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La generación nacida entre los primeros años de la década de 1980 y fines de 1990 se interesa en causas con alguna vinculación personal y relacionadas con el futuro. Pobreza, educación, animales y medio ambiente son los temas que los interpelan y a los que aportan su dinero.
Esta es una de las conclusiones, entre muchas otras, que se desprenden del estudio cuantitativo y nacional Los argentinos y las donaciones de dinero realizado en conjunto por Voices! y Qendar para visibilizar la baja en el país durante los últimos años de las donaciones en dinero y la caída de la confianza en las instituciones, al que LA NACION accedió en exclusiva.
“En la Argentina hay una crisis de confianza en todo sentido hace muchos años. En los comparativos internacionales aparecemos como una de las sociedades que más desconfianza tienen y se ve un cambio en los últimos cinco años en la confianza interpersonal, la inmensa mayoría de los argentinos desconfían cuando se relacionan con otra persona”, precisa Constanza Cilley, directora ejecutiva de la consultora Voices!
Como las donaciones están relacionadas con la confianza, creer en las causas a las que donan es clave para los millennials. Necesitan información clara y cuantificable, y resultados a la vista para destinar su dinero; y si la ONG elegida no cumple con esa expectativa, no dudan en retirar su donación o no repetirla.
Conciencia social
Micaela (28) y Manuel (32) viven en Tigre, ella es licenciada en Comercialización y él abogado. Siempre tuvieron un impulso solidario a través de grupos misioneros o distintos voluntariados, pero en los últimos dos años comenzaron a realizar donaciones en dinero, primero a través de la compra de gorras a la marca Trown, que por cada venta planta un árbol en la Patagonia, y después con un monto mensual a través de débito automático a Cascos Verdes, una organización ambientalista que promueve la inclusión de las personas con discapacidad intelectual a través de programas que se cursan en el ámbito universitario, en donde Mateo (21), el primo de Micaela, se está capacitando. “Conocemos la ONG, sabemos lo que hacen y los actores que están en juego como la Universidad Di Tella y San Andrés, sentimos confianza, que nuestro aporte llega a estos chicos, y vemos los resultados como en el caso de Mateo”, cuenta Manuel.
El motivo que más los representa es ayudar al prójimo, pero crece entre los jóvenes el hecho de devolver las oportunidades que tuvieron.
También donan mensualmente a Banco de Bosques, una fundación que trabaja para salvar a bosques nativos en riesgo, a la que llegaron a través de Vida Silvestre mientras buscaban alguna organización que se ocupara del tema. “A través de redes sociales empezamos a ver el trabajo, nos dio mucha confianza que había vivos semanalmente y mucha interacción mostrando lo que iban haciendo. Sobre todo cuantificaban cuánto se forestaba a partir de la donación que cada uno hacía”, dice Micaela. Esta ONG trabaja con un sistema que utiliza imágenes satelitales para generar un vínculo directo entre el donante y la porción concreta del bosque que salva.
Entre los jóvenes encuestados por Voices!, el 89% opina que el Estado debería encargarse de las causas y no las ONG, pero a su vez desconfían de las instituciones en general, en especial justamente del Estado y la justicia. Manual y Micaela coinciden en que la primera desconfianza en una ONG es si ven alguna participación del Estado. Para ellos, el Estado debe actuar como articulador de determinadas políticas para que después las ONG puedan llevarlas acabo, pero no solo debe incidir económicamente sino también a través de capacitaciones, la creación de escuelas donde puedan estudiar oficios las personas con discapacidad y oportunidades de trabajo. Una vez más, resaltan la importancia de la transparencia en la información. “Que en el presupuesto se defina esto y cómo se ejecuta, también qué ONG lo recibe y qué se hizo con eso”, concluyen.
Solidarios pero con diversidad de intereses
El estudio muestra que en los últimos doce meses los millennials, en promedio, donaron a 2.3 organizaciones versus 1.9 de la media total. Según Cilley, la mayor diversificación de intereses típica de esta generación se traslada en una mayor cantidad de ONG a las que donan, pero no necesariamente en montos mayores. Por ejemplo, en vez de donar $400 a una organización, donan $200 a una y $200 a otra. Depende cómo se interprete esto, desde la perspectiva de las instituciones no sería tan positivo porque lo que se busca es un mayor compromiso de los donantes, una tarea que no es nada fácil.
“Me siento un poco frustrada por los millennials, porque noto que son solidarios, quieren donar, no son los que más desconfían de las organizaciones sociales pero tienen una actitud de picoteo. Y lo que necesitan las organizaciones es un flujo constante de poco dinero de mucha gente a través del tiempo para poder financiar su causa. El millennial de alguna manera picotea según su preferencia del momento y no es un donante que pareciera que vaya a comprometerse en el tiempo”, precisa Mary Teahan, presidenta de la agencia Qendar, que tiene una experiencia de más de veinte años en fundraising.
La confianza en las ONG es mayor entre lo más jóvenes (66%), los niveles socioeconómicos altos (59%) y los residentes en CABA (55%).
Los temas preferidos
Dos datos que arroja el estudio son que la mención a causas vinculadas con animales es mayor entre las personas de 25 a 34 años, y que entre los donantes mensuales crecieron las donaciones a organizaciones dedicadas a niños, niñas y adolescentes, y personas con discapacidad.
La primera vez que Rocío (31) hizo una donación económica fue a Greenpeace cuando estaba en primer año de la carrera de Derecho. “Me llamaban ya la atención las causas relacionadas con el medio ambiente y además es una ONG sumamente conocida, internacional, no me parecía que era una estafa”, cuenta. Con un largo camino en voluntariado que comenzó en la escuela, cuando su hermana adoptó dos gatos del refugio Rescataditos en Adopción hace seis años, ella los empezó a seguir en Instagram donde publican pedidos de tránsito o adopción, ayuda para alimento y colaboraciones para cuestiones puntuales. “Nunca me comprometí con la adopción de un gato aunque es un deseo que tengo, pero trabajo fulltime y vivo sola. Entonces hice varias donaciones siempre a través de una transferencia. En pandemia, con el home office, me volví a replantear adoptar un gato, todavía no me decidí, pero sí volví a donar efectivo”.
También en estos últimos meses Rocío compró una entrada para un evento por streaming que realizó Módulo Sanitario, que suele trabajar en conjunto con Techo en la construcción de baño y cocina en viviendas precarias. La referencia concreta vino por una amiga cercana que trabaja en la organización y eso la impulsó a ella y sus amigas a colaborar inmediatamente.
El aporte de los jóvenes en Techo
Para Clara (23), licenciada en Administración, la prioridad es la educación, “porque el día de mañana es lo que te permite elegir”, dice. Por eso decidió este año comprar los kits de limpieza y alimentos que armó Uniendo Caminos, una fundación que acompaña a niños, jóvenes y adultos de bajos recursos para que terminen la escuela. Desde abril, la organización ya hizo seis entregas de estos combos a más de 100 familias por mes en los barrios Villa 21-24 y Bajo Boulogne.
Están al tanto de las solicitudes de donaciones por las redes sociales y también a través de ellas siguen las acciones de las ONG a las que donan.
Hace bastante que Clara conoce el trabajo de la ONG, sigue sus pasos en las redes sociales y a dónde llegan las donaciones. También rescata lo que hacen, que va más allá de un hecho puntual, porque acompañar la continuidad de la educación es una acción constante que tiene efecto en las chicas y los chicos. En cuanto a la manera en que las organizaciones sociales llegan a los jóvenes, Clara opina que “la forma en que se muestran influye muchísimo, entra por los ojos. Si en una cuenta de Instagram no hay información clara, no entiendo mucho qué hacen, qué es, no es muy tentador. Esto incide un montón en la confianza que me dan”.
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