Sin barbijo: los gestos y movimientos de labios les devuelven un mundo oculto a las personas con discapacidad auditiva
Para los ciudadanos con hipoacusia o sordera, ver la boca de las personas con las que quieren comunicarse significa volver a tener voz. La autora, una periodista con discapacidad auditiva, explica el impacto de la decisión de la Ciudad de Buenos Aires, donde deja de ser obligatorio el uso de tapabocas.
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Qué pasó. La noticia de que desde hoy, jueves 16 de junio de 2022, el barbijo deja de ser de uso obligatorio en la Ciudad de Buenos Aires, se siente como un grito de libertad para las personas con discapacidad auditiva, esta periodista incluida. Volvió a encenderse el mundo, al menos para quienes vivimos en esta ciudad.
Qué significa para las personas con discapacidad auditiva. Con el uso del tapabocas una comunidad silenciada, invisible, discriminada, se quedó sin voz. Las personas sordas e hipoacúsicas que se valen de la lectura labial y de la observación del lenguaje corporal para comunicarse con el mundo, quedaron al margen de la comunicación. Aún más invisibles, de pronto se encontraron viviendo en un mundo sin bocas y atravesaron estos más de dos años con voluntad y tesón, haciendo un esfuerzo que no fue compartido por el resto de la sociedad.
conversando con barbijos te das cuenta todo lo que usabas la lectura de labios y expresión para complementar la audición
— estudiante crónica 🧡 (@ugemitch) February 26, 2021
Cuántos somos. Datos del INDEC y de diferentes organizaciones no gubernamentales señalan que de cada 100 argentinos 10, aproximadamente, conviven con una discapacidad. Esto significa más de tres millones y medio de personas o el 10,2% de la población.
- Dentro de esos números, el 18% corresponde a personas con discapacidad auditiva. Y dentro de este grupo, existe una mayoría de personas con hipoacusias (86,6% o 450.000 individuos) mientras que el resto se refiere a personas sordas (13,4% o unos 70.000 individuos).
Cómo somos. En el mundo de la discapacidad se dice que hay tantos tipos de hipoacusia y de sordera como personas con dificultades auditivas, y es cierto. Esto también tuvo relevancia a la hora de enfrentarse a los barbijos.
- Sin acompañantes. La comunidad de personas sordas hablantes de la Lengua de Señas Argentina (LSA) pudieron seguir usando sus manos y sus cuerpos para comunicarse. Sin embargo, en la vida cotidiana de la pandemia, en la que no se aceptaban acompañantes en centros médicos o para realizar trámites, por ejemplo, se vieron privados de sus intérpretes, que pasaron a trabajar en la modalidad virtual.
- Sin ver muchos gestos. De todos modos, no poder observar la mitad de la cara de una persona también resultó un inconveniente para las personas sordas, ya que la lengua de señas es inseparable de los gestos, incluso la posición de la boca o llenar de aire las mejillas son señas no motoras que poseen un significado.
- Sin poder leer los labios. Las personas que poseen algún resto auditivo, utilizan audífonos o implante coclear y se comunican oralmente se reconocen, por otra parte, como personas hipoacúsicas (vale aclarar que la distinción entre hipoacusia y sordera responde a una necesidad sociocultural más que científica). A ellas, a mí, el uso del barbijo nos dificulta la comunicación. Simplemente, sin leer los labios, no sabemos qué está diciendo el otro, aunque escuchemos su voz.
Necesitamos barbijos transparentes p/ les trabajadotes de hospitales, obras sociales, instituciones públicas, mínimo. Se hace inhumano tratar de escuchar con claridad. Hipoacusia no es sordera total y muchas veces el apoyo en la lectura de labios nos garantiza la comunicación!(3)
— Pitu Cruz (@pitupip) August 31, 2021
Sin bocas no hay paraíso, perdón, comprensión. El fonema, la articulación mínima de un sonido, vocal o consonante, surge allí, en la boca del otro, y quienes vivimos con discapacidad auditiva podemos adueñárnoslo gracias a la práctica, la experiencia y al aprendizaje con especialistas en fonoaudiología.
En la forma de la boca, en dónde choca la lengua “vemos” la palabra. Diferenciamos una a de una o, una p de una m, y así vamos armando las frases, con un nivel de atención extremo, con todos los sentidos puestos para entender y comunicarnos. ¿Dijo tres o diez? ¿Dijo madre o padre? La respuesta está en la lectura labial que, en verdad, también abarca toda la cara. ¿Arqueó las cejas? Entonces es una pregunta. ¿Abrió los ojos? Está sorprendido. Vamos tirando del lenguaje como de un hilo.
Eso fue lo que nos quitó un pequeño trozo de tela.
#discapacidad#hipoacusia #sordera#barbijos#QuedateEnCasa
— Veryto (@malakmajida) June 25, 2020
Hola comparto el video que realizamos junto a personas oyentes y no. Para concientizar. Leemos los labios.. con barbijos se complica. No te lo quites!!! Usa tus manos para
comunicarte con señas.
Se agradece difusión pic.twitter.com/HpmmV38arA
Alternativas, protocolos, buena voluntad. Al mismo tiempo que comenzaron a usarse los barbijos, comenzamos a buscar alternativas para comunicarnos con los demás, seguir trabajando, cuidar a nuestros hijos, mantener lo que se pudiera de la vida de antes.
- La primera opción lógica fue la de los barbijos transparentes, que no se masificó. El plástico se empañaba, calentaba, se llenaba del sudor propio, molestaba. En más de dos años de pandemia no creo haber visto a más de un par de personas usando barbijos transparentes.
- La buena voluntad del otro para comunicarse fue la norma. A veces escribiendo en papel o en el celular, a veces alejándose y quitándose el barbijo durante un momento, a veces con señas caseras. Quienes somos total y absolutamente independientes debimos pedir ayuda para hacer lo que siempre hicimos por nuestra cuenta. Un paso hacia atrás que a nadie le gustó dar.
- Tampoco se popularizaron las aplicaciones de transcripción de voz a texto por el simple hecho de que no funcionan bien, o simplemente no funcionan cuando uno las necesita.
Pero sobre todo, en este tiempo de barbijos, se hizo evidente la ausencia de protocolos pensados para comunicarse con personas con discapacidad auditiva. En centros médicos, en oficinas del gobierno, en escuelas, en comercios, en centros de vacunación y de testeo, en ningún sitio hubo un plan, una capacitación para cuando se presentara alguien que se comunicara apoyándose en la lectura labial.
La asignatura pendiente. Ahora que los barbijos empiezan a dejar de ser obligatorios, este podría parecer un problema resuelto. Pero no. Queda la asignatura pendiente: la necesidad de implementar modos de comunicarse con quien, de pronto, se ve privado de su modo de comunicación. Ojalá nunca lo necesitemos. Pero aquí estamos, tenemos voz.