Firmas online: qué quieren cambiar los argentinos
Las victorias de Change.org que tuvieron más impacto en 2015
"No me arrepiento de nada de lo que me tocó vivir, lo volvería a elegir", confiesa Germán Montenegro, quien en 2009 sufrió una infección en el hígado que puso en riesgo su vida. "Lo que en un momento podés percibir como algo malo puede tener consecuencias muy buenas. Mis problemas de salud me hicieron aprender que si sentís que querés hacer algo, tenés que cumplirlo y no postergarlo. Sobre todo, si lo que hacés ayuda a otras personas", reflexiona este joven correntino, que recibió un trasplante de órganos a los 20 años.
Con esta convicción, Montenegro realizó en 2015 una petición en Change.org, la mayor plataforma virtual de peticiones, que cuenta con 130 millones de usuarios en el mundo y tres millones en la Argentina. Su intención: conseguir la reglamentación de la ley para personas trasplantadas y en lista de espera. Para ello, publicó su pedido en este sitio, donde la gente puede iniciar sus propias campañas, apoyar otras causas, exigir justicia, sacar a la luz sus necesidades más urgentes y, en especial, alzar la voz para influir en aquellos que tienen la responsabilidad de tomar decisiones, como funcionarios públicos, empresarios y autoridades.
La petición de Germán, que contó con el apoyo de más de 40.000 firmas, fue una de las 260 campañas que en 2015 alcanzaron éxito en nuestro país y que lograron pasar de la intención al hecho concreto. Causas como éstas, cuyos triunfos impactaron positivamente en nuestra realidad cotidiana, hoy son celebradas por miles de argentinos. Vale la pena hacer un recorrido por algunas de las historias que este año aportaron a la construcción de una sociedad mejor, más justa y con más apoyos para los grupos vulnerables.
¿Por qué tienen impacto las peticiones creadas en este sitio? Porque cuando un usuario introduce la dirección de correo del destinatario de su petición, cada vez que alguien la firme le llegará automáticamente un correo a esa persona. Gobiernos, empresas y personas valoran su reputación y sienten una responsabilidad hacia sus vecinos, clientes o votantes. Cuando cientos o incluso miles de correos llegan a sus bandejas de entrada, es difícil ignorarlos.
La vida de los trasplantados
Hace seis años, mientras estaba rindiendo un examen en la Universidad Montenegro tuvo que abandonar el aula por un fuerte dolor en la vesícula que lo dejó sin aire. Quedó internado en el Hospital Italiano. Su estado de salud se fue agravando con los días y los médicos le advirtieron que sólo había una opción: conseguir un trasplante de hígado con urgencia.
Afortunadamente el donante apareció. "Yo estaba amarillo como Los Simpson y pesaba 40 kilos. Necesitaba el trasplante urgente o listo. Por suerte lo pudimos hacer", cuenta Montenegro. Sin embargo fueron varios los obstáculos con los que se topó una vez recuperado, entre los cuales recuerda la lucha para que su obra social le cubriera los medicamentos, afrontar el costo de los pasajes de Corrientes a Buenos Aires para hacerse los controles de salud, además de los gastos de alojamiento en la Capital Federal. "Eso te da cierta impotencia porque una cosa es querer algo por capricho y otra muy distinta, porque no te queda otra para cuidar tu vida", dice Montenegro.
Por eso este joven sintió la necesidad de luchar por la reglamentación de la ley que posibilitó la real inclusión social y laboral de los trasplantados y las personas en lista de espera. Entre muchos de los avances obtenidos se destacan el acceso a un pase de transporte gratuito; la cobertura del 100% de los medicamentos, estudios y prácticas médicas; la ayuda para el acceso a la vivienda para quienes no tengan los recursos. Además, la ley dispone importantes beneficios impositivos para las empresas que den trabajo a las personas trasplantadas, a la vez que garantiza a los pacientes en situación de desempleo el acceso a una asignación equivalente a una jubilación mínima.
"Otras de las dificultades que teníamos era que los trasplantados estamos inmunosuprimidos y, por esta condición, es imposible que podamos pasar un apto médico para ingresar a un trabajo. Entonces la ley vino a remediar esta situación", comenta Germán y concluye: "Es una gran satisfacción saber que si alguien se tiene que trasplantar no tiene que pasar por lo mismo que pasamos muchos. Pensar que había gente que gastaba la mitad de su sueldo en medicamentos y gracias a esto ahora tiene una mejor calidad de vida".
Resignificar las heridas
Sebastián Cuattromo sufrió abuso sexual infantil a sus 13 años por un docente religioso de su colegio. "Esto es algo que durante diez años no pude poner en palabras", dice dejando al descubierto el dolor que marcó su juventud y que, al mismo tiempo, le hizo descubrir una verdad: "Cuando se trata de hacer frente al sufrimiento y a la injusticia, la única respuesta es colectiva. Por eso mi lucha no terminó cuando en 2012 logré un juicio oral y público que condenó al abusador. Porque creo que la mejor forma de darle un sentido positivo a lo que me pasó es colaborar con la comunidad a la que uno pertenece, eso resignifica las heridas".
En el caso de Cuattromo, su petición buscó mostrar el consenso de los ciudadanos para que el Senado terminara de aprobar la ley que permite que los delitos de abuso sexual no prescriban. La misma fue apoyada por 112.138 firmas que demostraron el apoyo para modificar los plazos de prescripción establecidos en el Código Penal para investigar y eventualmente sancionar los delitos por abuso sexual infantil. Anteriormente este plazo vencía 12 años después del momento en que la víctima cumplía 18 años. Gracias a la modificación del Código Penal, ahora los plazos de prescripción comienzan a regir a partir del momento en que la víctima lo denuncia.
¿Por qué era fundamental lograr este avance? "Porque la mayoría de las veces, quienes sufrimos abuso sexual de chicos recién podemos hablarlo cuando somos adultos o varios años después, ya que una de las características básicas de este tipo de delito es que a las víctimas -niños y adolescentes- les cuesta muchísimo contar lo que les está sucediendo. Y tampoco perdamos de vista que donde más sucede el abuso es dentro de las mismas familias. De ahí la enorme complejidad que implica poder hablarlo", explica Cuattromo, que armó la organización Adultxs por la Infancia para ayudar a otras personas que vivieron situaciones similares de abuso sexual infantil (www.facebook.com/adultxsporlosderechosdelainfancia).
No más sentirse "gordo" o "feo"
Otra de las peticiones que en 2015 alcanzó éxito en Change.org fue la de Brenda Mato, cuyo mensaje estaba dirigido a Facebook y proclamaba que la red social sacara las opciones de "sentirse gordo" o "sentirse feo" como estados emocionales. Brenda, quien tiene sobrepeso desde los 6 meses y confiesa que "crecer en un cuerpo gordo no le resultó nada fácil", fue elegida como representante de la Argentina por la ONG Endangered Bodies Internacional para llevar adelante esta campaña que se replicó en 8 países más.
"Hay millones de personas en todo el mundo que sufren a diario por ser diferentes y quiero que lo que aprendí sirva para generar un cambio positivo. Las redes sociales son una parte importante de nuestras vidas y no deben promover la discriminación o los ideales nocivos", explica Mato orgullosa con su cruzada. Y agrega: "¡Qué mundo aburrido sería si todos tuviéramos los mismos gustos! No busco un cuerpo ideal. Es el mío y lo amo por ello. El amor propio es difícil de lograr, pero se puede y en algún momento todos nos daremos cuenta de que valemos mucho más de lo que creemos".