Por qué no encontraron a Tehuel: revelan errores clave durante las primeras horas de búsqueda del joven trans desaparecido hace dos años
Vivía en San Vicente y había ido a una entrevista de trabajo; si bien dos hombres con los que se reunió ese tarde irán a juicio por homicidio, su cuerpo no apareció; una antropóloga y una arqueóloga que trabajaron en la causa señalan fallas en el rastrillaje, demoras en impulsar allanamientos y el hecho de no contemplar desde un principio las vulneraciones relacionadas con su identidad de género
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“Necesito saber qué pasó. Y los únicos que lo saben son ellos”. Federico tiene 34 años y es uno de los hermanos mayores de Tehuel de la Torre, el joven trans desaparecido el 11 de marzo de 2021, pocos días antes de cumplir 22 años, en el partido de San Vicente, 50 kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires. Cuando habla de “ellos” se refiere a Oscar Montes y Luis Ramos, los dos hombres que lo acompañaban cuando se perdió su rastro, y que están procesados y detenidos, acusados de haberlo matado. La ubicación de los restos del joven es, todavía hoy, un enigma para todos, incluida la Justicia.
Por eso, la frase de Federico es también una crítica al trabajo de los investigadores que tenían que encontrarlo. Está convencido de que se destinaron muchos recursos para la búsqueda de Tehuel, pero que faltó lo esencial: un plan de búsqueda. “Podés hacer pozos en toda la Argentina, pero si no sabés lo que buscás, no vas a encontrar nada”, dice categórico. Para hacerlo, se respalda en los 24 tomos del expediente de la causa de la investigación que, asegura, se leyó completos.
“¿A qué estamos jugando, papá? Yo me voy a casa”. Federico todavía se acuerda de cuando participó en uno de los primeros rastrillajes y le soltó esa frase a Andrés, su padre, que estaba al lado suyo, en medio del operativo. Era un campo con malezas que llegaban a las rodillas. De repente, miró a su alrededor, y se dio cuenta de que nadie sabía lo que había que buscar. Ni siquiera él.
“Para la Justicia es un caso más. Para mí no, así que voy a seguir hasta que me muera. Yo no elegí esto. Pero la vida me puso en esta situación, otra no me queda. Si yo supiera qué pasó y en dónde está, listo. Pero no sé nada. A dos años, no sé nada. Este no saber es lo peor que te puede pasar”, reconoce Federico, padre orgulloso de Bastian de la Torre, un bebé que justo hoy, cuando se conmemoran dos años de la desaparición, cumple tres meses. Es el sobrino que Tehuel, lógicamente, no conoció.
“Todas las fechas especiales son duras, porque no está. Y Aylén, su hermana melliza, no sabés cómo está. El 26 de este mes cumplen 24. Ella sigue esperando el milagro, yo no”, reconoce resignado. Nada de lo que pasó en estos dos años: ni los rastrillajes, ni los interrogatorios, ni la búsqueda con buzos, con georradares y con perros, ni siquiera la detención de los supuestos homicidas, logró responder la pregunta que nos hacemos todos. ¿En dónde está Tehuel?
Antes de desaparecer, Tehuel vivía junto a Michelle, su novia, e Isaías, el hijo de 4 años de su novia, en la casa de Norma, su mamá, en San Vicente. El chico había empezado jardín y tenía que llevar unas cartulinas a la escuela, pero la pareja no tenía cómo comprarlas. A Tehuel nadie le daba trabajo. Aquel 11 de marzo, el joven le dijo a su pareja que le había salido una changa de mozo. El ofrecimiento le había llegado de parte de Luis Ramos, un hombre al que había conocido en una cooperativa de la zona y que hoy es uno de los imputados por su homicidio.
La investigación judicial recogió pruebas contundentes como para sostener que los pasos de Tehuel se pierden en la casa de Ramos. Una foto recuperada del celular de Montes, el otro imputado, los ubica esa noche, a los tres sentados a una mesa.
Ese no es el único indicio. También se encontraron restos quemados de la campera de Tehuel, rastros de sangre del joven en una de las paredes y se pudo determinar que uno de los imputados se desplazó, esa misma noche, hacia un campo de la zona. Por eso, para la Justicia hay pruebas suficientes para juzgar a Montes y a Ramos por homicidio, pese a que hasta el momento se negaron a declarar.
Una segunda investigación para encontrar sus restos
LA NACION tuvo acceso a información de la causa y pudo saber que la etapa de la investigación está concluida. Que la conclusión fuera un homicidio con ausencia de cuerpo la partió en dos. Por un lado, un expediente por el homicidio espera fecha de juicio. Por el otro, la búsqueda de sus restos continúa.
Como hasta el momento todas las zonas de interés fueron rastrilladas, esa búsqueda se centra en el cotejo de restos NN que la fiscalía entienda que se acercan al perfil de Tehuel con los perfiles genéticos de sus padres. Para eso depende de que cementerios, morgues y otras dependencias provinciales le informen si fueron ingresados restos NN con características similares a las del joven desde la fecha de su desaparición hasta la actualidad. El cotejo debe hacerse caso por caso porque la información no está sistematizada.
Como informó LA NACION hace pocos días, hay actualmente unos 7000 registros de restos NN sin identificar en poder del Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas, el organismo creado por el Ministerio de Seguridad para, entre otras funciones, llevar un registro de esos restos. Como se trata de información que en su gran mayoría no está digitalizada, cualquier cotejo es manual, lo que hace muy lento el proceso.
“El expediente de la búsqueda está bastante parado”, reconoce la arqueóloga Celeste Perosino, miembro de la Colectiva de Intervención ante las Violencias, una organización de la sociedad civil que se dedica a auditar casos de búsqueda complejos y también hacen trabajo de campo para rastrear evidencia relevante que haya sido pasada por alto por la Justicia.
Perosino cuenta que la organización comenzó a intervenir en la causa, junto con el CELS, un mes después de ocurrida la desaparición. Una vez que la agrupación tuvo acceso al expediente, lo dividieron entre las ocho integrantes (profesionales de la antropología, arqueología, ciencia política y comunicación social) para que la lectura fuera más rápida. Eran tiempos de pandemia, así que las reuniones las hacían por Zoom. En paralelo, intercambiaban información por WhatsApp. Cientos y cientos de mensajes diarios que colocaron el caso en el centro de la vida cotidiana de cada una durante aquellos días. De allí surgió un plan de acción con recomendaciones que le presentaron a Karina Guyot, la fiscal que investigaba, por entonces, la desaparición y que ahora tiene a su cargo la búsqueda de los restos. A ese primer envío, le seguirían otros más.
Lo que quedaba claro en esas primeras actuaciones, según esta organización, es que se estaba pasando por alto un detalle importantísimo: que Tehuel era una persona trans y que lo que lo había llevado esa noche a estar en ese lugar había sido, en gran medida, la situación de vulnerabilidad económica y social que atraviesa el colectivo LGTBIQ+ y que se evidencia, por ejemplo, en las enormes dificultades que tienen sus miembros para conseguir un trabajo formal. “Entender todo el contexto era importantísimo para entender la desaparición de Tehuel. El contexto es, justamente, lo que diferencia a un crimen de odio de un homicidio simple”, explica Perosino.
Según la “Guía de actuación para la búsqueda de mujeres y LGTBI+ desaparecidas en contextos de violencia por motivos de género”, lanzada a fines de 2022 por los ministerios de Mujeres, Género y Diversidades; Justicia, y Seguridad, cuando la persona desaparecida integra el colectivo de la diversidad, es crucial que los investigadores actúen con rapidez y perspectiva de género y diversidad para descartar rápidamente un posible crimen de odio.
Sin embargo, en el caso de Tehuel, Perosino sostiene que la búsqueda empezó tarde. Eso permitió que se perdiera información y pruebas. Si bien Tehuel le había dicho a su entorno más cercano que iba a encontrarse con Ramos, el allanamiento en la casa del sospechoso se realizó varios días después de la desaparición. No sólo eso: el trabajo de los investigadores en el lugar estuvo lleno de desprolijidades, lejos de la rigurosidad que se espera cuando se examina el posible escenario de un crimen.
“En las primeras actuaciones no sabían qué buscaban: por momentos, los investigadores hablaban de un cuerpo masculino; también podía leerse que buscaban a una chica”, agrega la especialista, tratando de graficar el desconcierto con que se manejó el caso durante las primeras semanas.
La organización también encontró grandes falencias en la búsqueda de potenciales testigos y en la información de los primeros rastrillajes. “Te encontrabas con que lo único que informaban de determinado rastrillaje era que había sido negativo, sin brindar detalles. O adjuntaban fotos sin ningún tipo de explicación”, agrega la antropóloga Belén Sandoval, también miembro de la organización.
Sandoval considera que la falta de planificación atravesó toda la búsqueda. Recuerda, por ejemplo, haber participado de un procedimiento en un criadero de chanchos ubicado en la periferia del barrio, en donde se habían denunciado inhumaciones clandestinas. Para el rastrillaje se movilizó personal de Gendarmería y de la Policía Científica, que llevaron una pequeña excavadora. Cuando llegaron, relata, se encontraron con que el terreno había sido ganado a una laguna con basura. El piso eran capas y capas de basura. No había manera de excavar. Intentaron rastrillar manualmente, pero concluyeron que no se podía obtener información.
“La Justicia, normalmente, tiene poco acceso a recursos de esta envergadura para buscar. Toda esa movilización fue una manera de malgastarlos. Una visita previa al lugar para evaluar las condiciones del terreno podría haberlo evitado”, agrega.
A dos años de la desaparición de Tehuel, Federico, su hermano, reconoce que todo cambió para la familia De la Torre. “Antes, los hermanos estábamos más distanciados entre nosotros, cada uno en lo suyo. Ahora estamos más conectados entre nosotros, algunos llevando adelante un emprendimiento familiar”, se sincera. El hecho tuvo un impacto muy particular en él: “Quedé traumatizado. Antes podía estar sin hablar con algún hermano un par de días. Ahora, si le escribo a alguno y no responde enseguida, soy capaz de agarrar el auto e ir a ver qué pasó”.
Federico siente lo que sienten muchas familias que buscan a sus seres queridos: que a la Justicia le falta especializarse en el tema. No entiende cómo, en 24 meses, la Policía sólo logró que Montes dijera: “Yo no me voy a comer toda la vida adentro por culpa de éste”, en referencia a Ramos. Sólo espera que durante el juicio alguno de ellos se quiebre y confiese qué fue lo que pasó aquella noche y en dónde descartaron el cuerpo. Lo espera por todos, pero especialmente por su papá, que ya cumplió 70 años. De lo contrario, cualquier condena tendrá sabor a poco.
A quién podés llamar si tenés un dato sobre él:
- A la línea 134 del Ministerio de Seguridad.
- Si es una urgencia, comunicate al 911.