Sin secundario, en edad activa y lejos de los paradores: un estudio revela detalles sobre la población que vive en situación de calle
El informe, realizado por especialistas del Conicet y de la UBA, hace foco en la realidad porteña; según este trabajo, el 83% de las personas relevadas no quiere usar los espacios para dormir y bañarse que ofrece la Ciudad y el 60% tiene síntomas de depresión
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Aunque se trata de una problemática histórica, que recrudeció con el paso de los años y las crisis sucesivas, nadie sabe con certeza cuántas personas viven en situación de calle en la Argentina. No saber cuántos son implica desconocer todo lo demás: en dónde están, qué necesitan o cuáles son sus padecimientos. ¿Cómo llegar a ellos, entonces, de manera efectiva?
Un estudio reciente, realizado por profesionales de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet, y al que LA NACION accedió en forma exclusiva, aporta algunas pistas certeras. Hace foco en quienes lo han perdido todo dentro la ciudad de Buenos Aires, la jurisdicción del país con mayor concentración de personas que viven en la calle.
Del estudio se desprende, por ejemplo, que casi la mitad (45%) dice que está en la calle por primera vez en su vida; que el 83% asegura no confiar en la principal política social que el gobierno porteño les ofrece –los paradores– y que el 20% sostiene que lleva un año o menos en esa situación.
La investigación se basa en un relevamiento estadístico realizado el año último por un equipo de economistas, psicólogas, trabajadoras sociales y estudiantes de la Universidad de Buenos Aires. Todos ellos realizaron un barrido territorial recorriendo avenidas principales y zonas aledañas a parques e iglesias de los distintos barrios y comunas de la Ciudad de Buenos Aires. La muestra se hizo a partir de encuestar a las 342 personas en situación de calle que contactaron durante ese barrido. Cabe recordar que la cifra oficial más reciente aportada por el gobierno porteño es de este año y registra 2611 personas en situación de calle, un 50% más que en 2019, cuando contabilizaba 1733.
“Esto no es un censo. No salimos a contar si hay más o menos gente, sino que estudiamos problemáticas que tienen que ver con lo precario de la vida de estas personas en términos de ingresos, salud u ocupación. Analizamos el impacto que tiene esta situación en su salud y también la percepción que tienen sobre la ayuda social”, explica el economista Martín Grandes, uno de los autores del trabajo.
Para el especialista, también codirector del Observatorio de Innovación Social de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, es necesario cambiar la mirada social sobre este tema. “Algunas personas creen que las personas en calle o en riesgo de calle están por decisión propia cuando, en realidad, son uno de los rostros más extremos de la pobreza estructural del país. Nadie quiere estar en la calle, a ellos también les gustaría regresar con su familia, si es que la tienen, tener un trabajo o recuperarse en términos de salud. La pregunta que cabe es qué estamos haciendo para que eso suceda”, cuestiona Grandes.
Entre los principales hallazgos del trabajo, podemos mencionar:
- Más del 80% de la población que duerme en la calle se encuentra en la edad más activa en términos productivos: tiene entre 18 y 55 años.
- La proporción entre varones y mujeres es de 75% contra 25%.
- De cada 10 personas, ocho no terminaron el secundario.
- El 53,22% informó no recibir prestaciones del Estado.
- El 75,8% de los encuestados expresó que pasa la noche a la intemperie, el 9,1% en casas de alquiler, el 7% en casas prestadas, 6,5% en hoteles y un porcentaje ínfimo en los centros que destina el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
- El 40 % dijo que lleva tres años o menos en la calle.
- El 61% manifiesta síntomas vinculados con la depresión. Entre ellos, sensación de agobio, llanto frecuente, desesperanza, tristeza, entre otros.
“Quedar en situación de calle no solo responde a cuestiones económicas. Es una población frágil que viene de atravesar cuestiones dolorosas, rupturas, violencias, a veces adicciones –expresaba hace unos días María Migliore, ministra porteña de Desarrollo Humano y Hábitat, ante una consulta de LA NACION. “Es importante para nosotros que las personas acepten venir a nuestros centros porque allí se les brinda un acompañamiento integral, con miras a que puedan rearmar su proyecto de vida”, agregó la funcionaria. Según cifras aportadas por el organismo que encabeza Migliore, del total de personas en calle en la actualidad, la cantidad que acepta estar alojada en dichos espacios alcanza el 60%.
Teniendo en cuenta que los datos sobre los que se basa el paper son de 2021, se impone una pregunta: ¿cómo pudo haber afectado los resultados el contexto socioeconómico de los últimos doce meses? “Es claro que la profundización de la pandemia agravó el panorama. Mucha gente informaba que se había quedado en la calle después de perder el empleo y, con él, la posibilidad de pagar un techo. Pero también mencionaron el agravamiento de situaciones familiares, producto del confinamiento”, analiza Grandes, quien se anima a lanzar una hipótesis alarmante un año después del estudio.
“En este contexto de crisis socioeconómica, si miramos el aumento de la canasta básica alimentaria y que la fuente laboral de mucha gente es informal, es muy probable que algunas cifras hayan aumentado al día de hoy”, reconoce el experto, quien se autodefine como “un estudioso de la inclusión financiera y social, así como de otras problemáticas relacionadas con la pobreza”.
Fue en 2018, recuerda, que empezó a profundizar, específicamente, en la problemática de las personas en situación de calle. Desde ahí se permite el escepticismo a la hora de analizar la manera en que se la aborda desde las políticas públicas. “Aquí no es cuestión de contar a las personas y ofrecerles dispositivos más adecuados. Hay que consagrarse a reducir la pobreza extrema. No alcanza con el techo. Los tenés que ayudar a curarse, a educarse, a reconectar con su familia”, recomienda.
De todas maneras, según el trabajo, la percepción que tiene la gran mayoría de la población en situación de calle acerca de la red de paradores es negativa. “Los datos revelan que el 75,8% de los encuestados pasa la noche a la intemperie, el 9,1% en casas de alquiler, el 7% en casas prestadas, 6,5% en hoteles y un porcentaje ínfimo en los centros que destina el gobierno porteño. Nos preguntamos qué causas generan el rechazo: el 85% de las personas respondió que no concurre a ellos como consecuencia de situaciones de violencia, robos, la semejanza con una “cárcel” en su autopercepción y el “consumo de drogas”, se consigna en el trabajo.
A las dificultades de las políticas se suman las particularidades propias de esta población. Por ejemplo, del total de los encuestados, el 25% declara vivir de manera intermitente en la calle. “Una hipótesis es que la pandemia pudo haber incrementado aún más la vulnerabilidad de estas personas en extrema pobreza por pérdida de ingresos derivados de sus empleos precarios, su estado de salud y/o el aumento de problemas intrafamiliares”, puede leerse en el análisis de los datos, cuya autoría también pertenece a Liliana Colauti, Lucía Madelaire y Nadia del Castillo.
“La salud mental se deteriora mucho al vivir en la calle. Pero es muy probable que la pérdida del trabajo, de la vivienda o, si la hubo, la ruptura de los vínculos familiares, influyan también, y mucho”, aporta Grandes. Y cierra con una reflexión: “Caer en la calle, puede caer mucha gente. Sin red familiar y sin trabajo, es muy difícil evitar la caída”.
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Esta historia es parte de un proyecto de la Fundación LA NACIÓN que busca visibilizar la vulnerabilidad en la que viven las personas que están en situación de calle, exponer la necesidad de reforzar las políticas públicas para atender a esta comunidad y orientar a la ciudadanía que busca comprometerse con las personas que están en esta situación.