“Tenemos que hablar de suicidio”: la conmovedora carta que escribió la madre de una adolescente de 19 años que el sábado se quitó la vida
El suicidio de Lola fue uno de los tres que ocurrieron este fin de semana en San Pedro, una localidad de 60.000 habitantes; en el año, ya hubo nueve; los profesionales de la salud mental están colapsados; un grupo de familias convocaron a un encuentro para pedir que se tomen medidas para contener la seguidilla de casos
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El fin de semana pasado, en San Pedro, una localidad bonaerense a orillas del río Paraná en la que viven unas 60.000 personas, hubo tres suicidios: una mujer y un hombre de 36 y 38 años, respectivamente, y una chica de 19.
Esa adolescente se llamaba Lola y el domingo, cuando habían pasado apenas unas horas de su trágica muerte (que fue durante la madrugada del sábado), su mamá, Luciana Baca, compartió un texto en Facebook. Empezó su carta con una frase contundente, un pedido desesperado, una advertencia condensada en cinco palabras: “Tenemos que hablar de suicidio”.
“Antes de enfermarse, Lola era una persona bella, inteligente, dulce, que sabía cantar, escribir, dibujar y todo lo hacía con mucho talento. La enfermedad y las drogas le quitaron muchas de esas virtudes, solo le dejaron pequeños destellos que eran lo único que me alegraba la vida entre tanto dolor”, escribió Luciana.
Y a continuación subrayó: “Lo que Lola hizo no es de valientes, no es de cobardes, no es una escapatoria, no es como el game over de los jueguitos que te da la posibilidad de jugar mil vidas más. El suicidio es desesperación, es desidia y es falta de acompañamiento no solamente de la familia: hablo del Estado, de las leyes y de los profesionales de la salud mental”.
Con su mensaje, la madre buscaba llegar sobre todo a los más jóvenes de San Pedro, esa pequeña localidad donde nació, se crio y en la que vive actualmente: “Cuando sos adolescente todo se vive de otro manera, como si la vida fuese en blanco y negro, como si todo pudiese dividirse en amor/odio, alegría/tristeza. Se los digo porque me pasó y me angustié por situaciones o personas que no valían la pena. Hoy son apenas un recuerdo. Quédense con eso: lo que hoy te duele y te angustia, mañana puede ser solo un recuerdo y nada más. No tomes ninguna decisión mientras estés triste o angustiado. No estás solo, no te quedes callado si algo te duele: lo mejor es siempre hablar”.
A las pocas horas, su mensaje ya había sido compartido por mil personas y unas 680 hicieron click en el emoji de la carita que abraza un corazón y que, en el lenguaje de Facebook, representa un “me importa”.
¿Qué llevó a Luciana a publicar una carta horas después de la muerte de su hija, con esa herida inconmensurable abierta de par en par? “Lola se merece que su paso por este mundo, aunque haya sido plagado de dolor y sufrimiento, sirva para ayudar a otras personas”, responde la madre en diálogo telefónico con LA NACION.
Tenemos que hablar de suicidio. A lxs amigxs de Bassu, a mis alumnxs y a lxs adolescentes: mi hijx era una persona que,...
Posted by Luciana Baca on Sunday, June 4, 2023
Para visibilizar y generar conciencia sobre esta problemática, Luciana lanzó, junto a otros familiares de personas que se suicidaron o atraviesan distintos padecimientos de salud mental, una convocatoria para el próximo sábado a las 19 frente a la municipalidad de San Pedro. La invitación es a manifestarse de forma pacífica, con velas que recuerden a quienes ya no están, y con miras a entregar un petitorio vinculado a las “ausencias y urgencias” de salud mental en San Pedro.
En lo que va del año, en esa localidad hubo 66 intentos de suicidios (45 en mujeres, 21 en hombres) y nueve consumados (cuatro de mujeres, cinco de hombres). La franja donde se concentran la mayor cantidad de casos va de los 15 a los 38 años. Son datos alarmantes y dan cuenta de una tendencia que se agravó en el último tiempo, teniendo en cuenta que el año pasado hubo tres suicidios y en los anteriores el número osciló entre tres y cuatro.
Las cifras se desprenden del registro hecho por el Hospital Subzonal de San Pedro Dr Emilio Ruffa, según detalla María Paola Vaccari, psicóloga infantojuvenil y recientemente a cargo del área de Salud Mental de la Secretaría de Salud de la Municipalidad. “Después de la pandemia del Covid se presentó otra pandemia vinculada a la salud mental que afecta tanto a la población como a los profesionales, que atienden cada vez patologías más complejas. Si bien estas ya se venían despertando y había un incremento de suicidios e intentos, esto quedó muy en evidencia en los últimos años. Estamos hablando de un problema gravísimo de salud pública”, resume Vaccari.
En ese sentido, explica que en el área de salud mental del hospital de San Pedro hay una sola psiquiatra infantojuvenil que viaja una vez por semana desde Rosario, y tres psiquiatras generales. Además, la institución cuenta con 10 psicólogas (cinco infantojuveniles y cinco de adultos), una psicopedagoga y una terapista ocupacional, mientras que en los centros de salud públicos hay seis psicólogas y un psiquiatra.
“Estamos viendo de incorporar dos psicólogas más porque la demanda es terrible. No damos abasto. La idea es ampliar la atención, porque los profesionales con los que contamos son insuficientes para la demanda. Pero no se consiguen. Tenemos suerte de tener a la especialista que viene desde Rosario. La salud mental siempre fue un área muy relegada y silenciosa”, lamenta Vaccari.
“Se autolesionaba y lo escondía”
Luciana tiene 38 años y fue mamá de Lola cuando era una adolescente. Trabaja como docente en una escuela secundaria. Recuerda que Lola nació prematura, con siete meses, y que “siempre se aferró a la vida”. Desde su infancia, la madre empezó a notar en ella comportamientos que llamaban su atención, y que daban cuenta de un padecimiento psíquico que recrudeció con fuerza en la adolescencia.
“A los 14 años empezó tratamiento psicológico porque se autolesionaba. Lo escondía, hasta que una vez vi las lesiones y me dijo que se había caído en la escuela. Me di cuenta de que era otra cosa y empezó a hacer terapia rápidamente. La psicóloga advirtió que era algo más bien grave, pidió una derivación a un psiquiatra y ya se hablaba de un diagnóstico complejísimo”, detalla Luciana.
En su caso, como en el de muchísimas otras familias de niñas, niños y adolescentes con problemáticas de salud mental, conseguir profesionales especializados fue una odisea. “Lola estaba por cumplir los 15 cuando encontré en Baradero una psiquiatra infantojuvenil que empezó a atenderla. Antes de eso pasamos por un psiquiatra de adultos con el que tuvimos una mala experiencia: nos hizo pasar a las dos juntas, nos vio 20 minutos y la medicó”, dice Luciana. “La droga que le recetaron era muy fuerte y yo veía cómo su esencia, su alma, parecían desaparecer. Le seguimos dando esa medicación casi un año y no sé si generó tolerancia o qué, pero empezó a ser una bomba de tiempo”.
Cuando todavía no había cumplido los 16, Luciana cuenta que acompañaba a su hija a la psicóloga y la psiquiatra, y que además empezó a llevarla a deportes y otras actividades extraescolares. “Todo lo que pude hacer lo hice gracias a que tengo trabajo y obra social, pero esa no es la ley en San Pedro. La medicación es carísima y el acceso a profesionales es muy difícil. Muchas personas son de muy bajos recursos y la salud pública está explotada, es tremendo”, advierte.
Como los padres de Lola estaban separados, la chica vivía un tiempo con su mamá y otro con su papá. “Yo me ocupaba de todos los trámites en la obra social y le daba la medicación, pero teníamos una relación tirante. Uno de los momentos más traumáticos para mí fue cuando descubrí que gastaba la plata que le daba en drogas”, relata.
Ese combo, dice su mamá, el de la adicción a las drogas y el padecimiento de salud mental que arrastraba desde niña, fue explosivo. Luciana recuerda la desesperación de días enteros en que la adolescente desaparecía y ella iba a hacer la denuncia a la comisaría. “Era un sufrimiento constante. Vivir eso como madre es terrible, porque todo el tiempo te preguntás dónde está, si tiene frío o tiene hambre”, sostiene.
En 2019, Luciana viajó con Lola a la ciudad de Buenos Aires, a una institución especializada en salud mental que, según le indicaron, era ”muy prestigiosa”: “Nos entrevistaron y el psiquiatra infantojuvenil me dijo que era una paciente de riesgo y que como vivíamos a tantos kilómetros de distancia no la podían tratar. Si queríamos seguir el tratamiento ahí, nos teníamos que mudar, pero yo no podía dejar mi trabajo. Ahí fue cuando tomé la decisión de judicializar a Lola”.
Luciana acudió a la Justicia para que Lola, de 17 años, pudiera acceder a una internación psiquiátrica, que se hizo en una clínica en San Nicolás, localidad ubicada a unos 85 kilómetros de San Pedro. Estuvieron juntas allí durante casi un mes, en octubre de 2020, en plena pandemia: “Lo que viví en esa internación es una muestra de lo que son las instituciones de salud mental: vi enfermeros que no estaban preparados, y una psiquiatra y una psicóloga para 130 internos, que pasaban en una ronda semanal y atendían solo urgencias y emergencias. Como estábamos en pandemia, no tenían talleres o actividades extra, y los chicos daban vueltas sin hacer nada”.
En 2021, la madre cuenta que “cortaron lazos” con Lola, que se mudó con su padre. “Se ponía constantemente en situaciones de riesgo y para mí era sumamente difícil seguirle el ritmo. Estuvo desaparecida muchas veces”, detalla. Al año siguiente, la adolescente, que ya había terminado el secundario, empezó a cursar el magisterio en una de las escuelas donde Luciana trabajaba: comenzaron a cruzarse en los pasillos y, poco a poco, a restablecer el vínculo.
Ese año, en 2022, luego de una desaparición de Lola y nueva intervención de la Justicia, se pidió otra internación. La chica ya tenía 18 años y estuvo unos días internada. “Hasta que me llamaron de la clínica para decirme que había tenido problemas con otros pacientes y personal, que no podían hacer nada. Les respondí: ‘Si ustedes no pueden hacer, ¿qué puedo hacer yo? ¿Qué hago?’. Les pedí que al menos me dieran una semana porque estaban por empezar las vacaciones de invierno. Estaba desesperada y cuando la retiré, no me dieron ninguna indicación”, dice Luciana.
“Es un golpe al psiquismo muy grande”
Cuando asumió su nuevo cargo como funcionaria, hace menos de un mes atrás, Vaccari (que actualmente sigue trabajando, además, como psicóloga en el hospital municipal hasta que consigan su reemplazo), elaboró una encuesta para adolescente y familias de la localidad, con el objetivo de conocer cuáles eran, desde su mirada, las mayores problemáticas de salud mental. “Se está haciendo en todas las escuelas y hay una diversidad de preguntas vinculadas a emociones, vínculos, alimentación, entre muchos otros temas. Nos va a dar un panorama general de la situación de San Pedro”, sostiene.
El objetivo es que, a partir de esos resultados, se realicen charlas y talleres de capacitación, y el suicidio será un tema clave. “Un suicidio es un evento disruptivo que provoca una gran conmoción no solo en el contexto familiar de esa persona, sino en toda la comunidad. Vivimos en una ciudad con vida de pueblo, donde todos nos sentimos afectados por esta problemática”, advierte Vaccari. “Es un golpe al psiquismo muy grande y tenemos que trabajar mucho en la prevención: esa es mi bandera”.
Explica que la de San Pedro es una de las tasas de intentos de suicidio y suicidios consumados más altas de la provincia de Buenos Aires: “En 2022 tuvimos 168 intentos de suicidio y este año van 66. Hay que derribar mitos. Hablar es clave para prevenir y para ayudar a quien tiene el padecimiento”.
Para Luciana, hablar y visibilizar, también es indispensable. Asegura que el derrotero que atraviesan las familias de personas con padecimientos psíquicos, es un calvario muchas veces invisibilizado.
Tras la última internación de Lola, Luciana, que convivía con su pareja y las dos hijas de él, alquiló una casa donde pudieran estar las dos juntas: “Una psicóloga me dijo que tratara de conseguir un plantel de profesionales para tenerla resguardada: quebré económicamente pagando un terapeuta ocupacional, acompañante terapéutico, talleres de arte, psicóloga, psiquiatra... Acondicioné la casa, la traje, le daba la medicación como se la tenía que dar. Tenía momentos de lucidez en que me daba cuenta de que sufría mucho, le hablaba y parecía que me entendía y que había una esperanza de que se pudiera recuperar, pero a los 12 días de estar acá decidió irse. No tuve recursos para contenerla”.
Luciana dice que ahí empezó “el derrotero final” de Lola. En un momento se enteró de que estaba en situación de calle, y acudió a la comisaría de la mujer, de donde la derivaron al hospital municipal y la internaron en la guardia durante unos días. “Desde que publiqué la carta estoy conectándome con mamás de chicos que se suicidaron y de pacientes psiquiátricos y la historia es siempre la misma: el dedo acusador a las madres. Estamos muy solas y sino tenés recursos es peor”.
El sábado pasado, a las 2.30 de la mañana aproximadamente, Lola, que estaba por cumplir los 20 años, se suicidó. Unos días antes, el jueves, un juzgado de familia había librado otro oficio de internación. “El viernes la tenían que ir a buscar pero nunca fueron. Si eso se hubiese cumplido, hoy estaría viva”, asegura Luciana.
Cuenta que el suicidio ocurrió en pleno centro de San Pedro, frente a dos boliches: ese día y a esa hora, la zona estaba repleta de chicos. “La vieron muchos amigos y otros adolescentes”, dice su madre con la voz quebrada. Para ella es indispensable que el suicidio deje de ser un tema tabú y que se trate abiertamente en las escuelas: “Yo sé que no estoy preparada para hablar del tema pero sí creo que puedo contener y transmitir lo que dije en mi carta: que el suicidio no es ninguna solución. Quería que la leyeran sus amigos y otros adolescentes, que no piensen que el suicido es una salida, ese fue mi mensaje”.
A partir de la publicación de su carta, Luciana está en contacto permanente con otros familiares de personas que se suicidaron o que atraviesan problemáticas de salud mental. En un cuaderno, va tomando nota de todos los que se contactan con ella: “Hay una mamá cuyo hijo tuvo 18 intentos de suicidio. Todas pasamos por lo mismo: dificultades para acceder a profesionales o a la medicación, que es carísima, entre muchas otras. Me gustaría pedir una banca abierta en el concejo deliberante para presentar una serie de propuestas”. Estas van desde crear un lugar para que funcione como centro de día y lugar de recuperación, hasta habilitar una línea local de atención a personas en riesgo de suicidio. “Esto tiene que ser prioritario. Están muriendo muchos chicos”, concluye la madre.
Más información
- En las guías Hablemos de Suicidio y Hablemos de Depresión, de Fundación La Nación podés encontrar información sobre señales de alerta, a dónde recurrir en busca de ayuda, cómo acompañar a personas en crisis y mucho más sobre problemáticas.