“Siempre creí que la gente que tenía plata no tenía problemas”
María Lezcano nació en la villa La Cava, en San Isidro, y durante mucho tiempo creyó que eso la definía. Fue madre adolescente, sufrió violencia por parte de su pareja y durante muchos años trabajó como empleada doméstica. Vivía en la villa y no se animaba a soñar con un futuro mejor. "Yo sentía que la pobreza se notaba en el pelo, en la ropa, en los talones", dice esta mujer de 46 años, que tiene 5 hijos y 4 nietos.
Para ella "el afuera" era la gente de San Isidro y La Horqueta, los que tenían piletas, los que en su entorno decían que maltrataban a las personas de su barrio cuando las contrataban y los que eran felices solo por tener plata.
"Siempre creí que la gente que tenía plata no tenía problemas. Trabajé como operadora en adicciones y conocí a muchas madres que sufrían esto con sus hijos. Y siempre se dice que los chicos de los barrios son los que se drogan y la verdad es que había de todo en los grupos de madres que yo acompañaba. Había gente que tenía plata y gente que no la tenía. Y cuando nos encontrábamos, en esa problemática de la droga, éramos todos iguales", reflexiona Lezcano.
Lezcano logró romper con sus propios prejuicios y se animó a reinventarse. Terminó la secundaria de grande, estudió para ser psicóloga social, se especializó en adicciones y empezó a trabajar en la empresa social CreerHacer. "La primera novia que tuvo mi hijo era de Martínez y cuando me la trajo a mi casa yo pensaba "será que los padres saben" porque a mí me daban vergüenza mi casa y mi barrio, porque nunca me había atrevido a salir de mi barrio. Cuando lo hice, por suerte conocí personas increíbles con las que me puedo sentar hoy de igual a igual, que puedo mirar a los ojos, levantar la mirada y saber que nada me diferencia de ellos", agrega.
Una de las preguntas que más le hacen a Lezcano es por qué ahora que tiene un trabajo en blanco e ingresos estables, no se muda de barrio. "Porque es mi casa. Me da seguridad. Mis viejos viven a una cuadra. Es la comunidad. Es el cuidado de los vecinos. Estoy convencida que el lugar de residencia no determina a las personas. Ya no quiero hablar de adentro o de afuera. Para mí somos todos iguales. Ya no veo esa diferencia del que más tiene o menos tiene", concluye.