Superó un cáncer en el cerebro y hoy acompaña a quienes transitan el final de su vida
Mónica Candia tiene 35 años y es voluntaria del Hospice San Camilo, una institución sin fines de lucro dedicada a brindar cuidados paliativos y amor de familia
“Dedico mi vida a cuidar y a escuchar a otros, que es lo más importante. A través de mis oídos puedo conocer sus necesidades y sus deseos. Sé que es así, porque yo ya estuve en esa situación”, cuenta Mónica Candia, voluntaria de la Casa de la Esperanza, del Hospice San Camilo, una institución sin fines de lucro dedicada a brindar cuidados paliativos y amor de familia a quienes atraviesan el final de su vida.
Mónica tiene 35 y hace algunos años tuvo que viajar desde su provincia natal, Formosa, hasta Buenos Aires, luego de que le diagnosticara un tumor cerebral. Pasó por distintas cirugías y tratamientos de quimioterapia, y durante esa época crucial recibió las visitas y el acompañamiento incondicional de Alejandra, una voluntaria del San Camilo.
“Su manera de estar conmigo era sentarse en mi cama y conversar. Eso era lo que yo necesitaba: alguien que me escuchara y que sepa por lo que yo estaba pasando, dándole el toque humano”, recuerda Mónica.
Contra todos los pronósticos, la mujer logró superar su enfermedad, y decidió sumarse al hospice como voluntaria para ofrecerle a otros lo que ella había recibido. Hoy, da una mano en todo lo que está a su alcance: picando verduras, lavando platos, limpiando y, sobre todo, acompañando a los huéspedes.
Fundando en 2002 por el sacerdote Juan Pablo “Juampi” Contepomi, tras compartir una experiencia en Calcuta junto con la Madre Teresa (inspiradora de la iniciativa y en homenaje a cuyo nacimiento hoy se celebra el Día Nacional de la Solidaridad), el San Camilo fue el primer hospice de Argentina. “Hospice” es una palabra inglesa que evoca hospitalidad y hogar: se trata de un modelo o filosofía de cuidado, competente, compasivo, humanizado y paliativo, para personas que están atravesando una enfermedad avanzada, crónica o que amenaza su vida.
Ubicada en Hilarión de la Quintana 2125, en Olivos, la Casa de la Esperanza tiene nueve camas, y la prioridad es para “los más necesitados entre los necesitados". Sin embargo, se brinda orientación a cualquier persona que esté en el final de su vida o que tenga un familiar en esa situación.
Cuenta con un equipo de profesionales de diferentes disciplinas y 150 voluntarios especialmente capacitados, como Mónica, que crean una combinación única e irremplazable. Andrea López, mamá de Nahuel, un chico de 15 años que está hospedado en el hospice, asegura que los voluntarios siempre tienen la mejor sonrisa y predisposición, definiéndolos como "ángeles".
"A veces se cree que un hospice es un lugar donde la gente se va a morir. Y la realidad muestra que acá vienen a vivir intensamente. Con los cuidados paliativos, reciben un cuidado profesional, con la calidez de una familia en un contexto de hogar", afirma la voluntaria Socorro Ham.
Mónica planea seguir siendo parte de la familia del San Camilo por mucho tiempo: "Encontré el sentido de mi vida, que es acompañar a personas que necesitan aliviar su dolor y sufrimiento. Estar ahí con ellos, para darles una mano y admirar la vida", concluye.
Quienes quieran conocer más o colaborar con el hospice pueden hacerlo ingresando en www.hospicesancamilo.org.ar
Especial Día de la Solidaridad
En esta fecha especial te acercamos diversas formas de involucrarte directamente con distintas iniciativas solidarias a través de nuestros sitios: Fundación La Nación y Clasificados Solidarios. También podes conocer otras historias protagonizadas por personas que buscan mejorar la realidad en nuestra sección de Comunidad. A continuación, un par de ejemplos:
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