Sonia Williams de Fox. “Con estrés, los chicos no van a poder aprender”
Es una apasionada de la educación, se nota en cada una de sus palabras. Su formación en psicología se enriqueció con una amplia experiencia como maestra en las aulas de todos los niveles, como directiva en diferentes colegios, hoy al frente de uno en Quilmes, y como formadora de docentes. Desde hace más de una década, Sonia Williams de Fox viene trabajando en la importancia de las emociones en el aprendizaje. "Los alumnos que pueden regular sus emociones están mejor preparados para sacar provecho de lo que se enseña en el aula", asegura. Además, asesora a la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires en temas tan cruciales como el clima escolar.
–¿Cómo impactan las emociones en la escuela?
–Los aportes de los neurociencias confirman lo que ya sospechábamos varios docentes: que las emociones impactan en el aprendizaje, de una manera favorable o perjudicial. La escuela fue siempre el dominio de la razón, de lo cognitivo. Había que dejar las emociones afuera, quedaban en casa. Pero no es cierto esto. Las emociones de los alumnos y los docentes entran todos los días a la escuela, se mezclan y crean numerosos matices y estados de ánimo. En un aula con 30 alumnos y un maestro hay 31 estados emocionales distintos. La emoción y la cognición son dos caras de la misma moneda porque están íntimamente relacionadas.
–¿De qué manera funciona la educación emocional?
–Es un proceso educativo, continuo y permanente, que tiene como fin último el bienestar en diferentes aspectos: emocional, profesional, dentro de la escuela, espiritual, etc. Es entender que todos los aspectos de la persona están interrelacionados: lo cognitivo, lo emocional, lo corporal. Y todos ellos se deben trabajar dentro de la escuela. Comprender nuestro mundo emocional y el de nuestros alumnos nos permite tener una nueva mirada sobre las dinámicas que se generan en el aula.
–¿Qué es el clima escolar y cómo se mide?
–El clima escolar es parte de la educación emocional. Se toma el término "clima" porque hay un conjunto de factores que lo hacen posible: el vínculo del docente con los alumnos, pero también el vínculo entre los alumnos. El sociólogo y educador chileno Juan Casassus dice que estos dos tipos de vínculos crean una energía muy especial, sutil. Cuando uno entra a una escuela o a un aula, la siente. En la secundaria, donde los alumnos van cambiando de profesores, se nota cómo cambia el clima con cada uno. Hay climas más cálidos, otros más fríos, más tormentosos. El clima escolar tiene que ver con las percepciones y es así cómo se mide. Otros autores dicen que también influye el vínculo del docente con la materia que da, si está motivado o apasionado por el tema.
–¿Cómo se hace para mantener la motivación?
–La motivación es el motor del aprendizaje. Los adultos somos modelos para los chicos. La clave está en que no se apague con el tiempo el fuego que tienen los más chicos por aprender. Ojalá las aulas pudieran ser lugares con mucha dopamina, porque el deseo de aprender la genera.
–¿De qué manera se logran aprendizajes realmente significativos?
–El docente debe generar un entorno educacional positivo, saludable, equilibrado, para que los chicos puedan aprender. A veces me dicen que no tienen tiempo para esto, pero si hay un conflicto, es necesario resolverlo, hay que mirarlo y hacer algo con eso porque si se continúa con la clase, los alumnos no van a aprender porque están preocupados por otra cosa. Poder crear las condiciones dentro del aula para que haya confianza y seguridad emocional es fundamental. Porque si no tengo un aula libre de estrés, los chicos no van a poder aprender. Y estoy hablando de aprendizajes realmente significativos, que les sirvan, que sean para la vida.
"Ojalá las aulas pudieran ser lugares con mucha dopamina, porque el deseo de aprender la genera".
–¿La confianza y la seguridad dentro del aula también tienen que ver con la posibilidad de equivocarse?
–El error es parte del aprendizaje. Si no nos equivocamos, no aprendemos. Y todavía falta trabajar en eso. El que se equivoca suele ser ridiculizado y los otros se ríen. Trabajar el lugar que tiene el error es muy importante. Te da la tranquilidad de que podés equivocarte y nadie se va a burlar.
–¿De qué se trata el "efecto Pigmalión" del que usted suele hablar?
–Es algo inconsciente y muy poderoso. Tiene que ver con que si yo creo que un chico puede, entonces va a poder. Con este efecto realmente puedo cambiar el destino de un niño, solo por creer que puede. Es darles palabras de aliento, esa mirada que acompaña, apoyo. Es uno de los tantos aspectos que se abordan en la formación con los docentes. No es nada fácil, porque nuestro cerebro está programado para estar atento a lo negativo, no para lo positivo. Cuando uno empieza a construir lo positivo, hay procesos de cambio y transformación que son increíbles.
–¿Qué tipo de trabajo se lleva a cabo en educación emocional?
–Se trabaja todo lo que genera emoción positiva, emoción estética, dinámicas lúdicas, desde el arte, la música, lo placentero. Se llevan a cabo actividades transversales, como por ejemplo el termómetro emocional, que puede tener diferentes formatos, con emoticones o fotos, y cada día el alumno pone su nombre debajo de una de las seis emociones primarias (enojo, tristeza, sorpresa, placer, miedo, disgusto) que forman el termómetro según cómo se sienta. Hay escuelas que lo han hecho en la sala de profesores. Otro de los trabajos consiste en ampliar el vocabulario emocional. Hay que enseñarles a los chicos más palabras para expresar sus emociones y que así puedan nombrarlas y reconocerlas. Porque por ejemplo si quiero aprender a frenar mi enojo y no explotar, tengo primero que reconocerlo, son seis segundos cerebralmente hablando que te permiten tomar una decisión de qué hacer con esa emoción que se está viniendo. Los alumnos que pueden regular sus emociones están mejor preparados para sacar provecho de lo que se enseña en el aula.
–Poder regular las emociones es clave para formar adultos que puedan construir una sociedad mejor.
–Totalmente. Por eso la educación emocional es preventiva, porque necesitamos formar sociedades mucho más abiertas, empáticas, compasivas. En la universidad de Wisconsin se estudió que el nivel de empatía está bajando en los adolescentes, se está perdiendo. A mí lo que más me mueve es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de registrarlo, para poder reconocer tanto lo que me pasa a mí como lo que le pasa a él. Si esto no está contemplado en la educación, no se genera nada.
"Los alumnos que pueden regular sus emociones están mejor preparados para sacar provecho de lo que se enseña en el aula"
–¿Hay estudios longitudinales sobre el tema?
–En la Argentina no, pero desde la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hicieron muchos y uno de ellos habla del impacto de las habilidades socioemocionales en el progreso de un país. Un impacto no solo en el bienestar personal de la población sino en toda la sociedad. Hay países como Bután que miden los niveles de felicidad. Uno no nace sabiendo sobre las habilidades socioemocionales, lo tiene que aprender; y la escuela es el lugar clave para hacerlo. Si estamos equilibrados emocionalmente, vamos a aprender mejor.
Las emociones en las aulas Argentinas
Se incluyeron contenidos de educación emocional en el diseño curricular para nivel inicial en la provincia de Buenos Aires, hay provincias como Misiones y Corrientes que tienen su ley de educación emocional, y San Juan incorporó la temática en su nueva ley de educación. Williams de Fox aclara que si bien "nuestra Ley Nacional de Educación todavía no incluye el tema, habla de educación integral, y esto es en definitiva trabajar todos los aspectos de la persona".