Racismo: con matices, un drama común en todos los países de América Latina
Con particularidades y matices, y a pesar de la existencia de leyes que penalizan las prácticas racistas, existe un denominador común: el racismo es algo que muchas veces no se nombra o se niega, pero que afecta cada día a millones de latinoamericanos. Consultados por el Grupo de Diarios América (GDA), especialistas en racismo y discriminación de ocho países de la región opinaron sobre como esto afecta a sus respectivas sociedades. También volcaron sus testimonios aquellos que han sufrido en carne propia actitudes de intolerancia.
Brasil: "Debemos buscar una reparación"
El racismo y la discriminación por la pobreza se manifiesta cada día en escenarios tan populares como el fútbol y la samba. Para el filósofo y profesor Renato Noguera, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, "la mejor forma de combatir el racismo es buscar una reparación. Es una forma replicable, no es difícil, pero tiene un costo para los estados. Ellos son responsables del racismo estructural pues perpetúan este tipo de acciones. No resuelve el racismo decir que todos somos iguales. Hay que hablar de la participación de los afrodescendientes en todas las áreas, en los puestos directivos y de gestión". Menciona que la mayor parte de futbolistas en Brasil, en todas las series, son negros, pero solo hay un negro como presidente de un club negro y pocos entrenadores. Otro ejemplo son las escuelas de samba del carnaval que fueron "creadas por negros", pero que sus líderes son mayormente blancos.
"Las reparaciones solo vienen con políticas públicas. Las acciones afirmativas, como las cuotas, son políticas de inclusión, una forma inteligible de enfrentar el racismo. Nadie es racista porque esté menos informado, es porque tiene que ver con el poder, el territorio, la ocupación del espacio. En la guerra de todos contra todos, en la competencia depredadora en la que vivimos, el racismo es una herramienta ", dice Noguera. Además de las cuotas, el filósofo destaca la necesidad de enseñar historia y cultura africanas y pueblos indígenas.
- "SIEMPRE SE EXPERIMENTA EL RACISMO"
Doctor en Historia Comparada en el Laboratorio de Experiencias Religiosas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), el investigador y babalaô (guía espiritual del Candomblé) Ivanir dos Santos enfrentó situaciones de racismo e intolerancia religiosa a lo largo de su vida, y dice que esta historia se repite con sus hijos.
"Una persona pública y militante como yo siempre experimenta el racismo porque es estructural en la sociedad brasileña. Incluso en el mundo académico, donde la gente intenta ignorarte y tratarte menos, hasta en los centros comerciales. O incluso la policía. Hace dos años estaba con mi hijo en el Día Nacional de la Samba y tomamos una camioneta. Cuando nos detuvo la policía en Jacarezinho. El policía quiso registrar a mi hijo y le dije que no, porque no había acusación. Exigí que esto se hiciera, entonces, en la comisaría. Si encuentran algo con él, está bien, pero si no lo hacen, serían procesados por restricción ilegal. La policía terminó rindiéndose. Ese mismo episodio me pasó al salir de Mangueira en 1992 cuando la policía me detuvo. Intentaron registrarme, no lo acepté, y le dispararon al auto. Podría haber muerto. La policía detuvo a mi otro hijo y lo trató de manera agresiva porque tiene el pelo rasta. No es una actitud personal, sino un pensamiento de institución. Mis hijos aprendieron a reaccionar porque siempre los orienté: ve a la comisaría y regístrate. Pero la persona común, de la comunidad, a veces ni siquiera se da cuenta del tema racial, no siempre se preocupa por el racismo porque es pobre, vive en la favela y tiene el discurso social de que son bandidos".
México: "No se discrimina a todos de la misma forma"
En una sociedad tan diversa como la mexicana, el racismo se puede combatir con el reconocimiento del problema a partir de los datos duros que permiten medir el fenómeno. Esa es la opinión que ofrece Tania Tania Reneaum Panszi, directora ejecutiva de Amnistía Internacional (AI) México: "La primera estrategia [para combatir la discriminación en América Latina] es reconocer que tipo de país somos respecto a la discriminación, a través de datos duros que permitan medir el fenómeno y de esta forma se analice cómo trabajar con él (...) En México, por ejemplo, es valiosa la información que proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)", dice. "Lo importante —añade— es valorar las razones que nos orillan a discriminar, ya que no son producto de una historia personal de odio o de extinción hacia una persona determinada, sino en ocasiones se trata de una animadversión hacia determinadas personas. No se discrimina a todos de la misma forma, se discrimina porque nos creemos en una actitud de superioridad respecto al otro y pensamos que en esa superioridad se legitima la discriminación (...) Es fundamental incorporar el derecho a la no discriminación no sólo en papel, sino en nuestras conversaciones cotidianas".
- "FUE DESGASTANTE PELEAR POR EL PASAPORTE"
Y quizás la más marginada sea la minoría afrodescendiente, a cuyos integrantes les pueden negar hasta el pasaporte solo por su color de piel, como el caso que describe Roselia Chaca de El Universal: "El 17 de mayo de 2018, Paula Cruz Guzmán, 57 años, llegó puntual a las oficinas de la delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en la ciudad de Oaxaca, estado sureño de México. Era la segunda vez en su vida que iba por su pasaporte.
Presentó a la encargada del trámite de renovación su acta de nacimiento, que aunque extemporal era original, y también mostró su credencial del Instituto Nacional Electoral (INE), pero los documentos no bastaron. La funcionaria la miró de pies a cabeza y le cuestionó su nacionalidad mexicana. Le dijo que su color de piel, su vestimenta y sus facciones, decían lo contrario. Como Paula es negra, había "suficientes motivos" para que la institución dudara si era mexicana. Paula se indignó. Argumentó que en la región Costa de Oaxaca existen pueblos afro, con sus habitantes de piel negra, quienes son mexicanos como cualquier otro; pero la funcionaria no escuchó. Le pidió fotografías de su niñez para comprobar que realmente era de Corralero, agencia de Pinotepa Nacional, comunidad habitada por afrodescendientes".
Entendí que ser negra es no existir, es no ser mexicana. Aun así, con ese tipo de discriminación institucional sigo peleando por mis derechos
"Fue desgastante pelear para que me dieran el pasaporte. Fue indignante que dudaran de mí aun cuando presenté los documentos expedidos por una instancia federal. Creo que no soy la única a la que han discriminado en su propio país y en su propio estado. Entendí que ser negra es no existir, es no ser mexicana. Aun así, con ese tipo de discriminación institucional sigo peleando por mis derechos", dice Paula, quien es integrante del Movimiento Afromexicano.
Chile: "Reforzar las sanciones"
Lo que hace falta en Chile es reforzar las leyes para que las minorías de origen africano y los indígenas no sean discriminados. Eso afirma el sociólogo Mauricio Salgado, profesor de la Universidad Andrés Bello y doctor en el Centro de Investigación en Simulación Social (CRESS) de la Universidad de Surrey (Inglaterra): "Lo primero es el cambio institucional de nuestras leyes. Reforzar las sanciones que existen ante actos discriminatorios. La discriminación florece cuando hay segregación. Al tener grupos separados, el que es distinto pasa a ser una incógnita, lo que lleva a que sea también una amenaza, porque no lo conozco, no sé cómo actúa, porque no tengo una experiencia directa con esa persona que me permita constituir una persona como un agente humano. A nivel social podemos aumentar la inclusión. Que las personas tengan la experiencia del otro, que puedan interactuar. El contacto con el otro, cotidianamente, no forzado, ayuda a terminar con actos discriminatorios".
- "ME SIENTO DISCRIMINADO SOLO POR ALGUNOS"
Chile atrae a muchos migrantes que llegan en busca de una mejor condición de vida, pero encuentran una realidad desconcertante a causa de la discriminación. Starling Santana es dominicano, tiene 18 años, vive desde hace tres años en Chile y trabaja como maestro pintor y esta es su historia: "Me siento discriminado solo por algunos chilenos, no todos son iguales. Mi peor experiencia la tuve en el colegio donde alcancé a terminar cuarto medio (último año de enseñanza escolar). Me molestaban todos los días, no me dejaban hacer la clase, me hacían burlas y me tiraban cosas. Hasta que un día me enojé mucho y me puse a pelear a golpes con ellos. También los choferes de micro a veces me cierran la puerta en las narices. En la calle, especialmente cuando hay grupos, me gritan negro y un garabato (grosería). No me importa lo de negro, pero no aguanto el insulto. Por lo general, sigo el consejo de mi hermano de que no me enoje, porque, al final, todos somos iguales".
Venezuela: "Hay que reconocer que existe"
"En Venezuela nosotros pensamos que no somos racistas, que no tenemos ese problema, pero sí hay una carga inconsciente de discriminación racial. Entonces, creo que la manera práctica y replicable en cada país es, en primer lugar, reconocer que existe la situación, que quizá no se da en hechos tan graves como puede ocurrir en otras partes del mundo, pero sí tenemos una dosis importante de prejuicios raciales, de discriminación. Entonces, en primer lugar, es reconocer que tenemos el problema, hablar de manera franca y honesta en la conversación pública sobre ello", dice Rafael Uzcátegui, director del Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (Provea).
"En segundo lugar —asegura—, establecer normas para sancionar y prevenir este tipo de conductas, que haya normas explícitas para los establecimientos públicos, para los funcionarios, para las entrevistas laborales; y, en tercer lugar, generar campañas sociales de información, espacios de encuentros y de confianza, de diferentes sectores de la sociedad para que se reconozcan y hablen sobre esta situación porque una ley por sí misma no es suficiente si culturalmente no se reconoce el problema". En Venezuela la discriminación también afecta a las minorías sexuales.
- "LOS DERECHOS SON UNA ORIENTACIÓN IDEOLÓGICA"
En Venezuela la discriminación también afecta a las minorías sexuales, como Valentina Rangel, quien es una mujer transgénero. Así relató su experiencia El Nacional: "Tras más de un año hormonándose cuenta que debe ingerir cuatro pastillas de 25 mg de espironolactona y dos pastillas de primaquin, este último medicamento no aparece en las farmacias venezolanas.
Indicó que uno de los grandes problemas en Venezuela y gran parte del mundo es que se asocian los temas de sexualidad e identidad de género a causas de izquierda". "Yo no comulgo con esos gobiernos —advierte Rangel—, pero no pueden utilizarnos como banderas políticas porque los derechos no son una orientación ideológica, son derechos y no son rojos o azules, son de todos. A la mayoría de los venezolanos les cuesta entender otras realidades. No se cuestionan ese imaginario sobre lo que es ser hombre y mujer. Es por eso que tienen tanta resistencia al tema. Esto no es una moda, siempre ha estado".
Ella ha comenzado a buscar los medios para iniciar el debate de temas transgéneros en Venezuela. Sabe que no será fácil, pero es optimista: "Sí o sí lo vamos a lograr. Seremos visibles", dice.
Uruguay . Un problema que está "a flor de piel"
Rinche Roodenburg es holandesa y vive en Uruguay desde 1985. Dirige la ONG Idas y Vueltas, que defiende a inmigrantes, y también integra la Comisión Honoraria contra el Racismo, la Xenofobia y toda otra forma de Discriminación, que recibe denuncias y asesora al Estado:
"En Uruguay el racismo, la xenofobia y la discriminación están a flor de piel, pero durante mucho tiempo se decía que eso no pasaba, que nosotros éramos diferentes, muy abiertos... Ahora por lo menos hay una cantidad de personas que reconocen que eso sí está pasando, que existe. Ese es un pequeño paso para empezar a combatirlo y desactivarlo. Es un mini avance. Si tú decís que no existe, es un poco hipócrita pero además ya no vas a buscar una solución", relató. ¿Cuál sería el siguiente paso? Le preguntan: "Tenemos buenas leyes, pero hay que potenciar el cambio cultural, trabajar para eso. Eso tiene muchísimo que ver con educación, debates, hablar en serio entre todos y no hablar en forma políticamente correcta. De a poco se puede empezar a cambiar cosas, estoy segura. Pero tiene que haber muchas ganas de querer cambiar".
- "NOS LLAMAN PARA EL DISCURSO Y LA FOTO"
En Uruguay la minoría más afectada por el racismo es la afrodescendiente. Ese es el caso de Delfina Martínez, quien tiene 31 años. Es negra y trans, y pese a todo, ha logrado salir adelante. Es artista, fotógrafa y activista social. Integra el colectivo Mizangas Mujeres Afrodescendientes y es cofundadora del colectivo artístico La Contracultural. Fue vocera de la Campaña Nacional Ley Integral para Personas Trans, que se opuso a un referéndum para derogar la ley trans el año pasado. Además, en la última campaña electoral fue candidata al Senado por el izquierdista Frente Amplio. No resultó electa.
En Uruguay el racismo, la xenofobia y la discriminación están a flor de piel
"Previo a la transición (a la democracia) pasé por supermercados, vender libros puerta a puerta y trabajé en un taller de serigrafía textil. Después de la transición se me complicó para conseguir trabajo. Ahí fue cuando atravesé un período de cinco años en el comercio sexual, en la Argentina y Uruguay", relata.
Pero en un momento —allá por 2015— conoció a referentes travestis y trans que estaban fuera del circuito de prostitución. "Decidí dejar eso, retomar el liceo (la secundaria), volver a Uruguay, vivir en la casa de mis padres y empezar a militar. Poder tener una proyección un poquito más allá del momento", explica.
Ahora por la pandemia hace charlas por Zoom pero no tiene trabajo. En febrero había viajado a Barcelona, España, a participar de un proyecto artístico donde interpretaba a un personaje, en una coproducción, en el prestigioso Festival Grec. "Me había ido a ensayar y tuve que volver", dice. Espera retomar a corto plazo.
Y también desea no tener que volver a ser trabajadora sexual, pero dice que no lo puede descartar. "Trato de que no. Tengo una contención familiar y una red que fui generando. Pero nunca se sabe, y con el nuevo gobierno (de Luis Lacalle Pou) tengo bastante incertidumbre de cómo se van a llevar a cabo las políticas públicas específicas para las poblaciones más vulneradas", dice.
¿Qué experiencias de discriminación ha sufrido? A nivel comunitario, dice, no poder acceder "a los derechos más básicos". "Y a nivel personal puedo estar hasta mañana contando cosas", explica y se ríe. "Desde que te griten en la calle hasta que no te dejen entrar a locales comerciales porque se reservan el derecho de admisión", afirma. Y menciona algunos datos: "Uruguay es el país que más blanco se autopercibe en América Latina. La mayoría de las mujeres afrodescendientes se dedican al servicio doméstico. Hoy sigue siendo muy difícil el acceso a estudios universitarios. Nos llaman para el discurso, para la foto y el resto del año no existimos".
Perú: el racismo estructural
"Muchas veces el problema del racismo se ve como algo interpersonal, como un problema de autoestima, de aguantar una broma y muy al nivel del insulto. El punto de partida es que ese insulto que vemos en la calle o en las redes sociales es como la punta de un iceberg, la punta de un problema mucho mayor, que es público e histórico y que arrastramos como país y es lamentable que lo tengamos todavía entrando al bicentenario", dice Gustavo Oré, director de la Dirección de la Diversidad Cultural y Eliminación de la Discriminación Racial del Ministerio de Cultura.
"Nosotros basamos nuestro trabajo en la Constitución Política del Perú, que claramente tiene dos disposiciones específicas. El articulo 2, incisos 2 y 19, señala que nadie puede ser discriminado, entre otros motivos, por cuestiones raciales. Y no se trata solo de insultos sino también de falta de oportunidades y otros aspectos que generan exclusión y violencia. El Ministerio de Cultura trabaja por la valoración de la diversidad cultural y la eliminación de la discriminación racial. En 2018 recibimos los datos de una encuesta nacional sobre percepciones y actitudes en diversidad cultural y eliminación de la discriminación racial impulsada por el Ministerio de Cultura: ahí se señala que más de 53 % de peruanos y peruanas considera que el peruano es muy racista o racista, pero cuando se les pregunta a esos mismos encuestados si ellos se consideran racistas la mayoría dice que no. Solo un 8 % admite que lo es. Ese es un problema que tenemos que abordar, pues lo vemos en el otro, pero no en nosotros mismos".
- "ME VEO FORZADO A HACERME BLANCO"
Ese racismo que no se manifiesta en público, pero que se vive a diario en las prácticas cotidianas en ciudades como Lima es al que se refiere en este testimonio Guillermo Flores Borda, un abogado de la Pontificia Universidad Católica del Perú, con un máster en Derecho por la Universidad de Chicago, pero que se siente marrón (término que se da a personas de piel mestiza) en una sociedad que pretende ser blanca.
"Soy un hombre marrón viviendo en una sociedad blanca de la que no provengo. Crecí en el centro de Lima. Mi padre, hijo de comuneros de Callahuanca, tierra de la chirimoya, vino a Lima a trabajar y estudiar la secundaria en la nocturna, convirtiéndose en abogado. Mi madre, hija de madre analfabeta y padre con segundo de primaria (ambos peones de las haciendas Chavalina y Vista Alegre en Ica, respectivamente) migró para convertirse en enfermera quirúrgica. Mis padres decidieron que lo mejor para el destino de sus hijos era destinar casi todos sus recursos a pagar su educación en instituciones privadas, aunque eso implicase sufrir diversas carencias materiales y difíciles condiciones de vivienda.
Soy consciente de que mi educación privada es un privilegio que me permite amasar capital social. Pero ese capital pareciese esfumarse en el momento en que me ven el rostro. Corriendo con ropa deportiva de noche, insultado de ratero. Caminata nocturna con capucha, todos a guardar billeteras y teléfonos. Comprando en un supermercado (incluso con mi esposa, una ciudadana blanca estadounidense de la mano), presto a recibir órdenes de señoras blancas. Mi color opera como un marcador de jerarquía social, como si las personas de mi color estuviéramos condenadas a ser vistas como peligrosos o serviles en esta sociedad.
Me veo constantemente forzado a hacerme blanco en todas las formas posibles mediante mis estudios, mis profesiones e, incluso, mi estilo de vida""
Debemos hablar tanto del racismo que se expresa en insultos abiertos, como del que se manifiesta estructuralmente. No puedo saber qué siente la sociedad blanca en sus corazones; sólo puedo asumir qué piensa en base al estado de sus instituciones. No sé si los socios de ciertos clubes o dueños de empresas nos menosprecian, pero es innegable que hay lugares y puestos a los que nos es más difícil acceder. No puedo saber si ciertos alcaldes nos desprecian, pero sí que no aplicarían la misma violencia con un empresario blanco acusado de evasión que con un vendedor ambulante marrón. Si algún día postulo a un cargo público, no tengo la certeza de que no seré tratado como un "auquénido".
Me veo constantemente forzado a "hacerme blanco" en todas las formas posibles mediante mis estudios, mis profesiones e, incluso, mi estilo de vida, pero preferiría vivir en un país que no condicionase mi movilidad social a mi transformación cultural. Quiero sobresalir en esta sociedad, pero no quiero ser ni empujado a cambiar mi forma de ser, ni forzado a esconder mis orígenes, para conseguirlo.
Costa Rica: aún mucho camino por recorrer
Rina Cáceres, coordinadora de la cátedra de Estudios de África y el Caribe de la Universidad de Costa Rica, expresa que en su país es necesario: "Reconocer y nombrar a los diferentes grupos, principalmente de las comunidades indígenas, algo que es más claro con las comunidades afrodescendientes por su participación política y empoderamiento. Reconocer su historia como parte de nuestra historia y crear un nuevo nosotros, que sea inclusivo, que implicará por lo tanto un cambio en los programas educativos de primaria, secundaria y universidad".
El escritor y excomisionado de los pueblos afrodescendientes costarricenses, Quince Duncan, reconoce que en su país se han dado esfuerzos importantes en los últimos años por parte de los gobiernos y de la población, principalmente joven, para combatir el racismo. Sin embargo, afirma que aún tiene hay mucho camino por recorrer. "En cuanto a leyes existe un vacío muy grande. El castigo por la discriminación racial es ridículo. Aquí se ve realmente como una contravención y se ha insistido en que tiene que ser penal y en que tiene que ser un delito que tiene que sancionarse con más fuerza".
Puerto Rico: "Muchas veces se da de manera solapada"
Bárbara I. Abadía Rexach – antropóloga y portavoz del Colectivo Ilé, dice: "Me parece que una manera práctica es hablar del tema. En la medida que sea visible el problema se puede identificar y combatir. Aquí los vemos en las representaciones de la gente negra en la sociedad. La discriminación racial muchas veces se da de manera solapada, pero cala hondo y cuando hacemos las denuncias muchas veces nos enfrentamos a un monstruo que niega el racismo y dice que estamos mal… También hay un contexto histórico que se tiene que mirar. En los libros, se habla de la esclavización, pero se enseña muy poco de quienes eran los esclavizadores y cómo actuaban. Tiene que haber un reconocimiento de los valores para que no se repitan. Se tiene que mirar el problema, mostrar estadísticas y se tienen que unir esfuerzos".
- "ME LLAMABAN NEGRA SUCIA"
Por eso en Puerto Rico siguen ocurriendo casos como el que narra Emma Ramos Ortiz, en el programa radial "Negras", que produce el Colectivo Ilé: "Cuando llevaba a mi hija a la escuela en ocasiones escuchaba los insultos por el color de su piel. En todo despectivo los otros niños la llamaban 'negra' y, en burla, le decían 'Mamá Inés', como el personaje de servidumbre afrodescendiente que protagonizó la publicidad de la marca de café puertorriqueño Yaucono".
Una de las experiencias más traumáticas, ella la vivió poco después de enamorase de su esposo. La familia de él no la aceptaba por su color de piel. "Lo primero que le dice la suegra a él era que no se podía casar con una negra sucia. Yo me preguntaba por qué decía que yo era una negra sucia. Era bien chocante porque era prohibitivo. No podíamos ser pareja", recordó.
Los ataques discriminatorios contra Ramos Ortiz no necesariamente han mejorado desde entonces. Hace apenas unos años, se enteró que unas amigas, con las que se reunía regularmente en un restaurante de San Juan, se burlaban a sus espaldas de ella y cuestionaban su matrimonio multirracial.