Se puede imaginar un futuro solidario y con jóvenes comprometidos
La Argentina siempre ha sido un país de puertas abiertas. Nació solidaria, se formó mayoritariamente por personas que llegaban en barcos, con hambre y deseos de un futuro mejor. Y si bien, generación tras generación, se fue avanzando en algunos aspectos de suma importancia de igualdad social, la tarea solidaria se sigue construyendo día a día.
Hasta hace pocos años, la gente que dormía en la calle era un "linyera" o un "pordiosero", un "loquito" que con suerte recibía una moneda en su latita y al que lo ayudaban las mujeres de las iglesia. No había una mirada cotidiana atenta al otro, un cuidado en pensar qué le pasaba a esa persona y cómo lo podía afectar mi acción.
No se entendía a la solidaridad como lo hacemos hoy. Costó lograr esa empatía. El ponerse en el zapato del otro, tener respeto al dolor ajeno y, sobre todo, ir desterrando prejuicios.
Si bien todavía hay mucha gente que al toparse con alguien pidiendo en la vereda, durmiendo sobre el cemento, viviendo a la intemperie, mira para otro lado, hay muchos más que entienden que no hay que juzgar livianamente, y que ese simple gesto es algo que nos acerca, nos une como vecinos, como sociedad. Percibimos ese cambio de mirada, porque en cada recorrida nocturna que hacemos con Caminos Solidarios Argentina, asistiendo a personas en situación de calle, se suma cada vez más gente con ganas de ayudar.
Pensar que hace tan solo dos generaciones se tiraban papeles en la calle, se fumaba en lugares comunes, los hombres podían decirle a una mujer barbaridades por la calle y no pasaba nada; en el trabajo había que soportar la instigación de compañeros o jefes por no perder el empleo, el portero del edificio dejaba la manguera abierta por horas, los perros hacían sus necesidades y sus dueños seguían caminando.
Grandes y pequeñas acciones que hacen al bien común y permiten pensar en una sociedad más justa, poniendo en agenda temas que hasta hace no mucho eran relegados o silenciados.
Recuerdo un hecho que fue bisagra. La terrible inundación de la ciudad de La Plata en el año 2013. Todos nos unimos, abrazando a nuestros hermanos que tan mal la estaban pasando. La solidaridad nos unió como país: "No están solos", repetíamos. Desbordados de esa energía del dar, quedó en muchos una fibra sensible al descubierto. Surgieron muchos grupos de voluntarios que se enfocaron en diferentes acciones. Muchas personas se dieron cuenta de que podían ayudar, que todos somos iguales, que el dolor nos atraviesa a todos por igual, que podemos hacer algo frente al frío, el hambre, la violencia y lo injusto, que somos responsables de que eso cambie.
Con la llegada de las redes sociales, las organizaciones encontramos un lugar para hablarle y pedir ayuda a todo el que esté dispuesto a escuchar. Eso permitió mostrar lo que muchos no veían: pedidos concretos para asistir a familias, la necesidad de ayuda en salud para los afectados en desastres naturales, el hambre, las personas perdidas. Se convirtió en una herramienta esencial para atraer a cada vez más voluntarios.
La participación de los jóvenes también es cada vez más grande, porque ven cómo su intervención en la realidad deja una huella. Muchos tienen en sus escuelas materias al servicio de la comunidad, en las que participan activamente, presentando un proyecto de impacto, ya sea en la construcción de viviendas, horas en algún voluntariado, pintando algún frente de escuela o jardín, compartiendo tiempo con niños de bajos recursos, haciendo colectas de pañales o alimentos, plantando árboles?Tantas actividades como ideas surjan. También existen escuelas y talleres de formación solidaria, como la Escuela de Lideres para la Comunidad, creada por Red Solidaria hace tres años, para chicos y chicas desde los 17 años, donde cada año participan más jóvenes.
Hoy, en 2019, lo injusto no es indiferente, la solidaridad se educa, se practica desde los hogares, la escuela, desde las redes sociales. La solidaridad es tan importante que representa la base de muchos valores humanos, como la amistad, el compañerismo, la lealtad, el honor.
Hoy, los jóvenes opinan, tienen ojos grandes y bien abiertos para observar con sus mentes y cuerpos inquietos, dispuestos a accionar. Sin dudas, tenemos un futuro mejor asegurado.
* Fundadora de Caminos Solidarios Argentina y voluntaria de Red Solidaria
Mariela Fumarola