Poco después de quedarse ciego, Silvio Catania conoció a Domingo Grimberg, un médico que valoró todo su potencial, le abrió las puertas al mundo del trabajo y lo apoyó a pesar de las resistencias
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Sentado en un rincón, sin hacer nada. Así debía quedarse Silvio Catania, según los planes de su jefe, cuando ingresó a trabajar en el área de monitoreo de Defensa Civil del municipio de Lanús. En esa oficina se recibían llamados de vecinos y se direccionaban para resolverlos. Silvio estaba perfectamente calificado para ese puesto, ya que tenía matrícula de radio operador. Pero había un detalle que generaba resistencia: su ceguera.
Lo que el hombre no supo entonces es que su jefe había llegado, incluso, hasta instancias superiores para quejarse por tener que sumarlo a su equipo. La designación del nuevo empleado había sido impulsada por Domingo Grimberg, el secretario de Salud del municipio, quien lo había conocido unos años antes y no tenía dudas de que Silvio cumplía de sobra con los requisitos para ese puesto. Por eso, tras escuchar las quejas del jefe se limitó a responderle: “Primero conocelo y después hablamos”.
La anécdota la supo Catania algunos años más tarde de boca de su propio superior, quien se la confesó, avergonzado. “Me dijo que lamentaba haber sido prejuicioso, que con el tiempo pudo ver lo equivocado que estaba ya que, en realidad, necesitaba más empleados como yo”, recuerda.
Para ese entonces, Silvio se había convertido en un compañero muy querido, que todos los días daba muestras de sobrada eficiencia memorizando calles y teléfonos con una precisión envidiable. “Llegué a tener más de doscientos teléfonos en mi cabeza. De lo más variados. Si no cambió, el conmutador de la estación de Retiro debe de seguir siendo 4310-0700”, rememora en diálogo con LA NACIÓN.
Hoy, 23 años más tarde, poco ha cambiado con respecto a la percepción que se tiene de las personas con discapacidad y su capacidad para trabajar. “Se nos juzga por la discapacidad, como si eso nos definiera y nos convirtiera en tontos o inútiles. Si no nos dan la oportunidad, no podemos mostrar nuestro potencial”, se lamenta el hombre de 48 años.
Aquel 1° de julio de 1998, a él se la dieron. “Primero viene Mingo y después Dios”, asegura convencido, en referencia a Grimberg, la persona que le abrió la puerta a un trabajo formal. Y hace algunas semanas, a raíz de la publicación de una serie de notas que rescatan la importancia de las oportunidades –en el marco del proyecto Redes Invisibles de Fundación LA NACIÓN–, Silvio se contactó con la Redacción para contar su historia.
Su vínculo había comenzado a mediados de los noventa. En ese entonces, Domingo Grimberg, un reconocido pediatra de Lanús con cincuenta años de trayectoria profesional, era funcionario del municipio cuando conoció la Escuela de Educación Especial N° 506. Era sábado y se había organizado un bingo. El fin: obtener fondos para mejorar la institución. “Cuando pregunté quién había organizado tan bien todo, me hablaron del presidente de la cooperadora. Esa persona era Silvio”, recuerda el médico.
Silvio agrega que aquella noche ambos conversaron y Domingo le pidió si podía ir a verlo durante la semana. “A partir de entonces, comencé a asesorarlo en temas de discapacidad. En una de esas charlas me dijo que estaba la posibilidad de que él ingresara al área de Salud del municipio. Y que, si eso pasaba, iba a impulsar mi ingreso como empleado. Podría haber sido una promesa nada más. Pero cumplió con su palabra”, asegura Catania.
Sus problemas de visión habían comenzado cuando tenía 18 años, hasta que tres años más tarde se quedó ciego. “El diagnóstico fue una atrofia del nervio óptico sin etiología, es decir, no se pudo determinar la causa. Quizás fue la mutación de un gen, pero no se sabe. Hasta ese momento yo estudiaba electrónica y trabajaba armando equipos de iluminación para boliches. Siempre fui un apasionado por la electrónica y la tecnología. Y lo sigo siendo hoy: en mi tiempo libre, por ejemplo, desarrollo inventos para mejorar la vida de las personas con discapacidad”, relata el hombre.
En el transcurso del último año en que conservaba un resto de visión, Silvio se capacitó en orientación, movilidad y computación para personas con discapacidad visual. Todo en la escuela N° 506 en la que, unos años más tarde, conocería a Mingo. También se formó en todo lo que pudo –hizo un curso de lombricultura, por ejemplo– y se matriculó como radio operador. Actualmente vive con su madre, asegura, no porque necesite asistencia sino para acompañarla.
Para esta nota, Silvio y Domingo se encuentran en la sede de monitoreo de Defensa Civil en el municipio, el primer lugar de trabajo de Catania. Silvio ingresa con la guía de su bastón blanco y el amoroso acompañamiento de Mingo, que le va indicando obstáculos y le va describiendo los lugares que transitan. Aunque hace años que no trabaja allí, se lo nota perfectamente ubicado.
Sus excompañeros se le acercan, lo saludan, lo abrazan. Miriam, una de ellas, cuenta anécdotas, como el día que iba con Silvio en su auto y le dijo: “Esperá que pongo el GPS porque no sé llegar”. “Entonces Silvio me dice: ‘decime exactamente en dónde estamos’. Le dije, y me fue indicando cómo llegar. Llegamos perfecto”, rememora.
Domingo la escucha y agrega otros recuerdos que perfilan a Silvio como una persona extremadamente organizada. “Ante una vacante laboral, si una persona con discapacidad puede realizar la tarea, hay que empujar para que ingrese. Obviamente, siempre que esa persona esté capacitada para la tarea. Solo necesita la oportunidad para demostrarlo”, considera el médico.
Nacido en Caballito hace 74 años, Grimberg pasó la mayor parte de su vida en Lanús, a donde llegó cuando se casó. “Mi papá quería que yo fuera ingeniero industrial, pero una profesora de Anatomía en el secundario dejó expuesta mi vocación de tal manera que no hubo forma de cumplir con el mandato paterno”, recuerda, risueño. Ligado a la pediatría y a la neurología infantil, Grimberg asegura que siempre, incluso antes de recibirse, se sintió comprometido con la inclusión social de las personas con discapacidad. Todos estos años de contacto con Silvio parecen haber profundizado aún más esta veta.
“Me duele mucho que el cupo laboral para las personas con discapacidad no se cumpla. Durante mi gestión apenas pude hacer entrar a Silvio y a otra persona más. Y tuve que pelearme bastante para lograrlo. Hay mucha resistencia, no entiendo por qué. Cuando voy a algún lado con Silvio, veo que la gente, todavía hoy, nos mira con sorpresa”, se lamenta Domingo. De hecho, el derecho a un trabajo es uno de los más vulnerados para las personas con discapacidad: solo un 32,2% de esta población en edad laboral logra acceder a un empleo, según el último estudio nacional sobre el Perfil de las Personas con Discapacidad, y el cupo estatal, en promedio, en 2019 fue casi del 1%, de acuerdo a datos de la Secretaría de Gestión y Empleo Público.
Desde que se conocieron, Domingo y Silvio entablaron un vínculo profundo, casi familiar, en el que ambos salieron fortalecidos. “Yo estoy atento a las necesidades de Silvio pero él también está atento a las mías. A veces se anticipa a lo que estoy pensando. Cuando empezó la pandemia y a todos nos preocupaba cómo sanitizar las llaves y la billetera, un día se me apareció con una caja que él había inventado con ozono en su interior, pensada justamente para ese fin. Incluso mi esposa lo considera ‘la’ persona de consulta ante cualquier duda relacionada con el mundo de la tecnología”, asegura Grimberg, dejando en claro que, en la relación entre ambos, la ceguera es, apenas, una anécdota.
Basta compartir una tarde con Silvio para tener la sensación de que su filosofía de vida es lograr que la ceguera no lo defina ni sea un tabú en el vínculo con los demás. Por eso mismo, le cuesta entender que un sector de la sociedad todavía tenga pruritos con la palabra “ciego”.
“Parecería que fuese una mala palabra. Si uno quiere hablar correctamente, lo primero es que somos personas. No está mal decir: es una persona ciega, o es una persona con discapacidad. Pero algunos piensan que decir “no vidente” es menos doloroso. A mí me parece cómico, porque si me preguntás si soy no vidente te digo que sí, porque tengo la dentadura completa, porque bidente, con B, es quien tiene dos dientes. O sea que, salvo excepciones, todos somos no bidentes”, agrega riéndose de su ocurrencia.
Consciente de que lo suyo es un privilegio, Catania está siempre atento a generar oportunidades para otros. Ahora mismo, de hecho, cuenta que quiere desarrollar un proyecto que potencie las habilidades de las personas con autismo en el mundo de la programación. “En lugar de centrar la mirada en lo que no tenemos, ¿por qué no nos dan la posibilidad de desplegar nuestras habilidades en otros campos?”, se pregunta. Mientras tanto, sigue soñando con un mundo en el que no exista el término “inclusión laboral para las personas con discapacidad”. Un mundo sin excluidos.
Si querés conocer más sobre los proyectos de Silvio para lograr una mayor inclusión para las personas con discapacidad podés contactarlo al 11-5562-4202, o escribirle a silvioacatania@gmail.com
Sobre Redes Invisibles
Redes Invisibles es un proyecto de Fundación La Nación que nació en 2019 con un firme propósito: combatir y desterrar los prejuicios instalados en nuestra sociedad en torno a la pobreza. En esta nueva serie, rescata el concepto de las oportunidades como un valor que enriquece no solo a quien las recibe sino también a quien las da. También cuestiona la idea de que únicamente quien tiene recursos –económicos, materiales, de conocimiento, etc.– puede hacer algo por los demás: todos, desde nuestro lugar, podemos tener gestos o acciones que abran puertas y contribuyan a cambiarle la vida al otro.
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