“Se olvidan de que seguimos siendo mujeres con proyectos, deseos y sueños”
“Hoy a la tarde tenemos varios encuentros para enseñar a las mujeres a manejar el Zoom”, comienza la conversación y cuenta Yesica Gutiérrez, con una sonrisa. Su voz es suave y se la nota acostumbrada a hablar por plataformas. Desde hace dos años, es coordinadora de Mujeres Derribando Barreras (MuDeBa), una organización jujeña que promueve la autonomía, la inclusión y la participación social de mujeres con discapacidad. Yesica es ciega desde los 10 años, aunque ya a los 5 le habían detectado que veía de un solo ojo. “Las maestras no me creían que me costaba ver las letras, me decían que no me haga la chistosa, que no me levantara de mi asiento y yo sufría mucho porque no veía. Cada mañana, rogaba que no hubiera clases”, recuerda. En aquel entonces vivía en la casa de su abuela con varios primos y explica que no había tiempo ni dinero para hacer controles de salud. Por eso, hoy busca visibilizar las barreras que tuvo que atravesar para que otras mujeres como ella puedan superarlas con más herramientas y vivir una vida más autónoma.
Su infancia se interrumpió una tarde de febrero, mientras jugaba con sus amigos en la calle. De golpe, sintió que todo se ensombreció y entró corriendo a su casa porque tuvo miedo. No entendía lo que le estaba pasando y se fue a dormir con la certeza de que al día siguiente todo volvería a la normalidad. Cuando se despertó, sintió el calor del sol en su rostro, pero no lo podía ver. Puso sus manos frente a sus ojos y tampoco las vio. “Ahí cambió todo –dice–. No sé si para mal o para bien, pero cambió todo. En ese momento empezó lo que iba a ser mi vida hoy”. Sufrió un desprendimiento de retina y nunca más volvió a ver.
Luego de tres operaciones, ella y su familia aprendieron a convivir con esa nueva forma de vida. En Jujuy había una sola escuela Braille y allí conoció a los que hoy son algunos de sus mejores amigos. “Eran superhéroes para mí porque hacían todo solos. A los pocos meses, yo ya hacía lo mismo. Aprendí a leer, a sumar y a caminar sin ayuda”, enumera. Tres años después de aquella tarde, se reincorporó a su vieja escuela, pero sus compañeros ya estaban en séptimo grado y a ella la hicieron retomar en cuarto. Le costó compartir el aula con niños más pequeños, pero se acostumbró. Vivió una adolescencia con algunas limitaciones. Su mamá le compraba ropa para su edad y las amigas la asesoraban en cómo vestirse y maquillarse. “Cuando tenés algún tipo de discapacidad es la contención de la familia y los amigos la que te ayuda”, resume.
Su médico, el oftalmólogo Cristian Dodds (director de Fusavi, una fundación de especialistas en oftalmología que atiende a personas en situación de vulnerabilidad), fue también una figura clave en su vida y quien la impulsó a seguir estudiando, algo que para ella era impensado por su situación económica y, sobre todo, por la discriminaron que sufrió por parte de algunos docentes. “Es muy difícil levantarse de esos golpes. Quizás se equivocan porque no les enseñan a trabajar con personas con discapacidad, pero, por suerte, también tuve profesores muy buenos”, aclara Yesica con una mirada compasiva. Hoy, a sus 32 años, cursa las últimas materias de Psicología y tiene muchas ganas de empezar a trabajar como psicóloga.
“Tengo muchas capacidades, mucha formación, pero frente a la mirada de los otros a veces gana la discapacidad”
De acuerdo al Indec, una de cada 10 personas en Argentina sufre algún tipo de discapacidad. Esto representa cerca de 3.500.000 personas, de las cuales un 13,7% tienen dificultad solo visual y el 82% de ellos, después del nacimiento. Solo un tercio de las mujeres tienen trabajo, según este mismo estudio, por eso, uno de los principales objetivos de MuDeBa es que sus talleres sean una verdadera oportunidad para que muchas más puedan integrarse al mercado laboral. “Faltan muchas oportunidades de trabajo para nosotras, es una de las principales deudas”, señala Yesica.
“La autonomía siempre se pensó para los hombres (deportes, trabajo, entretenimiento), nunca para las mujeres”, describe Yesica, que vive sola desde hace ocho años. Aprendió a hacerlo por prueba y error, pero con una red de contención familiar y de vecinos que la ayudan mucho. Marca las llaves de luz con plasticola para saber cuándo están prendidas. En la cocina, los recipientes de distintos tamaños le indican su contenido. Dobla el dinero de diferentes formas para identificar su valor y usa aplicaciones con voluntarios que la ayudan en línea, cuando sale de compras. “Es indispensable conocer los horarios en los que hay más gente y los negocios en los que se puede confiar. La ropa tiene que estar acomodada siempre de la misma manera para distinguir sus colores. Todo lleva más tiempo, pero la autonomía se logra”, detalla, mientras se estira, con las dos manos, el cabello largo y negro y lo ata tirante frente a la pantalla.
MuDeBa está formada por 25 mujeres de 30 a 60 años, la mayoría de ellas con discapacidad visual. Tecnología, maquillaje, oficios, uso del transporte público, alimentación, derechos, educación sexual, actividad física, son algunos de los temas de los talleres que ofrecen para capacitar a todas las mujeres que se acerquen. Este año recibieron el premio Fundación Avon con un importante aporte económico para desarrollar nuevos proyectos. “Hay muchos espacios que están en deuda con la discapacidad. Es un tema que es transversal a todo: educación, turismo, recreación. Las personas nos piensan más desde la salud y se olvidan de que seguimos siendo mujeres con proyectos, deseos y sueños”, asegura.
Yesica necesitó capacitarse en perspectiva de género para dar respuesta a las mujeres que se acercaban por ser discriminadas, violentadas y con la autoestima muy baja. “Yo no sabía qué decirles ante determinadas cosas que me contaban y me formé para hacerlo”, añade. Se diplomó como promotora comunitaria especializada en violencia de género.
Ser mujer, con discapacidad y pobre son tres variables que se dan simultáneamente, muchas veces; esta interseccionalidad hace que las desigualdades sean mucho más persistentes. Yesica explica que es sobre esos grupos más vulnerados que MuDeBa trabaja: “Las capacitamos para que conozcan sus derechos y desarrollen sus competencias para conseguir trabajo”. Y agrega: “A las mujeres con discapacidad les cuesta sentirse protagonistas”.
Yesica cuenta que la pandemia fue una conmoción para todas ellas porque dependen mucho del contacto físico para vivir. En las calles, la gente suele ayudarlas tomándolas del hombro, pero ahora son muy pocos los que se animan, por miedo al contagio. Escuchar las voces de las personas es la forma más usual de conocerlas y el barbijo limita esa posibilidad. Sin trabajo, aisladas y con escasas posibilidades de comunicación, estos meses fueron “un duro retroceso a los avances logrados en estos dos años”. Recuperadas del shock del aislamiento, aprendieron a usar las plataformas de comunicación y dan talleres para capacitar a las que quedaron incomunicadas hace meses por no tener acceso a Internet o no saber cómo usarlo. “Había mujeres que no usaban WhatsApp siquiera. Teníamos que hablarnos por línea, así que el Zoom lo veíamos como algo imposible”, señala Yesica, mientras responde mensajes por celular.
Yesica asegura que pese a todo lo que hace, aún tiene que luchar con los prejuicios y “el NO van a poder”. “Tengo muchas capacidades, mucha formación, pero frente a la mirada de los otros a veces gana la discapacidad”, confiesa. Enseguida retoma la confianza y se anima a soñar con mudarse a Buenos Aires y vivir sola. También se replantea ser madre en algún momento. “Hasta hace un tiempo no lo pensaba. Tenía miedo de que alguien dependa tanto de mí y no saber cómo cuidarlo, pero hoy lo estoy proyectando. Primero, quiero recibirme”, dice esta luchadora que lleva adelante todo lo que sueña hacer.
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MuDeBa: Tel.: (0388) 4373981; mujeresderribandobarreras2018@gmail.com; En Facebook