“Soy la primera de la familia en tener un trabajo formal”: financian el estudio de jóvenes de familias vulnerables y los conectan con empresarios
Florencia estudiaba programación desde el celular y conectada al wifi de la calle; una fundación la becó y después consiguió trabajo en una pyme; según un estudio, las personas de hogares pobres que acceden a oportunidades de capacitación son más productivas y suelen estar “por encima de lo que se espera para el puesto que ocupan”
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Cuando Florencia Farías decidió que iba a estudiar programación había cumplido 23 años y jamás había tenido una computadora en su casa ni contaba con wifi. Vivía en Florencio Varela, con tres de sus cinco hermanos y Carmen, su mamá, que había tenido que cerrar la verdulería que tenía en su casa. Además, trabajaba 13 horas por día en una cooperativa en la que hacía tareas de costura y albañilería por las que no le pagaban mucho pero que le servía para ayudar con los gastos de la casa.
Era diciembre del 2020 y se dio cuenta de que quería cambiar ese presente. Empezó sola: buscó información en internet e hizo cursos gratuitos desde su celular y conectada al wifi público de la calle que en algunos lugares instaló la municipalidad. Enseguida se dio cuenta de que así no iba a poder avanzar.
En febrero del año siguiente, con la ayuda de su mamá y dos amigos, se compró su primera computadora y, aunque le duró solo cuatro meses porque era “bastante vieja”, le dio el impulso que necesitaba para renunciar a la cooperativa y concentrarse en sus estudios. Por un año, lo único que hizo fue estudiar, comer y dormir. “Me levantaba a las ocho de la mañana y me acostaba a las nueve de la noche”, recuerda en diálogo con LA NACIÓN. En dos meses, hizo ocho cursos gratuitos.
Así supo sobre las comunidades de programadores en las redes sociales y se sumó. Ahí dio con una oportunidad única. “Vi una publicación de una organización que ofrecía postular para una beca para que 50 chicos pudiesen estudiar para ser programadores”, recuerda.
El aviso era de Empujar, una organización sin fines de lucro conformada por empresas y voluntarios que capacitan a jóvenes para su inserción laboral. Mariana Frenkel, directora de la fundación, explica que trabajan “con personas inmersas en contextos informales”, es decir, que vienen de hogares vulnerables en los que ni ellos ni sus padres tuvieron un empleo formal y donde las oportunidades de estudiar son mínimas.
Para Florencia, que creció en una casa donde “llevar comida a la mesa era un gran esfuerzo”, la propuesta le pareció única. Esa beca le abrió la puerta al mundo del empleo formal: hoy trabaja en Intec Software, una pyme que ayuda a pequeñas y medianas empresas a simplificar sus procesos de negocios y potenciar su gestión, y vive en Quilmes con una amiga. Ese empleo surgió a partir de otra oportunidad poco frecuente: la que le dio el CEO de Intec, Víctor Mercol, quien a su vez ya lleva contratadas a otros 12 jóvenes con historias similares a la de ella.
A los 25 años, Florencia logró ser la primera en su familia en conseguir un empleo formal.
De no tener plata para el colectivo a ser programadora
Cuando Florencia estaba por terminar el secundario, a uno de sus hermanos le detectaron una hepatitis autoinmune. Ella tuvo que dejar el colegio de lado por un tiempo: mientras su mamá se quedaba con su hermano en el hospital, ella le conseguía donantes de sangre y organizaba colectas para ayudar en su casa. “Las cosas se vinieron muy abajo”, recuerda.
Finalmente su hermano mejoró, ella pudo terminar el colegio y se anotó para estudiar la tecnicatura de pequeñas y medianas empresas en la Universidad Nacional de Quilmes. Sin embargo, no pudo sostener esa aspiración: “No me podía pagar el boleto para ir”.
Florencia es la tercera de seis hermanos y asegura que Carmen fue el sostén de la familia. “Mamá trabajó toda su vida y ahora la ayudamos nosotros”, dice. Hasta la pandemia, tuvo una verdulería. Después de eso, se las arreglaron como pudieron: “Un poco con la ayuda del municipio que cada tanto distribuía algún bolsón de comida y un poco con lo que ganaba yo”, cuenta y cree que justamente la situación que vivió la hizo pensar que podía tener mejor futuro: “Siempre creí que nos merecíamos el derecho a poder progresar”.
Así que, como no le alcanzaban las horas del día, decidió renunciar y dedicarse a estudiar. Gracias a la beca de Empujar, entró a Digital House, una organización que ofrece cursos de programación de manera remota. Los primeros cinco de los nueves meses que duraba el curso vio nociones básicas de programación, luego empezó sus prácticas en Intec hasta que se recibió como desarrolladora web y quedó como empleada efectiva.
Ofrecer la oportunidad que pocos suelen ofrecer
La directora de Empujar asegura que a Florencia la eligieron porque ella es una persona comprometida. “Nosotros somos un puente para alcanzar un potencial al que quizá se le dificulta llegar por su contexto”, explica. Según Frenkel, los empresarios que se acercan a Empujar “son los que entienden que brindar estas oportunidades a los jóvenes es un desafío”, pero que lo hacen de todas maneras porque saben que de otra forma no las tendrían.
Florencia no fue la única que tuvo una oportunidad laboral en Intec. Otros 12 jóvenes como ella esperaban una oportunidad así y la encontraron en esa empresa. Según un informe de la organización Cimientos y Adecco, los mayores obstáculos para los jóvenes a la hora de conseguir empleo son el requisito de experiencia previa, la dificultad para continuar los estudios y la poca oferta de trabajo. En cambio, para las empresas, la falta de capacitación y de “compromiso” son dos de las principales dificultades a la hora de contratar jóvenes.
“Es un círculo vicioso”, dice la directora de Empujar y explica que “los empresarios perciben con desconfianza a los jóvenes y como resultado les generan inseguridades que se traducen en la falta de compromiso y el ausentismo”.
Víctor cree que, a veces, por las situaciones en las que vive una persona “el estudio no puede ser una prioridad y eso luego les dificulta el acceso a un empleo de calidad”, uno en el que las personas trabajan más de 30 horas semanales, con aportes jubilatorios y obra social. Es decir, un empleo formal. “Tener una cuenta bancaria, una obra social o incluso un aguinaldo fue algo nuevo para muchos de estos chicos”, dice. En el caso de Florencia, efectivamente lo fue.
Una actividad con más espacio para varones
Florencia se considera una persona no binaria, sin embargo, para ella “una cosa no quita a la otra”: “En el sector de la tecnología hay una brecha de desigualdad, como en casi todos los trabajos”, opina. Según una investigación de la organización civil Chicas en Tecnología, la cantidad total de estudiantes de programación creció un 12% entre 2011 y 2019, pero el aumento se fragmenta: “Hay un crecimiento del 16% en los estudiantes varones y una caída del 5% en las estudiantes mujeres”.
“Lo que sí está bueno”, reconoce Florencia, “es que a estos temas se les empezó a dar más visibilidad”. Ella cree que se suele subestimar a la mujer y esa es una de las razones por las que decidió estudiar programación, “una especie de justicia social”, dice.
Según el informe “Juventud, educación y trabajo”, del Observatorio de Argentinos por la Educación y CIPPEC, son más las chicas que completan el nivel secundario que los varones: un 71% de las mujeres de 18 a 24 años tienen título secundario frente a un 62% entre los varones. Sin embargo, la proporción de mujeres que acceden a trabajos de calidad es considerablemente menor, ya que “en 2021, entre los jóvenes de 25 a 29 años con título secundario, el 48% de los varones tienen un empleo de calidad, mientras que la cifra desciende al 16% entre las mujeres”.
Víctor Volman, economista y director del observatorio, dice que se da una paradoja, ya que “las chicas parecieran terminar en mayor proporción la secundaria pero sus credenciales valen menos que las del varón al momento de ver qué pasa en el mercado laboral”.
Empresarios donantes, capacitadores o empleadores
Los empresarios que se suman a Empujar pueden hacerlo como donantes, abriendo oportunidades de empleo para jóvenes o dando la posibilidad de que sus colaboradores sean capacitadores voluntarios. Víctor llegó a esta propuesta como lo hacen la mayoría de las empresas: por el boca en boca. “Un amigo me contó que estaba aportando su tiempo y algunos recursos para la causa y ahí me hizo el click”, cuenta.
“Es un ganar, ganar”, dice y se explica: “Por un lado, necesito programadores y por el otro, estoy convencido de que mi mejor aporte para la sociedad es generar empleo de calidad para quienes más lo necesitan”. Víctor, además de abrir sus puertas para estos jóvenes, realiza donaciones particulares a la organización.
Después de que el curso de desarrollo web en Digital House se terminara, Víctor armó un programa de prácticas formativas en las que entrevistó a los 50 becados e incorporó a 15 de ellos, de los cuales 13 quedaron de manera definitiva, entre ellos Florencia. “Los chicos demuestran que si tienen la oportunidad, la toman. Es un tema de actitud que a mí me sorprende y entiendo que se debe a que la tienen difícil”, dice Víctor.
De los más de 2500 egresados de Empujar, el 72% consiguió empleo. Además, según una encuesta que hizo la organización, el 78% de los supervisores de las empresas que contratan a los becados de la fundación calificó a los jóvenes “en la media o por encima de lo que se espera para el puesto que ocupan”. Y “se evidenció que en promedio hubo un diferencial positivo del 112% de mayor productividad en jóvenes que fueron contratados a través de la Empujar”.
El CEO sabía que involucrando a Intec en el proyecto multiplicaba las oportunidades: “Le estás mostrando a esas familias, a los hermanos, que hay una salida, una realidad distinta y que requiere cosas que no se priorizan siempre como el estudio. Se genera un círculo virtuoso”, asegura.
Para Víctor, que comenzó en Intec como un consultor aprendiz dispuesto a “limpiar el piso”, si se lo pedían, y hoy es el CEO de la empresa, sumarla a ella y a otros 12 jóvenes fue como “devolver la oportunidad” que le dieron a él.
“Tener un buen trabajo que te permita desarrollarte y proyectarte en el futuro”, esa es la nueva realidad que reconoce Florencia. Ahora ella es desarrolladora web, tiene un empleo de calidad y una obra social. Más adelante le gustaría seguir con sus estudios y desarrollar sus propios proyectos pero hoy siente que está mejor. En el camino, hubo mucha gente que le dijo que no iba a poder pero, por suerte, fue más la que le dijo que sí.
¿Qué hago si quiero colaborar?
Empujar es una organización sin fines de lucro que busca capacitar a jóvenes de 18 a 24 años de contextos vulnerables para su inserción laboral formal. Existen diversas maneras de contribuir:
Si sos una empresa podés:
- Donar a la organización.
- Ofrecer oportunidades de empleo.
- Permitir que tus colaboradores sean capacitadores voluntarios.
Si querés ayudar individualmente podés:
- Dar entrenamiento Laboral. Acompañá a un grupo de jóvenes en la realización de un proyecto simulado para una empresa real
- Dar mentorías contando tu experiencia. Acompañá su proceso de capacitación armando conjuntamente el plan y estrategias para la inserción laboral.
- Simulando entrevistas. Entrevistá a jóvenes en las jornadas de simulacros de entrevistas laborales.
- Compartiendo tu recorrido profesional. Da una charla de tu vida profesional y laboral junto al grupo de jóvenes en capacitación.
- Dar clases sobre tu expertise profesional. Puede ser en áreas como derecho laboral; interpretación de recibos de sueldo; herramientas digitales; actitud resiliente; tips para entrevistas laborales, cómo buscar empleo. etc.
- Visita a la empresa. Abrí las puertas de tu empresa para poder recorrer las diferentes áreas, conocer sus procesos y el equipo humano que la integra.