Suicidio: los 10 mitos que hay que derribar para salvar vidas
Las falsas creencias dificultan la prevención del suicidio; hablar del tema es el primer paso
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Hasta hace unos años, el suicidio era tratado como un tema tabú. Incluso, se decía que lo mejor era no hablar al respecto. De ahí el gran esfuerzo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para derribar ese primer gran “mito” sobre el suicidio y su prevención. “Hablar salva vidas”, afirma Nora Fontana, psicóloga especializada en tanatología y suicidología, e integrante del Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires (CAS).
"El suicidio nunca es una elección, sino el producto de una situación acuciante, de una restricción en las aspiraciones vitales de las personas", remarca Fontana, quien es además fundadora del Grupo de Latinos Especializados Tanatología y Suicidiología (Glets). También explica que en relación al suicidio existe una serie de falsas creencias instaladas en la sociedad que es necesario erradicar, porque no son inocuas sino que constituyen un obstáculo al trabajar en prevención.
A continuación, un listado elaborado por el CAS con los mitos más comunes:
Mito 1: “El que dice que se va a suicidar en realidad no lo hace”
Es uno de los más arraigados y totalmente incorrecto. De hecho, se estima que de cada 10 personas que se suicidan, nueve de ellas expresa claramente sus propósitos y la otra deja entrever de algún modo sus intenciones de acabar con su vida. "Pueden hacerlo con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta. Todos estos signos deben ser tenidos en cuenta como señales de alerta", enfatiza Fontana.
Mito 2: “No desean morir, solo quieren llamar la atención”
Es un error adjudicarles querer llamar la atención como si se tratara de un capricho. Los especialistas advierten que se trata de "personas a las que le han fallado sus mecanismos de adaptación y no encuentran alternativas, excepto la de atentar contra su propia vida".
Mito 3: “Si de verdad se hubiera querido matar, lo hubiera hecho”
La eficacia del método elegido no refleja los deseos de morir. Es importante tener en cuenta que un intento de suicidio siempre es una grave señal de alerta (aunque fuera ejecutado con medios aparentemente inofensivos). "Sin el tratamiento adecuado, la elección de otro método más eficaz puede ser solo cuestión de tiempo", advierte la especialista del CAS.
Mito 4: “El que se repone de una crisis suicida no corre peligro de recaer”
Desde el CAS explican que casi la mitad de las personas que atravesaron una crisis suicida y consumaron el suicidio, lo llevaron a cabo durante los tres primeros meses tras la crisis emocional, cuando todos creían que el peligro había pasado. La crisis suicida es el emergente de un proceso que se desarrolla a veces durante años. Por eso, Fontana hace hincapié en la importancia de reconocerla para su prevención y brindar todos los cuidados mientras dure.
Mito 5: “Toda persona que se suicida está atravesando una depresión”
Aunque toda persona deprimida tiene posibilidades de realizar un intento de suicidio no todas las que lo hacen padecen depresión.
Mito 6: “El suicidio es algo que se hereda”
La tendencia al suicidio no es hereditaria. Lo que se puede heredar es la predisposición a padecer determinada enfermedad mental en la cual el suicidio es un síntoma como, por ejemplo, depresión, trastorno afectivo bipolar y esquizofrenia. "También hay una herencia cultural si un miembro de la familia falleció por suicidio, ya que esto puede ser visto como un 'permiso'. Ambas cosas, se pueden tratar, prevenir y replantear", destaca Fontana.
Mito 7: “Para intentar suicidarse hay que ser un cobarde o un valiente”
Los expertos enfatizan que no se trata de cobardes ni valientes, son personas que sufren y la cobardía y la valentía son atributos de la personalidad que no se determinan por el intento de quitarse o respetarse la vida.
Mito 8: “No se puede prevenir, es algo que ocurre por impulso”
Toda persona antes de cometer un intento de suicidio evidencia una serie de síntomas que de ser detectados a tiempo pueden ayudar a evitarlo. Sin embargo, Fontana aclara que "muchas veces son muy difíciles de detectar". Entre ellos: aislamiento, persistencia de ideas negativas, desesperanza, irritabilidad, retraimiento de los sentimientos, súbitos cambios de conducta y en sus relaciones, ansiedad, odio en sí mismo. También puede haber existencia de fantasías suicidas, algunas veces expresadas en forma metafórica como "me quiero ir de viaje y no volver más" y en otros casos expresadas claramente como confesión de las ideas suicidas. Tomar la decisión de suicidarse no ocurre de la noche a la mañana. Se trata de un proceso.
Mito 9: “Hablar del suicidio puede incitar a una persona en riesgo”
Todo lo contrario, reduce el peligro y puede ser la única posibilidad de la persona para canalizar sus emociones y analizar sus propósitos suicidas. Hablar sobre lo que le está sucediendo puede contribuir a reducir la tensión psíquica que supone la ideación de muerte y sentirse ayudado. "La escucha activa es esencial. Al ser escuchada, la persona se siente reconocida y comprendida; la empatía, el ponernos en sus zapatos, desde ese lugar se puede colaborar", añade Fontana.
Mito 10: “Para acercarse a una persona en crisis suicida hay que estar preparado”
Los expertos explican que cualquier persona puede ser un valioso colaborador en la prevención del suicidio. Fontana aclara que hay que evitar juzgar, criticar, contradecir, desvalorizar o minimizar problemas o sentimientos de la persona con ideas suicidas. El objetivo es ayudarlo a que la persona “vea” o encuentre otras soluciones, que hay otros caminos posibles.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de suicidio”, una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como también testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil, y contó con la curaduría de Nora Fontana, psicóloga especializada en tanatología y suicidología y vicepresidenta del Centro de Asistencia al Suicida Buenos Aires (CAS), y Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas y cofundadora del Centro de Asistencia y Prevención del Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia (Cepasi).