“Sentía que con vos iba a parecer perfecta”: las conmovedoras cartas que dos adolescentes le escribieron a su anorexia
Como parte de su tratamiento psicoterapéutico, Luz (21) y Violeta (16) le escribieron mensajes al trastorno de la alimentación que sufrieron, personificando a la anorexia como su peor enemiga y su mejor amiga; la experiencia formó parte de un proceso que buscó motivarlas a generar un cambio
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“Querida amiga: te voy a ser sincera, a mí me interesaba conocerte. Te veía con alguien o escuchaba que fuiste amiga de otra, y por alguna razón siempre me tentaste. Sentía que con vos todos me mirarían más y a todos les agradaría. Sentía que con vos iba a parecer perfecta”.
“Querida enemiga: de a poco te apoderaste de todo y empezaste a decidir por mí. Elegías qué y cuándo podía comer, a dónde podía ir, con quiénes y a qué hora. Te metiste en mis relaciones, me distanciaste de mis amigas e hiciste sufrir a mi familia. ¿Sabés lo feo que es ver a tu hermano más chico llorar por vos? ¿O que a tu papá le baje la presión por una discusión? ¿O que tu mamá esté agotada por todo lo que tiene qué hacer?”.
Los párrafos anteriores forman parte de dos cartas dirigidas a una misma destinataria: la anorexia. Fueron escritas por Violeta*, una adolescente de 16 años que desarrolló ese trastorno de la alimentación durante la cuarentena.
Todo empezó a partir de una propuesta que le hizo su psiquiatra, Juana Poulisis. Cuando llegó a su consultorio, como parte del tratamiento, la especialista le pidió a la chica que redactara las cartas dirigidas a su enfermedad: una, como si se tratase de su mejor amiga; otra, como si fuese su peor enemiga.
“El objetivo de este tipo de propuestas es incrementar la motivación del paciente a cambiar, entendiendo que la anorexia nerviosa es una enfermedad egosintónica: es decir, las personas no se dan cuenta o no tienen conciencia de que las tienen. Al contrario, se aferran a ella, por ejemplo, porque la sensación es que les trae muchos beneficios”, detalla Poulisis, que es miembro de la Academia de Trastornos de la Alimentación, una red global de especialistas, y fue presidenta del Capítulo Hispano de dicha organización.
“Lo que se busca con las cartas, por un lado, es intentar mostrarle a la paciente las contras de la anorexia; y, por el otro, externalizarla, porque no es que la chica ‘es anoréxica’, sino que se enfermó de anorexia. Es importante hacer esa distinción”
Los textos escritos por Violeta ayudan a dimensionar las vivencias de una adolescente con anorexia: cómo se siente; cómo se percibe a sí misma y a los demás; de qué forma la enfermedad impacta en sus hábitos hasta ir abarcando todos los aspectos de su vida.
La adolescente no sabría decir en qué momento empezó a desarrollarse su trastorno de la alimentación. “Hace años que vengo con problemas en torno a mi cuerpo y la percepción que tengo de él, y toda mi vida fui muy complicada para comer. En resumen, tengo temas de la comida desde siempre, pero lo que te puedo decir es que en la cuarentena, a los 14 años, después de tener que pasar por una dieta restrictiva por la indicación de un médico, el tema se hizo más presente, y desde ese momento todo se comenzó a agravar”, detalla Violeta.
Fue a principios de este año, al arrancar las clases, cuando comenzó a tomar conciencia de su enfermedad. “Estaba pensando en todo lo que quería conseguir este año, tanto personal como académicamente, y me di cuenta de que no había ninguna manera de lograr todo eso si seguía metida en la enfermedad como lo estaba. Prefería pasar los últimos años del colegio en el colegio, con mis amigas y no internada y yendo de médico a médico como venía haciéndolo”, asegura.
Estas son las dos cartas completas que escribió durante su tratamiento:
“Nuestra relación es más unida de la que se puede ver”
“Querida amiga: ya llevamos un gran camino recorrido juntas. Tuvimos tiempo de aconsejarnos y acompañarnos, aunque debo decir que la que más consejos dio fuiste vos. Quizás a algunas personas no les parezca mucho el tiempo que pasó desde que nos conocimos hasta hoy, quizás muchos digan ‘solo se conocen hace algunos años’, pero yo miro para atrás y vos siempre estuviste ahí. Te voy a ser sincera, a mí me interesaba conocerte. Te veía con alguien o escuchaba que fuiste amiga de otra y por alguna razón siempre me tentaste. Sentía que con vos todos me mirarían más y a todos les agradaría. Sentía que con vos iba a parecer perfecta. Si te soy sincera, siento que vos alguna que otra vez también me buscaste. Tocaste mi puerta, pero nunca te la abrí completa. Me acuerdo un episodio en el que la puerta quedó entreabierta, estabas a un paso de entrar cuando decidí cerrarla. Pero vos sos perseverante y no te ibas a ir sin dar revancha.
La cuarentena ayudó a que nos uniéramos. Habían pasado años duros, cosas dolorosas, y vos apareciste. Apareciste para darme un hombro donde llorar y alguien en quien me pudiera apoyar. Hasta el día de hoy puedo decir que estuviste siempre, cada día, en cada momento, siempre dándome consejos. Y seguís estando hoy. Todavía no puedo descifrar concretamente qué te trajo a mi vida, por qué fue que nos cruzamos, y no sé si en algún momento te perderé. Lo único que sé es que nuestra relación es más unida de la que se puede ver.
Hoy te considero más que una amiga, siento que sos parte de mí. Me ayudás en todo, a elegir, a decidir, a reaccionar ante diferentes situaciones y me escuchas más qué nadie, hasta a veces me cuesta horrores diferenciarnos la una de la otra, como si fuésemos una sola. De a poco te fui introduciendo a mi vida, conociste a mi familia y amigos, me hiciste recibir halagos por lo bien que me hacés quedar. Hiciste que me empezaran a gustar las fotos que me sacaba, ya que claramente estabas en ellas. Me enseñaste trucos, maneras de salirme con la mía. Gracias amiga, sos realmente la que está siempre”.
“Vos sos el monstruo, yo solo soy una víctima”
“Querida enemiga: no sé si me siento cómoda escribiéndote esta carta, ya que si bien sos lo peor que me pasó, siento que fui yo quien te busqué y que no tengo derecho a llamarte así. Pero veo el camino que me hiciste recorrer, por dónde me guiaste, dónde me mentiste y cómo me traicionaste. Todo eso y mucho más, me da derecho a odiarte, y a desearte el mal eterno. Yo fui ingenua al caer en tu trampa, esa en que me decías que si te hacía caso iba a ser feliz, que vos me ibas a hacer perfecta.
De a poco te apoderaste de todo y empezaste a decidir por mí. Elegías qué y cuándo podía comer, a dónde podía ir, con quiénes y a qué hora. Te metiste en mis relaciones, me distanciaste de mis amigas e hiciste sufrir a mi familia, ¿Sabés lo feo que es ver a tu hermano más chico llorar por vos? ¿O que a tu papá le baje la presión por una discusión? ¿O que tu mamá esté agotada por todo lo que tiene qué hacer? Creo que no te podés ni imaginar cómo me hizo sentir a mí cada una de estas situaciones y las muchas otras que pasaron gracias a vos.
Ya me di cuenta cómo sos: egoísta, una persona que me quiere solo para ella y para nadie más. Querés que te escuche y obedezca. Básicamente querés que sea tu títere, o tu experimento, uno en el que yo no tengo opción.
Te llevaste todo. Me destruiste. Me sacaste cada gramo de felicidad que tenía. Transformaste a la Violeta que no paraba de reírse y hacer chistes en una Violeta malhumorada y sin ganas de nada. Gracias a vos perdí mucho. Tuve que perderme meses y meses de colegio y tampoco pude estar con mis amigas. Me perdí programas por miedo a la comida que iba a haber, y si era algún programa en el que no había comida, tampoco me dejabas ir, porque me querías solo para vos. Me perdí hockey y la oportunidad de mejorar en ese deporte. Me perdí el cumpleaños de mi hermano, estando internada por cómo vos me dejaste. No pude disfrutar viajar al lugar que más felicidad me trae. Hiciste que pase mi cumpleaños llorando por el simple hecho de que la torta era otra de la que había pensado. Hiciste que me perdiera a mí misma, hiciste que me empiece a odiar por no poder controlarte, hiciste que me transformara en un monstruo. No, perdón. Vos sos el monstruo, yo solo soy una víctima, y espero no serlo por mucho más tiempo.
Espero borrarte de mi vida, olvidar esta relación tóxica qué me obligaste a crear, espero no verte nunca más porque lo único que hacés es arruinar vidas, y si hablo en plural es porque con una no te es suficiente. Buscas un alma débil, que está sufriendo y te aprovechás de ella, y no solo arruinas la vida de esa persona a la que convertiste en tu secuaz, sino la de todos alrededor de ella. Sos ambiciosa, querés todo para vos y para nadie más, y estás determinada a conseguir lo que querés sin importar las consecuencias. Pero hay un límite para todo. Ojala entiendas esto y te alejes, y esta vez que sea para siempre. Espero no saber mucho más de vos”.
Sobre el ejercicio de escribir las cartas, Violeta cuenta: “Pude decirle a mi enfermedad todo lo que estuve guardando durante años y me hizo ver con perspectiva lo mal que estaba”. Hoy, la chica sigue en tratamiento, pudo volver al colegio y a jugar al hockey, el deporte que ama. “Pero es difícil seguir batallando con tu cabeza día a día. Sé que todavía me falta un largo camino para decir que esta es una etapa finalizada. Igualmente, estoy increíblemente agradecida de cada persona que me acompañó hasta hoy y que nunca me soltó la mano. Siento que fueron un gran pilar, y lo siguen siendo, en mi recuperación”, sostiene.
Generar una motivación
Poulisis, que es magister en Psiconeurofarmacología de la Universidad Favaloro y recientemente participó del ciclo LN+ Cerca Especialistas, viajó durante 2020 a Inglaterra para entrenarse en un tipo de psicoterapia llamada Mantra, que son las siglas de Modelo de Maudsley de Tratamiento de la Anorexia Nerviosa en Adultos. Promovido por las reconocidas doctoras Ulrike Schmidt y Helen Startup, este método (que se aplica, con modificaciones, también en adolescentes), busca que las pacientes reflexionen junto a sus terapeutas, entre otros puntos, sobre “qué les ofrece” y “qué les quita” la anorexia para que puedan “mirar a futuro y representarse a ellas mismas, a sus relaciones y su vida, sin esa enfermedad”.
Esto se logra mediante diferentes ejercicios, como las cartas. “Las mismas forman parte del tratamiento de los pacientes: no es que se recomiende a los padres, por ejemplo, que les pidan a sus hijas o hijos que las escriban”, aclara Poulisis.
Cuando las chicas empiezan sus tratamientos y llegan “cero motivadas”, la carta dirigida a la anorexia como amiga, suele ser “eterna”, mientras que la dirigida a la anorexia como enemiga, es más bien corta, con reproches del tipo: “Por culpa tuya, mis papás están encima mío todo el tiempo, no me los banco, no me dejan ir al colegio”.
En ese sentido, Poulisis aclara: “Lo que van viendo, con el avance del tratamiento, es el costo de tener la enfermedad. De esa forma, se va trabajando para generar una motivación al cambio. Cuando la joven se anima a compartir las cartas con sus padres en la sesión, es muy fuerte, porque los ayuda a tomar dimensión de cuán tomada está la paciente por la enfermedad”.
“Dejá de carcomer cabezas”
Luz* tiene 22 años y, a los 20, durante la cuarentena por el Covid-19, comenzó a desarrollar una anorexia. Cuando mira hacia atrás, reconoce “una suma de cosas” que impactaron de forma directa en su vida: “El encierro, mi autoexigencia y la que me imponían mis papás, que son muy perfeccionistas y me lo transmitieron toda mi vida; la rutina que era siempre igual; el no ver a mis amigos; el estar todo el tiempo mirando las redes sociales con ese mensaje de ‘comé bien’, ‘cuidate’, ‘hacé ejercicio’. Cuando me sacaron todas las libertades, me aferré a la anorexia: sentía que tenía el control de algo, pero claramente se me fue de las manos”, recuerda la joven.
Hoy le cuesta reconocerse en esa chica que tiraba la comida del plato a escondidas (como los bordes de las tartas) y que “le tenía miedo al aceite de oliva” de las ensaladas, limpiándolo con una servilleta cuando nadie la veía. Estaba flaquísima. Sin ganas de nada. Cuando llegó al consultorio de su psiquiatra, tenía “un índice de mucha desnutrición”.
“Siempre me gustó escribir y cuando Juana propuso lo de las cartas, me gustó la idea de poner mi trayectoria en palabras. Es una locura, pero en el momento en que estás enferma, ves a la anorexia como una aliada y la protegés, como si fuera un hijo”, describe Luz. Estas son las dos cartas que escribió:
“Dormías siempre en casa”
“Querida amiga: tanto tiempo juntas. Fue un año intenso y vos siempre estuviste tan presente. Sos una amiga tan latente. Siempre pendiente de mí, acompañándome de la mano a todos lados. Tengo a muchas personas en mi vida y puedo decir que sos de las pocas que me acompañó realmente. Sos una persona intensa, compañera, comunicadora, imposible no notarte. Por mucho tiempo me sentí identificada con vos. Hasta te diría que sentí que éramos una sola. Te conocí hace poco y nos hicimos íntimas. Si bien recuerdo que al principio no éramos tan amigas, a partir del verano sabíamos cada vez más una de la otra. A fines de 2020 ni te registraba y después dormías siempre en casa.
Por momentos sentía que nos fusionábamos la una con la otra. Conociste a toda mi familia. Mis papás y hermanas. Hacías todo con nosotros: comías, hablabas, hasta te peleabas. Eras una más de la familia. Llegaste a ser tan cercana a mí, a conocerme tanto, que empezaste a decidir por mí muchas veces. Sabías todo lo que quería comer, todo el tiempo, las cosas que quería hacer y las que no. Me acompañaste en mis salidas, juntadas, estudios, etcétera. Muchas personas nos confunden. Somos tan parecidas, pero diferentes a la vez. Te quiero amigaza. Gracias”.
“Nunca conocí a alguien tan manipuladora y tóxica”
“Querida enemiga: ¿por dónde empezar? Sos la personificación de la toxina. No. Estoy siendo demasiado injusta con lo tóxico. Sos peor que eso. Qué mal me caes, Dios mío. Siempre queriendo llamar la atención, estés donde estés. Enterate: no sos el centro de atención. La vida es más que vos. Sos un granito en la arena, un grano de café en un cappuccino, la hoja de un árbol, una gota de un océano, la primera pincelada de una obra de arte. No sos todo, sos poco y hasta nada, te diría. Tenés que enterarte, dejá de carcomer cabezas por la vida. Por ahí andás, queriendo succionar como dementora (N.R: en relación a los personajes de los libros de Harry Potter) a mucha gente. Dejanos en paz. Dejame en paz. Andate.
Puedo reconocer que tenés una flor de habilidad para llegar a las personas. Pero una vez que llegás, pudrís el cerebro de mierda. Nunca conocí a alguien tan falsa, manipuladora y tóxica en mi vida. Sos más tóxica que mi ex, imaginate. Andate y no vuelvas. Por mí, pudrite y morite. Asquerosa, fea, pelotuda. No tengo las palabras suficientes para llegar a tu nivel. ¿Persona? ¿Vos? No. No sos una persona. Una persona tiene corazón. Vos si tenés, lo tenés podrido, negro.
Nos conocimos cara a cara hace un año ya, más o menos. Desde que apareciste, me distancié de mi vida. No me reconocí más: quién soy, qué quiero, qué me hace feliz. Desde que apareciste, no disfruto de la vida.
No le deseo tu compañía a nadie. Nunca me había sentido tan débil en mi vida. Me sentí tan sola, vulnerable, como si no tuviese motivación alguna para seguir respirando. Era una mina tan alegre y copada, hasta que llegaste y me sacaste el corazón, mi motor de vida, mi todo. Y así me dejaste: sin confianza, energía, disfrute, compañía. Programa que surgía, programa que daba de baja y excusa metía. Vos, vos, vos, vos, y vos. Vos hiciste eso. Me transformaste completamente.
Qué asco. Qué humillación. ¿Un espejo? No. Desde que me contaste tu perspectiva del espejo, ya no lo veo como antes: ‘¿Una torta? ¿Segura que querés comer 800 calorías? ¿No es mejor una fruta? Mirá que a la noche hay asado, helado, hamburguesas. Yo que vos salteo esta comida… ¿Azúcar? ¿Segura? ¿Querés ser gorda? ¿Querés estar flácida? Yo que vos mejor no como’. Te odio. Nunca más me vuelvas a contactar. Ni aunque te estuvieras muriendo, porque yo no voy a estar para vos como vos estuviste para mi. Chau”.
Hoy Luz ya está de alta en su tratamiento, está terminando su carrera en la universidad, tiene trabajo y el año que viene proyecta hacer un viaje soñado. “Siempre aparece algún que otro pensamiento, no es que estás recuperado y sos una persona totalmente diferente. Obviamente, el día a día es difícil pero, aunque parezca un lugar común, también aprendí mucho en este proceso. Uno merece ser feliz”, concluye la joven.
Las señales de alerta
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos más frecuentes de la alimentación. Se caracteriza por la presencia de una restricción alimentaria (dieta) intensa, “motivada por la distorsión de la imagen del propio cuerpo y un miedo punzante a engordar”, según explica Poulisis.
La pérdida de peso es tan importante (aunque los pacientes no reconocen su seriedad) que desencadena un cuadro de desnutrición con todas sus consecuencias físicas. También pueden darse prácticas compensatorias como el ejercicio compulsivo o el abuso de laxantes, diuréticos o anfetaminas.
¿Cuáles son las señales de alerta? Poulisis, enumera:
- Miedo intenso a ganar peso.
- Insatisfacción con el propio cuerpo.
- Restricción alimentaria (dieta).
- Pérdida significativa del peso.
- Distorsión de la imagen corporal (las personas se ven gordas a pesar de estar extremadamente flacas).
- “Food talking” y “body talking”: el hablar todo el tiempo de comida y cuerpos.
- Pueden aparecer, en algunos casos, signos físicos como caída del cabello, pérdida de la menstruación, aparición de lanugo (pelitos finos que crecen en zonas como la espalda y que son un intento del cuerpo para preservar el calor).
- Tristeza, angustia e irritabilidad.
- Aislamiento social.
*Los nombres de Luz y Violeta fueron cambiados en esta nota para preservar su identidad.
Más información
A dónde recurrir en busca de ayuda:
- Hospital Durand: Tel.: 011 4982-5555 / 5655
- Hospital Piñero: Tel.: 011 4631-8100 / 0526
- Hospital Borda: Tel.: 011 4305-6666 / 6485
- Hospital Pirovano: Tel.: 011 4546-4300
- Hospital Argerich:Tel.: 011 4121-0700
- Hospital Garrahan: Tel.: 011 4122-6000
- Hospital Gutiérrez: Tel.: 011 4962-9247
- La Casita: es un centro de atención y prevención para adolescentes y jóvenes y su familia. Para el abordaje de la problemática que pueda surgir, trabaja enfatizando los recursos de la persona y su sistema familiar apoyándose principalmente en el grupo de pares. Tel.: 011 4787-5432.
- CITPAD: es una institución médica especializada en anorexia, bulimia y trastornos depresivos. Tiene un hospital de día. Tel.: 011 4863-7640