Sufrió violencia de género durante 14 años y hoy asiste a otras víctimas
Lidia Avellaneda integra el equipo del hogar Nuestra Señora del Milagro, en Florencio Varela; con su testimonio, busca mostrar que con ayuda se puede salir adelante
"Si hace cuatro años me hubiesen preguntado dónde me veía hoy, hubiera afirmado que muerta", confiesa Lidia Avellaneda (33), con lágrimas en los ojos, mientras toma mate en el refugio para víctimas de violencia de género Nuestra Señora del Milagro, en Florencio Varela.
Luego de vivir durante 14 años con una expareja que le pegaba y abusaba sexualmente de ella, Lidia llegó al refugio hace tres años junto a sus hijos, Iriel (14) y Tomás (13). Se alojó allí durante cinco meses y cuando pudo mudarse por su cuenta, la directora del hogar, Paulina Oviedo, la invitó a trabajar con ella como acompañante de las mujeres que hoy sufren lo que ella vivió en carne propia.
Nuestra Señora del Milagro nació en 2002, cuando el equipo de Cáritas Quilmes le consultó al párroco encargado de la casa -en ese momento, desocupada- si podía funcionar como un alojamiento transitorio para mujeres víctimas de violencia y sus familias. "Nos pidieron a mí y a otras hermanas de la Congregación de San José si podíamos asumir la responsabilidad del lugar", cuenta Paulina, que tiene 59 años.
Cuando le hicieron la propuesta, no lo dudó: notaba que en el barrio había una demanda muy grande de soluciones para esta problemática y que no existían suficientes espacios. "Siempre sentí el llamado de estar donde hay una necesidad y de ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad; creo que todos estamos llamados a hacer algo por el otro", reflexiona Paulina.
Antes de llegar al refugio (que hoy acoge a cuatro mujeres y 12 chicos), Lidia ya había intentado separarse varias veces: casi siempre se iba a la casa de su mamá, en San Francisco Solano, pero su expareja iba a buscarla y terminaba enfrentándose con su familia. "Hice más de 20 denuncias: en la comisaría de Don Bosco (Quilmes), en la de Solano, en una en Varela, pero nadie hacía nada", cuenta, y agrega: "Llegué a perder dos embarazos por los golpes que me daba: uno de tres meses y otro de casi nueve".
A mediados de septiembre de 2014, su madre, que ya no sabía qué hacer, se acercó desesperada a las maestras de la escuela de sus nietos para pedirles ayuda. "A la mañana siguiente, cuando fui a llevar a los chicos, me confrontaron y me dijeron que sabían todo; después de tranquilizarme, planeamos cómo me escaparía de mi casa", relata Lidia, quien, luego de no dormir en toda la noche, se fue con sus dos hijos para no volver, llevándose solo los documentos y una muda de ropa.
Ponerse de pie
En la tarea de acompañar a otras mujeres, Lidia encontró una manera de devolver lo recibido. "Siempre las aliento y les afirmo que se puede cambiar; cuando lloran a la noche, les cuento que yo vine acá, al igual que ellas", dice.
Paulina afirma que muchas chicas, al salir de las situaciones de violencia, deben cortar lazos con sus propios allegados y que "es muy común que muchas familias consientan esa actitud violenta, porque el machismo está muy atravesado en la sociedad".
Ese machismo se expresa, según la directora del hogar, en la idea de "aceptar la sumisión, porque el hombre es así", o asumir que ese es el rol del marido y que, como es el padre de sus hijos, la mujer debe seguir conviviendo con él.
Después de hacer la denuncia, Lidia se quedó escondida en la casa de su mamá sin salir por tres días hasta que finalmente se acercó a la Subsecretaría de Niñez y Adolescencia de Quilmes, y la derivaron al hogar, en Varela: "Les supliqué que hicieran algo por mí: quería que me salvaran, solo deseaba irme lejos con mis hijos".
A través de actividades y talleres, las voluntarias del refugio impulsan a las mujeres a descubrir sus propias capacidades, trabajando especialmente con la autoestima: "Muchas traen la carga de que no pueden o que no sirven", explica Paulina.
Uno de los principales talleres es el de cocina, en el que preparan desde tortas hasta pan casero. "Queremos comenzar con un emprendimiento en el que todo lo que produzcan pueda venderse, pero para eso necesitamos un espacio más grande", agrega la directora.
Después de su paso por el refugio, Lidia se sintió lo suficientemente fuerte para retomar su vida. "Quería quedarme cerca, pero también trabajar y tener un lugar donde vivir con mis hijos", cuenta.
Pudo terminar la secundaria y hoy trabaja, además de en el hogar, en una guardería. "El crecimiento de las otras mamás también me ayuda a mí; siempre les digo que estudien, que se capaciten y que la mujer puede: puede ser mamá, puede ser papá, puede estudiar y puede volver a tener una pareja, porque no todos los hombres son iguales", subraya.
Aunque ya pasaron más de tres años desde que su vida cambió radicalmente, Lidia todavía se emociona cuando recuerda todo el camino recorrido: "Ahora los tres nos podemos reír, salir a pasear y compartir. Fue como volver a nacer".
Reconocimiento a la labor solidaria
Paulina Oviedo, directora del hogar Nuestra Señora del Milagro, fue una de las ganadoras del Premio Mujeres Solidarias 2018 de la Fundación Avon, que reconoce a mujeres de todo el país que desarrollan proyectos para mejorar la vida de las personas de sus comunidades. Los proyectos seleccionados cuentan con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y colaboran a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que promueve la ONU.
Cómo colaborar
El refugio se sustenta principalmente con donaciones y necesita, sobre todo, ropa para las mujeres y sus hijos, pañales y alimentos. Además se puede colaborar realizando una transferencia bancaria a la cuenta Nº Sucursal Berazategui 5032 50468/7 - CBU: 01400816 01503205046877.
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