Paravoley: un deporte que está ganando cada vez más espacios
Se juega sentado; es una disciplina en pleno crecimiento en la Argentina, que está pensada para personas que tienen alguna discapacidad física, muchas veces adquirida
La vida de Diego Delgado (33) cambió radicalmente de un día para el otro. En apenas segundos, cuando iba en una moto y fue embestido por un automovilista ebrio que cruzó la calle con el semáforo en rojo. Después de un mes de internación y de ocho operaciones, el joven perdió la pierna derecha.
Él, deportista y amante del voley, que de los siete días de la semana estaba cinco en una cancha, lo primero que pensó al despertar tras la cirugía fue que no iba a poder jugar nunca más. "Se había terminado una parte de mi vida. Les hice un video a mis compañeros de cancha en el que les mostraba la amputación y me despedí de ellos", recuerda.
Sin embargo, tras un año entero sin poder pararse y luego de atravesar un doloroso proceso de rehabilitación, lo que parecía imposible comenzó pronto a dejar de serlo. De la mano de Laura Cometto, exjugadora de voley y actual directora técnica, conoció el paravoley, una disciplina que les permite a jugadores con alguna discapacidad física volver a la cancha o iniciarse como deportistas.
Se trata de una práctica similar al voley convencional, con la diferencia de que se practica sentado y con la red más baja. "Puede jugar todo el que sienta que pueda mover la pelota -explica Cometto-. A nivel oficial o para competir internacionalmente, hay ciertas patologías o secuelas que debe tener el cuerpo. Pero a nivel local y de forma ‘extraoficial’, puede participar el que tenga ganas".
La profesora agrega que muchos de los entrenamientos son integrados e incluyen a personas que, por ejemplo, prefieren jugar sentadas porque les duelen las rodillas.
En pleno desarrollo
Hace tres años, Cometto se enamoró del paravoley -muy desarrollado en países europeos y de América Latina, como Brasil y Colombia-, y empezó, a pulmón, a darlo conocer en la Argentina, donde aún se encuentra en una etapa incipiente.
Poco a poco, fue reclutando jugadores, a los que terminaría cambiándoles la vida. "Iba convocándolos y viajando por el interior dando cursos. Después, me empezó a apoyar la Federación Metropolitana de Voley (FMV), y ahí abrimos centros de desarrollo con profes entrenadores", cuenta Laura.
Gracias a esta disciplina, Diego volvió a sentir lo mismo que cuando jugaba al voley convencional: "Hoy, vivo de nuevo toda esa adrenalina, felicidad, ganas de dar todo, de llevarme el mundo por delante. Dentro de esa cancha no somos seis personas con una discapacidad; somos seis jugadores con sus virtudes y defectos", asegura.
El jugador confiesa que todos sus logros fueron gracias al apoyo de su familia. "Mi mujer nunca me soltó la mano. Tengo tres hijos y al principio sentía que les había fallado. A veces mi nene quería jugar a la pelota conmigo y yo no podía ni pararme. O si se caía, no me podía levantar rápido para ir a ayudarlo. Eso fue muy doloroso", cuenta. Hoy, puede hacer todo eso y mucho más. "Con la prótesis, hago una vida normal. Llevo a mi hija a danza, a mi hijo a karate, hacemos y jugamos a un montón de cosas", agrega.
Diego Ponce (31) es otro convocados por Cometto para jugar. Su caso es diferente al de su tocayo y compañero de cancha, porque nunca había jugado al voley. "Tuve un accidente y me amputaron una pierna. Mi traumatólogo se contactó con Laura y ella me invitó a probar este deporte nuevo en nuestro país. Me llamó varias veces hasta que me decidí", sostiene.
Un día fue a ver un entrenamiento, probó jugar y desde ese momento nunca lo dejó. "Cuando estoy en la cancha me olvido de todos los problemas. Tuve la suerte de compartir algunos viajes a Mar del Plata, Córdoba y Rosario para competir y me fui dando cuenta del grupo humano que formamos".
La coordinadora es testigo de los cambios en los jugadores: "Tiene los mismos beneficios que cualquier deporte, aunque potenciado. Cuando tuviste un accidente que te limitó o restringió la vida que llevabas hasta ese momento, el hecho de volver a conectarte con el deporte y con todo lo que brinda en lo social permite que mejore la calidad de vida", detalla Cometto.
Con respecto a quienes se suman para participar, describe: "Hay muchos que ya eran deportistas y otros que no, lo cual implica un gran trabajo. Hay que hacer un abordaje integral, porque si se accidentaron hace poco, hay vaivenes en lo emocional".
Su sueño es que esta disciplina se desarrolle en todo el país. Respaldada por la FMV y la Federación de Voley Argentino, apunta a armar un equipo para competir en los Juegos Panamericanos del próximo año, a que haya una liga y que sea incorporado como paradeporte en los Juegos Evita en 2019.
Marcelo Gigante, DT de voley de Boca Juniors, explica que si bien otros deportes adaptados, como el básquet o el tenis, están más desarrollados en el país, el paravoley está en plena consolidación. "Hoy muchos chicos tienen la posibilidad de competir, divertirse y hacer un deporte que no requiere demasiados recursos. Una silla deportiva cuesta bastante dinero. En cambio, acá, uno se sienta y juega, no necesita nada más", dice.
Un domingo en el microestadio de Lomas de Zamora, Delgado, Ponce y otros 40 jugadores participan del Ranking Tour, un evento que permite evaluar y clasificar a los atletas. Sentados en la cancha, se abre el juego. Afuera quedaron las prótesis y las muletas. Ponce saca, la pelota pasa la red. Del otro lado la reciben, arman la jugada y atacan. Ellos se complementan, saben cuáles son sus fortalezas y debilidades. La pelota vuelve y se dirige al lado izquierdo de un jugador a quien le falta un brazo. Delgado se arrima y defiende. Son un equipo y tienen un sueño: formar parte de la selección argentina. Superaron accidentes, amputaciones y recuperaciones.
Ya nada los detiene.