Producir para poder ayudar a otros
Santiago Clement es el director de Proyecto de Luz, una empresa social que tiene como objetivo principal destinar sus ganancias a financiar proyectos sociales
Cuesta creer que Santiago, con menos de 30 años, sea ingeniero agrónomo y tenga un máster en Viticultura y Enología, pero con sólo escucharlo se puede sentir el ímpetu y las ansias de crecer que tiene su espíritu. "Yo sabía desde chico que me iba a dedicar a la agronomía cuando fuera grande, así que apenas salí del colegio comencé la carrera para ser ingeniero agrónomo", cuenta. Para pagar sus gastos y sus estudios montó junto a su primo lo que sería el génesis de su ayuda social: un apiario. "Puse con mi primo unas colmenas para ganar algo de dinero, pero cuando empecé a trabajar se volvió algo paralelo, un ingreso extra que me permitiría hacer algo que quería desde hace tiempo: ayudar a los más necesitados. Así las ganancias de ese trabajo las destiné a un hogar de chicos necesitados de Don Torcuato."
Ya recibido e interesado en la actividad vitivinícola, Santiago viajó a Mendoza para interiorizarse en el mundo de los vinos y perfeccionar sus estudios en el área. "Fue en el último año de la carrera de Ingeniería cuando un primo de San Luis me incentivó con la idea de comenzar a producir vino. Me dio tal fanatismo el mundo vitivinícola que busqué dónde podía hacer un máster y me fui a Mendoza a realizar una maestría en la Universidad de Cuyo."
Se ve que Santiago llevaba el destino en la sangre. Su abuelo, Guillermo Oliviera, tiene 98 años, es ingeniero agrónomo y una leyenda en El Durazno, San Luis. Su pequeño viñedo, al pie de las sierras, es el paisaje que inspiró a Santiago a dedicarse a la agricultura.
Buscando potenciar su proyecto de ayuda social nacido en Buenos Aires, Santiago decidió sumar como producto de venta un vino de producción local y ponerle nombre a su proyecto: Bichito de Luz (en honor al apodo de su primo). "Como la maestría que estaba haciendo era en convenio con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), estos últimos se interesaron en mi tesis y me ofrecieron liderar un grupo de pequeños productores de vino, en el marco del Programa Cambio Rural. Allí me interioricé en el mundo de las bodegas y en cómo gestionarlas, aprendí cómo era vender un vino y cuál era el problema de las bodegas chicas." Su capacidad y buen desempeño lo llevaron a trabajar para la cámara empresaria de Bodegas Argentinas, donde conoció a los mejores enólogos del país.
Pese a llegar a trabajar para la cámara más importante del rubro, Santiago seguía interesado en ayudar a los más necesitados, por lo que dejó su trabajo y se dedicó completamente a su pyme. "Yo quería continuar con mi proyecto de ayuda social, pero para poder llegar a más gente iba a necesitar tener dinero, es decir más nivel de ventas, y la única manera era sumando un vendedor." Aquel vendedor sería un cartonero de la zona, Juan Gómez, un ex carpintero que había perdido una pierna en un accidente laboral y que ahora hacía changas para sobrevivir. "Yo sabía que para vender miel iba a necesitar alguien con un carro y un día volviendo con el auto del trabajo me lo crucé a Juan, un cartonero de 60 años que había perdido su fuente de trabajo por un accidente y ahora recorría la ciudad con su carro recolectando cartones. Hablé con él y le ofrecí que trabajara para mí."
Las dificultades de Juan para vender los productos llevaron a Santiago a buscar otra forma de ayudarlo. "Era muy difícil trabajar con Juan. Los años en la calle lo habían vuelto muy descuidado en su aspecto, muchas veces llegaba con la camisa abierta y las manos sucias, y además no sabía administrarse. Cuando le pedía el dinero de las ventas me decía que lo había gastado para comer. No podía seguir trabajando con él, pero tampoco quería dejarlo solo, así que decidí ayudarlo a encontrar trabajo en su verdadera profesión. Me puse en contacto con una fundación que tenía un taller de carpintería y pensé que ahí Juan podía volver a su antiguo oficio."
Pero aquel pequeño taller estaba lejos de ser un lugar para que Juan volviese a trabajar como carpintero. "Era un taller muy chico, faltaban herramientas, había una parte que no tenía techo. Había que hacer muchas cosas ahí para que el lugar se transformase en un verdadero taller, así que hablé con la gente de la fundación y les ofrecí ayudarlos a acondicionar el espacio. Para juntar plata armé un e-mail sintetizando la historia y en un día vendí todas las cajas de vino que se necesitaron para comprar los materiales." Aquella experiencia le abrió la mente a Santiago, que vio en los vinos la posibilidad de juntar más dinero para donar. "Me puse como siguiente meta ayudar a una guardería donde había que arreglar los baños y a los pocos días ya estaba hecho."
Para volver más productivo el proyecto, Santiago dio el siguiente paso, dejar de utilizar vinos de otra bodega para comenzar a producirlos él mismo. "Me puse en contacto con un amigo que tiene una bodega y junto a un pequeño grupo comenzamos a producir nuestros propios vinos con el nombre Proyecto de Luz. Con las ganancias nos pusimos como meta ayudar a una fundación distinta por mes."
Ayudar desde la cadena de producción
Al día de hoy han ayudado a más de 25 fundaciones con diversos fines sociales y es sólo el comienzo. "Lo primero que queremos lograr es duplicar nuestra producción y que la ayuda social no sólo se dé con las ganancias de las ventas de las botellas, sino también en la misma cadena de producción. Esto puede ser incorporando gente con discapacidad o en situación de riesgo social en la confección de los productos. Por ejemplo, hoy nuestras mermeladas las hace una fundación que ayudamos en 2012 en Puán (Bahía Blanca) y todo el dinero de su venta les va a ellos. También gran parte de las cajas de cartón las hace la fundación Red Activos, con chicos que están en situación de riesgo social."
El Proyecto de Luz ha logrado trascender las fronteras y comienza a tener replicaciones en otros países del continente. "Como el mercado interno está sobresaturado comenzamos a exportar los productos, y así fue que llegamos a Colombia. Allí les interesó tanto nuestro proyecto que continuaron con la idea y propusieron que todas sus ganancias fueran destinadas a un colegio para chicos con escasos recursos. Es hermoso pensar que cuando alguien compra una de nuestras botellas en Colombia no sólo está ayudando a chicos de la Argentina, sino también de ese país. Cuando uno le da una mano a esa gente que quizá no tuvo la suerte de crecer con una familia o estudiar, todo el deseo del beneficio económico desaparece y queda esa sensación de tener el espíritu lleno", explica Santiago.
Proyectos a futuro
Además de expandir sus fronteras y duplicar la producción, el Proyecto de Luz tiene como meta la producción de un vino de alta gama que tendrá un interesante detalle. "Nuestro vino de alta gama, además de ser un producto Premium, va a tener la particularidad de que cada etiqueta va a tener pequeñas historias inspiradas en esa persona que consideramos que es el disparador de todo este proyecto, Juan Gómez, o como le decimos con cariño, Juan de Luz."
Es difícil de catalogar a una persona que ayuda a ayudar, pero cuando uno destapa una botella de Proyecto de Luz y mira el corcho entiende todo lo que Santiago piensa con una pequeña frase que se encuentra impresa en cada uno de ellos: Se parte de un mundo más lindo. ¡Salud!.