Otra cara de la pandemia: la cooperativa que produce insumos indispensables y proyecta crecer el doble
Para la cooperativa farmacéutica Farmacoop, la cuarentena tuvo dos caras. Así como primero les frenó el proceso de habilitación para producir medicamentos, terminó convirtiéndose en una oportunidad para nuevos proyectos. Junto con el estallido de la pandemia, pasaron a dedicarse íntegramente a la fabricación de alcohol en gel y al control de calidad de barbijos, y ahora acaban de recibir un subsidio del programa Recuperar, del Ministerio de Desarrollo Social, que le permitirá adquirir nuevas maquinarias y ampliar su plantel de trabajadores.
Con su casa central en el barrio porteño de Villa Luro y una sede en Lugano, Farmacoop es el primer caso en el mundo de un laboratorio recuperado por sus trabajadores, exempleados de la firma Roux Ocefa, despedidos sin indemnización cuando la empresa quebró en 2016. Tras un arduo proceso, en abril de 2019 la Justicia los habilitó como cooperativa. Luego de ese arduo camino y en medio de un contexto inimaginado, ven con ansias la posibilidad de crecer: hoy producen entre 8.000 y 10.000 frascos de alcohol en gel por día y controlan y distribuyen más de 20.000 barbijos de otras cooperativas textiles, dos artículos esenciales ante la emergencia sanitaria.
La sede de Villa Luro es pulcra y silenciosa. Sus cuatro pisos le quedan enormes a los trabajos de control de calidad que allí se realizan. "Cuando podamos comprar las máquinas, la cosa va a ser diferente, porque van a haber más sectores operativos", explica Edith Pereyra, quien fuera empleada de Roux Ocefa durante 33 años y actualmente es vocal de la cooperativa.
Para ella, su lugar de trabajo es su segunda casa. "Arranqué a los 18 años. Fue muy triste descubrir que, al ser despedida, me faltaban un montón de aportes patronales. Solo tuve derecho a seis meses de seguro de desempleo", recuerda esta mujer risueña y de contextura pequeña que interrumpe su actividad para recibir a LA NACION. En el hall del edificio, hay una cartelera con algunas fotografías actuales de sus miembros y otras que reflejan el conflicto previo. A su derecha, permanece una antigua máquina para fichar el presentismo.
Durante la recorrida por los laboratorios en los que se realizan los controles fisicoquímicos y microbiológicos del alcohol en gel que se produce en las instalaciones de Villa Lugano, se suma a la charla Bruno Di Mauro, presidente de la cooperativa.
"Con el subsidio planeamos comprar tres maquinarias que nos permitirían producir medicamentos y además tercerizar la producción de otros, para hacer acá el control posterior. Tenemos 150 certificados para producir 150 variedades diferentes, pero actualmente no estamos en condiciones técnicas", explica Di Mauro, quien agrega que, si bien la cooperativa cuenta con cien asociados, ahora solo hay trabajo para no más de 46. Con esta asistencia financiera, cercana a 6 millones de pesos, se acercarían bastante a la producción necesaria para ocupar al número total de integrantes, que es casi del doble. "De aquí a un año, esperamos poder trabajar todos", afirma.
En la Argentina, hay unas 400 cooperativas que generan aproximadamente 18.000 puestos de trabajo en forma directa. Por estar realizando una actividad esencial, Farmacoop fue una de las tres empresas recuperadas seleccionadas en la primera etapa del programa, al que ya se presentaron 70 proyectos y es parte del plan Potenciar Trabajo . "El objetivo es promocionar el desarrollo económico y la inclusión social, mejorando condiciones generales e impulsando un crecimiento del sector cooperativo", detallan desde la cartera de Desarrollo.
El alcohol que producen Edith, Bruno y sus compañeros viene en dos presentaciones: 250 ml y 5 litros. Lo comercializan a precios populares a través de distribuidoras y también mediante canales de venta directa en sus redes sociales. Hasta al momento, algunas áreas del Ministerio de Desarrollo Social y del Gobierno de la Ciudad se cuentan entre sus clientes.
En paralelo, la cooperativa cumple un rol social con un centro cultural y un bachillerato que funcionan en el edificio de Villa Luro y que debutaron, a medias, este año. "En el centro cultural llegaron a dictarse las primeras clases de algunos talleres, pero la pandemia alteró todos nuestros planes. El bachillerato no llegó a dictarse en forma presencial, pero arrancó y sigue firme aunque en modo virtual", concluye Di Mauro.