Salir adelante: los amigos, un apoyo clave frente a la adversidad
Ante situaciones límite como accidentes, duelos o enfermedades, los pares juegan un rol fundamental; retan, escuchan, acompañan y sirven como motor de vida
José Rocha toma mate junto a sus amigos Federico y Peco, como le dicen a su tocayo, en el quincho de su casa en el barrio La Horqueta, en San Isidro. Tiene 32 años y hace 12 que vive sobre una silla de ruedas; en este proceso, el apoyo de sus amigos fue fundamental.
Esa compañía genuina, incondicional y desfachatada fue la que hizo la diferencia. Esa, más los abrazos, las palabras, los gestos, las risas, los silencios y llantos que compartió con sus pares. Porque esas personas que se eligen en la vida, más allá de los lazos de sangre, son las que -además de la familia- funcionan como confidentes, bastón y motor a la hora de atravesar situaciones límite como accidentes, enfermedades, duelos o adicciones. Aun cuando todo pareciera no tener salida, los amigos siempre están.
Unas sonrisas cómplices se cuelan mientras que Coco -como le dicen a José Rocha- recuerda aquel verano de 2007 cuando, con su grupo de 15 amigos, se fue a la playa.Es que ese verano fue especial. Al menos así lo sienten los tres.
Habían pasado dos años de aquel 25 de abril de 2004 cuando ocurrió lo inesperado. "Me desperté ese domingo como cualquier otro para ir a jugar un partido de rugby en mi club, el San Isidro Club (SIC). En un scrum, mi cabeza chocó con la del contrario y tuve la mala suerte de que hizo una flexión hacia abajo: desde el cuello hasta los pies no sentía nada", cuenta Rocha.
Aquella tarde en el SIC el partido continuó, al igual que la vida de José. La lesión en la cuarta y quinta vértebra de las cervicales llevó meses de rehabilitación, que después fueron años. Tuvo que aprender todo de nuevo. "Lo bueno es que para mis amigos la silla de ruedas nunca estuvo -sostiene mientras le devuelve el mate a Federico-. Quizá fue medio una locura habernos ido todos a veranear tan pronto, éramos medios inconscientes."
Reforzando este punto, Analía Suárez, psicóloga de la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec), sostiene que es fundamental tener un soporte social que acompañe para poder superar una situación traumática. "¿En qué se diferencia la contención de un grupo de amigos a la familiar? En que muchas veces la persona se siente más habilitada para hablar con los amigos, por esto de no querer preocupar a sus familiares. Depende mucho la edad del paciente. Si bien le pasa a uno solo, influye a todos los que están cerca", agrega la especialista.
Hermanos elegidos
Martín Lanatta tiene tatuados en su memoria todos los instantes del accidente que sufrió. "Íbamos con el auto por el Camino del Buen Ayre con mis hijos y mi mujer, después de pasar un día en familia y con amigos, y un vehículo, que venía a contramano por el carril del medio, sin luces, nos chocó de frente a alta velocidad. Llamé a mi amigo Santiago y le dije dos cosas: accidente y Camino del Buen Ayre. A los dos segundos estaba ahí."
Aquella noche, Martín perdió parte de su familia: su mujer, Leticia, de 36 años, y su hija Julia, de 4. Joaquín, de 7, sobrevivió al accidente. Había que reconstruir todo. "Al principio no caés -asegura Martín-. Tengo muchos amigos que me ayudaron. Son mis hermanos elegidos: Alejandro, Federico, Leandro, Pablo, Sebastián y Santiago. Hicimos todo el colegio juntos, desde preescolar hasta que terminamos."
Para Lanatta claramente la amistad a veces supera la familia. "Son las personas que vos realmente podés elegir. Lo bueno es que nosotros somos totalmente diferentes, y eso es lo que permite que la contención sea mucho más objetiva", comenta el papá de Joaquín, que al poco tiempo decidió acudir a la Fundación Aiken, entidad que acompaña psicológicamente a los niños y adolescentes en duelo por muerte de padre, madre o hermanos.
Suárez subraya que, cuanto más chica es la persona, más fácil es que los amigos incorporen la dificultad como parte del grupo. "Para el adolescente, lo más importante es el grupo de pares. Nos cuesta más a los adultos acomodar nuevas estructuras al grupo de pares o familiar, porque hay una cuestión de espejo, que nos angustia: «Mi amigo se quedó en una silla de ruedas, bueno me puede pasar también a mí»", explica.
Un alcohólico en casa
En el caso de Elsa -que para la nota decidió preservar su apellido- fue distinto. La habían llamado del colegio de su hija porque no la veían bien. Buscando ayuda para ella fue que se dio cuenta de que necesitaba asumir y resolver lo que estaba pasando en su casa: su marido era alcohólico y el no enfrentar esta situación estaba afectando al entorno familiar.
Doce años después de la muerte de su esposo, a los 72, Elsa es actualmente voluntaria en los Grupos de Familia Al-Anon-entidad que provee ayuda a personas afectadas por el abuso de alcohol- y puede decir que gracias a todas sus amistades pudo pasar esos momentos amargos.
"Anita es mi amiga de toda la infancia. Ella más que saber cómo ayudarme sabía escucharme -dice la voluntaria-. Cuando tenés un amigo podés contarle cosas que a lo mejor no te animás a decirle ni a tu pareja, ni a tus hijos, ni a tus padres. Son cosas muy íntimas."
En esta misma línea, Liliana Rapañani, counselor en Fundación Huésped, confirma que en muchos casos son los amigos los únicos que se enteran del diagnóstico de los pacientes. "El hecho de haber podido encontrar con quién hablar es lo que cambia totalmente el panorama: pasar del aislamiento y de la soledad a tener quién te acompañe, te escuche, en eso los amigos son insustituibles", agrega.
Desde la localidad de Arrecifes, provincia de Buenos Aires, Griselda Deleglise cuenta que los dos abrazos que le dio su amiga Patricia Vidal fueron insustituibles. Uno fue para enfrentar el diagnóstico: Griselda tenía cáncer de mama. El otro fue el cierre del tratamiento, que demandó más de un año de lucha.
"«Amiga estoy con vos, va a salir todo bien», me dijo Pato el día que me diagnosticaron cáncer. Ese abrazo fue lo mejor que me pasó, cada vez que lo recuerdo lloro -dice Griselda-. Pato es mi amiga de toda la vida. Nos conocimos en un taller de costura, hace 30 años. Todos los viernes me espera a las 15 con el mate listo. Es la hermana que no tiene título, ¡y mirá que tengo cuatro!"
El grado de incondicionalidad que hay entre Griselda y Patricia es directamente proporcional al de Estela Centurión y Teresa, quienes se conocieron en 2000 por el chat de AOL. Estela vive en Buenos Aires y Teresa, en Tucumán, pero la distancia no les impidió tener un vínculo único.
A los 10 meses de vida, Estela sufrió poliomielitis. "Siempre tuve esa marcha de pato y en 2011 me vino el síndrome pospolio. En 2012 me quebré y ella al otro día Teresa estaba acá. ¿Qué persona iba a dejar de trabajar para venir a cuidarme? Nadie, ni la familia, y ella lo hizo."
Teresa le da tan poca importancia a la discapacidad de su amiga -detesta esa palabra- que ni siquiera sabe en qué lado de su cuerpo Estela tiene inconvenientes motrices. "Simplemente porque nunca me importó. Mis padres me enseñaron el valor de la amistad como lo más sagrado, me enseñaron a formar familia con mis amigos. Creo que la amistad se construye desde la presencia", afirma.
Estela, por su parte, rescata la bondad de su amiga. "Las veces que estuve mal vino siempre a verme o cuando mi mamá se enfermó de cáncer ella viajaba todos los meses. Capaz que viajaba por un solo fin de semana", dice agradecida.
La importancia de estar presente y respetar las necesidades del que sufre
Los amigos de José Rocha, así como todos los entrevistados para esta nota, concuerdan en que no hay una especie de “guía o manual” a la hora de saber cómo ayudar a un amigo a superar una situación traumática. Pero que lo más importante es el estar.
“Creo que, en nuestro caso, fue un proceso que se fue dando solo y eso fue lo más lindo de todo lo que vivimos: tener una relación normal con él”, dice Peco. José agrega: “Las cosas se van acomodando y cada uno asumió un rol distinto dentro del grupo”.
“Igualmente –interrumpe Federico– nosotros lo acompañamos, pero si se equivocaba se lo marcábamos. Si no venía cuando nos juntábamos, le insistíamos. Tampoco escondíamos lo que pasaba: por ejemplo, no dejamos de jugar al fútbol, porque estaba él ahí.”
De hecho, José corre maratones con sus amigos y se fue de despedida de soltero dos veces a Río de Janeiro con el grupo. También hizo rafting, esquió, estudió Marketing y en la actualidad juega al rugby.
Recuperar su vida
“El alta definitiva del paciente no es cuando se va o se curó, sino cuando puede recuperar la calidad de vida que tenía antes y eso incluye lo social, no sólo desde lo físico”, explica Suárez y añade: “El aislamiento y la soledad van en contra de cualquier recuperación”.
En el caso de Martín Lanatta, su grupo había pasado por una situación traumática en 2004. “Perdí un hermano en Cromagnon, así que es como que ya estaban aceitados. Creo que es la sinceridad a flor de piel lo que te lleva a contener a la otra persona: te conocen tanto que ya saben cómo hacerlo”, asegura.
Y agrega: “Funcionamos muy bien porque cada uno tiene su rol, como un equipo: está el que es más operativo, el gracioso, el callado, pero que siempre cuando habla te dice la palabra justa. Tenemos códigos que ya son innatos, por lo menos en nuestro grupo”.
Desde Huésped, señalan que un buen paso para saber cómo ayudar a un amigo es informarse. “Hay que tratar primero de sacarse los propios temores porque si no es difícil ayudar a otro –asevera Rapañani–. Los amigos suelen ser una muy buena puerta de entrada para ayudar al paciente a venir a los grupos de apoyo donde, muchas veces, se hacen nuevos amigos.”
En Lalcec concuerdan y agregan que también es importante respetar los tiempos del paciente. “No bajar los brazos en esto de insistir en estar presentes. Si lo llaman hoy y no tiene ganas de hablar, volver a llamarlo mañana. Cuando una persona está pasando por una situación difícil se trastocan sus valores, sus prioridades, sus tiempos. Entonces los códigos que venían sosteniendo esa amistad quedan suspendidos, porque el paciente tiene otras prioridades”, explica Suárez.
Y concluye: “Tenemos que tener la capacidad de ser flexibles a la hora de acompañar a un amigo por el momento que está pasando. Nos toca entender qué necesita el otro: por ahí sólo es un abrazo o sentarme al lado y no preguntarle nada, pero estar, no dejarlo solo”.