Prejuicio. Pese a que es el 2,4% de la Argentina, la población indígena pasa como invisible para la sociedad
En el Aeropuerto de Salta, la escena llama la atención. Después de hacer migraciones dos policías eligen "al azar" a personas para hacerles un control más exhaustivo. Les piden el DNI, los llevan a un cuartito a hacerles más preguntas, les revisan a fondo sus bolsos de manos. Todos los elegidos, tienen rasgos de pueblos originarios. Los "criollos" pasan de largo.
Omar Gutiérrez, un joven wichi que está por viajar hacia Buenos Aires para cumplir el sueño de convertirse en el primer abogado de su comunidad, Misión Chaqueña, cae en la volteada. Obedece respetuoso, con la mirada en el piso, acostumbrado a estos episodios. "Nos discriminan por la fisionomía, el color de la piel, la fuerza pública se abusa y genera bronca. Esa bronca yo la transformo en más ganas de estudiar", dice Omar.
Esta no es la primera vez que le pasa y, seguramente, no vaya a ser la última. En su comunidad, muchas veces vio como la Policía detenía a "hermanos" suyos sin que ellos pudieran entender lo que estaba pasando. El idioma y la brecha cultural son las principales barreras a superar. "No tenemos intérprete judicial y por eso no podemos defendernos", agrega Omar. Por eso está estudiando abogacía, para cubrir ese bache.
El caso de Omar es una muestra de que los prejuicios limitan no solo sus oportunidades de tener una vivienda digna, de estudiar o de trabajar sino las de las 955.032 personas descendientes de pueblos originarios que hoy viven en el país (el 2,4% de la población argentina), según datos del censo 2010.
Este es el espíritu de Redes Invisibles, un proyecto de LA NACION que busca dejar en evidencia los prejuicios que tienen que enfrentar los jóvenes más vulnerables. Y mostrar que cuando alguien les brinda estas oportunidades, hacen lo imposible por salir adelante.
Son muchos los prejuicios que pesan sobre los pueblos originarios: que son lentos, que son ignorantes, que son vagos y que no se quieren integrar al resto del país. "La mayoría dice que somos incapaces. Yo creo que todo ser humano tiene las mismas capacidades, que todo se aprende, que tenemos que ser incluidos, no excluidos", dice Omar convencido.
Del 3.6% de las denuncias recibidas por en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) en 2018 por discriminación por etnia, el 25% corresponden a pueblos originarios. Las delegaciones que reúnen la mayor cantidad de denuncias de pueblos originarios son Chaco, Jujuy y Neuquén.
"El prejuicio que más me llama la atención es que de los pueblos indígenas se habla en pasado, como si no existieran más. Y esa es la manera más brutal de invisibilizar a un colectivo", señala Aníbal Gutiérrez, director de Promoción y Desarrollo de Prácticas contra la Discriminación del Inadi y quien tiene a su cargo el área de pueblos indígenas.
Jimena Psathakis, presidenta delInstituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), comparte este diagnóstico: los prejuicios persisten en gran medida por desconocimiento de cuáles son estos pueblos, cuál es su cultura y cómo viven. "Incluso, hay quienes aún piensan que los indígenas son sólo parte de nuestro pasado y se encuentran únicamente en los manuales de historia. Desconocen que existen actualmente al menos 34 pueblos y más de 1600 comunidades en el país. Y cuyos miembros, se educan, trabajan y participan de la vida en sociedad como cada uno de nosotros, y quienes necesitan que se les puedan garantizar las mismas oportunidades que a todo el resto", señala Psathakis.
Justamente el Inadi es el organismo encargado de realizar actividades de promoción y visibilización sobre su historia, su cultura, su lengua y lo que significan los pueblos originarios para la construcción de la identidad nacional. "Muchas veces la discriminación surge del desconocimiento. Cuando uno empieza a visibilizar algo que no es visible, muchas veces esas barreras se derriban. Hay un discurso armado respecto de que los argentinos bajamos de los barcos, que no deja de ser cierto. Pero hay que decir que cuando bajaron de los barcos, se encontraron con los pueblos originarios. Ya había alguien acá", agrega Gutiérrez.
En Misión Chaqueña, Salta, la situación de las familias es crítica. No hay trabajo, les falta el agua potable, el gas, las ofertas de educación terciaria y universitaria son casi nulas y quedan aislados cada vez que llueve porque el camino es de barro.
"Existen discriminaciones de todo tipo, pero creo que las más preocupantes son aquellas que limitan el acceso a derechos básicos esenciales, como el acceso a la salud, a la educación, al agua potable o al DNI. Estas son cosas sobre las cuales se avanzó muchísimo, pero evidentemente tenemos mucho trabajo aún por delante", afirma Psathakis.
Balbino Díaz, cacique de Misión Chaqueña, cuenta que en su comunidad las mujeres sobreviven haciendo artesanías y los hombres se las rebuscan con la carpintería. Quieren trabajar pero no tienen recursos y las políticas públicas no alcanzan. "Hemos ido a Salta para gestionar que aquí no hay trabajo, solo podemos hacer artesanías. Como ahora no hay madera, la comunidad quiere acceder a algún plan para poder capacitarse, hacer ladrillos o huertas. Pero no hemos tenido respuesta. La ayuda no llega a las comunidades wichi".
Las opiniones que existen sobre los pueblos originarios son las mismas que se repiten en general hacia otros grupos vulnerables. "Sostienen que son vagos, que no quieren trabajar, que se acostumbraron a la ayuda social y entones no van a querer hacer nada. Y eso no es cierto. Y siempre el principal pedido que hacen cuando nos acercamos es poder contar con insumos que les permitan producir, comercializar, tener posibilidades de desarrollo", explica Carolina Aulicino, Oficial de Políticas Sociales de Unicef.
Gutiérrez también refuerza la necesidad de trabajar sobre el estereotipo que afirma que utilizan como excusa su pertenencia a un pueblo para no incorporarse a la vida de trabajo o al sistema educativo. "No tenemos que olvidarnos que ellos tienen una visión de vida distinta, un vínculo con la naturaleza diferente, y que hay que respetarlo. Hay que integrarlos", señala.
En relación al mito que afirma que son lentos, Aulicino usa para contrarrestarlo los resultados de un trabajo que lleva adelante Unicef en secundarias rurales mediadas por tecnología: "Cuando los chicos pueden terminar la escuela en su propia comunidad, aprenden mucho y después se quieren seguir capacitando".
Para dejar de ser invisibles, el primer paso para los miembros de los pueblos originarios es contar con un DNI. Es por eso que durante 2019, el INAI acompañó al Renaper en la entrega de más de 1000 DNI a miembros de estas comunidades y en gestionar trámites de otros 500, apróximadamente.
En esta misma línea de intentar sumarlos a los beneficios que ofrece el Estado, desde la Anses, Unicef y los gobiernos provinciales vienen desarrollando un programa en estas zonas rurales para aumentar la cantidad de beneficiarias de la AUH. Consiste en operativos territoriales para lograr que chicos pertenecientes a las comunidades orginarias más vulnerables del país pudieran contar ahora con acceso a este beneficio. En 2017 sumaron a más de 4.060 chicas y durante 2018, se consiguieron 6.237 nuevas altas en Salta, Tucumán y Chaco.
"La apuesta es a que las nuevas generaciones estén más preparadas para la construcción de una sociedad más pacífica. Si somos capaces de visibilizar la importancia de ser una sociedad diversa, plural y abierta, estaremos poniendo nuestro granito de arena para que se transforme en una sociedad más pacífica. Son ellos los que tienen que crecer con una cabeza más abierta", concluye Gutiérrez.
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