Programa Mi Pieza: cómo cambió la vida de las 175 mil mujeres que recibieron una ayuda para mejorar sus casas en barrios populares
Se trata de una ayuda de hasta $ 250 mil financiada con los impuestos PAIS y a las grandes fortunas; el Observatorio de la Deuda Social de la UCA estudió el impacto del plan para determinar qué tipo de obras realizaron y si hicieron un uso eficiente del dinero
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En el barrio La Cava, a las casas las construyen “como se puede”. No suele haber plan, más bien necesidad. Las familias viven en espacios chicos y de pocas ventanas. El hacinamiento, las instalaciones eléctricas precarias y la falta de agua, cloacas y gas de red son una constante en cada barrio popular del país. Los terrenos se dividen a medida que los hijos crecen y forman sus propias familias. Casi nadie se queda sin lugar, pero ocurre a costa de que las condiciones empeoren cada vez más.
“Desde que tuve a mi primera hija, lo único que quería hacer era construir un baño dentro de la casa para que ella no pase más frío ni tenga miedo al salir al patio”, dice Mariana Romero, que nació hace 27 años en ese barrio de San Isidro donde viven 15.000 personas. Mariana tiene dos hijos y trabaja como cuidadora domiciliaria de adultos mayores. Su casa era apenas un dormitorio y un pequeño rectángulo de poca superficie que servía de comedor, living, cocina y espacio de juegos. Afuera, en el patio, tenía el baño. El año pasado, camino a su trabajo, vio un folleto sobre un programa de asistencia que se llama “Mi Pieza”. La palabra le resultó familiar, como si le hablara a ella sobre ese sueño que no podía lograr.
Mi Pieza es un programa nacional orientado a mujeres mayores de 18 años que necesitan hacer una mejora urgente en su casa pero no tienen el dinero para financiarla. Es una ayuda de hasta $ 240 mil financiada por los impuestos PAIS y a las grandes fortunas, y destinada a quienes viven en barrios populares y tienen el Certificado de Vivienda Familiar, es decir que están reconocidas como residentes dentro del Registro Nacional de Barrios Populares (ReNaBaP). Esa asistencia se otorga por sorteo entre todas las inscriptas desde la aplicación “Mi Pieza Argentina”.
“Al principio no tenía mucha fe, pero me inscribí. Mi mayor necesidad era traer el baño dentro de la casa. Mi hija de 7 años pasaba frío, se mojaba cuando llovía y no teníamos privacidad”, dice Mariana, con su bebé de meses en brazos. Lo único que tuvo que hacer para inscribirse fue describir qué tipo de mejora necesitaba hacer en su casa. Y lo consiguió: hoy tiene el baño dentro de su casa.
En la Argentina, hay 5.687 barrios populares identificados en el ReNaBaP, que depende del Ministerio de Desarrollo de la Nación a través de la Secretaría de Integración Socio Urbana (SISU). Este organismo fue creado a partir de la Ley 27.453 de 2018 para llevar adelante un relevamiento de esos barrios y diseñar políticas públicas para revertir las condiciones en las que viven casi 5 millones de argentinos.
El programa ya impactó en la vida de 175 mil hogares de 4.000 barrios populares, con 70.000 obras terminadas y 80.000 en ejecución, según un informe minucioso que el Observatorio de la Deuda Social de la UCA hizo sobre el programa. Sobre el total de beneficiarias, el 59% eligió ampliar su casa, el 21% mejorar las paredes, el 17% arreglar el piso y casi el 10% reparar el techo.
“Me pareció inteligente que la Secretaría buscara una mirada externa. Nuestro objetivo no era saber cuán satisfechas estaban las mujeres beneficiadas, sino cómo habían valorado sus cambios de vida”, explica Agustín Salvia, director del Observatorio y sigue: “Más del 90% expresó que las refacciones y ampliaciones de sus casas les mejoraron la salud y la convivencia con el grupo familiar, además de que contribuyeron a mejorar la privacidad de sus familias”, añade.
Al frente de la Secretaría está Fernanda Miño, una trabajadora social de 48 años que nació en La Cava, vive actualmente en ese barrio y conoce bien las necesidades que existen. “En mi infancia, dormíamos todos en una misma habitación y separábamos las áreas con cortinas”, dice y agrega: “Creo que Mi Pieza les da dignidad, les da protagonismo en sus vidas para decidir sobre las prioridades de sus hogares”, agrega MIño.
El informe expone que las mejoras en la vivienda permitieron registrar en las beneficiarias “mejoras en el estado de ánimo, beneficios físicos y psicológicos asociados a las mejoras en el estado de la vivienda, sus servicios habitacionales, como así también en relación a la certidumbre respecto a la tenencia de la vivienda”.
El programa no solo pone el eje en darle protagonismo a las mujeres de estos barrios que, en un 70% son jefas de hogar y un 20% de ellas conforman hogares monoparentales, de acuerdo al informe del Observatorio, sino que también fomenta la actividad económica local. Desde octubre de 2021, cuando comenzó el plan, se inscribieron 380 mil mujeres, de las cuales el 46% ya recibió la asistencia. Esto generó 163 mil oportunidades de trabajo dentro del barrio, ya que en cada obra se contrataron entre 2 y 4 personas en promedio.
Un árbol destrozó el techo y una habitación
A muchos kilómetros de la provincia de Buenos Aires, donde se concentra la mitad de los barrios populares del país, María Esther Encinas salió sorteada hace tres meses. Vive en el Barrio La Rubita, en Resistencia, y no estaba enterada de que su hija la había inscripto en el programa. Hace siete años, un viento muy fuerte provocó la caída de un eucaliptus sobre su casa y se derrumbaron el techo y una habitación. “Fue traumático. La casa quedó destruida y no teníamos la plata para arreglarla”. recuerda.
María tiene 51 años y el Mal de Chagas le impidió seguir trabajando en tareas de limpieza, así que sus ingresos dependen de trabajos de costura que hace en su casa. De acuerdo al informe del Observatorio de la UCA, el 69,5% de las mujeres de los barrios populares trabajan en la economía popular (cooperativas de trabajo o por cuenta propia) y un 20% lo hace en tareas de limpieza.
“Hace tres meses, un domingo a la tarde, me llamó mi hija y me dijo que había sido sorteada y ese dinero me sirvió para arreglar mi cocina, el baño y hasta me alcanzó para levantar un galponcito que va a traer un poco de sombra en el verano”, dice María Esther.
Los montos del programa varían entre $100.000 y $240.000, de acuerdo al plan de obra presentado en la inscripción y son financiados con fondos que se componen con el 9% del Impuesto PAIS y un 15% del Aporte Solidario Extraordinario a las grandes fortunas, conocido como impuesto a la riqueza, que fue aprobado “para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”.
A los beneficiarios, el dinero se les entrega en dos partes, de acuerdo a los avances de obra que compartan desde la aplicación y el plazo máximo para finalizar la obra es de 8 meses. “Las familias están acostumbradas a vivir con poco y las mujeres hacen maravillas con lo que reciben. Me dicen: ‘¿sabés que en vez de una pieza, hice tres?’”, explica Miño.
Esto coincide con el informe del Observatorio, que señala que 6 de cada 10 mujeres lograron hacer hasta tres obras complementarias con el dinero recibido: “Si bien formalmente el programa establecía la posibilidad de combinar distintas obras, esto constituyó una práctica habitual entre las beneficiarias, quienes tendieron a complementar las obras asignadas con distintas intervenciones sobre sus viviendas”.
De lona y chapa a paredes de material
Tanto en Buenos Aires como en el interior del país, la SISU cuenta con referentes barriales de organizaciones sociales y cooperativas que trabajan en cada barrio y conocen las necesidades concretas de los vecinos. Griselda Martínez vive en el Barrio San José, en Paraná, Entre Ríos. Es referente regional y también entiende muy bien cuáles son las prioridades de cada barrio porque su casa está entre las de ellos. “Todos los días veo familias que transforman sus casillas de lona o chapa en casas de material y eso les provoca un impacto emocional muy positivo”, explica.
Las referentes barriales y las trabajadoras de cooperativas y organizaciones que articulan con la SISU también necesitan mejorar las condiciones de sus casas, igual que sus vecinos, sin embargo no tienen prioridad y entran como una más al sorteo que se realiza cada dos o tres meses, aproximadamente .”En febrero me inscribí en Mi pieza, pero aún no salí. De todas maneras, muchas vecinas que sí salieron hicieron las reformas y están muy contentas con los cambios”, explica Milka Ramirez, del Barrio San Onofre, en Posadas, Misiones.
Ella hace trabajo social para la organización, articula entre las familias y las cuadrillas que urbanizan el lugar. “Para entrar en las casas, tengo que explicarles lo importante que es cambiar los cables de luz, el pilar y construir la vereda”, explica. “Tener una vereda hace una diferencia inmensa, algo que mucha gente no comprendería. Recuerdo la vergüenza que sentía en mi infancia, frente a mis compañeros que vivían en la ciudad, cuando llegaba embarrada a la escuela”.
En el término de un año se han realizado cinco sorteos y se espera poder realizar uno más antes de fin de diciembre. El impacto social del programa, tanto económico como humano, queda subrayado por Agustín Salvia, director del Observatorio, cuando dice que “tiene aspectos psicológicos y emocionales muy valiosos, en tiempos en los que sólo lo material es lo que importa. Sería importante poder escalarlo, para que sea sostenible”.