Su cuerpo cambió cuando empezó a tomar un medicamento y ahora expone las barreras que enfrentan las personas gordas: “La ropa, los asientos, todo nos afirma que no encajamos”
Samanta Alonso (32) visibiliza en sus redes sociales situaciones que debe atravesar por tener un cuerpo grande; los asientos del colectivo le quedan chicos, no entra en los tomógrafos y le cuesta conseguir ropa; el Inadi identificó que las personas gordas son las que sufren más situaciones de discriminación en el país
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A Samanta Alonso no siempre le entra la ropa que le gusta. Si el médico le pide que se haga una resonancia, es probable que no entre en la máquina. Los asientos del subte, del colectivo y del avión la oprimen. Antes de ir a un bar, lo busca en las redes sociales para ver si las sillas son amplias. Para ir a depilarse, tiene que encontrar un lugar con camillas que aguanten más de 100 kilos. Lo que para la mayoría de las personas es algo simple y fácil de hacer, para ella implica una gran organización.
Samanta tiene 32 años, creó una marca de ropa y tiene un local propio en el barrio porteño de Balvanera. Ella misma se autodefine como “gorda”. Un poco, dice, para sacarle la connotación negativa al término y otro poco como una forma de visibilizar una condición física que en su caso se fue conformando a partir de un medicamento que tuvo que tomar por una enfermedad en la piel: “Los gordos existimos y tenemos derechos que muchas veces se ignoran”.
El tamaño de las sillas, de las camillas, de los asientos del subte y de la ropa suelen estar diseñados para cuerpos de proporciones estándar y esto termina siendo una barrera para los diferentes tipos de cuerpo. “En general, los espacios urbanos no están pensados para los cuerpos gordos”, asegura Samanta en diálogo con LA NACIÓN.
Las cuestiones estéticas y el ser una persona gorda son los dos principales tipos de discriminación identificados en el Mapa de Discriminación de 2019 del INADI. “La cuestión de la accesibilidad es primordial”, resalta Lucila Somma, socióloga y coordinadora de Programas y Proyectos contra la Discriminación del Instituto. Cuando se supera la barrera del estigma “aparecen las faltas ligadas a un sistema universal”, es decir accesible para todos, sin importar la condición.
Somma aclara que “no considerar estas situaciones es vulnerar un derecho y por lo tanto es discriminatorio”. El nuevo paradigma del Diseño Universal, por el que luchan personas como Samanta, implica un cambio profundo en la manera de proyectar los espacios y volverlos accesibles para la diversidad de usuarios.
Hace 10 años que Samanta es activista y forma parte de Anybody Argentina, una ONG que busca concientizar sobre la diversidad corporal. Empezó a hacerlo cuando en Argentina todavía era reciente y pocos sabían de qué se trataba. Hoy escribe, tiene una marca de ropa para personas plus size y se dedica a problematizar desde las redes sociales situaciones de la vida cotidiana que atraviesa por tener un cuerpo de talla grande.
Un cambio corporal que empezó a los 9 años
Samanta no fue gorda toda su vida. Su cuerpo empezó a cambiar cuando tenía nueve años porque le diagnosticaron dermatitis atópica, una enfermedad en la piel que provoca sarpullido y que para tratarla le recetaron corticoides que la hicieron subir de peso.
A ese cambio físico, lo acompañó uno actitudinal de sus compañeros del colegio hacia ella y las burlas se volvieron algo frecuente. Para ellos, se había convertido en “la niña gorda” a la que la ropa no le entraba y los pupitres le quedaban chicos.
A Samanta le dolió, especialmente, lo de la ropa. Desde chica, la moda era una de sus grandes fascinaciones: “Yo soy una gorda fashion”, asegura, pero en su adolescencia pocas veces usaba ropa que le gustara porque en su talla “no existía”. Incluso le pasaba con el uniforme del colegio: “Yo no era la nena más gorda del mundo pero el talle más grande que tenían me incomodaba”, cuenta. Durante parte de la primaria y toda la secundaria, la costurera le arregló todos sus uniformes.
Pero a medida que fue creciendo se dio cuenta de que no podía ir al shopping y sus opciones para vestirse como quería eran limitadas: o se mandaba a hacer la ropa o la traía de afuera.
En junio de 2021, se reglamentó la Ley 27.521, que estableció un nuevo sistema de designación de talles de cumplimiento obligatorio en todo el país, llamado “Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria”. Samanta fue las personas que, junto con Anybody Argentina, insistió públicamente para que saliera y se instrumentara la ley.
De todos modos, en la práctica, la Ley de Talles no se cumple en la mayoría de los casos y ella sigue sin poder comprar ropa que le entre en los shoppings y muchos otros locales a la calle. “Al tener un cuerpo que no entra en la hegemonía, y además de la discriminación y el bullying, estas situaciones te hacen sentir todo el tiempo que estás mal”, afirma. En parte por eso, creó Kalista, una marca de ropa inclusiva con talles plus size.
La falta de preparación de muchos profesionales de la salud
Cinco meses atrás, Samanta empezó con lo que algunos doctores le dijeron que era un “problema hormonal”. Una endocrinóloga le explicó que la causa de sus síntomas era su peso y la mandó a hacerse una resonancia que no pudo terminar: la máquina era demasiado chica y a pesar de que era evidente, la médica la metió “a presión” y le dijo que se quedara quieta por 55 minutos. Samanta no se contuvo y le pidió que la sacara.
Finalmente, se enteró de que estaba embarazada de Elías, su segundo hijo, al quinto mes de embarazo. Antes de eso, pasó por varios especialistas: un cirujano que le “amasó toda la panza” y discutía con un residente cómo meterla a la fuerza en el tomógrafo; una endocrinóloga que le preguntó si se haría una cirugía bariátrica; una médica que le sugirió que tenía que “dejar de comer por ansiedad” porque así podría perder a su bebe, que nació el 25 de noviembre de 2022; y un residente que, sin que ella se lo preguntara, le advirtió que si no adelgazaba, no iba a poder tener más hijos.
Ahí fue cuando empezó a buscar a otras mujeres que hayan pasado por experiencias similares y se dio cuenta de que había muchas como ella. Solo que, a pesar de desear tener hijos, no se animaban a hacerlo por miedo a que los médicos las abandonaran en el proceso. Una situación que se ve retratada cuando el personaje de Kate Pearson (Chrissy Metz) en la serie This Is Us quiere ser madre.
Según un informe elaborado por La Sublevada, un espacio de mujeres y disidencias de la ciudad de Buenos Aires, ocho de cada 10 personas gordas fueron discriminadas en el sistema de salud. Además, señala que siete de cada 10 personas recibieron comentarios sobre su cuerpo por parte de profesionales de la salud y el 43% recibió un diagnóstico errado.
Antes de tener a Elías y a Avril (4), Samanta solo iba a la nutricionista porque los médicos siempre la hacían sentir mal con su peso: “Me decían cosas como que me esguinzaba porque era torpe por ser gorda, me repetían que comía un montón y que me fijara en mi dieta sin que les preguntara”. Al final, dejó de ir por completo.
Asientos pensados para una persona estándar
Hace unas semanas, Samanta contó por Instagram que iba a hacerse la depilación definitiva en el estudio estético de una amiga. En su cuenta, aclaró que se trata de un “espacio apto para personas gordas”, es decir, que las camillas soportan hasta 230 kilos y es un espacio libre de gordoodio. La agenda de su amiga se llenó al instante y la mayoría de los mensajes que le mandaban preguntaban una sola cosa: si era verdad que la camilla “aguantaba”. “Ni siquiera sabían si era bueno el lugar o no, solamente con sentir que no se iban a caer era suficiente para que quisieran ir”, cuenta sorprendida.
Mercedes Estruch, coordinadora de Anybody Argentina, dice que “vivimos en un mundo completamente inaccesible para las diversidades corporales donde todo está pensado para un tamaño específico: el de un hombre de peso estándar”. Tanto el diseño de una puerta como el interior de un auto responden a este arquetipo y para la coordinadora de la organización, a los que no entran en estos espacios se les pone la carga de resolverlo individualmente: “Si la silla te queda incómoda es un problema tuyo”.
Según el Manual de diseño universal de Buenos Aires, una ciudad accesible es una cuyos espacios permiten “un desplazamiento independiente y sin obstáculos a todas las personas para su real integración al trabajo, recreación, cultura y a todas las exigencias de la vida diaria”, es decir, una ciudad sin barreras.
Lo que para algunos es una salida a tomar una cerveza, un viaje en colectivo o ir en avión en las vacaciones, para Samanta implica mucho más. Por ejemplo, que los asientos no resistan y se rompan, que sean pequeños y el apoyabrazos la lastime, o la necesidad de pedir un extensor del cinturón de seguridad. “No solo son las personas las que te hacen sentir que sos diferente, sino que los espacios y las cosas que uno usa también, y si no cumplís con las medidas, no entrás”.
“Te lo digo por tu salud”
A través de las redes sociales o incluso en la calle, los comentarios en forma de consejo como “no deberías comer eso”, “¿no pensaste en operarte?” o “te lo digo por tu propio bien” para Samanta son moneda corriente.
La perspectiva pesocentrista, un enfoque que concibe al peso como indicador suficiente de salud, tiende a patologizar a las diversidades corporales. La revista Inclusive del Inadi aclara que “es una mirada simplista y estigmatizante que considera a la gordura no ya como un posible factor de riesgo (como también lo son el tabaquismo, el consumo de alcohol y de drogas o la hipertensión, por ejemplo), sino como una enfermedad en sí misma”.
Así, esta mirada sobre el peso aparta el enfoque de la salud integral y patologiza a los cuerpos gordos sin tener información en profundidad. Una vez, Samanta viajaba sentada —y apretada— junto a una señora en la línea B del subte mientras comía un alfajor. La señora la miró y le dijo que se iba a morir de un paro cardíaco. Samanta nunca supo bien qué fue lo que le molestó: que ella ocupara su espacio personal o que comiera a su lado. Pero está segura de una cosa: “¿Qué sabía ella lo que le hace bien o mal a mi cuerpo?”.
El algoritmo contra la diversidad
Tanto la política de Facebook como la de Instagram prohíben los desnudos y el contenido ofensivo. Sin embargo, un estudio hecho por Algorithm Watch, una organización alemana que vigila los sistemas automatizados de toma de decisiones, llegó a la conclusión de que el algoritmo de Instagram favorece las fotos en las que se muestran cuerpos semidesnudos: la imagen de una mujer en bikini, por ejemplo, va a tener un 54% más probabilidades de aparecer en el feed de la gente, y las fotos de hombres sin remera, un 28% más.
Sin embargo, esto no aplica para todos los cuerpos. En 2020, el hashtag #visibilidadgorda se hizo viral en Instagram. La propuesta consistía en que famosos, influencers y personas con muchos seguidores compartieran imágenes de modelos, artistas o activistas plus size para ayudarlos a llegar a un público mayor y darle más lugar a la diversidad corporal en la red social.
Así, cuentas como la de Corina Lagos, modelo y actriz plus size, fueron compartidas por personas con miles de seguidores como la influencer Nati Jota. Pero a horas de que este gesto la ayudara a llegar a los 10.000 seguidores, la misma red social decidió eliminar su cuenta. Sus fotos no tenían nada de diferente a las de cualquier influencer a excepción que las de ella fueron borradas.
“Hay un montón de cosas que se le permiten a la hegemonía y a los gordos no”, afirma Samanta. En su caso, le han borrado algunas publicaciones en las que ella o las modelos de su marca de ropa aparecían en traje de baño.
“Los algoritmos funcionan de cierta manera, por ahí a los cuerpos hegemónicos se les permite salir desnudos, con un material que roza lo pornográfico y a las gordas nos lo borran y nos bajan la cuenta”, explica Samanta. Entonces, se pregunta: “¿Qué hacemos con toda esa diversidad que no se muestra? Lo que no existe no se nombra y lo que no se nombra no tiene derechos”.
Para Samanta, existe una cuestión histórica de que “el gordo es gordo porque quiere, sino haría algo para cambiarlo”. Por eso siempre siente que la culpa va hacia ellos: “Es mi culpa no conseguir ropa, ocupar espacio en el colectivo y que los médicos me maltraten”.
La discriminación más sufrida, según el Inadi
Somma explica que el colectivo gordo “es uno de los que más denuncia y que apareció con mucha visibilidad en el último Mapa de Discriminación” del Inadi. Entre los tipos de discriminación más recurrentes, las cuestiones estéticas y las personas gordas ocupan el primer y segundo lugar, respectivamente. Especialmente, en el caso de las mujeres que sufren más que los hombres en relación “a la imposición de un modelo hegemónico de belleza y corporalidad”.
La socióloga dice que “hubo un proceso de visibilización” y gracias a este, en el imaginario social empezó a “comprenderse que lo que muchas veces sufren las mujeres tiene que ver con una discriminación por no cumplir con ese mandato hegemónico de belleza que se les asigna”. Y ahí es donde empieza a observarse ese tipo de discriminación llamada “gordofobia”.
“El gordoodio existe para ambos sexos, lo que pasa es que la gordura funciona distinto en los géneros”, explica Samanta y agrega que “a las mujeres se las hace valer primero por sus cuerpos y luego por lo que son”.
Más información
- INADI. Para denunciar un acto de discriminación, podés contactarte con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo en las delegaciones que tiene en todo el país. Además, las 24 horas, todos los días del año, se pueden hacer consultas a través de la línea telefónica gratuita: 168.
- Anybody. Es una organización sin fines de lucro parte de un movimiento global, anteriormente llamado Endangered Bodies (Cuerpos en riesgo de extinción), con la misión de concientizar sobre la diversidad corporal en particular y la diversidad en general desde una perspectiva de género y derechos humanos.
- Bellamente. Es una fundación sin fines de lucro que, desde el 2018, trabaja promoviendo la aceptación social de la diversidad corporal, sexual y de género.
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