Del mate a la agroecología. ¿Cómo se nutre el mundo de hoy del saber indígena?
Aunque no todos lo sepan, el mate, la bebida por excelencia de los argentinos, es uno de los tantos legados del mundo indígena, ya que proviene de los guaraníes. De la misma manera, muchos de los usos y costumbres de nuestra vida cotidiana tienen raíz ancestral. Sin embargo, este origen es, en muchos casos, desconocido.
Cristalizados en el imaginario popular más del lado de la necesidad que de la del aporte, los pueblos originarios cargan con los estigmas de la ignorancia y la marginalidad extrema. Estos prejuicios históricos son producto del racismo estructural que los excluye desde hace largas décadas.
Lo cierto es que la impronta de las comunidades originarias llega mucho más allá de ciertas zonas de influencia en las que es frecuente reconocerlas, como el rubro de las artesanías, la joyería o los textiles. Su presencia es palpable también en otras áreas, como la arquitectura moderna, el campo de la salud o el mundo de la gastronomía. Y no se detiene ahí.
La visión de mundo de los indígenas, así como algunas de sus tradiciones, prácticas y expresiones, se ubica, sin dudas, entre las múltiples influencias que forjan nuestra cultura contemporánea. Lo hace hasta tal punto, que impregna, por ejemplo, la agenda ambientalista, así como ciertas concepciones vigentes sobre el bienestar individual y colectivo.
A continuación, presentamos un pantallazo breve pero bien diverso sobre cómo el mundo indígena impregna nuestra vida cotidiana.
El cuidado de la Tierra: la centralidad que tiene la Naturaleza en el universo de prácticas y creencias de los pueblos originarios invitan a reflexionar sobre la importancia del cuidado de la Tierra y de sus recursos como dadores de vida y bienestar.
La vigencia del paradigma del Buen Vivir: podríamos decir que la idea de una vida en armonía entre las personas, generando equilibrios virtuosos con la comunidad y el Planeta, está instalada como un valor inherente al mundo contemporáneo. Sin embargo, numerosos pueblos originarios –desde los aymaras hasta los mapuches, por citar apenas algunos ejemplos– han venido honrando esa filosofía a lo largo de su historia. Actualmente, la necesidad de vivir según este paradigma tiene rango constitucional en Bolivia y Ecuador.
La recuperación de la cocina ancestral: la conexión emocional con lo que comemos –tan vigente en programas televisivos populares como Masterchef– nos conecta, en muchos casos, con nuestros antepasados. Recrear la receta de la abuela o las técnicas familiares para la realización de determinado plato, revitaliza nuestro vínculo con los alimentos.
“La comida es identidad, territorio, es el patrimonio afectivo de una familia. La memoria afectiva se transmite a través de la cocina”, reflexiona la ingeniera Magui Choque Vilca, conocida como “la reina de las papas”, quien cree que la recuperación de lo emocional en la gastronomía conecta con el mundo indígena.
“Para los pueblos originarios, el alimento es herencia, conecta con lo divino, es lo que te da la tierra. La industria alimenticia te presenta a la comida como lo que ya viene hecho, dejás de poner los intangibles en la mesa, la memoria afectiva. Los chicos no piden un postre sino una marca. Pero hoy se ve una vuelta al almacenero del barrio, a comprar el budín de la señora de la otra cuadra, al huerto, a las economías locales, volver a ser los que decidimos qué ponemos en la mesa”, puntualiza.
Esta recuperación se emparenta con otro fenómeno propio de nuestros días: la revitalización de los productos agroecológicos, como fuente alimenticia que no daña al medio ambiente y que tiene un impacto positivo sobre la salud humana. Como ejemplo, cabe citar al movimiento Slow Food Argentina, parte de la red global que lleva el mismo nombre y que pugna por alimentos buenos, limpios y justos para todos.
La arquitectura con influencia indígena: existen diferentes ejemplos en los que el mundo del diseño y la arquitectura resignificaron las técnicas ancestrales. Así, por ejemplo, la raíz del estilo Santa Fe, o estilo Pueblo, tan frecuente en algunas construcciones modernas, llega hasta los indígenas de Nuevo México, en los Estados Unidos. De formas puras, tonalidades tierra, sin vértices y de techos chatos, el estilo Santa Fe remite a Taos, un pueblo indígena norteamericano. Otro ejemplo es el uso de la tierra, utilizada para construir desde tiempos inmemoriales, en la confección de tapiales, paredes y muros.
Pero, lejos de remitir únicamente al pasado, las técnicas de construcción indígena están vigentes en nuestros días. Como prueba de su vitalidad basta citar el Coloquio de Nueva Arquitectura Indígena, organizado en 2019 en nuestro país y que contó con la presencia de arquitectos, ingenieros y constructores procedentes de pueblos originarios que, en su labor, combinan conocimientos técnicos y académicos propios del mundo occidental con el saber ancestral.
“La sola existencia del Coloquio coloca los logros de los pueblos indígenas en el presente. Muestran cómo han podido reciclar y renovar sus tradiciones. Siguen aportando valor en el mundo actual”, reflexiona, al respecto, la antropóloga Leonor Slavsky, una de las organizadoras del encuentro.
La fitomedicina: el conocimiento del poder curativo de ciertas especies vegetales es, desde tiempos inmemoriales, dominio de las comunidades originarias. Pese a que el sistema de salud occidental posee una escasa apertura a la interculturalidad, existen instancias de formación en fitoterapia y plantas medicinales en las principales universidades del país. Por otra parte, se han popularizado ciertos jarabes a base de hierbas para la cura de la tos, así como productos dermatológicos o de aromaterapia que se basan en hierbas y flores.
La fangoterapia y aguas termales como recursos medicinales: ya sea con fines cosméticos o para tratar dolencias más profundas, el poder curativo de la tierra también ha estado presente en los pueblos indígenas desde hace siglos. Incluso es utilizado en el seno de las propias comunidades.
“El aroftuwe, xuf xuf o wete es el baño de vapor húmedo mapuche que hemos recuperado en nuestra comunidad, en un pequeño espacio de adobe que combina cocimientos de aguas con plantas medicinales, canto tradicional y utilización de barros o arcilla de manera externa para aliviar los padecimientos propios y aquellos que nos atraviesan como pueblo. Por eso decimos que nuestra medicina no es terapia individual: es salud colectiva que surge de la biodiversidad que existe en territorio”, sostiene Verónica Azpiroz Cleñan, politóloga y miembro de la comunidad mapuche de Los Toldos.
Nombres y objetos: así como se han popularizado muchos nombres de origen indígena (Ayelén, Anahí, Nahuel o Newen, por nombrar solo algunos), también la forma en la que nombramos diferentes objetos tiene raíz ancestral. Por ejemplo, el origen de palabras como cancha, quincho, ojota, poncho, mate o carpa proviene también del mundo indígena. Lo mismo ocurre con algunas ciudades del país, como, por ejemplo, Zapala, Pehuajó y Oberá.
¿Qué otras áreas de influencia conocés?