Pueblos originarios en extinción: producto del aumento de la violencia entre personas y pueblos
¿Quién soy? Es una pregunta muy frecuente en mí y que la utilizo muchísimo en los distintos trabajos que he realizado y realizo. La respuesta es muy amplia y generalmente implica investigar de dónde venimos, cual es nuestro pasado y nuestros antepasados. En mi caso mis padres y mis abuelos son de San Juan.
¿Pero quiénes estaban antes? Porque más allá de todas las ascendencias vinculadas con la migración europea hacia la Argentina, no podemos desconocer que en nuestra tierra siempre existieron los pueblos originarios. ¿Por qué nos sentimos más cerca del "europeo blanco" que de ellos?
Creo que es fundamental comenzar con la normalización de la imagen que tenemos de los habitantes del territorio argentino antes de la llegada de los españoles. Así cómo es peligroso creer en prejucios peyorativos, es peligroso idealizar su forma de vida. Eran comunidades humanas, con todas las pobrezas y riquezas que ello implica. Lamentablemente hoy hemos perdido mucho de sus riquezas y valores que aportarían desde la diversidad.
Acá se abre un mundo enorme, atravesado por el prejuicio con nuestros pueblos originarios. El más grave es el pensar que son inferiores. Mi amigo René Calpanchay, de la comunidad de Susques (Atacama, Jujuy) una vez me comentaba que lo más grave es que algunos de los miembros de la comunidad se lo creyeron y se fueron perdiendo valores, prácticas, conocimientos, el cuidado de la naturaleza y las culturas ancestrales. Esto se agudizó tanto que hoy tenemos dos problemas centrales: la crisis ambiental y la desigualdad (la riqueza global en manos de pocos y la falta de comida y necesidades que sufren multitudes).
Quiero poner el foco en que todos somos iguales pero diversos, tenemos distintas culturas que nos marcan prioridades y valores diferentes. Pero hoy muchos pueblos originarios están en extinción, producto del aumento de la violencia entre personas, pueblos y la Pachamama (la tierra). Ante esta realidad, no es una opción sino una obligación hacer cosas juntos, en la interculturalidad y con acciones de impacto económico, social y ambiental. Encontrándonos con respeto y con propósitos comunes.
Lo primero que tenemos que hacer es dejar de hablar de unos y los otros y empezar a incorporar el nosotros. Hay que dejar atrás la competencia donde muy poquitos ganan, millones de seres humanos pierden y el planeta se destruye de a poco. En cambio, hablar de nosotros da lugar a la innovación, la creatividad, la necesidad de trabajar juntos, potencia el emprendedurismo y un abordaje de la realidad complementando distintas miradas culturales, lo que favorece al respeto y el fortalecimiento de la autoestima.
Sobre esto último conozco un ejemplo concreto de que es posible salir de los prejuicios. René hoy lidera la Empresa PUEBLOS ORIGINALES S.A.S., cocreada entre indígenas y occidentales para convidar ruralidad a la urbanidad, compartir la espiritualidad andina y el sincretismo cultural de 14.000 años con el propósito de vivir bien del propio trabajo, cuidando la naturaleza y poniendo en valor la cultura ancestral para recuperar el paradigma del cuidado y dejar esperanza a las nuevas generaciones.
Creo que hay que fomentar y difundir más todas las fiestas propias que existen en las distintas comunidades, que se llevan adelante en los barrios de "bajos recursos" como en casi todas la comunidades del país donde hay miembros de los pueblos. Ellas permiten el encuentro de las familias, los conversatorios y alimentar la fe y la espiritualidad que tanta falta nos hace para "no seguir haciendo lo mismo si perseguimos resultados diferentes".
Hoy los pueblos originarios no están representados, por varios motivos. Primero porque los pueblos originarios no son representativos, sino participativos. Eso es lo que dio lugar a la marginación y la imposición. Por último, en la organización del Estado prácticamente es nula la participación de miembros de pueblos indígenas y menos la práctica de sus saberes culturales.
Le hice dos preguntas a mi amigo René:
-¿Cuál es el mayor aprendizaje que tuviste siendo un miembro de pueblos originarios?
- El mayor aprendizaje como miembro del Pueblo Atacama, es haber valorado la sabiduría de 14.000 años transmitida en forma oral, de generación en generación, de los anteabuelos que se quedaron a vivir, convivir, producir y a darle sentido a la vida en el segundo lugar más inhóspito del planeta. Eso nos permitió aprender a administrar lo escaso, ser feliz con eso.
- ¿Cuál crees que es el mayor aprendizaje que tendría que dejar esta columna?
- Entender que el yoismo es el generador del egoísmo, las peleas, la soberbia y todo lo malo para la convivencia. Debemos desaprender muchas prácticas y dejar salir de nuestros corazones con mucha energía el sentido comunitario para elevarnos del ser libre al ser complementario. Esto nos allana el camino para convivir, conversar, colaborar y convidar que son los valores fundamentales del buen vivir, de acuerdo a la cultura milenaria de nuestros abuelos indígenas.