Cómo cumplir con la cuarentena cuando lo habitacional es un problema igual de urgente que la pandemia. Ese es el desafío de la villa 31 y sus vecinos. Recorrer sus calles confirma lo que vienen diciendo los especialistas y que muchos funcionarios no desconocen: que el aislamiento social, tan importante para combatir el coronavirus, no es viable en los barrios más vulnerables. Es por eso que, en ellos, el popular lema #quedateencasa cambió por #quedateenelbarrio, un eslogan más realista pero menos seguro, a juzgar por la curva de infectados dentro de las villas. Del miércoles al jueves pasado, en solo 24 horas, el número oficial de enfermos de COVID-19 en este asentamiento se cuadruplicó: pasó de 13 habitantes a 57. Hasta el mediodía de este sábado, la cifra ya ascendía a 83 infectados y 64 casos sospechosos.
La falta de espacio en las viviendas, en las que el hacinamiento es moneda frecuente,se combina con la necesidad de recurrir a merenderos y comedores por el agravamiento de la pobreza ante la falta de trabajo. También, durante la última semana, hubo un ingrediente adicional: la carencia de agua. De lunes a viernes, las filas para obtener la vianda en el comedor de la Fundación el Pobre de Asís se inician temprano, a veces, más de una hora antes del inicio del reparto.
El distanciamiento se hace difícil en esta calle estrecha, en donde la circulación de personas y, cada tanto, vehículos es constante. De a ratos, Carina Corvalán, la coordinadora, sale del interior del comedor y les pide por favor a los que esperan que mantengan distancia. También les recuerda sobre la importancia del uso del barbijo. Es que, allí donde el resguardo en cuarentena no es viable, el uso de barbijo y la distancia física se vuelven armas fundamentales para frenar el avance del COVID-19. Sin embargo, durante la recorrida que hizo LA NACION el miércoles último, pudo apreciarse que el cumplimiento de ambas medidas es relativo. Al menos esa tarde, no pocas personas -especialmente jóvenes- circulaban por las calles de la villa 31 a cara descubierta y sin mantener distancia entre sí.
"En los barrios vulnerables el cumplimiento de la cuarentena se complejiza. Hay mucha vida colectiva, pero en este contexto, se redujo un 50%", analiza el secretario de Integración Social y Urbana, Diego Fernández, quien sostiene que el principal eje sobre el que están trabajando tiene que ver con el seguimiento de los contactos estrechos de las personas infectadas. "A esas personas se les facilita el aislamiento y se les realiza un seguimiento telefónico. Además, brindamos ayuda a las personas que lo necesitan con la entrega de alimentos y materiales de limpieza", expresa el funcionario.
"Estamos trabajando muy fuerte para que todos los vecinos de la Ciudad, independientemente del barrio en el que vivan, tengan el mismo acceso al sistema de salud. En los barrios vulnerables, eso te obliga a generar dispositivos específicos", agrega Fernández.
"La necesidad de recurrir a los comedores hace que haya más gente en la calle", coincide Corvalán, y explica que desde el inicio de la cuarentena han tenido que incrementar la cantidad de raciones ante el aumento de la demanda. De 350 raciones diarias que repartían, hoy ya se acercan a las 500. El comedor distribuye merienda y cena. Luego de retirar la merienda, a las 5 de la tarde, a veces un rato antes, algunas mujeres ya comienzan la fila para el reparto de la cena, previsto para las 18. También se acercan hombres que, en muchos casos, viven en situación de calle.
El agua, una problemática de larga data
No muy lejos del comedor, dentro de la zona conocida como "Bajo autopista", la iluminación artificial tiene que ser permanente porque no llega la luz del sol. En una de sus calles vive Ramona, una mujer de 43 años que comparte pieza cocina y baño con su marido, sus dos hijos y dos sobrinos. Tanto ella como una sobrina son diabéticas. Además, una hija y su sobrino son discapacitados. Dice que los problemas con el agua habían comenzado el viernes 24 de abril y cuenta que nadie se acercó para ver si necesita algo desde que empezó la cuarentena.
Ramona está en la puerta de su casa, controlando cada tanto si del caño que tiene en la entrada, empieza a salir algo de agua. "En algún momento vino una motito a llenar mi tanque, pero después de llenarlo empezó a salir agua sucia. Hablé con una delegada y me explicó que estaban repartiendo dos tipos de agua, una apta para tomar y otra para usar en el baño. Se equivocaron y me llenaron el tanque con esa agua sucia. ¿Cómo quieren que cuide la limpieza y cumpla con el lavado de manos si no tengo agua? Cada tanto vienen los camiones a repartir, pero hay que acercarse con baldes y con lo que uno tenga y hacer fila para que te den agua", se indigna esta mujer, actualmente desocupada al igual que su marido, que consume agua envasada, a razón de 140 pesos los 12 litros.
A cuatro casas de la de Ramona vivían las 11 personas que, hace unos días, fueron diagnosticadas con coronavirus. "Recién hoy vinieron del gobierno a tirar agua con lavandina en la casa –añade–. Y eso que en la planta alta viven cinco inquilinos, que van y vienen por todos lados. Dicen que llamaron al SAME y que les dijeron que, si no tenían síntomas, se quedaran tranquilos. Pero esta mañana quedó internada la familia que vive justo en frente, también por coronavirus". Los vecinos consultados pensaban que era posible que el total de infectados superara con creces la cifra oficial por entonces informada, aunque no parecía que el tema los preocupara demasiado.
Para optimizar la poca agua que se tiene, los habitantes de la 31 extienden su vida útil todo lo que pueden. Es frecuente que el agua que se usa para el lavado de manos después se utilice para el lavado de platos y, por último, en el baño. María Chaile, de la manzana 100 bis es experta en esa clase de estrategias. Cuenta que en su zona hay manzanas sin presión de agua desde julio. La suya es una de ellas. "A la noche sale un chorrito. Así que yo me quedo despierta de madrugada tratando de llenar mi tanque con ese chorrito. Hoy me acosté a las 7 de la mañana por ese tema", explica.
Camino a esa zona está el playón, un espacio abierto y con bastante circulación de personas, con comercios funcionando y puestos informales en los que se vende desde fruta y verdura hasta cosas usadas. Una proporción nada despreciable de los transeúntes anda sin barbijo, pero no se visualizan controles de ningún tipo durante el recorrido, aunque sí se ve presencia de policías. "Ahora se cumple más que antes. Al principio costó mucho lo del barbijo", recuerda Chaile.
Población en crecimiento
En este barrio repleto de contrastes, con casas mejor o peor terminadas pero siempre enrejadas, por estos días casi no se ven niños. También se ven pocos adultos mayores. Para cortar camino, cada tanto ingresamos en pasillos con nula luz natural y ventilación deficiente.
Mientras las cifras oficiales estiman que el Barrio Padre Mugica, ex villa 31, tiene alrededor de 43.000 habitantes, Corvalán comenta que, según los censos internos, la cifra ronda las 65.000 personas aproximadamente. "En algún momento se dijo que no podía venir más gente, que no se podía edificar más, pero se siguió edificando. Esto siguió creciendo", explica Corvalán, quien también es asistente social. Caminando por las calles del barrio es frecuenten cruzarse con mezcladoras y materiales de construcción. También se puede apreciar que las construcciones en altura continúan a la vista de todos.
Antes de la pandemia, María era empleada de una empresa de limpieza y en casas de familia. Por la cuarentena, quedó desempleada. En su casa viven 9 personas. "Abajo vivimos mis dos hijas, mi pareja y yo. Tenemos una pieza, una cocina y un baño. Arriba viven otros familiares pero solo son dos piezas sin baño ni cocina, así que comparten con nosotros", explica. "Vivimos a arroz y fideos. No hay para verdura. Y para carne, muy de vez en cuando. Ayer compramos cuatro huevos a diez pesos cada uno", se lamenta.
En la manzana 100, otra de las que padece falta de agua desde hace meses, vive Silvana con sus siete hijos y su yerno en una casita de dos plantas. Abajo, tienen un ambiente que hace las veces de cocina comedor, un baño y un patio mínimo en donde conserva agua para todas las necesidades familiares. Arriba duermen todos juntos. "Este es mi tanque", dice la mujer, señalando un tacho de basura plástico con tapa, de alrededor de 100 litros. "Cuando hay agua, prendo el motor y lo lleno con la manguera. Sacamos de acá para todo lo que necesitamos. Pero no tenemos", se lamenta, mientras muestra lo poco que pudo recolectar dentro de ese recipiente.
En el día de hoy, Fernández aseguró a LA NACION que el problema comenzó a regularizarse. "La mitad del barrio ya tiene presión de agua normal y estimamos que el resto se vaya regularizando en el transcurso del día. Lamentablemente, el problema persistirá en unos 54 hogares. Siempre es crítico estar sin agua y en un contexto de pandemia, peor. Pero una vez que solucionemos el resto, vamos a poder asistir mejor a estas familias", agrega el funcionario, quien sostiene que, durante estos días de faltante, asistieron a todas las familias, atendiendo un promedio de 18.000 pedidos diarios.
Regresando hacia la zona del comedor, María y Carina reconocen que la asistencia alimentaria existe, aunque es deficiente. En la conferencia de prensa del jueves último, la ministra de Desarrollo Humano y Hábitat, María Migliore, expresó que se están llevando a cabo diferentes acciones en los barrios vulnerables. Una de ellas es la entrega de alimentos, que se articula con referentes de la comunidad. "Lo que pasa es que, cuando el gobierno entrega alimentos a los referentes para que repartan, no siempre llega a los que más necesitan. A veces llega a los comedores, pero llega muy poco", se lamenta Chaile.
Son casi las cinco de la tarde y ya empieza a haber fila para la cena en el comedor de El pobre de Asís. Una de las primeras es Elsa, quien cuenta que viene por primera vez. "Yo antes vivía debajo de la autopista, pero ahora nos relocalizaron. Vivimos mucho mejor, en un departamento muy lindo. Somos nueve de familia, pero no podemos trabajar. Antes de la cuarentena yo abría puertas de taxis en el Carrefour de Vélez Sarsfield y mis hijos salían a cartonear, pero ahora no podemos. Solo cobro una pensión y con eso vivimos. Por suerte nos dijeron que por tres meses no tenemos que pagar la casa porque no tendría forma", explica la mujer mientras espera.
En la fila algunas mujeres charlan y se sacan fotos. Hay quienes les guardan el lugar a otras, que fueron a buscar sus tuppers. Carina sale cada tanto a recordarles que guarden distancia física mientras todos esquivan un camión cisterna que pasa con agua. El del coronavirus es uno de los tantos frentes contra los que se batalla en la villa 31. El Estado tiene, en este lugar, un enorme desafío por delante: procurar que las urgencias cotidianas no hagan que se pierda de vista a este enemigo invisible, volátil y silencioso, que ya se instaló entre sus habitantes.
Cómo colaborar
- La Fundación el Pobre de Asís, recibe donaciones para comprar alimentos, barbijos y guantes, sus principales necesidades. Cuenta N°: 020654/5 del Banco Provincia, sucursal 4003 (CBU: 140003801400302065456).
https//donaronline.org/fundacion-el-pobre-de-asis/club-de-amigos