Solo uno de cada 10 argentinos cree que tiene que hacer algo para erradicar la pobreza
En épocas de crisis como la del 2001, las inundaciones de la Plata o de crecimiento de la pobreza, surge en los argentinos una "solidaridad de emergencia" que se traduce en grandes manifestaciones de ayuda y donaciones. La visibilización de estos espasmos de compromiso va instalando la idea de que "los argentinos somos solidarios". De hecho, según el estudio "La pobreza en los ojos de los argentinos" elaborado por la consultora Voices! en abril de este año en exclusiva para el proyecto Redes Invisibles de LA NACION, la inmensa mayoría de los argentinos (ocho de cada 10) declara que se siente una persona solidaria.
"Tiendo a pensar que cuando los argentinos evalúan su propia solidaridad, lo hacen pensando en sus acciones con su familia y amigos, que tienden a ser bastante numerosos, grupos de referencia potentísimos en el país y fuente de gran satisfacción. Y desde esa perspectiva tienen razón. Por otro lado, piensan en su reacción ante catástrofes o hechos trágicos, momentos en los cuales la gente tiende a movilizarse un montón para recoletar bienes y trasladarlos. Estas reacciones pasionales y poco sistemáticas son muy típicamente argentinas y es real que son parte del ser solidario", explica Constanza Cilley, directora de Voices!
Ocho de cada 10 argentinos declaran que se sienten personas solidarias.
Pero, ¿se sostiene este compromiso en el día a día? Los estudios comparativos internacionales en general muestran que cuando se miden variables concretas de solidaridad como pueden ser el índice de voluntarios y de donaciones, la Argentina no rankea en lo alto de la lista. El estudio de Voices! refleja esta tendencia: solo el 7% de los argentinos declara colaborar en una ONG.
"Hay baja canalización de esta solidaridad mediante instituciones y una de las razones centrales es que sufrimos de una crisis de desconfianza visceral que abarca no solamente a las instituciones sino que se da a nivel interpersonal. Sacando la familia y los amigos, los argentinos no confiamos. Y esta es una barrera importante a la solidaridad", agrega Cilley.
El 40% de los argentinos siente tristeza frente a la pregunta qué sensación les provoca la pobreza; le siguió: preocupación (38%), las ganas de hacer algo (28%), la impotencia (27%), la bronca (20) y la empatía (11%).
Para Juan Pablo Gasme, coordinador del Área de Desarrollo Institucional de Cáritas, el desafío es reeducar la mirada solidaria y generar nuevos dispositivos para canalizar el cambio social.
"Vemos que en la Argentina hay mucha potencialidad solidaria pero que por momentos está anestesiada. Nos quedamos en discusiones teóricas o de la grieta, que son más de comentar la realidad que de intervenir en ella. Me refiero a la grieta entendida como las narrativas que va haciendo la sociedad para explicar por qué nos pasa lo que nos pasa. Creer que la gente humilde es vaga no es cierto, en mi edificio también hay gente vaga", dice Gasme.
Nos quedamos en discusiones teóricas de la grieta.
Es interesante analizar qué ocurre con el compromiso social de la ciudadanía cuando no estamos ya hablando de "apagar un incendio" sino de ayudar a otras personas a salir de una pobreza estructural. Para lograr este objetivo, no alcanza con hacer donaciones esporádicas de dinero o especies, sino que requiere de un contacto directo y sostenido con el beneficiario.
"Creo que el compromiso emocional que exige escuchar a alguien que necesita es algo para lo cual no todo el mundo está preparado. El capital emocional puede ser asimétrico frente al capital económico. La donación de dinero es valiosa, pero tiene la característica de ser ciega. La donación de tiempo y de apoyo personal, junto al dinero, exige abrir los ojos y tal vez no poder cerrarlos nunca más", asegura Enrique Valiente Noailles, filósofo y director ejecutivo de la Fundación Navarro Viola.
El 77% de los argentinos reconoce que los pobres son discriminados, pero en paralelo hay prejuicios profundamente instalados: el 58% de la población piensa que la mayoría de los jóvenes pobres consumen drogas y alcohol en exceso y son violentos.
El Indec informó que en el primer semestre de 2019 el número de personas por debajo de la línea de pobreza creció al 35,4%. La cifra representa unos 15.9000.000 de personas en todo el país —cerca de 3.800.000 más que el año anterior— cuyos ingresos no alcanzan para cubrir los servicios básicos.
Son muchos los que necesitan ayuda. Y más allá de la innegable responsabilidad del Estado en la tarea de reducir la pobreza, ¿qué rol le cabe a cada uno de los ciudadanos? Parece que poca. Según el mismo relevamiento, solo uno de cada 10 argentinos siente que tiene que hacer algo –a nivel personal– para que haya menos gente en situación de pobreza. El Estado, con el 80%, es señalado como el principal encargado de solucionar este flagelo, seguido por la sociedad en general (30%) y las empresas (17%).
Las formas de ayudar
"Hay una sensación de que todo lo que se construye en el esfuerzo micro, a veces durante años, puede ser desbaratado por decisiones macroeconómicas o políticas macro. Los hormigueros solidarios que llevan esfuerzo construir son a veces pisados en un instante por la huella bestial de los errores o malas medidas de gobierno. Eso crea un desaliento a priori", afirma Valiente Noailles.
Una de las posibles explicaciones a la inacción de los argentinos es que ven a la pobreza como algo inmenso, y cuando los problemas son tan grandes a veces es más difícil abordarlos. "Al enfrentarse a la pobreza muchos argentinos sienten miedo. Miedo relacionado a la inseguridad, miedo a que la persona en situación de pobreza los robe o les haga algún daño. Pero también un miedo más profundo a convertirse en pobre. Cuando se enfrentan con alguien en su situación proyectan sus pesadillas personales y se inmovilizan", agrega Cilley.
Cuando los argentinos se enfrentan a alguien en situación de pobreza proyectan sus pesadillas personales y se inmovilizan.
Otra de las variables a analizar es el tipo de ayuda que brindan los argentinos. Según este estudio, predomina la que podría llamarse "asistencialista". Si bien el 89% declara que realizó alguna acción para contribuir a mitigar la pobreza, las principales acciones están más vinculadas con la donación de bienes o dinero que con un compromiso a largo plazo. El 73% de las personas declaró haber donado ropa, juguetes, alimentos, medicamentos y útiles; el 49% haber acercado alimentos a una persona en situación de calle y el 36% haber dado dinero a una persona en situación de calle.
El 11% de los argentinos cree que debe hacer algo para que haya menos gente en situación de pobreza. "Yo, desde mi lugar", recibió una de cada 10 menciones. La gran mayoría de los argentinos señala al estado como el principal responsable.
Si bien desde Cáritas confirman un crecimiento del voluntariado, Gasme señala que en general las personas prefieren hacer aportes monetarios, o donaciones de ropa o alimentos antes que acercarse a los barrios. La colecta 2019 de esta entidad fue mejor que la del año pasado bajo el mensaje de que "compartir transforma vidas".
"Nosotros apuntamos a que el voluntariado crezca, con una mirada más humana hacia la gente pobre y con proyectos específicos. En cualquier experiencia voluntaria buscamos interpelar a la gente. Para que no quede en una mera sensibilización, es necesario salir de nosotros mismos para dejarse tocar por el otro. Cuando uno realmente genera un vínculo con los más pobres, yo creo que eso es transformador", dice Gasme.
El 89% de los ciudadanos declaró haber realizado alguna acción solidaria: las donaciones de bienes materiales como ropa o juguetes aparecen como la más popular, le siguen dar alimentos y/ o dinero a personas en situación de calle.
Lamentablemente, este contacto entre mundos dispares, sucede menos de lo necesario. Apenas el 20% de las personas declararon tener un compromiso a largo plazo al ayudar a una persona de bajos recursos a estudiar o conseguir un trabajo. Esta es, quizás, la mejor apuesta para que puedan romper con el círculo de pobreza, que en general se transmite de generación en generación.
"Lo genérico abruma, y lleva tanto a la distancia como a la inacción. Por eso hay que apostar a lo concreto, al nexo acotado y directo, que tiene el valor, además, de derribar prejuicios y crear confianza", concluye Valiente Noailles.
Achicar las brechas
Uno de los caminos para desnaturalizar la pobreza y romper los prejuicios hacia las personas con menos recursos es a través de la empatía. Lo preocupante es que solo el 11% de los encuestados señaló tener ese sentimiento. "Con empatía se disuelven los prejuicios culturales, se percibe menos amenazante la presencia de un pobre, se achica la percepción de las distancias culturales, sociales e incluso económicas, y se promueve una interacción más igualitaria", explica Cilley.
No todo está perdido. Existe una marea invisible de argentinos que se sienten responsables de achicar la brecha social y se arremangan todos los días para darles más oportunidades a las personas de bajos recursos.
Este es el caso de las hermanas Carolina y Marina Reymundo Roberts, que junto a sus familias y amigos viajan todas las navidades a Santiago del Estero para repartir donaciones y compartir las fiestas con los habitantes de los parajes más vulnerables. O el de Carlos Huguet, que tiene 96 años y no quiere morirse sin haber hecho algo para solucionar la pobreza.
"Yo soy uno de los 10 argentinos que siente que tiene que comprometerse. Quiero encontrar a los otros nueve para convencerlos de la obligación que tenemos como argentinos de hacer algo para disminuir la pobreza, cosa que no es solo un gesto humanitario, sino una acción para recuperar la República", resume Huguet.