Testimonio: “A los padres nos cuesta decir: mi hijo tiene un problema de salud mental”
La madre de una joven con depresión cuenta los desafíos que deben atravesar las familias y las personas que tienen problemáticas de salud mental frente a los prejuicios y la falta de redes de contención
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“Te tengo que contar algo: tu hija se lastima los brazos”. A Patricia la noticia le llegó de la mano de una mamá del colegio y fue la dolorosa confirmación de que el padecimiento psíquico de Abril, su hija de entonces 15 años, se estaba agudizando. Los síntomas habían empezado varios años antes, primero con manifestaciones físicas sin causa aparente, como episodios de asma o gastritis agudas. “Todo empezó despacito. Con la adolescencia, comenzó a tener estados más vulnerables, contestaciones a los gritos, mucho encierro, cambios muy bruscos en los estados de ánimo. Me acuerdo que la música que escuchaba era toda triste”, reconstruye hoy Patricia, una profesional de 53 años, haciendo hincapié en ese detalle que describe la angustia que atravesaban como familia. “Cuando Abril estaba en su peor momento, nosotros sentíamos que nos moríamos como familia: no se festejaba nada, no se escuchaba música, nos estábamos secando”, resume.
Cuando aparecieron las autolesiones, Abril reforzó la terapia que ya venía haciendo y comenzó a ir dos veces por semana. Sin embargo, Patricia sentía que la situación se le empezaba a ir de las manos. “Cuando me dijo ‘no quiero vivir más’ a las dos de la tarde de un día de verano, el mejor consejo que me dio nuestra actual psiquiatra fue: ‘Llevala a una guardia’. De ahí, la derivaron a una clínica especializada en salud mental. A mi hija la internación le salvó la vida”, afirma.
"Cuando mi hija me dijo ‘no quiero vivir más’, el mejor consejo que me dio nuestra actual psiquiatra fue: ‘Llevala a una guardia’. La internación le salvó la vida"
Patricia, mamá de Abril
Patricia vive en Buenos Aires. Su nombre, al igual que el de su hija, fueron cambiados en esta nota para preservar su identidad. Hoy Abril tiene 20, trabaja y está estudiando. Ayer dio un paso importantísimo: se fue a vivir sola. Patricia lo cuenta y se emociona. En los últimos días y luego del episodio que atravesó Santiago “Chano” Moreno Charpentier, en el que estaba presente su mamá y que volvió a poner la salud mental en agenda, Patricia elige contar tu testimonio con la esperanza de que pueda servirle a otros.
Ella lo vivió en carne propia: las noches durmiendo con las puertas de su habitación y la de su hija abiertas para que no se le escapara ningún sonido que pudiera alertarla de algo; el ir a trabajar “con el corazón en la boca”, temiendo que a Abril le pasara algo en esas horas que estaban alejadas; el ringtone diferenciado en su celular, que le hacía dar un salto cada vez que sonaba; el número de emergencias siempre al alcance de la mano; los amigos que se alejaron; los prejuicios; la incomprensión de una escuela que señalaba a la adolescente como “la problemática” y que las dejó solas, a la deriva.
Fue tal la estigmatización que sufrió en ese colegio privado, que su mamá cuenta que la joven terminó desarrollando una fobia por la que hoy no puede pisar una escuela. “Nunca la ayudaron. Sabían que tenía un diagnóstico psiquiátrico y podía pasar varios días sin ir, pero nunca preguntaban nada. Para ellos, era mejor sacarse de encima el problema. El colchón social que requiere cualquier enfermedad, nunca estuvo. En el caso de un paciente psiquiátrico, es mejor no hablar; y, si no entendemos sobre el tema, lo escondemos. Es un estigma tremendo”, describe Patricia.
"En la escuela nunca la ayudaron. Sabían que tenía un diagnóstico psiquiátrico y podía pasar varios días sin ir, pero nunca preguntaban nada. Para ellos, era mejor sacarse de encima el problema."
Patricia
Esa falta de empatía; ese “colchón social” que no está presente para amortiguar el dolor; esa falta de comprensión e incluso el señalamiento por las decisiones que se toman o se dejan de tomar, es para Patricia parte de la difícil realidad de las familias que tienen integrantes con padecimientos psíquicos. A eso hay que sumarle la falta de capacitación de muchas instituciones e, incluso, profesionales. Muchas veces −como en su caso−, el peregrinar en busca de un diagnóstico y un tratamiento adecuado, puede ser muy largo.
Falta de redes
Cuando llegó el viaje de egresados de Abril a Bariloche, Patricia y su marido viajaron también, en otro avión y se hospedaron en un hotel cercano al de su hija, para asegurarse de que tomara su medicación y poder estar disponibles ante una emergencia. Los responsables de la empresa de viajes (una de las más conocidas) le subrayaron que no estaban preparados para atender ninguna situación que pudiese generarse, ni siquiera los médicos que ofrecían entre sus servicios. “Nosotros estábamos esperando el llamado telefónico las 24 horas, yo no dormía”, recuerda la madre sobre esas noches de pura angustia.
El verano en que surgió la posibilidad de la internación, Patricia no lo dudó. “Tuve la suerte de que la internación fuera voluntaria, pero no hubiese dudado jamás en internarla porque a mí se me iba de las manos. Tuve miradas a favor y en contra −detalla− Abril pasó 30 días en esa institución: los primeros cinco pensé que estaba presa, y después fui entendiendo el sistema y vi que había un orden para cada cosa, que por supuesto que para las personas con problemas para acatar pautas como mi hija les era difícil, pero después le servía para ordenarse. Terminé muy agradecida”.
En el colegio (al que Abril fue desde que tenía tres años hasta su egreso del secundario), nunca se habló de salud mental y el bullying era moneda corriente. “Le decían enferma mental”, cuenta Patricia con la voz quebrada. Y es que al dolor que conlleva el padecimiento psíquico en sí, que es enorme, se suma muchas veces la mirada de los otros. “A los padres nos cuesta decir: ‘mi hijo tiene problemas de salud mental’. Uno tiene miedo de contarlo. En el trabajo, por ejemplo, yo no lo decía por miedo a que mi hija necesitara buscar trabajo en un futuro y no lo encontrara, porque se corriera la bola y, con este ‘antecedente’, como si fuese algo más policíaco que de salud, nadie la quisiera tomar”, describe la madre.
En su caso, muchos amigos se fueron alejando y fueron pocos los que se mantuvieron cerca. “A veces uno cuando no sabe cómo acompañar, se aleja. Es importante que se sepa que en estos casos se necesita un soporte, una contención. Nosotros lo tuvimos en los mayores de la familia: padres, abuelos, tíos, primos. Y en nuestra psiquiatra, que encontrarla fue un privilegio y le estoy eternamente agradecida. Fueron herramientas fundamentales”, señala Patricia.
Considera que naturalizar, desdramatizar y no ocultar el tema, ayudarían muchísimo. Dice que ella misma “tenía sus pruritos”. Cuenta que cuando Abril estaba internada, ella la acompañaba desde las 8 de la mañana hasta las 20. “Me acuerdo que conoció a una chica que estaba atravesando una adicción y yo pensé: ‘Uy, ahora vamos a ganarnos otro problema’. Después entendí gracias a nuestra psiquiatra que las dos tenían problemáticas y que en definitiva estaban en el mismo lugar buscando ayuda. Hoy ellas y las mamás, que siempre nos encontrábamos en la puerta, nos hicimos recontra amigas. La soledad que se atraviesa es muy fuerte y también causa padecimientos mentales”, señala Patricia.
La madre asegura que si bien su historia tuvo “un final feliz”, sin los sostenes necesarios podría haber tenido otro. Abril continúa actualmente con su psiquiatra y, más allá de que Patricia piensa que en algún momento puede tener una recaída, estar mejor o peor, la joven dispone de “herramientas y puede pedir ayuda”. “Hoy Abril tiene una empatía enorme. No permite que nadie hable de ‘enfermo mental’ de forma peyorativa, porque ella lo vivió”, dice su mamá.
Que la sociedad sepa contener y acompañar estas realidades, marcaría para Patricia una diferencia enorme: “En nuestra historia, hubo un montón de actores que podrían haber intervenido y brillado, y que se quedaron solo en la marquesina, por decirlo de una manera. Y cuando hablo de brillar, hablo de salvar vidas”. Ella tiene actualmente una mirada optimista respecto al futuro: “Cuando tenés un hijo con un padecimiento mental, empezás a mirar estas problemáticas con muchísima empatía y a quienes las atraviesan como una posible víctima del desconocimiento, de la falta de atención, del estigma. La especialidad de salud mental debería estar presente en todas las instituciones de salud, públicas y privadas. Tenemos que hablar más del tema y no intentar esconder ‘la basura’ debajo de la alfombra: estamos hablando de personas”, concluye.
Más información
Algunos hospitales públicos especializados en salud mental o generales con estos servicios, son:
Ofrecen atención para niñas, niños y adolescentes:
Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez
Hospital de Clínicas (también ofrece para adultos)
Para adultos: