Lo documentó un equipo de investigadores de la UBA junto a organizaciones sociales; registran robos, golpes y hostigamientos, en muchos casos promovidos por el rechazo social; ayer el Indec informó que casi 1 de cada 10 personas vive en la indigencia
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Camila y su hija Morena, de cinco años, volvieron de recorrer las principales calles de San Isidro. Después de pasar la noche en una plaza cercana, habían estado vendiendo curitas y carilinas desde las ocho de la mañana. Hicieron algunas ventas, pero no tantas como para comprar comida para las dos.
Cerca del mediodía se sentaron al costado de un edificio. Morena empezó a comer. Era lo primero que ingería en lo que iba del día. Pero a los pocos minutos, sintió que le caía agua fría. Una mujer del segundo piso les estaba tirando agua con un balde mientras les gritaba: “Vayan a laburar que ahí sentadas arruinan el paisaje y no van a conseguir ni una moneda”.
Morena se largó a llorar, no solo porque estaba empapada y hacía frío. Lo que peor la ponía era que se le había mojado el sándwich. “More estaba muy angustiada y yo tenía una bronca. No estábamos molestando a nadie”, recordó Camila sobre la situación que vivieron. Fue en junio pasado.
Esa fue una de varias situaciones de violencia que sufrió por estar en la calle: “Una vez me amenazaron con un rifle de aire comprimido, esos que se usan para tirarle a las palomas. Estaba durmiendo en el acceso a un edificio y me desperté con los gritos de un hombre que me estaba apuntando. Me asusté porque parecía dispuesto a disparar, aunque yo le decía que me iba ya mismo”, contó Camila. Ella y More quedaron en situación de calle después de escapar de la casa que compartían en Escobar con sus suegros y su pareja, de quien sufría violencia de género.
Un ataque cada cuatro días
Cada cuatro días, en el país ocurre un ataque como el que vivieron Camila y Morena. Al menos eso es lo que relevaron, en su último informe anual, un equipo de investigadores de la Facultad de Psicología de Universidad de Buenos Aires y la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle que por segundo año consecutivo armaron el Registro Unificado de Violencias (RUV). La asamblea es un colectivo de organizaciones, entre las que están Abrigar Derechos, Comedor de Barracas y Construyendo Puentes, entre otros.
El reporte consiguió documentar 102 ataques perpetrados por ciudadanos, funcionarios, fuerzas de seguridad, lo que representó un aumento del 73% en relación al informe del año pasado, que había contabilizado 59 hechos. Ese registro, que aunque son los menos incluye ataques por parte de personas en situación de calle a sus pares, se construye a partir de notas periodísticas y denuncias que reciben las propias organizaciones autoras del informe, entre otras fuentes.
Del total de las situaciones registradas, 85 fueron de violencia social, es decir ataques físicos en el espacio público entre ciudadanos “producto de los procesos de estigmatización y rechazo social” y 17 de violencia institucional, como tipifican los ataques físicos o simbólicos por parte de fuerzas de seguridad u otros funcionarios públicos.
Las investigadoras identifican, además, un tercer tipo de violencia, la estructural, como denominan a las lesiones producto de las condiciones sociales y materiales de vivir a la intemperie. De esas, registraron 131 casos adicionales a los 102 mencionados antes. Si se sumaran todas las violencias registradas, existe un hecho de violencia hacia personas en situación de calle cada 38 horas.
Las jurisdicciones con mayor cantidad de hechos de violencia fueron la ciudad de Buenos Aires con 58 casos, la provincia de Buenos Aires con 45, Santa Fe con 28 y Salta con 13.
“El aumento de las violencias sociales se viene registrando desde hace tiempo, por ejemplo, en clave de hostigamiento, robo, incendio, daño, lastimaduras físicas por parte de otras personas que viven en la ciudad que no están en calle y que lastiman, molestan, hostigan o incluso le roban cosas a quienes están en calle. Eso da cuenta de la naturalización de la violencia y de cómo la violencia se ha convertido, tanto física como simbólica, en el lenguaje común para dar cuenta de la intolerancia”, aseguró la investigadora del Conicet Jorgelina Di Iorio, coordinadora del equipo de investigación del RUV.
“Prendieron fuego mis cosas”
Mateo estaba sentado en un colchón cerca de la salida del teatro San Martín. Tapado con una frazada, tomaba un té que le hicieron en una cafetería. Hace poco que para ahí. Dice que tuvo que mudarse de Recoleta porque sufrió agresiones por parte de un grupo de adolescentes. “Primero empezaron los insultos, después pasaban por al lado y me escupían el colchón. Para ellos, no era una persona, era una cosa que estaba ahí en el piso”, recordó con angustia.
La situación se puso realmente violenta una noche, mientras dormía: “Me desperté sobresaltado porque sentí olor a quemado y cuando abrí los ojos vi que mis pertenencias se estaban prendiendo fuego”. Una vecina que salió a ver lo que ocurría porque escuchó sus gritos le contó que habían sido los chicos de su edificio los que le habían quemado todo.
“El registro da cuenta de la cantidad de violencias hacia personas que viven en la calle, como si la situación de calle no fuera de por sí violenta”, consideró Milena Sapey, investigadora del proyecto “Sociabilidades por los márgenes”, de la Facultad de Psicología y completó: “En eso radica la importancia de registrar y visibilizar estos hechos, que son situaciones que todo el mundo ve, pero que se ignoran pese a que son realmente crudas”.
Más gente en situación de calle
“Tenemos algunas hipótesis respecto a cuáles son las razones por las que registramos un aumento de la violencia. Primero, que hay más personas en situación de calle y en más puntos del país. Ya no solo en los principales centros urbanos”, describió Sapey y expuso que no hay un censo que permita confirmar esa tendencia, por lo que consideró que “la falta de datos también es violencia”. Y agregó: “Además, hay un contexto de violencia generalizado que atraviesa a toda la sociedad. A partir de estos dos puntos y del consumo mediático de la misma, hay un mayor registro de estos casos”.
En febrero de este año, se conocieron los resultados provisorios del Censo 2022. Si bien por primera vez se realizó un operativo específico para contabilizar a las personas en situación de calle, el método generó polémica y fue muy criticado por las organizaciones, ya que se lograron identificar apenas 2962 personas sin techo en todo el país. De hecho, en junio de este año, el Gobierno porteño publicó un relevamiento en el cual se registró que solo en CABA hay 3511 personas en situación de calle. Esa cifra representó un aumentó del 34% con respecto a 2022.
Este escenario ocurre en un contexto en el que según los últimos datos oficiales, difundidos el miércoles, la pobreza en el país cruzó la barrera del 40% y ya afecta a cerca de 18,5 millones de personas. Mientras que la indigencia llegó al 9,3%, muy por arriba del 8,1% registrado en diciembre del año pasado.
El año pasado, un reporte de la consultora Voices! expuso que después de la inseguridad, las personas en situación de calle son el problema que más preocupación genera entre los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. “En el imaginario de los argentinos, durante mucho tiempo, la pobreza estaba en otro lado, en algún lugar recóndito. El crecimiento del número de personas en situación de calle desploma todas estas creencias y nos enfrenta con la realidad, porque es la manifestación patente de la pobreza en el barrio”, analiza Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices!
Para dar cuenta sobre situaciones de violencia vividas, Mónica De Russis, voluntaria y presidenta de la Asociación Civil Amigos en el Camino, contó que hace poco voluntarios de la ONG fueron agredidos verbalmente por los vecinos de la zona en la cual estaban trabajando: “Sigan alimentando chorros y vagos”, les gritaban.
“No nos suele pasar, pero esta vez fueron varios y en distintas paradas y nos hizo sentir bastante incómodos. Pero hay que pensar que si eso nos decían a nosotros, podés imaginarte la agresión que pueden recibir las personas que están en situación de calle”, remarcó De Russis y contó que lo que sí notó es que aunque se trate de personas tranquilas y muy cuidadosas del lugar “cada vez más vecinos llaman al 108 para que desalojen a quienes están en la calle”.
“La gente suele prejuzgar un montón. Entonces cualquier detonante que sea situación de calle, ya es como prejuzgar que son delincuentes, que son sucios y vagos que no quieren trabajar. Hay un montón de prejuicios”, opinó Fernanda Capuano, referente de la ONG Caminos solidarios en las zonas de Paternal y Chacarita.
Una muerte cada dos días y medio
El registro también denuncia que en el período de agosto de 2022 a agosto de 2023 146 personas en situación de calle fallecieron. Según indicaron en el RUV, esto equivale a una muerte en el espacio público cada dos días y medio e implica un aumento del 108% en comparación al anterior reporte.
De todas las personas que murieron en situación de calle, producto de alguno de estos tipos de violencia, son pocos los nombres que se conocieron. En este sentido, Sapey expresó: “Es importante registrar, pero también entender que esos números son personas, son vidas que cuentan y que estas violencias son sistemáticas”.
Según contó LA NACIÓN en junio, en menos de un mes tres personas en situación de calle murieron en CABA en medio de la ola de frío. Héctor Silveira hacía changas. Elías, el dueño del puesto de flores de Díaz Vélez al 5000, en las inmediaciones del hospital Durand, cuenta que varias veces lo había dejado a cargo del puesto, como sereno, durante la noche. Al volver de unos días de descanso, el martes 13 de junio, Elías supo que Héctor había muerto. Fue en plena calle, en un día de baja temperatura, sobre la vereda de Leopoldo Marechal al 1400, en Caballito.
Ramiro también fue víctima de las condiciones en las que vivía. Con dos amigos, había armado un espacio en la esquina de Salguero y Valentín Gómez, en Almagro. Cerca del 20 de mayo, tuvo un cuadro de fiebre alta que requirió la asistencia del SAME. Le habían diagnosticado un cuadro viral que, al parecer, no requería internación. El 25 de mayo aparentaba estar mejor, pero al mediodía lo encontraron muerto. Orlando tenía 80 años. Llevaba poco tiempo durmiendo en un cajero de avenida Cabildo, en Belgrano. Lo único que se sabe es que a principios de junio, en plena ola de frío, murió.
“Esperamos que el registro también sirva para impulsar políticas públicas vinculadas que se hagan cargo desde una perspectiva integral, combatir la problemática no es combatir a las personas en situación de calle”, se ilusionó Sapey.
LA NACIÓN intentó comunicarse con el Ministerio de Seguridad de la Nación, pero, al cierre de la nota, no hubo respuesta. Desde el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del Gobierno porteño, en tanto, dijeron que no hay un registro especial con estadísticas de violencia hacia las personas en situación de calle, pero explicaron: “Cuando un operador del Buenos Aires Presente (BAP), que son profesionales que recorren durante las 24 horas la ciudad para brindar asistencia integral a esta población, aborda a una persona en esta situación lo hace en su integralidad”. Y detallaron: “El registro que hacen de la persona si detectan este tipo de situación, además de dejarlo sentado, se deriva para seguimiento a un profesional acorde a la problemática y se inicia un camino de recuperación, atención médica y derivación según el caso. Pero es caso a caso”.
Más información:
- Cuál es la mejor forma de ayudar a quienes están en situación de calle: La Nación armó una guía con 50 maneras de solidarizarse con las personas que duermen a la intemperie. Podés entrar haciendo click aquí.