eugenia. "Como vivimos a 100 kilómetros de distancia, casi todas las noches hacemos videollamadas y cada vez que podemos vamos a visitarla", agrega Montero.
Es muy sociable, divertida, le encanta ser el centro de atención y es muy cariñosa con los demás. "Tiene una mirada limpia, acompaña a sus compañeros en las actividades y es apoyo de quien lo necesite". Así la describe Carrera. Neu.De.Dis. es una organización que tiene como objetivo el deporte y la recreación para las personas con discapacidad y que lucha por remover barreras de acceso para la inclusión. Desde hace cuantro años, Eugenia va todas las tardes a practiar diferentes deportes, hacer huerta y participar de diferentes talleres de autonomía.
"La mayoría de los chicos que vienen acá tienen sobreedad en la escuela. Y nos encontramos con una franja muy grande de personas con discapacidad que nunca tuvieron acceso a conocimientos y eso hace que las puertas al trabajo las tengan completamente cerradas", reflexiona Carrera.
Una vez que Eugenia cumplió los 18 años ya no podía vivir en el hogar. Y la Dirección General de Discapacidad y Atención Especial del Ministerio de Desarrollo Social de Neuquén se vio con el enorme desafío de pensar una externación - personalizada y que potenciara su independencia - con la limitante de que no cobra una pensión por discapacidad ni tiene obra social. Recién lo consiguieron casi a sus 20 años.
"Eugenia no tenía ningún familiar que se pudiera hacer cargo de ella. Y no le daban la pensión porque su mamá ya cobra una. Entonces nuestra interveción fue armar un dispositivo que consta de un lugar para que ella viva sola y apoyos externos como acompañantes. Tardamos un año en conseguir el pedido de aportes para el alquiler, el lugar y después acondicionarlo", explica Lorena Santos, que trabaja en el organismo.
Todas las personas de su entorno colaboraron para poner a punto el departamento. El marido de Mari le llevó algunos muebles, Facundo le regaló una computadora y las acompañantes aportaron lo suyo. La rutina de Eugenia consiste en ir todas las mañanas a la escuela y las tardes a Neu.De.Dis. Los fines de semana, descansa o aprovecha para ir a algún cumpleaños de sus amigos.
Siempre cuenta con una acompañante que la supervisa y le enseña cómo es vivir sola. En la cocina de la casa hay una pizarra con el calendario de actividades y logros que Euge va consiguiendo, que se coronan con un sticker de carita contenta. "Antes le costaba mucho adquirir rutinas y ahora ella le dice a sus apoyos que se tiene que lavar los dientes. Se ocupa de limpiar el cuarto, el baño y la cocina", cuenta Santos.
Lo que Eugenia necesitaba era una oportunidad, un grupo de personas que apostaran a sus capacidades y que le permitieran florecer. "Acá estoy mejor", resume Eugenia, mientras corta lonjas de queso mantecoso para poner sobre la pizza. Cuando vuelve de comprar sola el jamón que faltaba en el kiosco de la esquina, agrega: "Me puse contenta cuando me dijeron que me iba a ir del hogar. Ahora aprendí a hacer cosas solas. Ayudo a hacer la limpieza, a barrer, hago mi cama. Lo que no me gusta es limpiar la escalera", dice entre risas.
En muy poco tiempo, el salto en su desarrollo fue enorme. Pasó de ser una chica que se ponía las zapatillas al revés o las calzas con la etiqueta para afuera, como los nenes chiquitos, a elegir su ropa, cambiarse sola y tomar decisiones.
Es otra persona. Porque ahora se planta, sabe qué es lo que quiere y lo que no quiere, por dónde debe ir. En el hogar no podía opinar ni ver televisión ni usar la computadora. No tenía derechos y hoy puede ejercer todos sus derechos", dice Santos emocionada. Parada agrega: "Nosotras apostamos a que iba a cambiar y a que podía dar este vuelco".
Los próximos desafíos son que aprenda a usar la cocina y el horno, los nombres de las calles y a cruzar sola, los números para poder manejar plata y a diferenciar las semanas de los meses. Este año egresa del colegio especial y la idea es que a futuro pueda desarrollar alguna actividad laboral.
"Antes era un plantita prácticamente. Si ella evolucionó tanto en tan poco tiempo, yo pienso que con el tiempo quizás pueda vivir sola. Depende de ella, de que se siga estimulando y que siga con la misma seguridad y coraje. Ella se siente recontenta de saber que su esfuerzo tuvo sus frutos", aporta Natalia Zárate, la coordinadora del grupo de acompañantes de Eugenia.
Para Carrera, el gran proyecto de Eugenia es pensar en su futuro y que tenga herramientas para soñar qué quiere hacer y poder brindárselas. "Algún día sería muy lindo que ella pueda vivir sola sin acompañantes. Estamos formando redes que ayudan no solo a que Eugenia puedan acceder a esto, sino otros chicos también", refuerza Santos.
Mirian Nicotra, directora de Tayil, la escuela especial a la que asiste, se ilusiona con que algún día Eugenia pueda trabajar, por ejemplo, como auxiliar de peluquería. "Ella no tiene techo. Uno se sorprende constantemente con lo que pueden hacer estos chicos", concluye.
SUMATE A REDES INVISIBLES
Necesidades para Eugenia
Si bien Eugenia vive de manera comfortable en su departamento, necesita algunos electrodomésticos y muebles (plancha, pava eléctrica, lavarropas, estufa eléctrica, cómoda, micro-ondas y banquetas) para poder terminar de acondicionarlo. Además, le gustaría poder conseguir un celular y un parlante para poder escuchar música. Las personas que quieran aportar para estos gastos, pueden comunicarse con Natalia Zárate al (+54)9299-457-4474.
Neu.De.Dis
Si querés que otros chicos como Eugenia puedan tener más oportunidades deportivas y laborales, sumate a Neu.De.Dis como padrino o como voluntario. Para más información podés comunicarte con Daniela Carrera al (+54)9299-507-2973.