Terminar con la cultura del descarte
El consumismo nos hace creer que somos libres
En un país con una brecha tan grande entre ricos y pobres, donde no todos tenemos acceso al agua potable, suena
injusto decir que nos cabe la misma responsabilidad en temas ambientales. Al mismo tiempo resulta difícil aventurar cuán lejos o cuán cerca estamos los argentinos de aplicar los consejos del Papa Francisco expresados de manera brillante en la Encíclica Laudato si.
Más bien me preguntaría cómo estamos nosotros. Hay un llamado a la conciencia de cada uno con la clara intención de despertarla: aquí y ahora. Tenemos un solo planeta, La Tierra, nuestra casa. Y somos todos habitantes del mismo lugar. Vivimos en un momento único, histórico, de transición, frente a la oportunidad de hacer el gran cambio. Pero algo está fallando. Mientras unos eligen habitar espacios de dimensiones sobrehumanas, dejando correr el agua, con la calefacción al máximo, en remera y descalzos todo el invierno, otros se abrigan, prenden el fuego, cuidan la poca agua que tienen o caminan kilómetros para ir en busca de ella y hasta la calientan a leña para bañarse o lavar los platos. Y quizás hasta lo hacen descalzos. Así las cosas, estamos lejos.
Sin embargo hay algo que no conoce de brecha social y se llama "actitud de consumo": todos aspiramos a lo mismo, todos detrás de la misma zanahoria. No es ninguna novedad que la austeridad está en baja y que el consumismo nos hace creer que somos libres. Comprar, tirar, comprar. Estamos inmersos en la cultura del descarte. Y
es acá donde Francisco nos propone hacer un alto en el camino.
¿Cómo podemos hacer para transformar este círculo vicioso en un círculo virtuoso?
El desafío es enorme: es cultural, espiritual y educativo. Hay que dejar el individualismo de lado y pensarnos como parte de un todo. Cooperar y compartir en lugar de competir o acumular, ser las mejores empresas "para" el mundo y no "del" mundo, lanzarnos a la difícil carrera del ser y no a la fácil e inagotable maratón del tener. Coincido con que al menos una de las claves del cambio está en nuestras manos. Y hay muchos ejemplos de argentinos que ya empezaron. Empresarios conscientes, líderes sociales, padres conectados, jóvenes comprometidos, escuelas transforma-
doras, niños atentos y hasta personas mayores que se animan a hacerse escuchar. Hay cientos de organizaciones trabajando por un país mejor, tejiendo redes, promoviendo la solidaridad y la sustentabilidad, incentivando la participación ciudadana, invitándonos a ser co-constructores del mundo que queremos ver. La Encíclica es reveladora: "Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico. Por eso, hoy el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros".
Somos todos grandes decisores de compra y con nuestros hábitos de consumo podemos cambiar el mundo. Los consumidores conscientes eligen a quién comprar, dónde comprar, qué comprar porque saben que con su dinero están apoyando otra forma de producir. La escala es local. Promover la producción de pequeños agricultores orgánicos y agroecológicos que trabajan cuidando la tierra y las personas.
¿Vamos bien? Todavía nos cuesta porque
estamos ante un cambio de paradigma y tenemos que desarrollar una conciencia universal que lo haga posible. Hay que salir de nosotros. Dejar de lado los egos. Difícil tarea para los argentinos que hemos hecho del egocentrismo un culto. Pero algo está cambiando: hay un argentino que está dando que hablar en el mundo entero, un argentino que está despertando el interés de ateos, agnósticos, católicos, judíos, porque no se trata de religiones, se trata de "ser humanos". Francisco nos está dando a todos la oportunidad de reivindicarnos: "Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad".
Y como si le faltara genialidad al documento, nos invita a crear una ciudadanía ecológica cambiando hábitos, proponiéndonos una transformación personal. "Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes, es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad. No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente".
¿Qué tan cerca o que tan lejos estamos? No importa. Empecemos por dar un primer paso.
La autora es Fundadora de Sabe la Tierra y emprendedora social de Ashoka, www.sabelatierra.com